Vivimos en un mundo cada vez mas regido por la interpretación de la leyes físicas y como estas influencian el entorno, sin embargo nuestro mundo científico es bastante dinámico y cambiante, solo tomar la astronomía como ejemplo basta evolucionamos de la concepción ptolemaica del universo hasta el enfoque relativista de Einstein y parece no haber cabida para los misterios de la fe que los católicos aceptamos como verdades universales e inmutables.
La física de este universo relativista de Einstein esta referida en esencia a los aspectos cuánticos de la materia, nuestra realidad del día a día, es aún un universo newtoniano, sus tres leyes físicas para el entorno del día a día lucen infalibles, en especial aquella que habla que la materia no se crea ni se destruye, solo se transforma, desde el punto de vista termodinámico nos dice que el universo vive en una permanente transformación.
Acá es importante destacar que desde la perspectiva teológica la termodinámica le daba cierto sentido de verdad a las creencias de otras religiones sobre los ciclos de encarnación sucesiva de las alamas y eso que los filósofos orientales llaman ciclos karmicos, de forma tal que nuestra creencia sobre la vida, muerte y posterior resurrección para un juicio final donde se decidirá quienes por sus obras están salvos y quienes no, pasaba a ser poco atractiva, hasta la ciencia hablaba de ciclos de constante transformación.
Sin embargo, las concepciones de la física cuántica fueron sacudidas hace ya unos años por un científico portugués quien es coautor de una teoría cuya explicación esta en un libro llamando “mas rápido que la luz”, que tal como la física cuántica sacudió las bases del edifico de la ciencia, esta nueva concepción no solo sacude el referido edificio sino que se acerca a la concepción católica, puesto que si bien es cierto que la velocidad de la luz es inalcanzable por la relación de proporcionalidad directa e inversa entre velocidad, masa y volumen, que en el universo newtoniano fija la existencia de una discontinuidad matemática y termodinámica, es de hacer notar que la primera verdad rebatida por los nuevos enfoques establece que la materia se puede crear a partir de la nada y también destruir sin que ellos implique el cataclismo final que destruya la continuidad tiempo-espacio en la cual vivimos.
La importancia teología de esto se remonta a las afirmaciones de las clases de catecismo para la primera comunión donde nos decían que Dios se habría creado a si mismo de la nada, que ese pensamiento primigenio de su mente creo el universo y sus leyes físicas y que al final de los tiempos vendría a juzgar vivos y muertos que los justos, en nuestra perspectiva aquellos quienes dotados de su libre albedrio hubiesen sido capaces de obrar bien y con justicia serian salvados y los injustos serian condenados eternamente, ¿existirá la posibilidad que la condenación eterna implica la destrucción total de la materia y la desaparición del alma?, he llegado a preguntarme.
La fe es algo sobre lo cual afirmamos creer aun cuando no existan evidencias físicas como para que los demás crean que es cierto, la ciencia vive día tras día dotándonos de comodidades y en algunos casos de pruebas sobre los hechos de la Santa Biblia que de repente no son tan literales como quisiéramos pero si al analizarlos son portentos verdaderos y gracias de la intervención divina, citó como ejemplo la resurrección de lázaro solo Dios es capaz de algo como eso y la misma resurrección de Jesús el hijo de Dios de quien hoy viernes santo “anunciamos su muerte” y el domingo de gloria “proclamamos su resurrección”, nos lleva a un mundo donde cabe preguntarnos estamos obrando como se supone debe ser para salvaguardar la vida eterna o en el peor de los casos somos lo suficientemente maduros como para entender que nos enfrentamos a la eventual no existencia, puesto que la única existencia posible esta en presencia de Dios y aquellos que cada día hacemos, dejamos de hacer, omitimos o nos hacemos de la vista gorda bien sea nos salva o nos condena.
Ing. Francisco J González R Msc
Católico en reflexión por la Semana Santa
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