jueves, 26 de enero de 2012

Pase a tribunal disciplinario del Secretario General de Cabimas

A propósito del asalto contra COPEI, este es uno de los abanderados que estatutariamente estaría imposibilitado para postularse.

Minuta reunión de Trabajo Dirección Ejecutiva Zulia y Junta Ejecutiva Cabimas

lunes, 23 de enero de 2012

Carlos Melo. Copei. 54 años de vida en Democracia y de la derrota de la Dictadura Militar

Carlos Melo. Copei. 54 años de vida en Democracia y de la derrota de la Dictadura Militar:
Carlos Melo. Copei. 54 años de vida en Democracia y de la derrota dela Dictadura Militar

No podemos dejar que loconquistado con tanto esfuerzo se pierda. La Unidad nos permitió derrotar la dictaduray recuperar la Democracia. 2012 es el año del triunfo de la Libertad.

Caracas 23/01/2012.- Se cumplen 54 años de la gran victoriade la unidad del pueblo venezolano contra la oprobiosa dictadura militar. 54años de vida en democracia donde a pesar de todos los problemas logramos instaurarun modelo de gobierno que establecía: La Separación y equilibrio de poderes. Laelección directa y secreta de gobernadores, alcaldes y juntas parroquiales. Queimpulso el proceso de Descentralización y acercó la gestión y toma de decisionesa la gente. Que respeto el Derecho a laopinión y la información y propició el desarrollo de distintos medios decomunicación e información. Que no clausuro medios, radios ni canales detelevisión. Que respeto e impulso al esfuerzo creador de riqueza y a lapropiedad privada. Que propicio la libertad de culto. Que estimulo eldesarrollo de las artes y la cultura. Que intento brindar Progreso, Seguridad, Empleo, Vivienda, Salud y Educación a todos sin exclusión y sectarismo.

Ciertamente no teníamos el mejor modelo de democracia occidental, no se habrán resuelto todos losproblemas pero la alternancia degobernantes, el desarrollo de los distintos partidos y el crecimientocualitativo del pueblo venezolano garantizaban que progresivamente nos acercaríamosa la construcción de un mejor país, a la superación efectiva de la pobrezay a encaminarnos por la ruta del siglo XXI.

Hoy un gobernante Hugo Chávez que accedió al poder utilizandolos mecanismos propios de la democracia amenaza eternizarse en el poder,imponer un modelo político calificado de neo-totalitarismo similar al que existióen la antigua unión de republicassocialista soviéticas, vigente hoy enCuba y Corea del Norte. Que los tiranos derrocados Sadam Husein y Mohammad Gaddafi llamaban aligual que el santón de sabaneta “Democracias socialistas populares”. Un modelo políticobasado en la preeminencia del líder, sin equilibrio y separación de poderes,gobierno de un solo partido y con una economía fuertemente centralizada por elestado. Sin libertad de expresión e información. Sin organizaciones sindicaleslibres y autónomas.

Estado comunal, Socialismo del siglo XXI, Democracia directaque nos más que eufemismos para esconder la tentación autoritaria. Conceptosvaciados de contenido que intentan esconder la dura realidad. Dictadura militarde nuevo cuño. Regreso al caudillismo del siglo XVIII. Negador del éxito yprogreso personal. Un modelo que procura un estado muy rico y un pueblo muypobre.

No es momento de vacilaciones. Lo importante, lo prioritarioes derrotar el proyecto continuista yautoritario. Construir y fortalecer la unidad del pueblo para garantizar eltriunfo electoral el próximo 7 de octubre y garantizar la permanencia de ellaen el nuevo gobierno para cumplir los compromisos honrados. Prepararnos paradefender la victoria electoral y garantizar la vigencia y respeto del textoconstitucional. Por una Venezuela de todos y para todos. Copei 66años.








domingo, 22 de enero de 2012

Diego Arria asegura que se mantendrá en la unidad

Diego Arria asegura que se mantendrá en la unidad:


El precandidato presidencial independiente, Diego Arria, avala los planteamientos técnicos del documento que presentará mañana la Mesa de la Unidad Democrática, pero difiere ampliamente de la visión y compromisos políticos que fundamentan el plan.


Caracas.- "El país puede tener la seguridad de que mi decisión de firmar o no el Plan de Gobierno que presentará mañana la Mesa de la Unidad Democrática no me aparta ni de la unidad, ni tampoco de los principios que motivaron a más de 203 mil venezolanos a avalar mi candidatura ante la Comisión Electoral de Primarias de la MUD", señaló el precandidato presidencial independiente Diego Arria.

Lamentablemente hay diferencias sustantivas entre los lineamientos acordados en el "Compromiso por un Gobierno de Unidad Nacional" y el resultado final que se presentará mañana al país. "En septiembre de 2011 le dijimos al país que la meta primordial era la refundación del Estado democrático y social de derecho y de justicia; que se traduce en transformar radicalmente los principios ideológicos de un régimen que nos ha sometido. Pero en el Plan de Gobierno aprobado, se desestima el tema de la refundación o peor, se supedita a la negociación con aquellos que dieron base a la destrucción del país", refirió Arria, al momento de argumentar su decisión.

"He sido el único de los candidatos que ha defendido el trabajo técnico de los cientos de expertos que trabajaron en este Plan de Gobierno. No he ido por el país promoviendo un plan propio, porque creo que los mejores hombres y mujeres han colaborado con la MUD. Está demostrado en el trabajo sobre el sector agrícola, de viviendas, de desarrollo de infraestructura, de la cultura, del deporte, de ambiente... de todos los aspectos técnicos", destacó el candidato en una nota de prensa.

Sin embargo, Arria enfatizó que en sus giras ha destacado que el problema que enfrenta Venezuela es político, de gobernabilidad y eso no se ve reflejado adecuadamente en el Plan de Gobierno que se presentará al país.

"No puedo desconocer, abandonar y hasta rendir los principios que vengo promoviendo para que el país tome conciencia de la inmensa responsabilidad que tenemos por delante. Asumir que superaremos esta crisis con el simple cambio de presidente, que todo se resuelve con el salto de talanquera de funcionarios oficialistas, que será posible revertir las leyes que han secuestrado nuestras libertades, representaría, una renuncia a los postulados que nos han traído hasta acá", señaló.

Arria ratifica que esta diferencia, propia de la democracia, que impulsa y eleva el debate, no lo aparta de la ruta de la Unidad, no desestimula sus aspiraciones ni la de los que le siguen. "Con esta acción se afianza nuestro compromiso con Venezuela, con los principios, con la claridad y con una unidad verdaderamente dispuesta a enfrentar y desmontar este régimen", sentenció.

"El 12 de febrero los venezolanos estaremos enfrentados a dos visiones. Una que supone la continuidad, la normalidad, una esperanza fundamentada en imposibles. La otra, la que yo represento, aspira a refundar el país y eso solo se puede lograr si se desmonta, en su totalidad, el abuso de un régimen que edificó una estructura jurídica capaz de castrar las esperanzas e ilusiones de un país, independientemente de quien resulte electo presidente el 7 de octubre próximo. Y para lograrlo es indispensable convocar una Asamblea Constituyente, cuya finalidad básica sería relegitimar los poderes públicos, eliminar la reelección presidencial y acordar un periodo de transición de tres años", describió el candidato.

"Venezuela sabe que soy un hombre de palabra. Lo he demostrado. Por ello ratifico el compromiso: No me voy de la Unidad, esta diferencia de visión no me aparta del desafío de conducir una transición de tres años que, en efecto, se plantee refundar el Estado democrático y social de derecho y de justicia, tal y como nos comprometimos con el país el pasado 26 de septiembre de 2011", subrayó Arria.

"No tengo conflictos con la MUD. Tengo diferencias políticas fundamentales. Nos debemos mutuo respeto. Eso es lo democrático. Estamos poniendo sobre la mesa, de manera clara y abierta, nuestras diferencias, no para enfrentarnos sino para convocar a una reflexión -y ojalá revisión- que nos permita en ese momento suscribir el Plan. Ese es mi invariable y firme compromiso con la unidad nacional", concluyó el precandidato presidencial.

HRW denuncia "precaria situación de los DDHH" en Venezuela

HRW denuncia "precaria situación de los DDHH" en Venezuela:


La situación de los derechos humanos, la libertad de expresión y la independencia del Poder Judicial se han debilitado en Venezuela durante el gobierno de Hugo Chávez, según la organización Human Rights Watch (HRW).


El Cairo.- En las siete páginas que dedica a Venezuela, HRW señala su preocupación por asuntos como los "abusos policiales" en el control de la violencia y la inseguridad, las malas condiciones de las cárceles y la "abdicación" que el Poder Judicial ha hecho de su papel de velar por la justicia.

"El debilitamiento del sistema democrático de equilibrio de poderes bajo el gobierno del presidente Hugo Chávez ha contribuido a una precaria situación de los derechos humanos", señaló HRW en el informe difundido este domingo, reseñado por AFP.

"El gobierno sistemáticamente ha socavado el derecho a la libertad de expresión, la actividad sindical y la capacidad de acción de los grupos defensores de los derechos humanos", insistió esta organización humanitaria.

El informe se detiene sobre varias leyes que aprobó el saliente Parlamento en diciembre de 2010, entonces dominado casi totalmente por el oficialismo, cuando habilitó a Chávez para legislar por decreto durante 18 meses o reformó una norma que ampliaba las regulaciones a los medios de comunicación.

"Las vagas disposiciones de la ley (habilitante) pudieron impactar directamente en el ejercicio de los derechos porque, por ejemplo, permitían al presidente determinar qué penas podían ser impuestas a alguien que cometía un crimen", señala el documento.

HRW aseguró también que en Venezuela hay una serie de normas que "contribuyen a un clima de autocensura", como la Ley de Responsabilidad Social en Radio, Televisión y Medios Electrónicos del año 2004, que fue reformada en 2010, para regular los contenidos en internet y ampliar las limitaciones a radios y televisoras.

Según esta ley, que fue muy criticada por los opositores a Chávez, los medios que difundan mensajes que pudieran "hacer apología del delito", "fomentar zozobra en la ciudadanía" o los destinados a "desconocer a las autoridades legítimamente constituidas" serán sancionados.

El informe de HRW cuestionó también la decisión oficial que en 2009 llevó a la salida del aire de una treintena de radioemisoras, o la revocación dos años antes de la concesión a la televisora RCTV, muy crítica con el gobierno.

Igualmente denunció los procesos administrativos contra la estación Globovisión, un canal de noticias de línea editorial crítica, así como la multa por más de 2 millones de dólares con que fue sancionada en octubre por la cobertura que hizo de una violenta crisis carcelaria.

En cuanto al Poder Judicial, HRW aseguró que "desde 2004 el Tribunal Supremo de Justicia ha abdicado en su rol de vigilar al Poder Ejecutivo, fallando en la protección de los derechos fundamentales consagrados en la Constitución".

"Chávez y sus aliados tomaron el control del Tribunal Supremo de Justicia instalando a partidarios del gobierno y creando nuevas medidas para realizar purgas entre los jueces de la corte", acusó HRW.

Esta falta de independencia, añadió, ha favorecido "el enjuiciamiento de reconocidos opositores a Chávez", como el ex gobernador Oswaldo Álvarez Paz; el presidente de Globovisión, Guillermo Zuloaga; o el líder sindical Rubén González.

La organización humanitaria denunció además el proceso contra la jueza María Lourdes Afiuni, detenida desde hace dos años por otorgar libertad condicional a un banquero acusado de corrupción.

"Jueces independientes pueden enfrentar represalias si fallan en contra de los intereses del gobierno", afirmó HRW, que recordó que "al día siguiente de su detención, Chávez acusó públicamente a Afiuni de ser una 'bandida' que debería recibir la pena máxima de 30 años de cárcel".

Sobre la inseguridad y violencia que azotan a este país sudamericano, el documento de HRW sostiene que "los crímenes violentos proliferan en Venezuela, donde los asesinatos extrajudiciales por agentes de seguridad siguen siendo un problema".

"Las prisiones venezolanas están entre las más violentas de América Latina. Débiles sistemas de seguridad, hacinamiento, vigilancia insuficiente, pobremente preparada y corrupción, permiten que las bandas armadas efectivamente controlen las prisiones", sentenció HRW.

Chávez está en el poder desde 1999 y en las elecciones de octubre aspirará a un tercer mandato.

sábado, 21 de enero de 2012

Doctrina social de la Iglesia

Doctrina social de la Iglesia: Nuestro amigo el Padre Brown, que trabaja por la resistencia católica contra la Iglesia Conciliar desde los Estados Unidos (al igual que el Padre Emilio de la Sociedad Religiosa San Luis Rey de Francia) ha publicado en su sitio web importantes documentos sobre la VERDADERA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA. Hace algunos años, en mi universidad, de pura casualidad encontré un libro editado por la BAC que trataba del mismo tema. La verdad es que el libro entero era un escándalo, escrito en medio de la revolución conciliar se encontraba profundamente influenciado por el marxismo e intentaba realizar una síntesis entre la Doctrina católica y el modernismo de Montini/Pablo VI.
Les dejo aquí la página informativa que da el sitio web de la Capilla de Nuestra Señora del Rosario.

jueves, 19 de enero de 2012

HACIA EL TRICENTENARIO PARROQUIAL: SOLICITAN AL PAPA BENEDICTO XVI CORONACIÓN CANÓNICA DE NUESTRA SEÑORA DE ALTAGRACIA

HACIA EL TRICENTENARIO PARROQUIAL: SOLICITAN AL PAPA BENEDICTO XVI CORONACIÓN CANÓNICA DE NUESTRA SEÑORA DE ALTAGRACIA:

Durante la visita de su excelencia Monseñor Pietro Parolín, Nuncio Apostólico de Venezuela a la Diócesis de Cabimas, le fue entregado el proyecto para la concesión de la Coronación Canónica de la venerada Imagen de Nuestra Señora de Altagracia.

Según explicó Monseñor William Delgado Silva, Obispo de la Diócesis, esto se realiza con el objeto que su excelencia el Nuncio Apostólico se lo haga llegar a su Santidad Papa Benedicto XVI.

Monseñor William Delgado, fue acompañado por un grupo de fieles de la referida parroquia, quienes recordaron que la Parroquia Nuestra Señora de Altagracia, fue erigida canónicamente en el año 1714 por el Obispo Fray Francisco del Rincón. “De modo que nos encontramos en el umbral de su Tricentenario. La comunidad parroquial se prepara desde ya para celebrar este acontecimiento tan significativo para la iglesia diocesana de Cabimas”.

Por su parte Heberto Ávila, seminarista, mencionó que luego de la revisión pertinente, el Señor Nuncio realzará los trámites necesarios ante la Santa Sede para que le sea concedida la distinción solicitada a la Imagen de la Virgen que se venera en Los Puertos de Altagracia.

San Agustín y los pelagianos de hoy

San Agustín y los pelagianos de hoy: Quisiera presentar a ustedes este fragmento de uno de los trabajo de San Agustín contra los pelagianos. La Réplica a Juliano es uno de los trabajos donde el Máximo Doctor argumenta contra la herejía que sostenia la inexistencia del Pecado Original, negaba la necesidad de bautismo y por lo tanto la eficacia de la Gracia de Dios, colocando como suficiente el accionar del hombre para su salvación. En la Iglesia Conciliar, donde los Jesuitas consiguieron imponer sus tesis molinistas, es decir, neopelagianas, donde el hombre por medio de su fer personal puede llegar a Dios, incluso fuera de la Iglesia Católica y donde se canonizan a personas por sus "buenas acciones", este texto que retrata la verdadera doctrina católica sobre el pecado original presente en los niños no bautizados. Recordemos que el Pontífice de la Iglesia Conciliar, Ratzinger/Benedicto XVI ha sostenido la inexistencia del limbo, pero no en el sentido que lo creyeron los Padres de la Iglesia (y que estamos autorizados a mantener con San Agustín), sino en el sentido de los pelagianos que creían que aquellos niños que morían sin bautizar eran "inocentes" y por lo tanto, eran recibidos en el Cielo.
Sin más, el texto del Santo Doctor de Hipona.




Tomado de San Agustín, Replica a Juliano, Libro III


XII. 24. Crees haber dado prueba de una gran agudeza de ingenio al decir: "Aun cuando
fuera el diablo el creador de los hombres, serían malos sin culpa suya, y, en consecuencia,
no serían malos, porque nadie puede existir si no nace, y no es justo exigir a uno lo que
no puede dar". Este mismo argumento solemos aducir nosotros contra los maniqueos,
que, según sus fábulas, sostienen que la naturaleza humana no fue creada buena en un
principio y luego viciada, sino que desde la eternidad es inmutablemente mala.
La fe católica reconoce, por el contrario, que la naturaleza humana fue creada buena;
pero, viciada por el pecado, es con justicia condenada
. No es ni sorprendente ni injusto
que una raíz mala produzca frutos malvados, y así como en un principio no faltó una mano
creadora, tampoco falta ahora una misericordia redentora, verdad que vosotros rechazáis
al decir que los niños no tienen pecado del que puedan ser liberados.
25. Vosotros que con una desafortunada defensa y elogio pernicioso cooperáis a la pérdida
irremediable de estos niños desgraciados, decidme: ¿Por qué no admitís en el reino de
Dios si no son bautizados, a tantas criaturas inocentes que ningún mal han hecho y que
son imágenes del mismo Dios? ¿Han faltado a sus deberes para verse privados del reino y
ser condenados a destierro tan triste, si jamás han hecho lo que no pueden hacer? ¿Dónde
pones a los que no tienen vida porque no comieron la carne ni bebieron la sangre del Hijo
del hombre? Por esto, Pelagio, como queda dicho, en una asamblea eclesiástica condenó,
para no ser condenado, a todos aquellos que dicen: "Los niños, aunque no estén
bautizados, tendrán la vida eterna". Dime, por favor: ¿Es justo que los niños, imágenes de
Dios, sean excluidos del reino de Dios, alejados de la vida de Dios, sin haber nunca
transgredido la ley de Dios? ¿No oyes cómo el Apóstol detesta a los excluidos de la vida de
Dios por la ignorancia que en ellos hay y la ceguera de su corazón 25. ¿Estará en esta
sentencia incluido el niño no bautizado o no? Si contestas: "No está incluido", te ves
condenado por la verdad del Evangelio y la sentencia de Pelagio. ¿Dónde encontrar la vida
de Dios sino en el reino de Dios, donde no pueden entrar los que no han renacido del agua
y del Espíritu 26? Y si contestas que el niño no bautizado no está incluido en la sentencia
del Apóstol, confesada la pena, decid la culpa; confesado el suplicio, decid cómo lo ha
merecido. Nada en vuestro dogma encontraréis que poder aducir. Si hay en vosotros algún
sentimiento cristiano, reconoced en los niños alguna falta transmisora de muerte y
condenación por la que son con justicia castigados si no son por la gracia de Cristo
redimidos. En su redención puedes alabar la misericordia de Dios y en su condenación no
puedes acusar su justicia, porque todos los caminos del Señor son misericordia y verdad.

El sedevacantismo no es dogma de fe

El sedevacantismo no es dogma de fe: Revisando en mi computadora encontré un texto que escríbí hace muchos años (creo que por el 2006 ó 2007) y que había subido en mi primer sitio web católico que, con el cierre de Geocities se perdió. En aquel tiempo yo era un recien converso y asistía regularmente a las Misas que se celebran en el Seminario de La Reja, de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X.
En el texto que escribí entonces yo proponía algunas dificultades que presentaba la tesis sedevacantista. Luego de un prolijo exámen decidí revisar ese texto y publicarlo aquí, empero la intención de esto no es declarar que el sedevacantismo es un erro ni una herejía, mucho menos un cisma. Lo que quiero demostrar es que es un error sostener que para ser parte de la Resistencia Católica es obligatorio ser sedevacantista. Dicho de otra manera, sostener que el sedevacantismo alcanzó al presente un estatus de "dogma de fe" es erroneo. El sedevacantismo, como ya lo hemos dicho en Sursum Corda es una "tesis teológica", no una verdad de fe. A continuación, enuncio algunas dificultades que demuestran que el sedevacantismo no puede ser considerado obligatorio para la salvación y que, como bien dicen todos los sedevacantistas (aunque algunos les cuesta entenderlo) se trata de una "posición teológica". Las modificaciones y revisiones mayores las puse en rojo y entre corchetes. Decidí ser completamente honesto y colocar el texto original y señalar en que puntos he cambiado de opinión con el correr de los tiempos. A diferencia de muchos autores de "blogs tradicionalistas" sean estos laicos (como mi caso), sacerdotes, obispos o religiosos amantes de los grandes honores para sí mismos y de pluma (o teclado) fácil, no soy de los que gustan decir que siempre pensaron igual o que siempre se mantuvieron en la misma tesis. Me sorprende ver como algunos obispos, que en otrora escribían contra los sedevacantistas y los expulsaban de los seminarios, hoy se declaran defensores de la tésis de la sede vacante e inventan una historia paralela que sólo pueden creer aquellos que o ignoran los hechos tal como fueron o desean creer la mentira.
Sin más, les dejo el texto en cuestión.


LAS DIFICULTADES DEL SEDEVACANTISMO

1) Para declarar la “sede vacante” primero deberíamos probar que el Papa, por caída en herejía puede perder el pontificado¨.

2) Probar que quien detenta el pontificado puede ser declarado por un “inferior” es un hereje. Los Católicos sabemos que solo un superior puede declarar que alguien es un hereje, en caso contrario solo nos queda la corrección fraterna, que fue lo que hizo Monseñor Marcel Lefebvre siguiendo Gal II, 11-14 o el Abbé de Nantes. El único superior del Papa es Cristo, de quien es Vicario.

3) Ahora bien, considerando que se pudiera declarar que la Sede está vacante, esto solo podría hacerse apelando a la bula Cum ex Apostolatus, la cual no fue incluida en el Código de Derecho canónico de 1917 y por consiguiente fue abrogada. [Nota de 2012: No estoy tan de acuerdo con esto hoy en día, empero el único que podría hacer tal declaración sería alguien que poseyera poder de jurisdicción para tal cosa, según los canonistas un Cardenal]

4) Aún si se apela a la Bula Cum ex Apostolatus, prescindiendo del CIC de 1917 como lo hacen T. Sanfill Benns y David Bawden (Antipapa Miguel I) en su “Will The Catholic Church Survive th Twentith Century” (pp. 49-58) o el Padre Cekada en su Traditionalists Infallibility & the Pope y el resto de los sedevacantistas SERIOS, debe tenerse en cuenta que la Constitución Vacantis Apostólica Sedis de Pío XII abrogó el impedimento de la Cum Ex Apostolatus al autorizar a TODOS los cardenales a participar del conclave más allá de cualquier censura o excomunión.

5) La apelación a los Doctores de la Iglesia y los teólogos, como la que hace el R. P. Anthony Cekada no es suficiente, ya que ni los Doctores de la Iglesia ni los Teólogos son infalibles. Por ejemplo el mismo Santo Tomás de Aquino creyó en cosas que luego la Iglesia definió en sentido contrario (cfr. Summa Theologica, Pt. III, Q. 14, Art. 3, Respuesta a Obj. 1; cfr. De Veritate, 14, A. 11, ad 1, Summa, Pt. II-II, P. 2. y Summa A. 7, Pt. II-II, P. 2., A. 8). Si alguien cree que la sentencia de un Santo Doctor puede ser seguida antes que la enseñanza de un Papa, les recordamos que esta fue una de las tesis condenadas a los jansenistas como se puede apreciar en Dz 1320.

6) Los mismos sedevacantistas, como Mons. Sanborn (a quien respeto y admiro por su lucha contra el modernismo de la Iglesia Conciliar) ante la cuestión “¿Tenemos la autoridad para decir que estos papas del Vaticano II no son papas verdaderos?” responde: “No tenemos la autoridad para declararla legalmente”.

De esto se colige que si no tenemos la autoridad, la Declaratio de Monseñor Thuc en tanto y en cuanto se entienda como una “declaración formal de deposición del Romano Pontífice” y no como la expresión de una IDEA SUBJETIVA de que la sede está vacante (“considero que la Sede de la Iglesia Católica Romana está vacante”), es completamente nula. De hecho, NADIE PUEDE DECLARAR QUE LA SEDE ESTÁ VACANTE, SOLAMENTE PUEDE EXPRESAR SU OPINIÓN SUBJETIVA y por más que se citen hechos y declaraciones de los papas conciliares, solo estaríamos frente a una HIPÓTESIS, no una DECLARACIÓN FORMAL DE DEPOSICIÓN [Nota de 2012: Ver lo dicho supra].

7) Si aún se obvia todo lo anterior y se persiste en la idea de que la Sede Apostólica está vacante solo quedan dos alternativas:

a. Seguir la tesis de Monseñor Gerard Des Lauriens acerca de que el Papa lo es materialmente y no formalmente, por lo que mantienen jurisdicción.

b. Seguir la posición de que han perdido, a causa de su herejía todo poder y jurisdicción.

8) Si se sigue §7. a., se cae en el error porque:

a. La materia no puede existir sin forma (Santo Tomás, Summa III, Q. 75, A.3) [Nota de 2012: Esto es válido si seguimos el método escolástico únicamente, si lo vemos desde la perspectiva de Platón esto sería perfectamente posible].

b. La Bula Cum ex Apostolatus, en su sección III, establece que los herejes pierden TODA jurisdicción.

c. Se opone al CIC, Can. 151: “Officium de iure vacans quod forte adhuc ab aliquo illegitime possidetur, conferri potest, dummodo rite secundum sacros canones declaratum fuerit eam possessionem non esse legitimam, et de hac declaratione mentio fiat in litteris collationis”. Recordemos además que nadie tiene autoridad para declarar legalmente que la Primera Sede esta vacante (ver supra §2 y §6).

d. El supuesto de un “derecho al Papado” (como sostiene Mons. Sanborn) no tiene asidero ya que, como se señaló, la Cum Ex Apostolatus, les quita a los herejes toda jurisdicción, si se opone el argumento de que la misma está abrogada por el Código Pío-Benedictino, no se puede declarar la vacante de la Sede Apostólica.

9) Si se sigue §8, solo quedan tres opciones:

a. Creemos que de facto Cristo mintió cuando dijo que asistiría a su Iglesia hasta el fin de los tiempos (Mt 28, 20).

b. Consentimos que se ordenen obispos y sacerdotes que operen por si mismos, como los cismáticos orientales o los veterocatólicos... o los falsos “Católicos Tradicionalistas” (tanto los que derivan sus ordenes de la Iglesia Brasileña del cismático y hereje Duarte-Costa o de los Veterocatólicos), o los neo-donatistas como CAM (Católicos Anti-Montinianos) de Méjico.

c. Procedemos a llamar a un Conclave Extraordinario que elija a un nuevo Papa (en realidad sería un Antipapa.



Yo rechazo §8. a., por herética, §8. b., por cismática y contraria al Concilio Vaticano [Nota de 2012: siempre y cuando estos obispos y sacerdotes se adjudiquen jurisdicción ordinaria o "funden" nuevas "iglesias"] y a la Bula Unam Sanctam, y la §8.c., por ser inductora al cisma. Sin embargo, de las tres posibilidades, la última es la más lógica y la única lógica dentro del sedevacantismo, ya que para ellos no puede haber jurisdicción sin Papa, ergo es menester elegir un Papa para que otorge jurisdicción. [Nota de 2012: No estoy de acuerdo en absoluto. Si los sedevacantistas mantienen su apostolado y sus misiones sin reclamar una jurisdicción ordinaria ni considerar que fuera de su congregación particular no hay salvación en absoluto SON LA FORMA MÁS VIABLE DE RESISTENCIA A LA IGLESIA CONCILIAR]

Homilía: Los Pocos Amigos de Jesús

Homilía: Los Pocos Amigos de Jesús:




por el Beato John Henry Cardenal Newman




Dios lo resucitó al tercer día y le dio que se mostrase manifiesto,
no a todo el pueblo, sino a nosotros los testigos predestinados por Dios,
los que hemos comido y bebido con Él después de su resurrección.

Hechos X:40-41



Uno podría haber creído que Nuestro Salvador después de resucitado de entre los muertos habría querido mostrarse ante grandes masas del pueblo y especialmente ante aquellos que lo habían crucificado. Y el caso es que sabemos por la historia que lejos de ser así, se mostró sólo a unos pocos testigos elegidos, principalmente a sus seguidores más inmediatos: es lo que confiesa San Pedro en el texto que traemos a colación. A primera vez, esto parece raro. A nosotros nos da por imaginar la resurrección de Cristo acompañado de algún despliegue notable y visible de su gloria, como el que Dios dispensó de vez en cuando a los israelitas en los días de Moisés. Y considerándolo todo a la luz de una grandiosa victoria pública, nos vemos inducidos a imaginar la confusión y el terror que habría embargado a sus asesinos si se hubiese presentado vivo delante de ellos. Ahora bien, razonar así implica una concepción del Reino de Cristo como de este mundo, cosa que no es; y también presupone la noción de que entonces Cristo vino a juzgar al mundo, cuando lo cierto es que ese juicio no tendrá lugar sino en el último día, cuando, entonces sí, aquellos inicuos contemplarán a “Aquel que traspasaron” (Jn. XIX:37).

Pero incluso sin insistir sobre el carácter espiritual del Reino de Cristo que parece ser la razón más directa de que Cristo no se mostrara ante todos los judíos después de resucitado, se pueden dar otras también, de señalado interés para nosotros. Y me propongo desarrollar una de aquellas razones para vuestra consideración.

Esta es la duda: ¿Por qué Nuestro Salvador no se mostró después de la Resurrección delante de todo el pueblo? ¿Por qué sólo ante unos pocos testigos predestinados por Dios? Y aquí mi respuesta: Porque este era el medio más eficaz para propagar su religión por todo el mundo.

Después de su resurrección, le dijo a sus discípulos, “Id y convertid todas las naciones” (Mt. XXVIII:19). Esa fue la misión específica que se les encomendó. Por tanto, contamos con fundamentos para creer que, al mostrarse más bien ante unos pocos que no ante muchos, resulta que era más apropiado para la realización de este gran objetivo, la propagación del Evangelio y que con esto tenemos razón suficiente para entender por qué Nuestro Señor dispuso las cosas de este modo; por tanto, recibamos esta dispensación con gratitud tal como se nos regaló.

Ahora bien, consideremos cual habría sido el resultado probable de una manifestación pública de su resurrección. Supongamos que Nuestro Señor se hubiese mostrado tan abiertamente como cuando antes de su Pasión: cuando predicaba en el Templo y en las calles de la ciudad; atravesaba la región con sus apóstoles, cuando muchedumbres enteras lo seguían para ver los milagros que hizo. Imaginémoslo… ¿qué efecto habría tenido esto?

Por supuesto, lo de siempre, lo que pasa siempre. Sus anteriores milagros no habían efectivamente movilizado a la masa del pueblo; e indudablemente este milagro no iba a ser la excepción, dejándolos fríos, igual que antes, o peor. A lo mejor en el caso se habrían sorprendido un poco más, pero―¿por qué pensaríamos que su asombro duraría más? Cuando el paralítico resultó repentinamente curado con su palabra, la multitud se mostró asombrada, y todos glorificaban a Dios y estaban sobrecogidos de temor, diciendo “Hoy hemos visto cosas extrañas” (Lc. V:26). ¿Qué cosa podrían haber dicho y sentido más que esto cuando “Uno resucitó de entre los muertos”? En verdad, así son las muchedumbres de todo tipo en todas las épocas: influenciadas por repentinos temores, repentinos arrepentimientos, repentinos entusiasmos, repentinas determinaciones―que también se disuelven repentinamente. Nada eficaz se puede hacer con la naturaleza humana sin disponerla previamente, y siempre ha sido así la condición de la multitud. Inestable como el agua, no puede destacarse. Un día aclamó “Hosana”; al día siguiente, “Crucifícale”. Y, de habérseles aparecido después de que lo habían crucificado, por supuesto que habrían gritado “Hosana” otra vez; y ni bien ascendido a los cielos, se habrían puesto a perseguir a sus discípulos una vez más. Por lo demás, el milagro de la Resurrección estaba mucho más expuesto a las objeciones del descreimiento que otros que había hecho Nuestro Señor; por caso, la alimentación de las multitudes en el desierto. De haberse aparecido en público, sin embargo habrían sido pocos los que lo podrían haber tocado para certificar luego que era Él. Comparativamente pocos de entre la gran muchedumbre podrían haberlo visto antes y después de su muerte como para constituirse en testigos solventes de la realidad del milagro. Todavía era posible que la mayoría negara que en efecto había resucitado. Este es exactamente el sentimiento que registra San Mateo. Cuando Él se apareció sobre una montaña en Galilea a sus apóstoles y a otros, da la impresión de que (tal vez los quinientos hermanos que menciona San Pablo en I Cor. XV:6) “algunos dudaron” de que fuera Él (Mt. XVIII:17). ¿Y cómo podría ser de otro modo? Estos no disponían de medios para cerciorarse de que realmente estaban viendo a Él mismo, al que había sido crucificado, muerto y sepultado. Otros, aun admitiendo que era Jesús, habrían negado que hubiese muerto alguna vez. No habiéndolo visto muerto sobre la cruz, podrían haber alegado que fue descendido del patíbulo antes de morir y luego curado. Semejante supuesto habría sido excusa bastante para aquellos que no querían creer. Y los más ignorantes habrían imaginado que en realidad habían visto un espíritu y no un hombre de carne y hueso. Se habrían determinado a creer que el milagro no era más que una ilusión mágica, tal como los fariseos lo habían sugerido anteriormente cuando adscribían sus obras a Belcebú; y no se habrían convertido en hombres mejores ni más religiosos por el sólo hecho de verlo, al igual que hoy en día cuando la gente del común no cambia por efecto de historias de aparecidos y de brujas.

Por descontado que habría sido así; los jefes de los sacerdotes no se habrían conmovido en absoluto; y el populacho, por mucho que se mostrara conmovidos por entonces, no lo habría estado por mucho tiempo, no a los efectos prácticos, no de tal manera que salieran al mundo para proclamar lo que habían oído y visto, para predicar el Evangelio. Esto es lo que debemos recordar en todo tiempo mientras consideramos que la razón misma de que Cristo se mostrara siquiera a algunos no era sino para suscitar testigos de su resurrección, ministros de su palabra, fundadores de su Iglesia―y que en modo alguno sería dable concebir que el populacho encarase semejante empresa...

Por otra parte, sería bueno que nos detuviéramos en considerar los medios que Él, de hecho y en su divina sabiduría, dispuso para que su resurrección resultara eficaz en la propagación de la buena nueva.

Para eso se mostró abiertamente, no al pueblo todo, sino solo ante testigos elegidos y predestinados ante Dios. En verdad, constituye una característica general de su Providencia erigir a unos pocos en canales de sus bendiciones para muchos. Mas en el caso que nos ocupa, unos pocos fueron seleccionados para tal fin, porque sólo unos pocos podían (hablando humanamente) convertirse en sus instrumentos. Como ya he dicho, para ser testigos de su resurrección era imprescindible que hubiesen conocido íntimamente a Nuestro Señor antes de su muerte. Fue el caso de los apóstoles, pero no era suficiente. Además resultaba necesario que estuviesen seguros de que era Él mismo, el mismísimo que habían conocido antes. Recordarán cómo Él los urgió a que lo tocasen y que estuviesen seguros de que pudieran atestiguar su resurrección. Eso mismo aparece en el texto que comentamos: “testigos predestinados por Dios, nosotros, los que hemos comido y bebido con Él después de su resurrección de entre los muertos”. Y no sólo se requería que lo conociesen sino que su recuerdo debía quedar estampado en sus almas como el resorte principal del resto de su vida. Pero no es fácil convocar a los fieles para ser abogados de ninguna causa. No sólo la multitud es veleidosa sino que los mejores, si no son urgidos, instruidos, disciplinados en su trabajo, también aflojan: la naturaleza sin formación carece de principios.

Pareciera, pues, que Nuestro Señor le prestó atención a unos pocos, puesto que si esos pocos eran ganados para la causa, muchos los seguirían. A estos pocos se mostró una y otra vez. A estos restauró, consoló, advirtió, inspiró. Los hizo a su imagen para que pudiesen llevar adelante su alabanza. Este, su gracioso procedimiento se pone de manifiesto para nosotros en las primeras palabras del libro de los Hechos: “Jesús comenzó a obrar y enseñar hasta el día en que fue recibido en lo alto, después de haber instruido por el Espíritu Santo a los apóstoles que había escogido; a los cuales también se mostró vivo después de su pasión, dándoles muchas pruebas, siendo visto de ellos por espacio de cuarenta días y hablando de las cosas del reino de Dios” (Hechos, I: 1-3). Considerad entonces, si se nos permite establecer la alternativa con debida reverencia, cuál de los dos procedimientos parece más adecuado, incluso según los cánones de la sabiduría humana, para formar predicadores del Evangelio para todas las naciones: ¿la exhibición de la resurrección al pueblo judío en general o este trato íntimo y preferencial con unos pocos para confirmarlos en la fe? Y tened presente que, hasta donde podemos entender, los dos procedimientos son inconsistentes entre sí, pues aquel período preparatorio de oración, meditación e instrucción por el que pasaron los apóstoles durante cuarenta días en la presencia visible de Nuestro Señor resultó posible como no lo podría haber sido si hubiesen estado siguiéndolo de plaza en plaza, en público, mezclándose con las ruidosas multitudes del mundo.

Ya lo he sugerido, esto que parece demasiado obvio como para insistir, que al elegir a unos pocos ministros de su misericordia que sería dispensada a la humanidad en general, Nuestro Señor no actuaba sino de conformidad con la regla general de la Providencia. Está claro que cualquier cambio importante es efectuado por pocos, no por muchos; por los resueltos, por los intrépidos, celosos, pocos. Es cierto que a veces las sociedades se caen a pedazos por culpa de su propia corrupción, lo que en cierto sentido es una metamorfosis sin recurso a instrumentos especiales elegidos o permitidos por Dios; pero eso, en el caso de una disolución, no de una empresa. Indudablemente mucho puede deshacerse por mediación de muchos, pero nada es hecho sino por quienes son especialmente formados para la acción. En medio de la hambruna, los hijos de Jacob se quedaron mirándose unos a otros, pero no hicieron nada. Uno o dos, de aspecto no muy formidable, pero con los corazones volcados a su trabajo―estos son los que hacen cosas. Estos son los que están preparados, no por una repentina conmoción, o por una vaga y general creencia en la verdad de su causa, sino que están profundamente impresionados por una instrucción sólida, a menudo repetida. Y toda vez que inevitablemente resulta más fácil instruir a unos pocos que a un gran número de gente, lógicamente los así enseñados siempre serán pocos. Gente como esta desparrama el conocimiento de la resurrección de Cristo a lo largo y a lo ancho de un mundo idolátrico. Estuvieron a la altura de las enseñanzas de su Señor y Maestro. El éxito que tuvieron refrenda apropiadamente su sabiduría al mostrarse a ellos, no al pueblo en general.

Por lo demás, recordad también esta otra razón por la que los testigos de la Resurrección fueron pocos―es porque estaban del lado de la verdad. Si los testigos habían de ser tales que realmente amaran y obedecieran a la verdad, por fuerza no podían ser muchos los elegidos. La causa de Cristo era la causa de la luz y de la religión y por tanto sus abogados y ministros no podían sino ser pocos. Es un viejo proverbio (que incluso los paganos aprueban) que “los muchos, son malos”. Cristo no confió su Evangelio a los muchos; si lo hubiese hecho, incluso podríamos haber presumido, de buenas a primeras, que no procedía de Dios. ¿Y cuál fue la tarea principal de su ministerio todo sino esta de elegir y de separar de la multitud a aquellos que serían recipientes dignos de su verdad? A medida que recorría el país una y otra vez, atravesando Galilea y Judea, todo el tiempo estaba poniendo a prueba los espíritus de los hombres rechazando a los más ruines que “lo honraban con los labios mientras sus corazones estaban lejos de Él” (Mt. XV:8), mientras se elegía especialmente a doce. Por un tiempo dejó de lado a muchos como pertenecientes a una generación pecadora y adúltera con la intención de hacer un último experimento con la masa cuando viniese el Espíritu. Pero a sus doce los acercó de inmediato y les enseñó. Luego los zarandeó, y uno se cayó; los once restantes escaparon como a través del fuego. ¿Y bien? Para estos fue que especialmente resucitó de nuevo; los visitó a ellos y les enseñó durante cuarenta días, pues fue en ellos que vio “el fruto de los tormentos de su alma” (Is. LIII:11), en ellos vio “que tenían en sí semillas según su especie” (Gén. I:12), y “prolongó sus días” (Dt. VI:2), y “el placer del Señor prosperó en sus manos” (Is. LIII:10). Estos fueron sus testigos, pues tenían el amor de la verdad en sus corazones. “Os he elegido”, les dice, “para que tengáis fruto, y vuestro fruto permanezca” (Jn. XV:16).

Tanto pues, en lo que se refiere a la cuestión de por qué Cristo no se mostró al pueblo judío todo después de su resurrección. Y pregunto a mi turno ¿de qué habría servido? Un triunfo meramente pasajero sobre pecadores a quienes les está reservado un juicio en el otro mundo. Por otra parte, semejante proceder habría interferido con―no, peor aun, conspirado contra―el verdadero propósito de su resurrección: la propagación en todo el mundo de su Evangelio por medio de sus propios íntimos amigos y seguidores. Y lo que es más, esta preferencia por los pocos por encima de los muchos parece haber sido necesaria atento a la naturaleza humana. Todas las grandes empresas se realizan, no por una multitud, sino por la profunda determinación de unos pocos―y todavía me quedo corto: pues es de saber que en atención a la depravación del hombre, helás, apenas si nos será dado esperar que la causa de la verdad cuente con el favor popular. Y los instrumentos de Nuestro Señor fueron pocos, si no por otra razón, al menos por esta, porque más no se hallaron, porque en el Israel según la carne sólo se hallaron unos pocos fieles israelitas sin dolo ninguno.

Pues bien, observemos cuánta materia hay en todo esto para nuestra cautela y consuelo. De este retrato de la Iglesia naciente aprendemos lo que la Iglesia ha sido siempre desde entonces, esto es, en cuanto nos es dado entenderla. Muchos son los llamados, pocos los elegidos. Aprendemos a reflexionar sobre el gran peligro que corremos, no fuéramos a quedar excluidos del número de los elegidos y también advertimos que hemos de “velar y rezar para no caer en tentación” (Mt. XXVI:41), que tenemos que trabajar “con temor y temblor por nuestra salvación” (Fil. II:12), buscar la misericordia de Dios en su Santa Iglesia y rezarle siempre a Aquel que puede hacer que lo complazcamos cumpliendo su voluntad completando lo que Él una vez empezó.

Pero además de todo esto, también resultamos consolados; quedamos consolados cuantos vivimos humildemente en el temor de Dios. Quiénes son esos elegidos que en el seno de la Iglesia visible viven como santos cumpliendo con su vocación, sólo Dios lo sabe. Nada sabemos sobre el particular. En verdad podemos saber mucha cosa acerca de nosotros mismos, y algún juicio aproximado nos podemos formar de quienes nos son bien conocidos. Pero acerca del cuerpo general de los cristianos sabemos bien poco o nada. Constituye nuestro deber considerarlos cristianos, tratarlos como tales cuando aparecen en nuestras vidas, y amarlos; pero no es asunto de nuestra incumbencia ni hay por qué intentar adivinar cuál es el estado de su alma a los ojos de Dios. Así y todo, sin entrar en la cuestión referente a los consejos secretos de Dios, a efectos prácticos intentemos recibir esta verdad que se somete a nuestra consideración; quiero decir, le hablo a todos aquellos que tienen conciencia de un deseo y una seria intención de servir a Dios, más allá de los progresos que hacen en ese camino, e incluso dando de mano con la cuestión de si se atreven a aplicarse el título de cristianos en su sentido más sagrado, o no. Todos los que obedecen a la verdad están del lado de la verdad, y la verdad se impondrá. Pocos en número, pero fuertes en el Espíritu, despreciados por el mundo, y con todo abriéndose paso a fuerza de sufrimientos, los doce apóstoles derrotaron al poder de las tinieblas y establecieron la Iglesia Cristiana. Y esténse tranquilos todos aquellos que “aman al Señor Jesucristo con sinceridad” (Ef. Vi:24) que, débiles como parecen, y tan solos como están, sin embargo la “insensatez de Dios es más sabia que los hombres, y la debilidad de Dios es más fuerte que los hombres” (I Cor. I:25). Los muchos son “engañadores”, y los sabios según el mundo “necios”; pero aquel que teme al Señor, “ese mismo será alabado” (Ps. CXXVII:1-2).

Los más excelentes dones del intelecto no duran más de una temporada. La elocuencia y el ingenio, la astucia y la habilidad, todos estos sirven muy bien para propagar rápidamente una causa, pero muere con ellos. No echa raíces en el corazón de los hombres, y no sobrevive a una generación. El consuelo de la verdad menospreciada es que su obra permanece. Sus palabras son pocas, pero viven. La fe de Abel, “habla aún, después de muerto” (Hebreos, XI: 4). La sangre de los mártires es la semilla de la Iglesia. “No te acalores a causa de los malvados, ni envides a los que cometen la iniquidad. Porque muy pronto serán cortados, como el heno, y como hierba verde se secarán. Tú, espera en Yahvé y obra el bien… Pon tus delicias en Yahvé, y Él te otorgará lo que tu corazón busca. Entrega a Yahvé tu camino; confíate a Él y déjale obrar… Él hará aparecer tu justicia como el día, y tu causa como la luz meridiana… Más vale lo poco del justo que la gran opulencia de los muchos pecadores; porque serán quebrados los brazos de los impíos en tanto que a los justos los sostiene Yahvé… Vi al impío sumamente empinado y expandiéndose como un cedro del Líbano; pasé de nuevo, y ya no estaba; lo busqué, y no fue encontrado.” (Ps. XXXVII: 1-6, 16, 17, 35, 36). El mundo pagano se rió cuando los apóstoles predicaron la resurrección. Ellos y sus asociados fueron enviados como ovejas en medio de lobos; pero prevalecieron.

Y nosotros también, si bien no somos testigos actuales de la resurrección, sí lo somos espiritualmente. Mediante un corazón despierto entre los muertos, y por afectos que nos son enviados desde el cielo, podemos atestiguar que Cristo resucitó sin figuración alguna y con igual verdad, tanto como ellos. Aquel que cree en el Hijo de Dios tiene un testigo dentro suyo. La verdad da testimonio de sí misma por su Divino Autor. Quien obedece a conciencia y vive santamente obliga todos los que tiene a su alrededor a creer y temblar delante del poder invisible de Cristo. Por cierto que ante el mundo no atestigua gran cosa; pues sólo unos pocos pueden verlo lo bastante como para conmoverse por su modo de vida. Pero ante sus próximos manifiesta la verdad en la medida en que lo conocen; y algunos de entre ellos, mediante la bendición de Dios, se inflaman con la santa llama, la aprecian y a su vez la transmiten. Y así en un mundo en tinieblas la verdad todavía se abre camino a pesar de la oscuridad, pasando de mano en mano. Y así conserva su prestigio en lugares encumbrados, es reconocida como el credo de las naciones, mientras las muchedumbres de los ignorantes no se dan cuenta, todo el tiempo, en qué descansa, cómo llegó allí, cómo se mantiene firme. Y despreciándola, creen fácil desalojarla. Pero “el Señor reina”. Ha resucitado de entre los muertos. “Fijado está su trono desde ese tiempo; Tú eres desde la eternidad. Alzan los ríos, Yahvé, alzan los ríos su voz; alzan las olas su fragor. Pero, más poderoso que la voz de las muchas aguas, más poderoso que el oleaje del mar, es Yahvé en las alturas. Tus testimonios, Yahvé, son segurísimos; corresponde a tu casa la santidad por toda la duración de los tiempos” (Ps. XCIII:2-5).

Que estos sean nuestros pensamientos cada vez que el error prevaleciente nos induzca a la melancolía. Cuando el discípulo de San Pedro, Ignacio, fue traído ante el emperador romano, se llamó a sí mismo Teóforo; y cuando el emperador le preguntó al viejo débil por qué se llamaba a si mismo de ese modo, Ignacio dijo que era porque llevaba a Cristo en el pecho. Dio testimonio de que había un solo Dios, que hizo el cielo, la tierra, el mar y todo lo que contiene, y un solo Señor Jesucristo, su Hijo unigénito, “¡cuyo Reino (agregó) constituye mi herencia!”. El emperador le preguntó, “¿El Reino, dices tú, de quien fue crucificado bajo Poncio Pilato?”. El santo contestó: “Sí, el reino de quien crucificó mis pecados en su propio cuerpo y que ha puesto todo dolo y malicia de Satanás a los pies de quienes Lo llevan en sus corazones, tal como está escrito: «Habitaré en ellos y andaré en medio de ellos» (II Cor. VI:16)”.

Ignacio fue uno entre muchos, tal como San Pedro lo había sido antes de él, y fue condenado a morir igual que él―pero en su día, pasó la posta de la verdad. A la larga, nosotros la hemos recibido. Y por débiles que fuéramos, y por solos que estemos, ¡Dios no permita que dejemos de pasarla a nuestra vez; glorificándolo con nuestras vidas, y en todas nuestras palabras y obras atestiguando la pasión de Cristo, su muerte y su resurrección!


Fuente: Et Voila

lunes, 16 de enero de 2012

(5) LA VIDA ETERNA Y LA PROFUNDIDAD DEL ALMA

(5) LA VIDA ETERNA Y LA PROFUNDIDAD DEL ALMA:

Capitulo V

(padre Garrigou Lagrange)

Las raíces de los vicios y de las virtudes en la profundidad del alma

Para mejor comprender cuál sea la profundidad del alma humana, especialmente de la voluntad, es necesario someter a examen las raíces de los vicios y de las virtudes que en ella arraigan para nuestra perdición o para nuestra salvación.

La virtud perfecciona al hombre, lo dirige hacia un fin recto y hace de él no sólo un buen pintor, un buen escultor, un buen matemático, sino un hombre de bien. El vicio es un hábito malo, que impulsa a obrar en sentido contrario a la recta razón; deforma por completo al hombre en la conducta y la vida, porque toca la voluntad y la inclina hacia un fin malo. El vicio hace del hombre no sólo un mal pintor y escultor, sino un mal sujeto, quizá un criminal, un asesino, un hombre de voluntad perversa. La cosa empieza a veces en el adolescente, a la edad de 14 o 15 años. Todos los vicios tienen una raíz común: el amor desordenado de sí mismo, en oposición al amor del bien y del bien soberano, que es Dios. Semejante raíz tiende a hincarse cada vez más en nuestra voluntad, y de ella nace un árbol malo, cuyo tronco es el egoísmo; su rama central y principal, continuación del tronco, es el orgullo, hilas ramas laterales son la concupiscencia de la carne la de los ojos. Así habla el apóstol San Juan.
Este árbol malo ostenta numerosas ramas que nacen de las precedentes y que se llaman pecados capitales.
De la concupiscencia de la carne nacen la gula y la lujuria.
De la concupiscencia los ojos, o desmesurado deseo de los bienes exteriores, nace la avaricia, y con ella la perfidia, el fraude, la estafa, la dureza de corazón.
Del orgullo de la vida nacen: la vanagloria y la ambición, el disgusto de las cosas espirituales, el olvido de Dios, la envidia, la cólera, el resentimiento y las injurias.
Y los pecados capitales conducen a otros más graves, que van contra las virtudes teologales: la blasfemia, opuesta a la confesión de la fe; la desesperación, que se opone a la esperanza; el odio de Dios y del prójimo, opuesto a la caridad. Alguno de estos vicios, en los hombres más perversos, tienen raíces aún más profundas, que manifiestan a su manera y bien tristemente la profundidad del alma. Bien conocidas son las palabras de San Agustín en la ciudad de Dios: "dos amores han originado dos ciudades: el amor de nosotros mismos hasta el desprecio que Dios ha edificado Babilonia, esto es, la ciudad del mundo y de la inmoralidad; el amor de Dios, llevado hasta el desprecio de nosotros mismos, ha construido la ciudad de Dios".
Del mismo modo que el hombre no llega de un golpe a la santidad, no llega tampoco de una vez a una perversidad completa.
El amor desordenado de sí mismo, cuando se hace dominante, produce raíces siempre más profundas, especialmente en las almas que se hallan en el camino de la perdición. La voz misma adquiere entonces un sonido desgarrado y penetrante, cierran estas, voluntariamente, sus ojos a la luz divina, única que podría liberarlas, iluminarlas. A veces combaten la verdad aunque les sea evidentemente manifiesta: es una de las formas del pecado contra el Espíritu Santo: impugnar la verdad conocida. Así es como, según los Hechos de los Apóstoles, después de una curación milagrosa obtenida por San Pedro en nombre de Jesús, los fariseos, miembros del sanedrín, dijeron: "¿qué haremos a estos hombres?". "Que han hecho un gran milagro no lo podemos negar; eso es manifiesto a todos los habitantes de Jerusalén, y nosotros no podemos negarlo; pero para que el caso no trascienda más entre el pueblo, prohibámosles hablar de ello de ahora en adelante en nombre de quién sea". Y les prohibieron hablar en nombre de Jesús. Pedro y Juan respondieron: "juzgad vosotros si es justo ante Dios obedecer a los hombres antes que a Dios. Nosotros no podemos callar lo que hemos visto y oído".
Las profundidades abismales del alma se manifiestan aquí tristemente por el amor desordenado de nosotros mismos, que llega a veces hasta el desprecio y el odio de Dios. Esta maldad es acompañada de un odio inveterado e incomprensible contra prójimo, incluso contra aquellos a los que deberíamos guardar el mayor reconocimiento. Ciertas perversidades espantosas, como la de Nerón y otros perseguidores la fe, no han cedido ni ante la constancia y la dulzura radiantes de los mártires.
Este grado increíble de malicia pone más de manifiesto aún la grandeza de Dios y de los santos. El señor permite esta maldad y persecución para hacer resplandecer mejor la santidad de los mártires. En España, en 1936, durante la persecución comunista, preguntaban los fieles a los sacerdotes: "¿cómo es que Dios permite tantas atrocidades?" Los buenos sacerdotes respondían: "sin persecuciones no hay mártires, y esos constituyen una gloria para la Iglesia". Los fieles comprendían y se iban resignados.
La profundidad del alma humana destaca aún más por las grandes virtudes que en ella hunden sus raíces, y podrían aumentar indefinidamente si el tiempo de la prueba, y por tanto del mérito, no fuese limitado, como preludio de la vida eterna.
Hay que distinguir las virtudes adquiridas por la repetición de los actos naturales virtuosos, y las virtudes infusas, o sobrenaturales, recibidas en el bautismo, y que aumentan en nosotros por los sacramentos, la Sagrada Comunión especialmente, y por nuestros méritos.
Ya las virtudes adquiridas muestran la profundidad del alma. La templanza, en particular la castidad y la fortaleza, o el valor, hacen descender a nuestra sensibilidad la luz y la recta razón para resistir a las tentaciones, a veces muy violentos, de la impureza y de la avilantez. Del mismo modo, la virtud adquirida de la justicia revela la grandeza del alma humana, sobre todo cuando, por el bien común de la sociedad, hace establecer y observar leyes justas que pueden exigir grandes sacrificios, incluso el de la vida. Recordemos a Sócrates, injustamente acusado, y que rehusó huir de sus prisiones para no desobedecer las leyes de su país.
Pero son, sobre todo, las virtudes infusas, teologales y morales, las que manifiestan la grandeza del alma, cuyas energías subliman. Proceden de la gracia santificante, que es recibida en la esencia íntima el alma como un injerto divino; ésta nos comunica una participación de la vida íntima de Dios, de la vitalidad de Dios. La gracia santificante es, de hecho, el germen de la vida eterna, y cuando esté plenamente esbozada, nos permitirá ver a Dios como Él se ve a sí mismo y amarlo como Él se ama. Tiene, pues, lugar en nosotros una germinación de vida eterna. Si la germinación del grano produce el 30, el 60 y hasta el ciento por uno, ¿qué será, en el orden sobrenatural, la germinación eterna?
Del injerto divino, que es la gracia santificante, derivan en nuestra inteligencia la fe infusa, y en nuestra voluntad la esperanza infusa y la caridad infusa; de ella derivan también las virtudes infusas de la prudencia cristiana, así como de la justicia, la religión, la fortaleza, la castidad, la humildad, la paciencia, la dulzura; y los siete dones del Espíritu Santo.
Las virtudes infusas, que derivan de la gracia significante, confieren a nuestras facultades el poder de obrar sobrenaturalmente para merecer la vida eterna; y los siete dones del espíritu Santo, que las acompañan, nos vuelven dóciles a las inspiraciones del maestro interior. Él mismo, entonces, saca de nuestras facultades, incluso de las sensibles, acordes no solamente racionales, sino sobrenaturales, que se revelan, sobre todo, en la vida de los santos.

Es todo un organismo enteramente nuevo de que somos dotados.
La fe infusa, que se apoya en la revelación divina, ensancha considerablemente las fronteras de nuestra inteligencia, porque nos permite conocer a Dios no ya sólo como autor de la naturaleza, sino como autor de la gracia y en su vida íntima. Nos hace adherir infaliblemente y sobrenaturalmente a las verdades que superan las fuerzas naturales de toda inteligencia creada, incluso angélica, a los misterios de la Santísima Trinidad, de la elevación del género humano al orden sobrenatural, a los de la caída, de la encarnación redentora y de los medios de salvación. Y el don de la inteligencia hace esta fe cada vez más penetrante.
La esperanza infusa nos hace tender hacia Dios, hacia la vida de la eternidad, y aun cuando no nos dé la certidumbre de la salvación, que exigiría una revelación especial, nos da una certeza de tendencia hacia el bien supremo. Por ella tendremos seguramente hacia el fin último, como la golondrina hacia la región a donde regresa. Y esta certeza aumenta con la inspiración del Espíritu Santo, que aun en medio de las mayores dificultades consuela al justo y le hace presentir que se acerca al cielo. El don del temor filial nos preserva de la presunción; el de la ciencia nos muestra la vanidad de las cosas terrenas, y el de la piedad aumenta nuestra confianza en Dios, nuestro padre. De aquí se desprenden la altura y la profundidad del alma humana; pero aún mejor nos la hace conocer la caridad.
La caridad es una verdadera amistad sobrenatural que nos abraza a Dios. Ya en el antiguo testamento, Abraham es llamado el amigo de Dios. En el nuevo testamento dice Jesús: "vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. No os llamo ya servidores míos, ya que el servidor no sabe lo que hace su amo; pero yo os llamo amigos míos, porque todo lo que he entendido de mi padre os lo he hecho conocer". Éstas palabras fueron dichas primeramente a los apóstoles y luego nosotros. Y las cosas van mucho más lejos si somos fieles.
La caridad nos hace aún amar al prójimo sobre naturalmente, en cuanto es amado por Dios nuestro padre común, y en cuanto que el prójimo es hijo de Dios o destinado a serlo.
Esta caridad infusa debe realizar cada vez más en el fondo de la voluntad y expulsar el amor desordenado de nosotros mismos. Ensancha nuestro corazón para comunicarle algo de la grandeza y bondad divinas y para hacernos amar a todos los hombres sin excepción. Es más: si un justo viviese sobre la tierra un tiempo indefinido, hasta millares de años, para merecer, la caridad no cesaría de aumentar en lo profundo de su voluntad.
Santo Tomás ha expresado admirablemente esta verdad diciendo: "la caridad infusa puede aumentar siempre en sí misma, por ser una participación del amor increado y sin límites; puede también aumentar por parte de Dios su autor, qué puede hacerla aumentar en nosotros; por fin, puede aumentar siempre por parte de nuestra alma que la recibe, puesto que cuanto más aumenta la caridad, más capaz se hace nuestra alma de recibir su aumento. La caridad, en su progresión, dilata nuestro corazón, que se ve, en cierto modo, invadido por el amor de Dios. El que más ahonda en su alma, más la puede llenar. Y, en ocasiones, puede experimentarse esto en la oración".
Esta página de Santo Tomás es una de las que mejor muestran la desmesurada profundidad de nuestra voluntad, en la que la caridad infusa debe enraizarse más y más, excluyendo cada vez mejor el amor desordenado de nosotros mismos, impulsándonos a amarnos santamente a nosotros mismos y al prójimo para glorificar a Dios en el tiempo y la eternidad. La caridad, al aumentar, nos hace amar cada vez más las almas de la tierra, del purgatorio y del cielo, nos hace partícipes de la inmensidad del corazón de Dios.
Por fin, la caridad debe durar eternamente, y esa es la longitud correspondiente a su altura y a su profundidad. Como dice San Pablo: "la caridad nunca cesa"; cuando la fe ceda el puesto a la visión y la esperanza a la posesión de Dios, la caridad, como la gracia significante, durará eternamente. Por eso, en el justo, la vida de la gracia y de la caridad es ya vida eterna empezada. Jesús dice repetidas veces: "el que cree en mí tiene la vida". O lo que es lo mismo: "el que cree en mí con una fe viva unida a la caridad, no solamente tendrá la vida eterna sino que ya la posee en germen".
Las virtudes cardinales infusas de prudencia, justicia, fortaleza y templanza son superiores a las virtudes adquiridas del mismo nombre. No son sólo las virtudes del perfecto hombre honesto, sino del hijo de Dios. Entre la prudencia adquirida y la prudencia infusa hay bastante mayor distancia entre dos notas musicales del mismo nombre, pero distinta octava. La prudencia infusa es de distinto orden que el de la prudencia adquirida, hasta el punto de que ésta podría aumentar indefinidamente, sin llegar por ello al grado máximo de la otra. La misma relación existe entre las virtudes morales y las correspondientes virtudes infusas. Si la prudencia adquirida es de plata, la infusa es de oro, y el don de Consejo, superior aún, de diamante.
La virtud adquirida facilita el ejercicio de la virtud infusa del mismo nombre y el tonto que la acompaña, como en el pianista la agilidad de los dedos facilita el ejercicio del arte que está en el entendimiento práctico, y el de la inspiración musical.
Algunas virtudes cristianas tienen una especial profundidad o elevación por su afinidad con las teologales. La humildad, semejante a los fundamentos que se deben excavar para construir un edificio, nos recuerda esta sentencia del Salvador: "sin mí nada podéis hacer", en el orden de la gracia y de la salvación. Eso mismo nos repiten las palabras de San Pablo: "¿qué tienes que no haya recibido?" "No somos capaces de extraer de nosotros mismos el menor pensamiento provechoso para la salvación". Para ello se necesita una gracia, como para todo acto espiritual.
La humildad cristiana nos recuerda aún estas palabras de San Agustín: "no hay culpa cometida por un hombre que no seamos capaces de cometer nosotros mismos", por nuestra fragilidad, si nos encontrásemos en las mismas circunstancias y rodeados de los mismos malos ejemplos desde nuestra infancia. Por eso San Francisco de Asís, lo mismo que otros santos, viendo a un asesino conducido al último suplicio, se dijo a sí mismo: "si este hombre hubiese recibido las mismas gracias que yo, tal vez hubiese sido menos infiel que yo, y si el señor hubiese permitido en mi vida las mismas culpas que mancillaron la suya, hoy me encontraría yo en su lugar". Es necesario dar gracias a Dios por todo el bien que nos ha hecho hacer y por todo el mal que nos ha hecho evitar y que, de otro modo, habríamos cometido. Estas son las profundidades de la vida cristiana.
La magnanimidad infusa perfecciona la adquirida y completa la humildad, conservándonos en el equilibrio espiritual. Ponen en tensión nuestro espíritu hacia las grandes metas que Dios nos ha asignado, y las grandes cosas que espera de cada uno de nosotros, aun en las más modestas condiciones sociales, la de un buen servidor, por ejemplo, fiel a su amo toda la vida. Nos hace evitar el orgullo lo mismo que la pusilanimidad, recordándonos que las grandes cosas no se hacen sin humildad y sin ayuda de Dios, que debe solicitarse cada día. "Si Dios no edifica la casa, en vano se fatigan los que trabajan para construirla".
La paciencia y la dulzura cristiana, que resplandecen en los auténticos mártires, hacen soportar los dolores de la vida presente con ánimo siempre igual, sin dar entrada a la turbación. La paciencia soporta un mal inevitable por no desviarse del camino recto, por continuar la ascensión hacia Dios. Los mártires son, en sumo grado, amos de sí y libres; en ellos aparece el acto principal de la virtud de la fortaleza, que no consiste tanto en acometer como en soportar las mayores penalidades sin caer en el abatimiento, y rogando por los propios verdugos.
La religión, ayudada por el don de piedad, nos lleva a rendir a Dios el culto que le es debido, con el afecto filial que el Espíritu Santo nos insinúa, y una confianza sin límites en la eficacia de la oración y en la bondad de Dios, hasta en el momento en que todo parece perdido.
La penitencia nos induce a reparar las ofensas hechas a Dios, en unión con el sacrificio de la Cruz perpetuado en el altar. En un alma celosa de la gloria de Dios y de la salvación del prójimo, surge el deseo de reparar por los pecadores. Como la niña muerta en olor de santidad, en Roma, el 3 de julio de 1937, Antoñita Meo, que tuvo que sufrir, a los seis años, la amputación de una pierna gangrenada; cuando la madre le preguntó:
-si el señor te pide tu pierna enferma, ¿se la darías?
-sí, mamá; repuso, añadiendo tras un minuto de reflexión: hay tantos pecadores en el mundo; buena falta hace que alguno haga reparación por ellos.
Después de una segunda operación no menos penosa, su padre le preguntó:
-¿te duele mucho?
-Sí, Papá; respondió. Pero los dolores son como el paño: cuanto más fuerte, más vale.
Este espíritu de reparación que anima la vida de los grandes santos introduce las almas en las alturas de Dios. Las virtudes infusas aumentan juntos, en estos santos, hasta que llegan "al estado de hombres tercer, según la medida de la estatura perfecta de Cristo".
Además, los siete dones del Espíritu Santo, que nos hacen dóciles a sus inspiraciones, son, en nuestra alma, como si de velas en un barco; mejor aún: como siete antenas espirituales para recibir las inspiraciones de una armonía cuyo autor es Dios.
Si la gran perversidad manifiesta la profundidad del alma, las virtudes la revelan más aún, sobre todo las virtudes infusas. Entre ellas, la caridad de aumentar siempre hasta la muerte; sus raíces se entierran cada vez más profundamente en nuestra voluntad para ahuyentar todo egoísmo, todo amor desordenado de nosotros mismos. Esta calidad debería aumentar en nosotros cada día por medio de la santa comunión; más aún, toda comunión debería ser sustancialmente más fervorosa, y con un fervor de voluntad, si no de sensibilidad, que la precedente, y, por tanto, más fructífera, ya que cada una no sólo debe conservar, sino acrecentar en nosotros la caridad, y así disponernos a una mejor comunión para el día siguiente. Así sucede en la vida de los santos, porque ellos no oponen ningún obstáculo a semejante progreso. En ellos se realiza lo que sucede en la parábola del sembrador: "... otros granos de trigo cayeron en tierra buena y produjeron, uno, el ciento; otro, 60, y otro, 30. El que tenga oídos para oír que oiga". De donde se sigue que en el justo fiel a Dios, la edad más hermosa, desde el punto de vista espiritual, es la vejez, la edad en que el mérito llega a su pleno desarrollo, la edad que nos aproxima a la eterna juventud de los cielos.

La profundidad del alma se nos va, pues, manifestando cada vez más. Aún lov eremos mejor, al decir algunas palabras sobre las purificaciones del espíritu, que ya se dan entre los mejores en la vida presente; y luego, al hablar de la vida del alma después de la muerte.

¿DIÁSPORA CATÓLICA?

¿DIÁSPORA CATÓLICA?:
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Como los famosos ojos del Guadiana, después de un intervalo más o menos prolongado, resurge una y otra vez, la misma noticia. De la que ya conocemos casi todas sus versiones:

“Las iglesias se quedan vacías”. “La Iglesia Católica pierde fieles”. “Los jóvenes españoles no van a misa”…. Etc., etc., etc.

A ellos, a los que han urdido estas noticias, a los que las han fabricado, seguro que al verlas publicadas, se frotarán las manos compulsivamente. Yo, que cada vez creo más en DIOS y menos en los medios, pongo todas esas noticias en cuarentena. Sin embargo, sean ciertas o no, no me dejan indiferente, por un lado me causan cierta tristeza, por otro…, creo que pueden ser un buen motivo para la oración y también para la reflexión; eso pretendo hoy, con este post.



Lo primero que me viene a la cabeza, sobre todo en lo que respecta a los jóvenes, es la última JMJ. Por eso, al recuerdo de aquello, leer ahora, que la juventud no cree en la Iglesia, me provoca la gran carcajada. En seguida pienso -quien diga eso…, con seguridad, no estuvo allí-.

Ahora bien…, para intentar ser justos, templados y ecuánimes…, deberíamos ver las cosas con la perspectiva de aquel acontecimiento de Madrid, ya algo alejado en el tiempo y quizás deberíamos recabar, tanto los datos estadísticos, como las evidencias del día a día, en cada iglesia local, en cada parroquia.



Los últimos datos oficiales del CIS sobre ese particular arrojaban los siguientes datos:

El 14,9 por ciento de los encuestados se declaró "no creyente", frente al 73,3 por ciento que se sigue declarando católico.

Ahora bien…, de estos –creyentes- el 57,1 % admitió que no va "casi nunca" a misa; por otro lado, el porcentaje de NO creyentes crece, y el de -Católicos declarados- disminuye, concretamente en dos puntos con respecto a 2010.

En un primer término, habría que reconocer que las cifras no son todo lo buenas que quisiéramos. En este punto, si quisiera llamar la atención de un hecho probado.

Sintiéndolo mucho, en honor a la verdad, -sabiendo del indiscutible laicismo beligerante del gobierno anterior-, he de decir que, sobre estos temas concretos, todos los trabajos del Centro de Investigaciones Sociológicas (todavía en manos de Rubalcaba cuando se tomaron esos datos), en mi opinión, deberían ser cogidos con las pinzas de una credibilidad muy relativa.



De todos modos, lo que es innegable, y todos los Pastores de la Iglesia lo apuntan, es la necesidad de un apostolado más intenso en todas las diócesis. De una evangelización más profunda en todo el mundo.

No se trata de captar fans, no se trata de recolectar mayoría de hooligans, se trata de rescatar ALMAS. No es cuestión de números, sí de autenticidad; se trata de que el cristianismo se sienta, se vea, se viva.



Dicen algunos que esa supuesta hiper apostasía, tiene dos causas.

La principal, la que todos los medios ponen en primer lugar, son sin duda, los escándalos por los tristes casos de pederastia.

La otra “razón” que,-desde fuera-, dan del porqué de nuestras crisis, es el supuesto ostracismo de la Iglesia católica, que según ellos, sigue manteniendo todos sus antiguos ritos tan anacrónicos como desfasados, mientras que sigue sin admitir que todo debe cambiar con los tiempos. Cualquiera de las tesis, tienen poca argumentación.

Aunque las dos están íntimamente ligadas, empezaré por la segunda.



Antes de nada, sería bueno saber que, esos que acusan a la Iglesia de obsoleta y proponen drásticos cambios en las formas, para “atraer al personal”, al final lo que quisieran de verdad es… eliminar EL FONDO.



-Estamos hablando de los que promueven una religión sin hábitos, ni sotanas.

-De una religión sin celibatos, en la que los curas se puedan casar.

-Estamos diciendo que aquellos queridos objetos sagrados (Medallas, Rosarios, Escapularios) solo valen, como meros adornitos o amuletos.

-Estamos diciendo que la Misa NO es un sacrificio, sino solo un banquete.

-Estamos renegando de la Cruz y del crucificado.

Por eso.., las exposiciones del Santísimo, las imágenes de la Virgen, las estatuas de los santos, están desfasados.
De ahí que en muchos sitios, el Sagrario ya no esté en el centro del centro de nuestros lugares de culto, porque tampoco lo está, en el centro de nuestras vidas.




Así, aceptando todas esas “libertades”, nos dicen que va a venir más gente a la Iglesia Católica… ¡¡¡TODO LO CONTRARIO!!!, a las pruebas me remito, en muchos sitios, (mucho de lo dicho anteriormente ya es práctica diaria), los templos que las promueven, nunca han estado más vacíos que en estos últimos tiempos.

Lo que VACIA las Iglesias no es precisamente la coherencia, sino la falta de ella.
No son los Sacramentos, ni la autoridad papal, ni la piedad; son las modificaciones sin sentido, son la falta de autenticidad, la falta de sentido, la ausencia de DIOS, lo que aleja a la gente de los templos.

Ahora bien... lo que se pretende, -se está consiguiendo-, Iglesias vacías y mentes vacías… de DIOS. De hecho, a muchos les sorprenderá descubrir el paralelismo de todo esto, con un plan urdido hace ya más de 40 años, lo aterrador es que se está cumpliendo milimétricamente (VER ENLACE)



En cuanto al espinoso y dolorosísimo tema de la pederastia lo primero que hay que hacer es reconocer que estos casos han sido un duro golpe y han causado mucho daño.

Puede que en una primera reacción, muchos hayan huido. Sin embargo, siempre debemos confiar en DIOS.
A través de estos hechos deleznables, DIOS está sacando ya buenos provechos espirituales. El cariño que ha puesto Nuestra Madre la Iglesia en consolar a las víctimas, hará que pronto, muchos se acerquen alegre y confiadamente, ¡que regresen a casa!, viendo aumentada su fe y fortalecido su compromiso.

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Esta, está siendo una buena criba. El Papá ha actuado con rectitud, con prontitud y con firmeza. Siempre hay que confiar en el criterio del Vicario de Cristo.
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Pienso que esos sucesos, por muy reprobables que hayan sido, tampoco han sido la causa de una masiva huida de la Iglesia. Aunque lo cierto es que, los que querían renegar… lo han tenido muy fácil:
Lamentablemente, es vox populi, en estos últimos tiempos algunos adláteres papales no han ayudado nada, habría que decir –sin mordazas- que han combatido en el bando enemigo.

Hace poco leía en LA GACETA DIGITAL, un ejemplo meridiano de lo que estoy diciendo, a través de una serie de interesantísimos artículos enlazados de Francisco José Fernández de la Cigoña, que os invito a repasar con minuciosidad (Ver enlace), porque estas cosas NO son para esconderlas.

El artículo, recibe el curioso nombre de “La pasarela Cibeles de la vergüenza episcopal”, y en el mismo se da buena cuenta de cerca de una treintena de purpurados…, a cual más peculiar. El que no cojea de un lado, zozobra de otro.



Hay Obispos que defienden los matrimonios gays y lesbianescos; los hay que son famosos por meterse unas mariscadas entre pecho y espalda, apoteósicas; hay políticos frustrados, abertzales activos, o simplemente anti-“romanos”.

El culmen, el Obispo de Brujas, que no hay por dónde cogerlo, y al que el bueno de Paco Pepe, le dedica estas ACERTADAS palabras:

Que eso sea un obispo de la Iglesia es una vergüenza. Para la Iglesia, para los obispos y para todos los católicos. Prefiero al friky de Milingo que a este asqueroso abusador de niños, que además eran sus sobrinos, y que tiene la desvergüenza de afirmar que no parecía molestarles lo que les hizo

Con individuos así..., ¡tan liberales!, tan desahogados, claro que es fácil perder ferigreses. Así, hasta yo, pongo pies en polvorosa… Pero la Iglesia no es eso, y afortunadamente la gente, no es tonta y lo sabe.
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Rezo para que, la misma contundencia, la exacta coherencia con la que se ha actuado en algunos casos, se aplique EN TODOS LOS CASOS. Pero como dije antes, confío antes que nadie en el Vicario de Cristo en la tierra, en el Papa, y el Papa sabe bien lo que pasa:

"Hoy, las más grandes persecuciones a la Iglesia no vienen de fuera, sino de los pecados que hay dentro de la propia Iglesia. Es aterrador cómo sufre la Iglesia por esos ataques y esos pecados". Estas palabras fueron pronunciadas por Su Santidad Benedicto XVI durante el vuelo que llevó a Portugal, al Papa, en su último viaje al país vecino.

En esas mismas declaraciones, el Papa, tuvo unas palabras concluyentes que no quiero olvidar, porque creo que reflejan bien el sentir de toda la Iglesia:



"El perdón no sustituye a la justicia"
Definitivamente el Papa sabe lo que pasa y además… sabe lo que hace.


De todas formas, estoy convencido de que toda esa DIÁSPORA CATÓLICA de la que hoy estamos hablando, NO ES DEL TODO CIERTA.

Simplemente porque existen otros hechos que desarman esa teoría y sobretodo porque es esperanzador verificar la respuesta activa, entusiasta, comprometida, de las almas buenas, cuando existe un nudo de coherencia.
Cuando a las personas se les ponen metas nobles que exigen esfuerzos y sacrificios, y el que lo propone, ejemplifica con su vida que alcanzarlas es posible, aun teniendo 85 años-; no es extraño que multitudes de fieles, ¡miles de personas!, sean capaces incluso, de llenar 48 campos de futbol (explanada de Cuatro Vientos), para respaldar esa idea…

¿Dónde queda entonces, ese abandono a la Iglesia?
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En el plano más PERSONAL, también tengo un ejemplo cercano.

Mi parroquia, gracias a DIOS, se ha vuelto a llenar, y esto ha ocurrido PRECISAMENTE cuando han vuelto “las prácticas de siempre”; cuando el sacramento de la penitencia se ha visto potenciado, cuando se ha vuelto a poner el Sagrario en el centro de la Nave, cuando se ha vuelto a tocar la campanilla durante la consagración, cuando se ha rescatado el rezo del Santo Rosario.

Es un hecho fehaciente, el incremento de fieles durante los últimos meses en mi Parroquia, ha sido... ESPECTACULAR.

Los experimentos quedaron atrás, a DIOS gracias ha vuelto la coherencia y creedme, la eficacia de la misma es… sorprendente.



De lo que se deduce que... solo las actitudes valientes, honradas, coherentes, ¡ENAMORADAS!, son las que mueven el mundo. Solo estas…, merecen la pena, porque apuntan a una ETERNIDAD TRIUNFANTE.

Los que se van, son los que libremente han elegido ser las higueras malditas de aquel terrible y aleccionador pasaje evangélico. Desgraciadamente esa posibilidad también existe.


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