"La esencia (de la Iglesia) es proclamar la justicia y la verdad y no podemos renunciar a ello" "El diálogo no le hace daño a nadie (...) Sería bueno que quienes servimos al pueblo nos encontráramos"
A primera vista sus canas, su baja estatura y el hecho de estar un poco encorvado puede hacer que uno crea que monseñor Diego Padrón es una persona frágil. Sin embargo, quien converse unos minutos con el flamante presidente de la Conferencia Episcopal Venezolana (CEV) se encontrará con un hombre de unas convicciones e ideas tan firmes como una roca y una disposición de defenderlas dignas de alguien mucho más joven.
La energía que exuda el prelado oriundo de Montalbán (Carabobo) y quien tiene 10 años al frente de la arquidiócesis de Cumaná (Sucre) seguramente viene del contacto permanente que ha mantenido con la juventud, pues durante años integró la Comisión Episcopal de Pastoral Juvenil y Universitaria.
-El mes que viene se conmemorarán los 200 años de la Batalla de La Victoria. ¿Cómo ve usted a la juventud venezolana en la actualidad?
-Me parece que la juventud venezolana que tiene mucho que dar y de ella se puede esperar mucho. El hecho de ser una juventud contestataria es algo muy positivo, porque una juventud que no reaccione, no proteste, que no reclame ni se interese por el país es una juventud dormida, que está alienada y que está fuera de la realidad. Una juventud como la que tenemos, que se interesa por la política es una juventud que promete mucho.
-¿Qué opinión le merece por ejemplo ese movimiento mundial que han llamado Los Indignados?
-Me parece que los indignados tienen en un altísimo porcentaje de razón. Lo que he visto es que están indignados por la injusticia que se cometen contra ellos. Yo tuve la oportunidad de estar en España con motivo de la Jornada Mundial de la Juventud y allí había un grupo de indignados y puede percibir que la protesta que tenían era en reclamo de la justicia social. Es preferible esto a una juventud que se limita a soportar todo tipo de cosas.
-Volviendo al ámbito nacional. ¿Cuáles son los objetivos que se ha trazado para estos tres años que estará al frente de la CEV? ¿Qué espera conseguir?
-Espero que la CEV siga siendo un punto de referencia para la vida de la Iglesia y para la vida del país desde el punto de vista de la orientación moral, espiritual y del acompañamiento del pueblo en las circunstancias que le toque vivir.
-Los cambios siempre generan temores. Hay quienes temen que el cambio en la vocería de la CEV pueda suponer un cambio en su posición frente a los asuntos del país; es decir que guarden silencio ante los problemas que aquejan a los venezolanos. ¿Qué responde a esto?
-La CEV actúa con unos criterios que vienen muy de lejos, en un primer lugar en un criterio que viene de la Biblia y en particular de los profetas: Los profetas nunca fueron mudos y tampoco lo seremos nosotros.
Desde hace mucho tiempo la Iglesia ha asumido que no puede callarse, bien sea para reconocer los elementos positivos que permiten un desarrollo más armónico de la sociedad, pues hay cosas muy positivas que no se sacan a relucir, así como también para denunciar los males que dañan al hombre y a la sociedad. En ningún momento podemos quedarnos solamente reconociendo lo bueno ni solamente denunciando lo malo, sino que tenemos que hacer ambas cosas. Tenemos que ejercer esta tarea superando aún los temores, porque muchas veces cuesta denunciar las cosas.
-La CEV no se va a callar
-No se va a callar, pero quiero insistir que más que una tradición o una costumbre nuestros pronunciamos se dan porque es nuestra esencia ser proclamadores de la justicia y la verdad; y no podemos renunciar a ello.
-Usted dice que seguirán hablando aún cuando eso cueste. ¿En lo particular le preocupa que la reacción que en el Gobierno puedan provocar los mensajes, documentos y declaraciones que haga?
-En ningún momento me atemoriza la interpretación que se haga de una afirmación o una decisión que tomemos en la CEV. Nosotros sabemos que lo que digamos y hagamos provocarán unas reacciones, eso lo aceptamos, porque vivimos en un mundo pluralista y no todos tienen que estar de acuerdo con nosotros ni compartir lo que nosotros digamos y hagamos. Lo lógico es que haya diferentes reacciones, sería el colmo que pretendiéramos que todos saludaran lo que digamos.
Tampoco me atemoriza que una actitud o una decisión a un grupo en particular le pueda causar molestia, pues la responsabilidad en decir y hacer algo uno la que tiene asumir con firmeza.
-El regreso de monseñor Mario Moronta a la Directiva de la CEV ha despertado muchos comentarios. Unos lo interpretan como gesto de acercamiento hacia el Gobierno, debido al aprecio que el presidente le ha expresado varias ocasiones; y otros lo ven como la posibilidad de que la CEV vaya a bajar el tono de sus criticas.
-Internamente la elección de monseñor Moronta no supone ningún giro ni ninguna presión. Los obispos cuando elegimos a un colega para un cargo lo hacemos en base a criterios como su personalidad, dotes pastorales o formación. No hay otra razón que prive nuestras decisiones. Ahora que esta elección sea interpretada como un gesto de acercamiento hacia un sector del país, pues me parece positivo y ojalá contribuya a que haya una apertura, porque el pueblo exige el reencuentro.
-En su primera comparecencia como presidente de la CEV usted dijo que estaba dispuesto a recibir y escuchar a todos. ¿Le gustaría que esa oferta sea aceptada por el presidente Hugo Chávez y que él atienda la petición que desde hace años viene haciendo la CEV para reunirse?
-Sí, por supuesto porque creo que es lo más natural y lógico que las instituciones, los organismos y grupos que tienen una tarea de servicio público común se reúnan, aún cuando ellas tengan discrepancias en la visión, en la interpretación o en las propuestas que se comuniquen para intercambiar ideas.
El diálogo no le hace daño a nadie, por el contrario le hace bien a todos. Nosotros tenemos que pensar que el pueblo es uno solo y que a ese pueblo le servimos todos desde diversos ángulos, posturas e ideologías. Sería muy bueno que quienes servimos al pueblo pudiéramos encontrarnos aún cuando no comulguemos con las mismas ideologías.
-¿Le han solicitado formalmente al presidente Chávez esa reunión?
-Sí, nosotros le enviamos un saludo al señor presidente, como acostumbramos hacerlo cada vez que nos reunimos.
-¿Qué opinión le merece el hecho de que durante su visita al santuario de la Virgen de La Coromoto, en Guanare, el presidente designara al nuevo ministro de la Defensa y que de paso el templo estuviera rodeado por simpatizantes con pancartas, cual mitin? ¿El presidente los acusa constantemente a los obispos de usar los símbolos religiosos con fines políticos, pero no hizo lo mismo él?
-El presidente está acostumbrado a hacer cualquier cosa, pero lo importante es que el pueblo reaccione ante estas situaciones y que exprese su malestar. Creo que es más importante que sean los creyentes los que manifiesten su malestar ante este tipo de situaciones y no que lo haga yo.
-El año pasado el Gobierno amenazó con revisar el Concordato con la Santa Sede debido precisamente a un pronunciamiento que emitieron ustedes. ¿Ha tenido alguna noticia de esa revisión?
-Yo creo que es quedó en un decir, porque el Concordato con el Vaticano es un tratado internacional y no es tan fácil de cambiarlo. Para modificar este tipo de acuerdos hay seguir unos pasos. Lo que pasa es muchas veces se dicen muchas cosas con un afán propagandístico. No hay que asustarse por lo que se diga, al contrario hay que estar preparado para escuchar muchas cosas más de este estilo.
-El año pasado ustedes denunciaron ataques contra la libertad religiosa y como demostración de ello mencionaron los obstáculos para el ingreso de religiosos extranjeros al país. ¿Esto se mantiene o ha mejorado?
-Eso sigue igual. A los sacerdotes extranjeros les cuesta mucho entrar, mientras que los chinos entran por cantidades y nadie dice nada. Un sacerdote extranjero tiene que salir cada cuatro meses.
jalonso@eluniversal.com
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