domingo, 15 de enero de 2012

Opinión y análisis - Socialcristiano busca partido

Opinión y análisis - Socialcristiano busca partido

Socialcristiano busca partido

Marcos Villasmil

Domingo, 15 de enero de 2012









Foto: Google
“Some men change their Party for the sake of their principles; others change their principles for the sake of their Party”.

Winston Churchill

COPEI está cumpliendo 66 años, en medio de un proceso más de resistencia que de existencia, transformada la organización en un teatro de operaciones ofensivas internas. ¿Quién hubiera pensado que la opción socialcristiana criolla se asemejaría a un país donde el futuro llegó y se fue, como alguna nación africana de las descritas por V.S. Naipaul? Nos recuerda Daniel Innerarity que toda forma de cultura realiza el tránsito desde lo rudimentario a lo sofisticado; en COPEI está sucediendo al revés.

La legitimidad de COPEI, como partido DC, derivaba en primer lugar de ser una comunidad de ideas, un proyecto cultural-político. A ella se unían otras legitimidades, quizá no jurídico-formales, pero necesarias: la capacidad de dar respuesta racional y programática a los problemas nacionales; la presencia cualitativa en el mundo de la cultura y de la ciencia; la posibilidad de engranaje permanente con las redes sociales y sociedades intermedias. Un instrumento civilizador, no una mera maquinaria electoral.

El debate sobre qué está causando la decadencia y la división partidista está vivo. Es común, en las explicaciones, el buscar soslayar la responsabilidad propia, endilgando sambenitos a rivales internos, confundiendo causas con consecuencias. ¿Qué habrían pensado los fundadores ante la desgracia de unos liderazgos que, incapaces de lograr la necesaria unidad, no dudaron en poner el destino del partido en manos de los verdugos del tribunal mayor chavista? Si alguien tiene razones para ir a algún juzgado es la militancia, para demandar a las sucesivas directivas partidistas por mala praxis.

LAS RAZONES DEL DESGASTE

Desde hace tiempo COPEI dejó de ser un proyecto cultural-político para convertirse en una suma de proyectos individuales. El copeyano que no haya militado en una tendencia con nombre o apellido que alce el brazo. El pensamiento y el debate de ideas progresivamente se congelaron, abriendo paso a una dirigencia nacional centrada en la ambición personal. La convivencia dio paso a una mera coexistencia, y no cristianamente pacífica, por cierto.

La fortaleza en los cuerpos intermedios, que se expresó por años mediante una presencia importante en lo cuantitativo y cualitativo en el mundo gremial, sindical y estudiantil es hoy extrañada. Dicha pérdida de influencia coincidió con una supuesta profesionalización del aparato. Surgió entonces una casta partidista alejada de toda noción valorativa (“Mounier y Maritain no dan votos, poeta”.) De tener dirigentes gremiales y sociales, de enorgullecernos de poseer cuadros con mística, pasamos a sufrir una burocracia partidista, expresión concreta donde las haya de la clientelización del partido. Se dio un hecho curioso: mientras más se favorecía el concepto de maquinaria electoral, más influencia perdió el partido en la vida nacional –y menos votos sacó-.

La formación de cuadros y la discusión programática fueron abandonadas. Esfuerzos meritorios, como el “Congreso Ideológico para la Democracia Nueva” fueron puestos a un lado por esa burocracia carente de apegos doctrinarios y con pensamiento inmóvil.

La capacidad de atraer voluntades que compartiendo la esencia del proyecto cultural-político ejercían su opción política de forma independiente era algo que había caracterizado a COPEI desde sus inicios –Arístides Calvani queda como ejemplo emblemático-. Como dijera el célebre cuervo de Poe, nevermore.

Merece mención especial la pérdida de presencia en el mundo juvenil. La JRC fue caudal generador y reclutador de cuadros como ningún otro sector interno. Con el tiempo, en cada nuevo grupo dirigencial se volvieron costumbre el pragmatismo y la creciente dependencia frente a los liderazgos partidistas de turno, y su voz no se alzó más para reclamar desvíos, o para defender ideas, sino sólo para exigir prebendas.

Para colmo, las últimas reformas estatutarias llevadas a cabo fueron muy discutibles a la luz de los resultados. Partiendo de una noción errónea de la participación, y sin asumir los síntomas crecientes de caudillismo, de clientelismo y de pragmatización que ya se veían por todas partes, se le cedió el partido a una masa dirigente fundamentalmente individualista, sin espíritu comunitario.

La igualación participativa, tan buscada y vociferada en esos tiempos, se hizo, pero hacia abajo.

LAS CONSECUENCIAS DE LA DECADENCIA

Al verse un partido político disminuido en sus funciones de reclutamiento, de movilización, de convocatoria, de formación, de debate, y perder por ende legitimación, disminuye asimismo su fuerza como instrumento generador de una determinada conciencia colectiva. Del mismo modo, su presencia en el escenario público, con propuestas, ideas u opciones de políticas públicas se desvanece, actuándose casi siempre de manera reactiva.

Por supuesto, como sucede en toda organización compleja, la Democracia Cristiana ha mantenido liderazgos individuales –militantes o no de COPEI- que todavía siguen siendo reconocidos por la opinión pública en la lucha contra el chavo-fascismo. Pero el hecho es que la institución partidaria, cada vez más encerrada en sí misma, desarrolló su crisis –al igual que otros partidos- en momentos en que Venezuela necesitaba una Democracia Cristiana capaz de liderar, junto al resto de la institucionalidad democrática, una lucha como la que estamos enfrentando.

¿Es el cuerpo copeyano de hoy un todo en cuanto a esfuerzos desinteresados, a liderazgos que predican no solo de palabra sino también con sus obras, o solo pueden recogerse entre los escombros algunos esfuerzos individuales, y por ello, aislados? Como decía un comentarista a la luz de los ya usuales enfrentamientos, más que un COPEI, parecería que hoy existen tantos copeyes como ambiciones narcisistas de poder interno se nos muestran. Todos estos señores feudales reclaman para sí, no faltaría más, plena jurisdicción institucional.

Un amigo irónico, al leer sobre las nuevas hostilidades internas, con posiciones aparentemente irreconciliables, me dijo: “claro, es que las diferencias ideológicas son muy grandes.”

Lo cual lleva a una pregunta fundamental: ¿dónde están las ideas? En un partido de ideas se da con naturalidad la aplicación del pensamiento a la vida, y la noción de que los principios deben guiar las acciones. COPEI, hoy una estructura anti-intelectual, no puede seguir reclamando para sí el título de partido democristiano si no cultiva el debate de ideas. Lo que abunda es retórica de ligas menores, discursos que no buscan convencer sino legitimar la dominación de liderazgos que sólo destacan para perfeccionar la anarquía y la confrontación interna, con intereses fragmentados ante una militancia a la que se hace sentir más que útil, utilizable. Se ha llegado a decir que COPEI hoy es una franquicia, en la cual los precios al parecer son más importantes que los valores. Una franquicia con unos supuestos líderes que sufren la“patología de la despertenencia” (Marcel Gauchet): el individuo que no cree deberle nada al colectivo pero que exige todo de él.

¿Cuáles son los modos de conducta de la dirigencia modelo siglo XXI? Tres socialcristianos de amplio y reconocido currículo propusieron sus nombres para la candidatura opositora frente a Chávez; por razones muy respetables cada uno de ellos se retiró de la contienda. La dirigencia mayor copeyana nunca apoyó a alguno de ellos. Pero no habían pasado cinco minutos de su retiro cuando la dirigencia ¿socialcristiana? se apresuró a apoyar no a uno, sino a dos precandidatos, que tienen en común no ser socialcristianos. Vale la pena mencionar que COPEI no presenta candidato presidencial propio desde 1993.

El liderazgo político que se necesita no puede basarse exclusivamente en el argumento biológico, sino ir más allá, y ofrecer una nueva cosecha de ideas y propuestas de país, practicando una Política con mayúsculas, mostrando con sus acciones que la institución es más importante que las aspiraciones de cada quien y que la tiranía de la división. Un liderazgo que supere la actualmente hipócrita y farisea cotidianidad, la ingobernabilidad organizada y que justifique su existencia en términos de bien común general. Con una nueva forma de liderar que convierta el conflicto en debate fructífero y dialógico, recree vínculos que no complicidades, y restablezca significaciones comunes.

Al final, la pregunta más fundamental es: ¿qué tiene que ver este COPEI disminuido, borroso, inquisidor de la pluralidad, con el COPEI de 1946, de 1958, de 1968, de 1978? En esto, como en otros temas, hay, por desgracia, más olvido que recuerdo.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Mesa Unitaria Cabimas Zulia's Fan Box

Ecclesia Digital