UN CRISTO.... INCÓMODO
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Algunos ya habrán leído aquí o en otro sitio este artículo EJEMPLAR de José Luis Martín Descalzo, pero siempre que lo hagan, estoy seguro, sacaran cosas nuevas, como me pasa a mí.
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Martín Descalzo, fué Periodista y sacerdote. Pluma afilada, alma grande, defensor de la verdad.El artículo al que hago mención, siempre me acaba tocando el corazón.Dostoievski y Holbein unidos en una terrible y edificante historia. Lectura obligada que mueve a reflexionar sobre lo que de verdad importa. Me gustaría compartirla con vosotros. Es larga, pero os aseguro que merece la pena.
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He usado ya dos veces en este artículo la palabra "vértigo, vertiginoso". Nunca sé escribir en la Semana Santa sin emplearla. Siendo, efectivamente, cuando a ella me acerco, que el alma me da vueltas, que algo tiembla dentro de mí, como se vio convulsionada el alma de Dostoievski ante la realidad de la muerte de Cristo. ¿Cómo podría hacer literatura sobre ella? ¿Cómo esquivar la sensación de que estamos asomándonos a un abismo?.
Desde hace muchos siglos venimos defendiéndonos de la pasión de Cristo con toneladas de crema y sentimentalismo. Ahora nos defendemos con playas y excursiones. Porque si realmente creyéramos, si tomáramos mínimamente en serio la realidad de que un Dios ha muerto, ¿no sufriríamos todos, al pensarlo, ataques de terror como el de Dostoievski? ¿No vacilaría nuestra fe o, cuando menos, el delicado equilibrio sobre el que todos hemos construido nuestras vidas, aunando una supuesta fe con nuestra comodidad? ¿Cómo lograríamos vivir en carne viva, ya que la simple idea de la muerte de Dios, asumida como algo real, bastaría para despellejarnos? Ahora está muy de moda mirar con desconfianza preocupada la "teología de la liberación, ver en ella terribles peligros de herejía. Yo tengo que confesar que la que a mí me preocupa es la "teología de la mediocridad que viene imperando hace siglos entre los creyentes. La teología que reduce la cruz a cartón piedra, la muerte de Cristo a una estampa piadosa, el radicalismo evangélico a una dulce teoría de los términos medios. La teología que ha sabido compaginar la cruz y la butaca; la que encuentra "normal" ir por la mañana a la playa y por la tarde a la procesión, o la que baraja el rezo y la injusticia. Una teología de semicristianismos, de evangelios rebajados, de bienaventuranzas afeitadas, de fe cómodamente comprada a plazos. La que junta sin dificultades la idea de la Semana Santa con la de vacaciones. La que sostiene que los cristianos debemos ser "moderados", que hemos de tomar las cosas "con calma"; que conviene combatir el mal, "pero sin caer por nuestra parte en excesos"; la que echa toneladas de vaselina sobre el Evangelio, pone agua al vino de la muerte de Cristo, no vaya a subírsenos a la cabeza. La dulce teología de la mecedora o de la resignación. La que nunca caerá en la violencia, porque ni siquiera andará. La que piensa que Cristo murió, sí, pero un poco como de mentirijillas, total sólo tres días...
Vuelvo ahora los ojos a este Cristo de Holbein y sé que este muerto es un muerto de veras. Sé también que resucitará, aunque ese triunfo final no le quita un solo átomo de espanto a esta hora. Veo su boca abierta que grita de sed y de angustia, su nariz afilada, sus pómulos caídos, sus ojos aterrados. Este es un muerto-muerto, un despojo vencido, algo que se toma o se deja, se cree o no se cree, pero nunca se endulza. Veo este pobre cuerpo destrozado y sé que el Maestro "lo vio" antes de subir a la cruz, sé que él es el único hombre que ha podido recorrer entera su muerte antes de padecerla, el ser que más libremente la asumió y aceptó, que se tragó entero este espantoso hundimiento, esta "fuerza oscura, insolente y eternamente absurda que nos vencerá a todos y que sólo gracias a él nosotros venceremos. Sé que después de verla v conocerla "se atrevió" a subir a la cruz, inclinando su cabeza de Dios, haciéndola pasar por el asqueante y vertiginoso túnel de la muerte más muerta..
Por eso creo en Él. Esta espantosa visión me aterra, como aterró a Dostoievski; pero no me hace vacilar en mi fe; más bien me la robustece. Porque una locura de tal calibre sólo puede hacerse desde un amor infinito, siendo Dios. Un amor tan loco que ahora le sigue llevando a algo mucho peor que la muerte: a la tortura diaria de ser mediocrizado, suavizado, recortado, amortiguado, reblandecido, vuelto empalagoso, empequeñecido, falsificado, reducido, hecho digerible todas las Semanas Santas -para que no nos asuste demasiado- por nuestra inteligente y calculadora comodidad."
Y añado, por eso yo...SI quiero CANTAR A ESE JESÚS DEL MADERO, ADEMÁS DEL QUE ANDUVO EN LA MAR.... ¡ES EL MISMO!!
Sin esa verdadera MUERTE...., SIMPLEMENTE la resurrección NO hubiera sido. Esa es la verdadera lección magistral de este CUADRO DE HOLBEIN y de este artículo de JOSÉ LUIS MARTÍN DESCALZO.
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