domingo, 13 de marzo de 2011

Las tentaciones del Desierto

Las tentaciones del Desierto: "
La cuaresma se ha iniciado con el miércoles de ceniza, se trata de uno de los periodos más importantes del calendario litúrgico. Luego del Bautismo de Nuestro Señor, éste va al desierto donde se abstuvo de cualquier alimento por cuarenta días, y agregan los evangelistas “pasados los cuales 'tuvo hambre” (Cfr. Lc IV, 1-12).
La tentación de Jesucristo es quizás uno de los pasajes más conocidos del nuevo testamento. En él no sólo vemos la confirmación del Ministerio del Salvador, su enfrentamiento con el Enemigo del Género Humano, Satanás, sino, y sobre todo una enseñanza que debemos mantener sobre la tentación y el pecado de los hombres, pero sobre todo lo que los hombres le pedimos a Dios.
Analicemos cada una de las tentaciones. En la primera vino algo muy simple, el Demonio le dice a nuestro señor que convierta unas piedras en pan con el objeto de satisfacer su propia hambre. Dice, Mateo IV: 3



Y acercándose el tentador, le dijo “si eres hijo de Dios di que estas piedras se
conviertan en pan”

El demonio apela a dos cosas: el hambre (necesidad física) y también la demostración del poder de Cristo. Recordemos que Nuestro Señor va al desierto luego de su bautismo, cuando se abrieron los cielos y se oyó la voz del Padre que decía “Este es mi hijo”. Satanás, el tentador exige de esa manera una prueba. Pero ¿Cuántas veces nosotros hemos “exigido” a Dios un milagro? ¿Cuántas veces confundimos (no con inocencia) entregarnos a la misericordia con reclamarle cosas a Dios? ¿Acaso no sabe Dios que es lo que necesitamos y las conoce desde antes que las pidamos (Mt VI, 9)? Ahora bien, al apelar a la necesidad física, el Demonio acusa a la naturaleza humana, un deseo de la carne, pero Cristo, que es Dios lo rechaza y le increpa:


Escrito está “No solo de pan vive el hombre, sino de toda la palabra
que sale de la boca de Dios”. (Mt IV, 4)

Recordemos lo que nos dice el Apostol Amado en su primera carta:


Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, la concuspicencia de
los ojos y el orgullo de la vida no provienen del Padre, sino que procede del
mundo (I Jn II:16).

De la misma manera, Jesucristo rechazó el dolor físico cuando fue flagelado. El desprecio que debemos sentir de la carne, y de esta vida mortal, deseando entregarla para la Gloria de Dios y su obra se ven de manifiesto en el primer rechazo que hace del Tentador el Salvador.
La segunda tentación consistía en llevar a Cristo al pináculo del Templo para que desde allí se dejara caer:


Si eres hijo de Dios, échate de aquí abajo, pues está escrito “a sus angeles
encargará que te tomen en sus manos para que no tropiece tu pié con ninguna
piedra”.

¿Había acaso alguna manera más “impresionante” para que Cristo se manifestara a los judíos? ¿No era ese un milagro que, seguramente hasta el mismo Caifás aceptaría? ¿Cuántas veces los judíos exigieron a Jesús un “signo” visible para que demostrase si era o no el Mesías esperado? Pero no es esto lo único que vemos en la acción del Tentador, al contrario, vemos su argucia: el manejo de la escrituras. Pensemos hoy en día en lo sprotestantes que hacen alarde e sus conocimientos sobre capítulos y versículos de la Biblia, pero solo la saben para confirmar su perdición, a travez de interpretaciones torcidas y tendenciosas a fin de confundir a los que ya estaban fuera del camino y que, están dispuestos a “pedir milagros” y “signos” al Creador. ¿No es ese el triste espectáculo que vemos en los grupos pentecostales? ¿No es eso lo que vemos en los “curas carismáticos” que gustan de grandes celebraciones con centenares de personas que van a “ver” milagros como si se tratara de un espectáculo? ¿Y cual es la respuesta de Jesucristo, el Hijo de Dios Vivo?


También está escrito “No tentarás al Señor, tu Dios”.

La tercera de las tentaciones es la referida a los reinos de este mundo. Satanás le dice a Jesus, luego de mostrarle todos los reinos de la Tierra


Todo esto te daré si te postras para adorarme.

Le ofrece todo a cambio de la idolatría, le ofrece todos los honores, todos los principados, solo a cambio de una cosa: “si te postras a adorarme”. Él, que era la Verdad debía de arrodillarse ante el Padre de la Mentira, el que había venido para rescatar a los suyos, debía postrarse ante el Enemigo del Género Humano. Entonces, Cristo expulsó al Demonio:





Apartate, Satanás, porque escrito está: “Adorarás al Señor, tu Dios, y solo
a él darás culto”.

¿Cuántas veces los hombres se postran ante el maligno siguiendo sus deseos y olvidan a Dios? ¿Cuántas veces se renuncia a la Vida Eterna por lo inmediato y lo sensible? ¿No vemos, incluso hoy en día a quienes han rechazado a la Iglesia Verdadera para correr tras los “honores” del mundo? ¿No vemos al que se sienta en la Silla de Pedro esparcir la mentira para agradar a los oído del mundo y así ser recibido por los gobernantes de esta tierra, en vez de condenar sus errores y luchar por la Verdad, que es el mismo Cristo?
Cristo pudo rechazar las tentaciones del Demonio porque él es Hombre y Dios, es decir, es perfecto. Su naturaleza humana no es idéntica a la nuestra. En efecto, Jesús fue preservado del pecado, como dice San Pablo, del pecado original, el cual es la raíz de todos nuestros males. El corazón del hombre ordinario está inclinado al mal, escucha al Demonio y sigue sus obras si no es rescatado por Dios por medio de su gracia, pues como dijo San Agustín, nada bueno puede el hombre por sí, si no es por Dios. Nosotros, entonces, debemos mantenernos en estado de Gracia para poder vencer las tentaciones que Satanás va poniendo en nuestro camino, y recordar, que ni las necesidades ni los deseos de la carne, ni lo espectacular y frívolo, y mucho menos las ambiciones de poder y gloria pueden ser mayores que la Obra y el Plan de Dios.
Oremos al Señor para que en esta cuaresma, podamos crecer en la Gracia y edificar nuestro espíritu, para que nuestro cuerpo sea Templo y contarnos así entre los elegidos que verán a Dios cara a cara en la Eternidad.
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