Por qué el nazismo era socialismo y por qué el socialismo es totalitario « Mises Hispano
Por qué el nazismo era socialismo y por qué el socialismo es totalitario
Mi  propósito hoy son dos cosas principales: (1) Demostrar por qué la  Alemania nazi era un estado socialista y no capitalista. Y (2) demostrar  por qué el socialismo, entendido como un sistema económico basado en la  propiedad pública de los medios de producción, requiere inevitablemente  una dictadura totalitaria.
La identificación de la Alemania nazi como estado socialista fue una de las muchas grandes contribuciones de 
Ludwig von Mises.
Cuando uno recuerda que la palabra “nazi” era una abreviatura para  “der Nationalsozialistische Deutsche Arbeiters Partei” (en traducción  española Partido Nacional Socialista de los Trabajadores Alemanes), la  identificación de Mises no podría parecer tan notable. Pues ¿qué debería  uno esperar como sistema económico de un país gobernado por un partido  con “socialista” en su nombre salvo socialismo?
Sin embargo, aparte de Mises y sus lectores, prácticamente nadie  piensa en la Alemania nazi como un estado socialista. Es mucho más común  creer que representaba una forma de capitalismo, que es lo que han  afirmado los comunistas y otros marxistas.
La base de la afirmación de que la Alemania nazi era capitalista era  el hecho de que la mayoría de las industrias en la Alemania nazi  aparentemente quedaban en manos privadas.
Lo que identificó Mises fue que la propiedad privada de los medios de  producción existía solo nominalmente bajo los nazis y que la sustancia  real de la propiedad de los medios de producción residía en el gobierno  alemán. Pues era el gobierno alemán, y no los propietarios privados  nominales, el que ejercía todos los poderes sustantivos de propiedad:  él, no los propietarios privados, decidía que se iba a producir, en qué  cantidad, por qué métodos y a quién se iba a distribuir, así como los  precios que se cobrarían y los salarios que se pagarían y qué dividendos  u otras rentas se permitiría percibir a los propietarios privados  nominales. La posición de los supuestos propietarios privados, como  demostró Mises. se reducía esencialmente a la de pensionistas del  gobierno.
La propiedad de hecho del gobierno de los medios de producción, como  la llamaba Mises, estaba implícita lógicamente en principios  colectivistas fundamentales adoptados por los nazis como que el bien  común  está por encima del bien privado y que el individuo existe como  medio para los fines del Estado. Si el individuo existe como medio para  los fines del Estado, por supuesto, lo mismo pasa con la propiedad.  Igual que lo posee el Estado, su propiedad también la posee el Estado.
Pero los que estableció concretamente el socialismo  de hecho en la  Alemania nazi fue la introducción de los controles de precios y salarios  en 1936. Se impusieron como respuesta a la inflación de la oferta  monetaria llevada a cabo por el régimen desde el momento de su llegada  al poder a principios de 1933. El régimen nazi infló la oferta monetaria  como medio de financiar el enorme aumento en el gasto público que  requerían sus programas de obras públicas, subvenciones y rearme. Los  controles de precios y salarios se impusieron en respuesta al aumento de  los precios que empezó a producir la inflación.
El efecto combinado de la inflación y los controles de precios y  salarios es la escasez, es decir, una situación, en la que las  cantidades de los bines que intenta comprar la gente exceden de las  cantidades disponibles para comprar.
A su vez, las escaseces se convierten en caos económico. No es solo  que los consumidores que aparecen en las tiendas antes están en  disposición de comprar todas las existencias y dejar sin nada a los  clientes que lleguen más tarde (una situación a la que los gobiernos  normalmente responden con racionamiento). Las escaseces generan caos en  todo el sistema económico. Introducen arbitrariedad en la distribución  de suministros entre áreas geográficas, en la asignación de un factor de  producción entre sus diferentes productos, en la asignación de trabajo y  capital entre las distintas ramas del sistema económico.
A la vista de la combinación de controles de precios y escasez, el  efecto de una disminución en la oferta de una cosa no es, como pasaría  en un mercado libre, aumentar su precio e incrementar su rentabilidad,  operando así para detener la disminución de la oferta o invertirla si ha  ido demasiado lejos. Los controles de precios impiden el aumento en la  oferta al reducir el precio y la rentabilidad. Cuando hay una escasez,  el efecto de un aumento en la oferta es simplemente una reducción en la  severidad de la escasez. Solo cuando se elimina totalmente la escasez,  un aumento en la oferta necesita una disminución en el precio y genera  una disminución en la rentabilidad.
Como consecuencia, la combinación de controles de precios y escasez  hace posible movimientos aleatorios de la oferta sin ningún efecto en  los precios y la rentabilidad. En esta situación, la producción de los  bienes más triviales y poco importantes, incluso las mascotas de piedra,  puede expandirse a costa de la producción de los bines más urgentemente  necesitados e importantes, como medicinas que salven vidas, sin efecto  en el precio o la rentabilidad e cada bien. Los controles de precios  impedirían que la producción de medicinas se hiciera más rentable al  disminuir su oferta, mientras que una escasez incluso de mascotas de  piedra impediría que su producción se hiciera menos rentable al aumentar  su oferta.
Como demostró Mises, para ocuparse de los efectos no pretendidos de  sus controles de precios, el gobierno debe o bien abolir los controles  de precios o añadir más medidas, como precisamente el control sobre lo  que se está produciendo, en qué cantidad, por qué métodos y a quién se  distribuye, a lo que me referí antes. la combinación de controles de  precios con su mayor serie de controles constituye la socialización de  hecho del sistema económico. Pues significa que el gobierno ejercita  entonces todos los poderes sustantivos de propiedad.
Éste fue el socialismo instituido por los nazis. Y Mises lo llama el  socialismo de patrón alemán o nazi, frente al socialismo más evidente de  los soviético, al que llama socialismo de patrón ruso o bolchevique.
Por supuesto, el socialismo no acaba con el caos causado por la  destrucción del sistema de precios. Y si se introduce sin la existencia  previa de controles de precios, su efecto es iniciar el propio caos.  Porque el socialismo no es realmente un sistema económico positivo. Es  meramente la negación del capitalismo y su sistema de precios. Como tal,  la naturaleza esencial del socialismo es una y la misma que el caos  económico que resulta de la destrucción del sistema de precios por  controles de salarios y precios. (Quiero apuntar que la imposición del  socialismo del estilo bolchevique de un sistema de cuotas de producción,  que incentiva siempre exceder la cuotas, es una fórmula segura para una  escasez universal, igualo que la que existe bajo todos los controles de  precios y salarios).
Como mucho, el socialismo simplemente cambia la dirección del caos.  El control público sobre la producción puede hacer posible una mayor  producción de algunos bienes de especial importancia para él, pero lo  hace solo a costa de crear el caos en el resto del sistema económico.  Esto pasa porque el gobierno no tiene forma de conocer los efectos en el  resto del sistema económico de su aseguramiento de la producción de  bienes a los que atribuye una importancia especial.
Los requisitos de aplicar un sistema de control de precios y salarios  dan mucha luz sobre la naturaleza totalitaria del socialismo (por  supuesto, más evidentemente en la variante alemana o nazi, pero también  en la del socialismo al estilo soviético).
Podemos empezar por el hecho de que el interés propio de los  vendedores que operan bajo controles de precios es evadir los controles  de precios  y aumentar sus precios. Los compradores, incapaces de otra  forma de obtener bienes, están dispuestos a pagar estos precios más  altos como medio de de conseguir los bienes que quieren. En estas  circunstancias, ¿qué va a impedir que aumenten los precios y se  desarrolle un mercado negro masivo?
La respuesta es una combinación  de sanciones severas combinadas con  una gran probabilidad de ser atrapado y luego sufrir realmente esas  sanciones. Unas simples multas no es probable que supongan una gran  disuasión. Se considerarían solo como un gasto de negocio adicional. Si  el gobierno es serio respecto de los controles de precios, es necesario  que imponga sanciones comparables a las de un delito grave.
Pero la mera existencia de dichas sanciones no basta. El gobierno  tiene hacer realmente peligroso realizar transacciones en el mercado  negro. Tiene que hacer que la gente tema realizar tales transacciones  que pudieran ser descubiertas de algún modo por la policía y acaben  realmente en prisión. Para crear ese miedo, el gobierno debe desarrollar  un ejército de espías e informadores secretos. Por ejemplo, el gobierno  debe hacer temer al vendedor y a los clientes que si realizan una  transacción de mercado negro, algún otro cliente en la tienda pueda  denunciarles.
A causa de la privacidad y secreto con que deben realizarse muchas  transacciones del mercado negro, el gobierno debe asimismo hacer que  todo el que vea una operación del mercado negro temeroso de que la otra  parte resulte ser un agente policial tratando de encarcelarle. En  gobierno debe hacer que la gente tema incluso a sus socios más  veteranos, incluso a sus amigos y parientes, no sea que resulten ser  informadores.
Y finalmente, para obtener condenas, el gobierno debe poner la  decisión acerca de la inocencia o culpabilidad en el caso de las  transacciones de mercado negro en manos de un tribunal administrativo o  sus agentes de policía en el momento. No puede confiar en juicios con  tribunales, porque es improbable que puedan encontrarse muchos jurados  dispuestos a dar veredictos de culpabilidad en casos en el un hombre  tenga que ir a la cárcel por muchos años por el delito de vender unas  pocas libras de carne o un par de zapatos por el encima del precio  máximo.
Por tanto, en resumen, los requisitos simplemente para aplicar las  regulaciones de control de precios son la adopción de las  características esenciales de un estado totalitario, es decir, el  establecimiento de la categoría de “delitos económicos”, en la que la  búsqueda pacífica del interés propio se considera un delito criminal, y  el establecimiento de un aparato policial totalitario lleno de espías e  informadores y el poder de un arresto y prisión arbitrarios.
Está claro que la aplicación de controles de precios requiere un  gobierno similar al de la Alemania de Hitler o la Rusia de Stalin, en  los que prácticamente cualquiera podía resultar ser un espía policial y  en los que existe una policía secreta que tiene el poder de arrestar y  encarcelar a la gente. Si el gobierno no está dispuesto a llegar tan  lejos, entonces, hasta ese punto, sus controles de precios resultarán  inaplicables y sencillamente no funcionarán. Entonces el mercado negro  asume proporciones enormes. (Por cierto, que nada de esto sugiere que  los controles de precios fueran la causa del reino de terror institutito  por los nazis. Los nazis empezaron su reino de terror mucho antes de la  aprobación de los controles de precios. Por consiguiente, aprobaron  controles de precios en un entorno listo para su aplicación por la  fuerza).
La actividad del mercado negro conlleva la comisión de más delitos.  Bajo el socialismo de hecho, la producción y venta de bienes en el  mercado negro conlleva el desafío de las regulaciones públicas respecto  de la producción y distribución, así como el desafío a sus controles de  precios. Por ejemplo, los propios bienes que se venden en el mercado  negro pretendía el gobierno que se distribuyeran de acuerdo con su plan y  no en el mercado negro. Los factores de producción utilizados para  producir esos bienes igualmente pretendía el gobierno que se utilizaran  de acuerdo con su plan y no para el fin de aprovisionar el mercado  negro.
Bajo un sistema de socialismo de derecho, como el que existía en la  Rusia soviética, en el que el código legal del país hace abierta y  explícitamente al gobierno del país el propietario de todos los medios  de producción, toda actividad de mercado negro conlleva necesariamente  el uso indebido o el robo de la propiedad del estado. Por ejemplo, se  consideraba que los trabajadores o directores de fábricas de la Rusia  soviética que se llevaban productos que vendían en el mercado negro  estaban robando las materias primas proporcionadas por el estado.
Además, en cualquier tipo de estado socialista, nazi o comunista, el  plan económico del gobierno es parte de la ley suprema del territorio.  Todos tenemos una buena idea de lo caótico que es el llamado proceso  planificador del socialismo. Su mayor distorsión por trabajadores y  directores drenando materiales y suministros para producir para le  mercado negro, es algo a lo que un estado socialista está lógicamente  autorizado a considerar como un acto de sabotaje de su plan económico  nacional. Y como sabotaje es como lo considera cualquier código legal de  un estado socialista. Coherentemente con este hecho, la actividad del  mercado negro en un país socialista a menudo conlleva la pena capital.
Creo que un hecho fundamental que explica el reino absoluto de terror  que se encuentra en el socialismo es el increíble dilema en el que se  sitúa un estado socialista en relación con las masas de sus ciudadanos.  Por un lado, asume una responsabilidad completa del bienestar económico  individual. El socialismo al estilo ruso o bolchevique reconoce  abiertamente esta responsabilidad: es la fuente principal de su  atractivo popular. Por otro lado, de todas las formas que puedan  imaginarse, un estado socialista resulta una chapuza increíble en esta  tarea. Hace de la vida del individuo una pesadilla.
Todos los días de su vida, el ciudadano de un estado socialista debe  gastar tiempo en colas de espera inacabables. Para él, los problemas que  experimentaron los estadounidenses en relación con las escaseces de  gasolina en la década de 1970 son normales, solo que no los experimenta  en relación con la gasolina (pues no posee un coche y no tiene esperanza  de tener nunca ninguno), sino en relación con las cosas sencillas de la  vestimenta, de las verduras e incluso del pan. Aún peor es que se le  obliga frecuentemente a trabajar en un empleo que no ha elegido y que  por tanto debe indudablemente odiar. (Pues bajo la escasez, el gobierno  decide la asignación del trabajo igual que hace con la asignación de los  factores de producción). Y vive en una condición de increíble  hacinamiento, que apenas deja posibilidades de privacidad. (A la vista  de la escasez de vivienda, se asignan huéspedes a las casas; se obliga a  las familias compartir pisos. Y se adopta un sistema de pasaportes y  visados internos para limitar la severidad de la escasez de vivienda en  las zonas más deseables del país). Por decirlo suavemente, una persona  obligada a vivir en esas condiciones debe bullir de resentimiento y  hostilidad.
Entonces, ¿contra quién sería más lógico que los ciudadanos de un  estado socialista dirijan su resentimiento y hostilidad que contra el  mismo estado socialista? El mismo estado socialista que ha proclamado su  responsabilidad por su vida, le ha prometido una vida de felicidad y es  de hecho responsable de una vida infernal. De hecho, los líderes de un  estado socialista viven un dilema mayor, ya que cada día animan al  pueblo a creer que el socialismo es un sistema perfecto, cuyos malos  resultados solo pueden ser obra de gente malvada. Si eso fuera verdad,  ¿quiénes podrían ser razonablemente esos hombres malvados, salvo los  propios gobernantes, que no solo han hecho infernales sus vidas, sino  que han pervertido un sistema supuestamente perfecto para hacerlo?
De esto se deduce que los gobernantes de un estado socialista deben  vivir aterrorizando a la gente. Por la lógica de sus acciones y sus  enseñanzas, el bullente resentimiento del pueblo puede hacerle  levantarse y tragárselo en una orgía de sangrienta venganza. Los  gobernantes sienten esto, incluso aunque no lo admitan abiertamente, y  por tanto su mayor preocupación es siempre mantener a raya a la  ciudadanía.
Consecuentemente, es verdad por muy inadecuado decir simplemente  cosas como que al socialismo le falta la libertad de prensa y de  expresión. Por supuesto, le faltan estas libertades. Si el gobierno  posee todos los periódicos y editoriales, si decide para qué fines va a  estar disponibles el papel, entonces evidentemente nada puede imprimirse  que el gobierno no quiera que se imprima. Si posee todas las salas de  reuniones, no puede realizarse ninguna conferencia o discurso público  que el gobierno no quiera que se realice. Pero el socialismo va mucho  más allá de la mera falta de libertad de prensa y expresión.
Un gobierno socialista aniquila totalmente estas libertades.  Convierte a la prensa y a cualquier foro público en un vehículo de  propaganda histérica en su favor y se dedica a la incansable persecución  de todo el que se atreve a desviarse un centímetro de su línea oficial  del partido.
La razón de estos hechos es el terror del pueblo de los gobernantes  socialistas. Para protegerse, deben ordenar que el ministro de  propaganda y la policía secreta trabajen constantemente. Uno, para  desviar continuamente la atención del pueblo de la responsabilidad del  socialismo, y de los gobernantes del socialismo, por la miseria del  pueblo. La otra, para secuestrar y silenciar a cualquiera que pueda  sugerir siquiera sea remotamente la responsabilidad del socialismo o de  sus gobernantes (secuestrar a cualquiera que empiece a mostrar señales  de pensar por sí mismo). Es a causa del terror de los gobernantes y su  desesperada necesidad de encontrar cabezas de turco para los fracasos  del socialismo, por lo que la prensa de un país socialista está siempre  llena de historias acerca de conspiraciones y sabotajes extranjeros y  acerca de la corrupción y mala dirección por parte de los oficiales  subordinados y por lo que es necesario destapar periódicamente  conspiraciones nacionales a gran escala y sacrificar a altos  funcionarios y facciones completas en purgas gigantescas.
A causa de su terror y su desesperada necesidad de aplastar cualquier  respiro incluso de una potencial oposición, los gobernantes del  socialismo no se atreven a permitir ni siquiera actividades puramente  culturales que no estén bajo el control del estado. Pues si la gente va a  reunirse para un espectáculo artístico o un recital de poesía que no  esté controlado por el estado, los gobernantes deben temer la  diseminación de ideas peligrosas. Cualquier idea no autorizada es una  idea peligrosa, porque puede llevar al pueblo a empezar a pensar por sí  mismo y por tanto empezar a pensar acerca de la naturaleza del  socialismo y sus gobernantes. Los gobernante debe temer la reunión  espontánea de un puñado de personas en una sala y utilizar la policía  secreta y su aparato de espías, informadores y terror o para detener  esas reuniones o para asegurarse de que su contenido es completamente  inocuo desde el punto de vista del estado.
El socialismo no puede prevalecer mucho tiempo excepto bajo el  terror. Tan pronto como se relaja el terror, el resentimiento y la  hostilidad empiezan lógicamente a brotar contra los gobernantes. Así que  la situación esta lista para la revolución o la guerra civil. De hecho,  en ausencia de terror o, más correctamente, de un suficiente grado de  terror, el socialismo se caracterizaría por una serie inacabable de  revoluciones y guerras civiles, ya que cada nuevo grupo de gobernantes  resultarían tan incapaces de hacer que el socialismo funcionara con  éxito como sus antecesores. La consecuencia inevitable a realizar es que  el terror realmente experimentado en los países socialistas no era  simplemente obra de hombres malvados, como Stalin, sino que deriva de la  naturaleza del sistema socialista. Stalin podría pasar a primer plano  porque su inusual voluntad y astucia en uso del terror eran las  características concretas más necesarias para un gobernante socialista  para mantenerse en el poder. Subió al poder por un proceso de selección  natural socialista: la selección de los peores.
Tengo que advertir acerca de una posible mala comprensión respecto de  mi tesis de que el socialismo es totalitario por su naturaleza. Esto  afecta a los países supuestamente socialistas gobernados por  socialdemócratas, como Suecia y los demás países escandinavos, que está  claro que no son dictaduras totalitarias.
En esos casos, es necesario apreciar que al tiempo que estos países  no son totalitarios, tampoco son socialistas. Sus partidos gobernantes  pueden propugnar el socialismo como su filosofía o su objetivo último,  pero no es el socialismo lo que han implantado en su sistema económico.  Su sistema económico real es el de una economía intervenida de mercado,  como la llamaba Mises. Aunque más intervenida que la nuestra en aspectos  importantes, su sistema económico es esencialmente similar al nuestro,  en que la fuerza motriz característica de la producción y la actividad  económica no es el decreto del gobierno, sino la iniciativa de los  propietarios privados motivada por la perspectiva de un beneficio  privado.
La razón por la que los socialdemócratas no establecen el socialismo  cuando llegan al poder es que no están dispuestos a hacer lo que hace  falta. El establecimiento del socialismo como sistema económico requiere  un acto masivo de robo (deben apropiarse los medios de producción de  sus propietarios y entregarse al estado). Dicha apropiación es  prácticamente seguro que provocaría una resistencia importante por parte  de los propietarios, resistencia que solo puede superarse por el uso de  fuerza masiva.
Los comunistas estaban y están dispuestos a aplicar dicha fuerza,  como evidenciaba la Rusia soviética. Su carácter es el de los ladrones  armados dispuestos a matar si es necesario para realizar el robo. Por el  contrario, el carácter de los socialistas se parece más al de los  rateros, que pueden hablar de dar un gran golpe algún día, pero en  realidad no están dispuestos al homicidio necesario, así que renuncian  ante la más mínima señal de resistencia seria.
Respecto de los nazis, generalmente no tenían que matar para  incautarse de la propiedad de otros alemanes que no fueran judíos. Esto  pasó porque, como hemos visto, establecieron el socialismo furtivamente,  a través de controles de precios, que servían para mantener el disfraz  externo y apariencia de propiedad privada. Los propietarios privados se  veían así desprovistos de su propiedad sin saberlo y por tanto no  sentían la necesidad de defenderla por la fuerza.
Creo haber demostrado que el socialismo (el socialismo real) es totalitario por su propia naturaleza.
En el momento actual en Estados Unidos no tenemos socialismo en  ninguna forma. Y no tenemos una dictadura, no digamos una dictadura  totalitaria.
Tampoco tenemos aún fascismo, aunque nos vayamos acercando a él.  Entre los elementos esenciales que aún faltan están el gobierno del  partido único y la censura. Seguimos teniendo libertad de expresión y  prensa y elecciones libres, aunque ambas hayan sido socavadas y no puede  garantizarse su pervivencia continua.
Lo que tenemos es una economía intervenida de mercado que está  creciendo en su intervención  y que se caracteriza por una creciente  pérdida de la libertad individual. El crecimiento de la intervención  económica del gobierno es sinónimo de una pérdida de libertad individual  porque significa iniciar cada vez más el uso de fuerza física para que  la gente haga lo que no elige hacer voluntariamente o impedirle que haga  lo que voluntariamente elige hacer.
Como el individuo es el mejor juez de sus propios intereses y al  menos por lo general busca hacer lo que le interesa hacer y evitar lo  que dañe sus intereses, de esto se deduce que cuando mayor sea el grado  de intervención pública, mayor seré le grado en que se impide a los  individuos hacer los que les beneficia y en su lugar se les obliga a  hacer lo que les causa pérdidas.
Hoy en Estados Unidos, el gasto público federal, estatal y local suma  casi la mitad de los ingresos monetarios de la porción de la ciudadanía  que no trabaja para la administración. Quinces departamentos del  gabinete federal y un número mucho mayor de agencias regulatorias  federales, juntos, en la mayor parte con equivalente a nivel estatal y  local, se entrometen regularmente en prácticamente todas las áreas de la  vida del ciudadano individual. Se le grava, obliga y prohíbe de  incontables maneras.
Los efectos de tal interferencia pública masiva son el desempleo, los  precios al alza, la caída de los salarios reales, la necesidad de  trabajar más y más duro y el crecimiento de la inseguridad económica.  Otro efecto es el crecimiento de la ira y el resentimiento.
Aunque la política de intervencionismo del gobierno sea su objetivo  lógico, la ira y el resentimiento que siente la gente normalmente se  dirigen por el contrario contra los empresarios y los ricos. Es un error  alimentado en su mayor parte por un establishment intelectual y medios  de comunicación ignorantes y envidiosos.
Y de acuerdo con esta actitud, desde el colapso de la burbuja del  mercado bursátil, que fue en realidad creado por la política de  expansión del crédito de la Reserva Federal y luego pinchada por su  abandono temporal de esa política, los fiscales públicos han adoptado lo  que parece una política particularmente vengativa hacia ejecutivos  culpables de falta de honradez financiera, como si sus acciones fueran  responsables de las pérdidas extendidas que resultaron del colapso de la  burbuja. Así, al antiguo jefe de una gran compañía de  telecomunicaciones se le ha sentenciado recientemente a veinticinco años  de prisión. Otros altos ejecutivos han sufrido sentencias similares.
Más inquietante es que el poder del gobierno para obtener simples  acusaciones criminales se ha convertido en equivalente al poder de  destruir una empresa, como ocurrió en el caso de Arthur Andersen, la  principal empresa auditora. El uso amenazador de su poder fue entonces  suficiente para obligar a las grandes empresas de correduría de seguros  en Estados Unidos cambiaran sus directivas para satisfacer al Fiscal  General del Estado de Nueva York. No hay forma de describir esas  evoluciones que no sea que la condena y castigo sin juicio y la  extorsión del gobierno. Son grandes pasos a lo largo de un camino muy  peligroso.
Por suerte, sigue habiendo suficiente libertad en Estados Unidos como  para reparar todo el daño que se ha hecho. En primer lugar está la  libertad nombrarlo y denunciarlo.
Mas esencialmente, está la libertad de analizar y refutar la ideas  que subyacen a las políticas destructivas que han sido adoptadas o  pueden serlo. Y eso es lo que es crítico. Pues el factor fundamental que  subyace en el intervencionismo y, por supuesto, también en el  socialismo, ya sea nazi o comunista, no es sino las ideas erróneas,  sobre todo, las ideas erróneas respecto de la economía y la filosofía.
Hay ahora un cuerpo extenso y creciente de literatura que presenta  ideas sensatas en estos dos campos vitales. A mi juicio, los dos autores  más importantes de esta literatura son 
Ludwig von Mises  y Ayn Rand. Un conocimiento extenso de sus escritos es un requisito  previo indispensable para tener éxito en la defensa de la libertad  individual y el libre mercado.
Este instituto, el Instituto Ludwig von Mies, es el principal centro  mundial para la divulgación de las ideas de Mises. Presente un flujo  constante de análisis basados en sus ideas, análisis que aparecen en sus  revistas académicas, sus libros y publicaciones y en sus artículos  diarios de la web que se ocupan de los asuntos del momento. Enseña sus  ideas y las ideas relacionadas de otros miembros de la Escuela Austriaca  de economía a alumnos universitarios y a jóvenes profesores. Lo hace a  través de Universidad de Verano de Mises, las Conferencias de  Investigadores Austriacos y los distintos seminarios.
Dos formas muy importantes de luchar por la libertad son educarse  hasta el punto de ser capaz de hablar tan elocuentemente en su defensa  como lo hacen los investigadores asociados a este instituto o, si uno  tiene el tiempo o la inclinación para hacerlo, apoyar financieramente al  Instituto en su tarea vital en la medida en que se pueda.
Es posible invertir la corriente. No puede hacerlo una sola persona.  Pero un número grande y creciente de gente, formada en la causa de la  libertad económica y defendiendo y argumentando en su defensa siempre  que sea posible, es capaz de formar gradualmente las actitudes de la  cultura y por tanto de la naturaleza de su sistema político y económico.
Los que formáis esta audiencia ya estáis implicados en este gran  trabajo. Espero que continuéis e intensifiquéis vuestro compromiso.
Publicado el 11 de noviembre de 2005. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra 
aquí.