DE LA SANTIDAD DE LA IGLESIA
1. ¿Es la Iglesia Santa?
Sí. Lo dice la Sagrada Escritura en terminos formales: "Jesucristo ha amado la Iglesta, dice San Pablo, y se entregó por ella para santificarla, purificándola en el Bautismo por su palabras, para hacerla una Iglesia gloriosa, no teniendo mancha o arruga, ni cosa de este género, sino que es Santa e Inmaculada" (Ef. 5, 25)
"Vosotros sois, dice San Pedro, la estirpe escogida, el Sacerdocio Real, la Nación Santa, el Pueblo adquirido" (1 Pedro 2, 9)
2. ¿Es de la Iglesia de la tierra, o de la del Cielo, de quien se deben entender estas palabras de la Escritura?
De la una y de la otra. La santidad tiene principio en la tierra, y perfección en el Cielo; y no es santa la Iglesia en el Cielo, sino porque lo fue en la tierra: Sobre la tierra es donde fue purificada y santificada por Jesucristo.
3. ¿En qué es santa la Iglesia?
1º) En que Jesucristo, su cabeza, es Santo y es el manantial de toda santidad.
2º) La doctrina de la Iglesia es Santa y lo será siempre
3º) La Iglesia es Santa por la pureza de costumbres de un gran número de sus miembros No hay Santos sino en su gremio, ni salvación fuera de la Iglesia.
4. ¿Por qué decís que es santa la doctrina de la Iglesia?
1º)Porque no enseña la Iglesia como artículos de Fe, si no la pura doctrina que ha aprendido de Jesucristo por los Apostóles.
2º) La doctrina de la Iglesia, que es la palabra de Jesucristo, santifica a los que la siguen.
5. ¿Cómo sabemos que la Iglesia no enseña como artículos de Fe, si no lo que ha aprendido de Jesucristo por los Apostóles?
Hay dos medios para convencerse, de que el primero conviene sólo a los sabios; pero el segundo está a la vista de todo el Mundo.
6. ¿Cuál es el primero de estos medios?
Es el examinar cada dogma de la Iglesia por la Escritura Sagrada, y la Ttradición; que son los dos conductos por donde ha llegado a nosotros la doctrina de los Apostóles.
7. ¿Por qué decís que sólo los sabios pueden examinar cada dogma de la Iglesia por la Sagrada Escritura y por la Tradición?
Cada uno puede convencerse por la menor reflexión y por la experiencia. ¿Cómo pueden los simples e ignorantes entrar en disputas tan largas y difíciles? ¿Serían simples e ignorantes si pudieran entrar en ellas? Los que han pretendido que podía y debía cada fiel entrar en este examen, han fundado una máxima imposible (como ha enseñado la experiencia) y contraria a las Escrituras Sagradas, y a las luces de todo lo más esclarecido y Santo; y que jamás ha habido en la Iglesia y en la recta razón.
8. ¿Cuál es el segundo medio para saber si es la doctrina de la Iglesia conforme a lo que enseñaron los Apostóles?
Es poner alguna atención en las promesas que hizo Jesucristo a su Iglesia, y en que las mismas sectas separadas convienen todas. Son estas promesas, claras y precisas. Son siempre una prueba permanente de la infalibilidad de la Iglesia en todos los tiempos; y de la perseverancia con que ha de enseñar hasta el fin de los siglos las verdades que puso Jesucristo en depósito en los Apostóles, para trasladarlas a todos los Pueblos de la tierra.
9. ¿Qué es lo que prometió Jesucristo a su Iglesia?
1º) Que sería siempre animada por el Espíritu Santo
2º) Que la asistiria hasta el fin de los siglos, para librarla de caer en error. Los términos de estas promesas son claros y precisos. Los veis aquí:
"Yo pediré a mi Padre, dice Jesucristo, y os embiaré un otro consolador, que vivirá eternamente con vosotros: El Espíritu de verdad, que no puede recibir el Mundo, porque no le ve, ni le conoce. Pero vosotros le conoceréis, porque vivirá con vosotros, y estará con vosotros. Cuando venga este espíritu de verdad; enseñará toda verdad" (Jn 14, 16; Jn 16, 13)
Promete Jesucristo a su Iglesia, el espíritu de verdad, para vivir con ella eternamente. Luego el error, será eternamente desterrado.
"Tú eres Pedro; dice Jesucristo en otro lugar; y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia; y las puertas del Infierno, no prevalecerán contra ella" (Mt 16, 18)
"Toda potestad, dice aun en otro lugar Jesucristo; me ha sido dada en el Cielo y en la tierra. Id, enseñad a todas las Naciones, y Bautizadlas en el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Y veis aqui estoy siempre con vosotros hasta el fin de los siglos" (Mt 28, 18-20)
No hay palabra que perder de todas estas de Jesucristo. Veese primeramente que ha de permanecer siempre la Iglesia, y que no habrán de trastornarla todos los esfuerzos del Demonio, ni hacerla caer en error; porque si pereciese la Iglesia, o si se mudase su Fe; es evidente que habrían prevalecido contra ella el infierno y el espíritu de mentira.
Se ve en segundo lugar que hace Jesucristo mirar a sus Apostóles como un efecto de su omnipotencia, la protección que ha de dar a su Iglesia, hasta el fin de los siglos. Ha de estar siempre con ella, no la abandonará nunca. ¿Quién es quien puede resistir al todopoderoso? YO SOY yo a quien ha sido dada toda potestad en la tierra y en el Cielo. CON VOSOTROS, a quien yo envío para instruir a todas las Naciones, y para administrarles el Bautismo, y todos los otros Sacramentos. Yo estoy con vosotros bautizando, con vosotros instruyendo TODOS LOS DÍAS. No hay alguna interrupción que temer, ni habrá día, o momento, en que no sea verdad decir, que yo estoy con vosotros HASTA EL FIN DE LOS SIGLOS. No es sólo esto, mis Apóstoles, hasta vuestra muerte; es para siempre hasta el fin del Mundo.
Así esta promesa no mira a los Apóstoles solos: mira también a sus sucesores, en su ministerio, hasta el fin de los siglos. Según esta promesa, habrá, pues, una Iglesia hasta el fin de los siglos, que instruirá, baurizará, subsistirá contra los esfuerzos del Demonio; y que será asistida por Jesucristo, sin que él la abandone un sólo instante. Porque lo ha prometido, y es todopoderoso para ejecutar su promesa.
10. ¿Prueban claramente estas promesas que es la doctrina de la Iglesia, la misma que enseñaron los Apostóles, y que no ha sido alterada por error alguno?
Lo es sin duda. Si ha de animar siempre la Iglesia, el Espiritu Santo, y enseñarle toda vefdad; si no han de prevalecer las puertas del Infierno contra ella nunca; si ha de asistirla Jesucristo hasta el fin de los siglos, en la predicación de la verdad, y en la administración de los Sacramentos. Es cierta por una consecuencia necesaria, que sean siempre los Sacramentos santamente administrados en la Iglesia; que todas las verdades sea siempre en ella puramente predicadas, y que no pueda enseñar jamás algún error: Lo que supone que enseñará siempre lo que ella ha aprendido de los Apóstoles de Jesucristo.
11. ¿No parece seguirse de aquí que no hay persona en la Iglesia que pueda administrar mal los Sacramentos, ni enseñar algún error?
No se sigue esto; son hechas estas promesas a la Iglesia en cuerpo, y no a todos los particulares, que son sus miembros. Ha habido y habrá siempre en la Iglesia gentes, que harán esfuerzos para introducir el error
y el desorden; pero han sido, y serán siempre confundidos. Pueden engañarse los particulares en la administración de los Sacramentos, y en sus instrucciones; pero el cuerpo de la Iglesia no se ha engañado ni se engañará nunca en sus decisiones, ni las reglas, que señala para la administración de los Sacramentos; porque es el mismo Jesucristo, su Espíritu, Espíritu de verdad, quien forma estas decisiones y quien da estas reglas. Hemos visto que las promesas son allí expresas; y por esto dice San Pablo, que "la Iglesia es la base y la columna inmóvil de la verdad" (1 Timoteo 3, 15)
Es pues verdad decir que serán siempre los Sacramentos santamente administrados en la Iglelia, y que será enseñada siempre en ella la verdad.
12. ¿Por qué decís, que es capaz todo el Mundo de convencerse de la santidad de la doctrina de la Iglesia, haciendo atención a las promesas de Jesucristo?
Porque no es esto tan difícil de controvertir, como lo es el examen de cada dogma, en particular las promesas hechas a la Iglesia, son claras y patentes a todo el Mundo. No las contradice secta alguna separada: no es menester estudiar ni raciocinar sobre este punto. Pero cuando se está una vez persuadido de la verdad de estas promesas, la santidad de la Iglesia en su doctrina, su duración, y su infalibilidad, son todo esto una consecuencia tan natural, que la percibe todo el Mundo sin pena. Cualquiera que quiere pleitear sobre esto, es del número de aquellos espíritus, de quienes dice San Pablo, que "son condenados por su propio juicio" (Tito 3, 11)
13. ¿Por qué habéis dicho que la doctrina de la Iglesia hace Santos a los que la siguen?
Porque no enseña la Iglesia sino la doctrina de Jesucristo; ni puede enseñar cosa que sea contraria a ella. Pero no se puede santificar sino es creyendo, y practicando estas verdades. "Santificadlos en la verdad, dice Jesucristo en la oración referida por San Juan, vuestra palabra es la misma verdad". "Esta palabra, dice David, que ilumina, y convierte las almas" (Jn 17, 17; Salmo 8, 8)
14. ¿Por qué habéis dicho que no hay Santos, si no en el gremio de la Iglesia?
Porque fuera de la Iglesia no hay salvación. Todos los que mueren fuera de la Iglesia perecen, como perecieron por las aguas del diluvio todos los que no entraron en el Arca.
15. ¿Son Santos todos los que están en la Iglesia?
Todos son llamados a la santidad, pero no son todos Santos: "Muchos son los llamados, dice Jesucristo, pero poco los elegidos" (Mt 20, 16) : Lo que significa que deshonran mucho la santidad de su vocación, por la corrupción de su vida. La Iglesia de la tierra está compuesta de paja y de buen grano (ver Mt 3, 12; Mt 13, 25 ss.), de buenos y malos (ver Mt 22, 10), de miembros vivos y de miembros muertos, y los miembros muertos son en mayor número, que el de los vivos; pero fuera de la Iglesia, ni hay santidad ni salvación (ver S. Agustín, Conf. Cártago cap. 9; "de la unidad de la Iglesia)
16. ¿No se puede atribuir a la Iglefia la corrupción de sus hijos, en especial la de los Pastores; y decir que está la Iglesia corrompida, cuando los Pastores que la gobiernan, están corrompidos, y tienen una vida escandalosa?
No se puede juzgar del cuerpo de la Iglefia, por el vicio de los particulares: hablando San Pablo de los Pastores de su tiempo, se quejaba que "la mayor parte buscaba sus intereses, y no los de Jesucristo" (Fil. 2, 21) Se ha quejado siempre la Iglesia de este vicio de sus hijos, y le ha condenado siempre. Es menester juzgar de la santidad de la Iglesia por sus decisiones e instrucciones, y no por la conducta de algunos particulares; no ha autorizado ni autorizará nunca la Iglesia el mal en sus decisiones: siempre ha aprobado, y practicado el bien. "La Iglesia, dice San Agustín, ni hace, ni aprueba, ni permite nunca cosa que sea contra la Fe, y contra las buenas costumbres; aunque esté obligada por su caridad y sabiduría, a tolerar en algunos particulares el mal del que ella se queja, y que no puede corregir siempre. Léanse los Cánones de los Concilios y las instrucciones, de todo lo que ha habido en todos los tiempos, de Pastores esclarecidos y piadosos. Cuando se hallasen en algún Tribunal algunos Jueces de malas costumbres; si los decretos, que el cuerpo pronuncia son justos, no embarazará la mala vida de los particulares, que el Tribunal no sea estimado, y reverenciado como el Santuario de la Justicia". (ver San Agustín, carta 55...)
Msr Carlos Colbert, "Instrucciones Generales", 1710
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