domingo, 30 de septiembre de 2012

San Agustín, Sobre la mentira

San Agustín, Sobre la mentira: Por extraño que pueda parecernos, tal es la confrontación que existe entre comunidades de la Tradición Católica, que la mentira se volvió tolerable, cuando no, justificada. ¿Desde cuándo un sacerdote o un obispo puede, con toda tranquilidad mentir e injuriar? ¿Es acaso ese un principio católico?
Para recordar como son las cosas (y cómo deben ser) publicamos aquí el siguiente fragmento de la obra de San Agustín Contra la mentira, correspondiente al Capítulo III y IV. Éste texto puede ser leído en su versión completa haciendo click en el siguiente enlace.




CAPÍTULO III
Las mentiras católicas más perniciosas que las priscilianistas


4. Hay muchas clases de mentiras, pero todas debemos aborrecerlas sin distinción. Pues no hay ninguna mentira que no sea contraria a la verdad. Porque como la luz y las tinieblas, la piedad y la impiedad, la bondad y la iniquidad, el pecado y la obra buena, la salud y la enfermedad, la vida y la muerte, así son totalmente opuestas, entre sí, la verdad y la mentira. Por tanto, cuanto más amemos la verdad, tanto más debemos odiar la mentira. Con todo, hay ciertas mentiras que, aunque se digan con intención de engañar, en nada dañan al que las cree, aunque sean dañinas para el que las dice. Así, si el hermano y siervo de Dios, Frontón, te hubiera engañado en las cosas que te contó (lejos de mí el pensarlo) se hubiera, ciertamente, hecho daño a sí mismo pero no a ti, aunque tu hubieras creído, sin ninguna maldad, al testigo. Porque, hayan ocurrido las cosas como las ha contado o no, si uno cree que han sucedido así, aunque no hubieran ocurrido así, no hay nada en eso que se deba censurar como contrario a la regla de la verdad ni a la doctrina de la salvación eterna. Pero si alguien miente, en lo que atañe a la doctrina de Cristo, de modo que quien lo crea venga a convertirse en hereje, tanto más daño se hace a sí mismo el que miente cuanto más miserable hace a aquel que le cree. Mira, pues, cuál es nuestra responsabilidad cuando mentimos, contra la doctrina de Cristo, pues matamos el alma del que nos cree. Y, bajo el pretexto de atraer a los enemigos de esta doctrina, nos alejamos nosotros de ella; es más, al conquistar a los mentirosos, mintiendo, les enseñamos unas mentiras más graves. Pues una cosa es lo que dicen cuando mienten y otra cuando están equivocados. Porque, cuando enseñan su herejía, dicen cosas en las que están equivocados, pero cuando dicen sentir lo que no sienten o no sentir lo que sienten, dicen verdaderas mentiras. Si alguien se las cree, aunque no descubra su embuste, no perece por eso. Nadie se aparta de la norma católica por creer católico a un hereje que profesa dolosamente los dogmas católicos, pues lo cree católico, y, por eso, no le hace daño, porque no se equivoca respecto a su fe en Dios, que debe conservar íntegra, sino en la apreciación de la intención del prójimo, que no puede juzgar porque le está oculta. Ahora bien, cuando enseñan su herejía, el que les cree y la juzga verdadera, se hará partícipe de su error y de su condenación. Así sucede que cuando ellos explican dolosamente sus dogmas, en los cuales se engañan, con un mortífero error, entonces el que crea perecerá; pero nosotros, cuando predicamos los dogmas católicos en los que tenemos la fe verdadera, entonces el que crea se encontrará aunque estuviera perdido. Por otra parte, si los priscilianistas, para ocultar su veneno, se fingen católicos y algún católico los cree, éste seguirá siendo verdadero católico aunque ellos solo lo sean en apariencia. Por el contrario, si nos fingimos priscilianistas, para desenmascararlos, y aplaudimos sus dogmas, como si fueran los nuestros, y alguien creyera estas cosas, se quedará con nosotros o se fugará con ellos. En cuanto a lo que sucederá después, si serán liberados al decirles la verdad, los que ya hemos engañado, y si querrán escuchar al que ahora les enseña, pero que ya le han tachado de mentiroso, ¿quién lo sabrá con certeza?, ¿quién habrá que ignore que esto es incierto? De lo que se deduce que es más pernicioso, o, por decirlo más suavemente, más peligroso que los católicos mientan para captar a los herejes que el que mientan los herejes para ocultarse a los católicos. Porque el que cree a los católicos, que fingen lo que no son, o se hace hereje o se confirma en su herejía; en cambio, el que cree a los herejes, que mienten para ocultarse, no deja de ser católico. Para que esto se vea más claro, vamos a poner algunos ejemplos sacados de los mismos escritos que tú me has enviado para que yo los leyese.
5. Vamos a poner ante nuestros ojos a un hábil espía que se acerca a un hombre que sospecha que es un priscilianista y comienza a alabar, dolosamente, al obispo Dictinio, sea que le haya conocido en vida o que solo haya oído hablar de él. Esto aún es más tolerable porque se piensa que aquél fue católico, pues se corrigió de su error. Después evoca con veneración a Prisciliano, hombre impío y execrable, condenado, al fin, por sus nefandos crímenes y pecados. He aquí el primer paso en el arte de mentir. Con esa venerable evocación, con que se pretende tender las redes, si el que escucha no era un priscilianista convencido, se convencerá por esta predicación. La plática del espía sigue adelante y comienza a compadecerse de aquellos que el ángel de las tinieblas envolvió en tamaños errores que les ha hecho olvidar la dignidad de su alma y la claridad de su linaje divino. Luego la emprende con el libro de Dictinio, titulado Libra -porque contiene doce cuestiones, como la libra tiene doce onzas-, y lo ensalza con tales alabanzas, que la dicha Libra, que contiene horrendas blasfemias, viene a parecer más preciosa que muchos miles de libras de oro. En fin, esta astucia del embaucador termina por matar el alma del creyente, o, si ya la tenía muerta, sumergirla y enterrarla en el pozo más profundo de la muerte. Pero, dirás, luego será liberada. Pero ¿y qué ocurriría si no lo logramos, ya porque por algún impedimento no pueda realizarse el plan comenzado o por la obstinación de la mente del hereje, en no seguir adelante, aunque hubiese comenzado a confesar alguna cosa? Principalmente, porque, si descubre que ha sido tentado por un extraño, por eso mismo, intentará, con toda su astucia, ocultar lo que siente, por medio de la mentira, sobre todo cuando ha sabido con certeza que eso se puede hacer, sin culpa alguna, visto el ejemplo de su tentador. Y entonces, a este hombre, que piensa que se puede guardar la verdad por medio de la mentira, ¿cómo vamos a tener la cara de culparle y condenarle por lo que le hemos enseñado?
6. Quedaría, pues, muy claro que no dudamos en condenar, con toda la sinceridad de nuestra piedad, los perversos errores de la herejía priscilianista acerca de Dios, del alma, del cuerpo y de otros temas, pero en lo que se refiere a que se puede mentir para ocultar a verdad sería un dogma común, para nosotros y para ellos, lo que Dios no permita. Y este es un mal tan grande que, aun si nuestro empeño, de captarlos por medio de la mentira y cambiarlos, prosperase de modo que los captásemos y cambiásemos, ninguna ganancia puede compensar este daño, por el que nosotros mismos nos corrompemos al buscar su corrección. Al utilizar este embuste, nos pervertimos, en parte, a nosotros mismos, y a ellos los corregimos a medias, puesto que eso que piensan, que se puede mentir en pro de la verdad, no lo corregimos en ellos, ya que eso mismo nosotros lo sabemos, lo enseñamos y lo mandamos poner en práctica para lograr su corrección. Y, sin embargo, no les enmendamos, al no arrancarles esa patraña por la que pretenden que se puede camuflar la verdad; antes bien, nos engañamos a nosotros mismos al buscarles por medio de esa patraña. Además, nunca podremos saber la sinceridad de la conversión de aquellos a los que hemos mentido cuando estaban pervertidos, pues ¿acaso no van a hacer, una vez captados, lo que les han hecho para captarlos, no solo porque estaban acostumbrados a hacer eso, sino porque lo encontraron entre nosotros cuando llegaron?


CAPÍTULO IV
La mentira destruye la fe


7. Y, lo que es más lamentable, incluso esos mismos que ya casi se han hecho de los nuestros, no podrán encontrar modo de que nos puedan creer. Pues, si llegan a sospechar que nosotros hablamos con fingimiento, incluso de los dogmas católicos, para ocultarles no se qué otra cosa que juzgamos verdadera, entonces, ciertamente, el que sospecha esas cosas, al que se le diga: yo hice esto para captarte a ti, entonces, ¿qué le responderás al que te diga: cómo puedo saber que ahora no haces esto para no ser descubierto por mí? ¿O es que se puede creer que un hombre que mienta para ganar a otro y no mienta para impedir sea captado? Ya ves hasta dónde puede llegar este mal, pues no solo nos hace sospechosos a nosotros ante ellos y a ellos para nosotros, sino que, con razón, cada hermano se convierte en sospechoso para cada hermano. Y, así, mientras pretendemos enseñar la fe por medio de la mentira, conseguimos, justamente, que nadie tenga fe en nadie. Y si, además, mentir es hablar contra Dios, difícilmente podremos encontrar un mal tan grave como la mentira, pues se trata de un mal tan impío que debemos evitarlo por encima de todo.

San Agustín, Sobre la mentira

San Agustín, Sobre la mentira: Por extraño que pueda parecernos, tal es la confrontación que existe entre comunidades de la Tradición Católica, que la mentira se volvió tolerable, cuando no, justificada. ¿Desde cuándo un sacerdote o un obispo puede, con toda tranquilidad mentir e injuriar? ¿Es acaso ese un principio católico?
Para recordar como son las cosas (y cómo deben ser) publicamos aquí el siguiente fragmento de la obra de San Agustín Contra la mentira, correspondiente al Capítulo III y IV. Éste texto puede ser leído en su versión completa haciendo click en el siguiente enlace.




CAPÍTULO III
Las mentiras católicas más perniciosas que las priscilianistas


4. Hay muchas clases de mentiras, pero todas debemos aborrecerlas sin distinción. Pues no hay ninguna mentira que no sea contraria a la verdad. Porque como la luz y las tinieblas, la piedad y la impiedad, la bondad y la iniquidad, el pecado y la obra buena, la salud y la enfermedad, la vida y la muerte, así son totalmente opuestas, entre sí, la verdad y la mentira. Por tanto, cuanto más amemos la verdad, tanto más debemos odiar la mentira. Con todo, hay ciertas mentiras que, aunque se digan con intención de engañar, en nada dañan al que las cree, aunque sean dañinas para el que las dice. Así, si el hermano y siervo de Dios, Frontón, te hubiera engañado en las cosas que te contó (lejos de mí el pensarlo) se hubiera, ciertamente, hecho daño a sí mismo pero no a ti, aunque tu hubieras creído, sin ninguna maldad, al testigo. Porque, hayan ocurrido las cosas como las ha contado o no, si uno cree que han sucedido así, aunque no hubieran ocurrido así, no hay nada en eso que se deba censurar como contrario a la regla de la verdad ni a la doctrina de la salvación eterna. Pero si alguien miente, en lo que atañe a la doctrina de Cristo, de modo que quien lo crea venga a convertirse en hereje, tanto más daño se hace a sí mismo el que miente cuanto más miserable hace a aquel que le cree. Mira, pues, cuál es nuestra responsabilidad cuando mentimos, contra la doctrina de Cristo, pues matamos el alma del que nos cree. Y, bajo el pretexto de atraer a los enemigos de esta doctrina, nos alejamos nosotros de ella; es más, al conquistar a los mentirosos, mintiendo, les enseñamos unas mentiras más graves. Pues una cosa es lo que dicen cuando mienten y otra cuando están equivocados. Porque, cuando enseñan su herejía, dicen cosas en las que están equivocados, pero cuando dicen sentir lo que no sienten o no sentir lo que sienten, dicen verdaderas mentiras. Si alguien se las cree, aunque no descubra su embuste, no perece por eso. Nadie se aparta de la norma católica por creer católico a un hereje que profesa dolosamente los dogmas católicos, pues lo cree católico, y, por eso, no le hace daño, porque no se equivoca respecto a su fe en Dios, que debe conservar íntegra, sino en la apreciación de la intención del prójimo, que no puede juzgar porque le está oculta. Ahora bien, cuando enseñan su herejía, el que les cree y la juzga verdadera, se hará partícipe de su error y de su condenación. Así sucede que cuando ellos explican dolosamente sus dogmas, en los cuales se engañan, con un mortífero error, entonces el que crea perecerá; pero nosotros, cuando predicamos los dogmas católicos en los que tenemos la fe verdadera, entonces el que crea se encontrará aunque estuviera perdido. Por otra parte, si los priscilianistas, para ocultar su veneno, se fingen católicos y algún católico los cree, éste seguirá siendo verdadero católico aunque ellos solo lo sean en apariencia. Por el contrario, si nos fingimos priscilianistas, para desenmascararlos, y aplaudimos sus dogmas, como si fueran los nuestros, y alguien creyera estas cosas, se quedará con nosotros o se fugará con ellos. En cuanto a lo que sucederá después, si serán liberados al decirles la verdad, los que ya hemos engañado, y si querrán escuchar al que ahora les enseña, pero que ya le han tachado de mentiroso, ¿quién lo sabrá con certeza?, ¿quién habrá que ignore que esto es incierto? De lo que se deduce que es más pernicioso, o, por decirlo más suavemente, más peligroso que los católicos mientan para captar a los herejes que el que mientan los herejes para ocultarse a los católicos. Porque el que cree a los católicos, que fingen lo que no son, o se hace hereje o se confirma en su herejía; en cambio, el que cree a los herejes, que mienten para ocultarse, no deja de ser católico. Para que esto se vea más claro, vamos a poner algunos ejemplos sacados de los mismos escritos que tú me has enviado para que yo los leyese.
5. Vamos a poner ante nuestros ojos a un hábil espía que se acerca a un hombre que sospecha que es un priscilianista y comienza a alabar, dolosamente, al obispo Dictinio, sea que le haya conocido en vida o que solo haya oído hablar de él. Esto aún es más tolerable porque se piensa que aquél fue católico, pues se corrigió de su error. Después evoca con veneración a Prisciliano, hombre impío y execrable, condenado, al fin, por sus nefandos crímenes y pecados. He aquí el primer paso en el arte de mentir. Con esa venerable evocación, con que se pretende tender las redes, si el que escucha no era un priscilianista convencido, se convencerá por esta predicación. La plática del espía sigue adelante y comienza a compadecerse de aquellos que el ángel de las tinieblas envolvió en tamaños errores que les ha hecho olvidar la dignidad de su alma y la claridad de su linaje divino. Luego la emprende con el libro de Dictinio, titulado Libra -porque contiene doce cuestiones, como la libra tiene doce onzas-, y lo ensalza con tales alabanzas, que la dicha Libra, que contiene horrendas blasfemias, viene a parecer más preciosa que muchos miles de libras de oro. En fin, esta astucia del embaucador termina por matar el alma del creyente, o, si ya la tenía muerta, sumergirla y enterrarla en el pozo más profundo de la muerte. Pero, dirás, luego será liberada. Pero ¿y qué ocurriría si no lo logramos, ya porque por algún impedimento no pueda realizarse el plan comenzado o por la obstinación de la mente del hereje, en no seguir adelante, aunque hubiese comenzado a confesar alguna cosa? Principalmente, porque, si descubre que ha sido tentado por un extraño, por eso mismo, intentará, con toda su astucia, ocultar lo que siente, por medio de la mentira, sobre todo cuando ha sabido con certeza que eso se puede hacer, sin culpa alguna, visto el ejemplo de su tentador. Y entonces, a este hombre, que piensa que se puede guardar la verdad por medio de la mentira, ¿cómo vamos a tener la cara de culparle y condenarle por lo que le hemos enseñado?
6. Quedaría, pues, muy claro que no dudamos en condenar, con toda la sinceridad de nuestra piedad, los perversos errores de la herejía priscilianista acerca de Dios, del alma, del cuerpo y de otros temas, pero en lo que se refiere a que se puede mentir para ocultar a verdad sería un dogma común, para nosotros y para ellos, lo que Dios no permita. Y este es un mal tan grande que, aun si nuestro empeño, de captarlos por medio de la mentira y cambiarlos, prosperase de modo que los captásemos y cambiásemos, ninguna ganancia puede compensar este daño, por el que nosotros mismos nos corrompemos al buscar su corrección. Al utilizar este embuste, nos pervertimos, en parte, a nosotros mismos, y a ellos los corregimos a medias, puesto que eso que piensan, que se puede mentir en pro de la verdad, no lo corregimos en ellos, ya que eso mismo nosotros lo sabemos, lo enseñamos y lo mandamos poner en práctica para lograr su corrección. Y, sin embargo, no les enmendamos, al no arrancarles esa patraña por la que pretenden que se puede camuflar la verdad; antes bien, nos engañamos a nosotros mismos al buscarles por medio de esa patraña. Además, nunca podremos saber la sinceridad de la conversión de aquellos a los que hemos mentido cuando estaban pervertidos, pues ¿acaso no van a hacer, una vez captados, lo que les han hecho para captarlos, no solo porque estaban acostumbrados a hacer eso, sino porque lo encontraron entre nosotros cuando llegaron?


CAPÍTULO IV
La mentira destruye la fe


7. Y, lo que es más lamentable, incluso esos mismos que ya casi se han hecho de los nuestros, no podrán encontrar modo de que nos puedan creer. Pues, si llegan a sospechar que nosotros hablamos con fingimiento, incluso de los dogmas católicos, para ocultarles no se qué otra cosa que juzgamos verdadera, entonces, ciertamente, el que sospecha esas cosas, al que se le diga: yo hice esto para captarte a ti, entonces, ¿qué le responderás al que te diga: cómo puedo saber que ahora no haces esto para no ser descubierto por mí? ¿O es que se puede creer que un hombre que mienta para ganar a otro y no mienta para impedir sea captado? Ya ves hasta dónde puede llegar este mal, pues no solo nos hace sospechosos a nosotros ante ellos y a ellos para nosotros, sino que, con razón, cada hermano se convierte en sospechoso para cada hermano. Y, así, mientras pretendemos enseñar la fe por medio de la mentira, conseguimos, justamente, que nadie tenga fe en nadie. Y si, además, mentir es hablar contra Dios, difícilmente podremos encontrar un mal tan grave como la mentira, pues se trata de un mal tan impío que debemos evitarlo por encima de todo.

¿Es tu Iglesia "católica" la Verdadera Iglesia Católica que fundó Jesucristo?

¿Es tu Iglesia "católica" la Verdadera Iglesia Católica que fundó Jesucristo?:
Antipapa Juan Pablo II besando el Corán


¿Es tu Iglesia "católica" 
la Verdadera Iglesia Católica 
que fundó Jesucristo?

Nuestra Iglesia tiene 2000 años, fundada por Jesucristo en el Papado perenne de Pedro, el Primer Papa. Garantizando en él y en sus sucesores la indefectibilidad, inmutabilidad e infalibilidad de la verdadera Doctrina Cristiana. Es decir que ningún Papa puede desdecirse ni desdecir lo que ya otra antecesor ha pronunciado solemnemente, una vez y para siempre, desde la Cátedra de Pedro.

¿Tu Iglesia ha sido fundada en el año 1965 con la promulgación solemne del pérfido y falso "Concilio Vaticano II"? Entonces tu Iglesia no es la verdadera Iglesia que fundó Cristo; ni tu fe es la Fe que podrá salvarte.

Nosotros creemos que Fuera de la Iglesia Católica No hay Salvación, juntamente con todos los Papas: Ver las Pruebas Aquí.

¿Tú crees, en cambio, con el Vaticano II, Lumen Gentium # 16 que: “la divina Providencia tampoco niega los auxilios necesarios para la salvación a quienes sin culpa no han llegado todavía a un conocimiento expreso de Dios y se esfuerzan en llevar una vida recta, no sin la gracia de Dios"? Pues esa no es la verdadera Iglesia de Cristo, que en su Nuevo Testamento declara, en Romanos 1 ,19-21: “Puesto que lo que se puede conocer de Dios, les es manifiesto a ellos. Porque Dios se lo manifestó. Porque las cosas de él invisibles, se ven después de la creación del mundo, considerándolas por las obras criadas; aun su virtud eterna, y su divinidad: DE MODO QUE SON INEXCUSABLES".

Nosotros creemos con todos los Papas que quien no se somete al Sumo Pontífice y a la Sede Apostólica, queda excluido de la Iglesia Católica (1)

¿Tú crees, en cambio, con el Vaticano II, Lumen Gentium # 15, que: “La Iglesia se reconoce unida por muchas razones con quienes, estando bautizados, se honran con el nombre de cristianos, pero no profesan la fe en su totalidad o no guardan la unidad de comunión bajo el sucesor de Pedro.”? Pues tu religión no es la religión que fundó Cristo hace 2000 años, ¡y te irás al infierno si no te conviertes!

Nosotros creemos que la Iglesia REPRUEBA a los que sienten de un modo diverso a lo que la Iglesia Católica ha enseñado SIEMPRE (2)

¿Tú crees, en cambio, con el Vaticano II, Nostra Aetate (#4), que: “no se ha de señalar a los judíos como reprobados de Dios ni malditos"? Pues tu Iglesia es falsa y todos los que a sus herejías adhieren se condenarán, como se condenarán los antipapas heréticos del Vaticano II, los judíos y cismáticos:



Papa Eugenio IV, Concilio de Florencia, “Cantate Domino”, 1441, ex cathedra: 

“La Santa Iglesia romana firmemente cree, profesa y predica que nadie que no esté dentro de la Iglesia católica, no sólo los paganos, sino también judíos o herejes y cismáticos, puede hacerse partícipe de la vida eterna, sino que irá al fuego eterno que está aparejado para el diablo y sus ángeles (Mat. 25, 41), a no ser que antes de su muerte se uniere con ella; y que es de tanto precio la unidad en el cuerpo de la Iglesia (ecclesiastici corporis) que sólo a quienes en él permanecen les aprovechan para su salvación los sacramentos y producen premiso eternos los ayunos, limosnas y demás oficios de piedad y ejercicios de la milicia cristiana. Y que nadie, por más limosnas que hiciere, aun cuando derramare su sangre por el nombre de Cristo, puede salvarse, si no permaneciere en el seno y unidad de la Iglesia católica”

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(1) El Papa Pío IX, Amantissimus (# 3), 8 de abril de 1862: “Hay otras pruebas, casi incontables, extraídas de los testigos más confiables que clara y abiertamente testifican con gran fe, exactitud, respeto y obediencia que todos los que quieren pertenecer a la verdadera y única Iglesia de Cristo deben honrar y obedecer a esta Sede Apostólica y al Romano Pontífice.”/ El Papa Pío VI, Charitas (# 32), 13 de abril de 1791: “Por último, una palabra permanece junto a Nos. Porque nadie puede estar en la Iglesia de Cristo sin estar unido con su cabeza visible y fundada en la Sede de Pedro.”/ El Papa León XIII, Satis Cognitum (# 9), 29 de junio de 1896: “Tal ha sido constantemente la costumbre de la Iglesia, apoyada por el juicio unánime de los Santos Padres, QUE SIEMPRE HAN MIRADO COMO EXCLUIDO DE LA COMUNIÓN CATÓLICA Y FUERA DE LA IGLESIA A CUALQUIERA QUE SE SEPARE EN LO MÁS MÍNIMO DE LA DOCTRINA ENSEÑADA POR EL MAGISTERIO AUTÉNTICO.”

Recordemos que los Antipapas del Vaticano II han sido los primeros promotores de estas herejías, y que ellos no son Papas verdaderos (por más que usen ese nombre y casi todo el mundo los reconozca como tal) porque un Papa no puede ser hereje, ni contradecir la doctrina ya definida de Cristo a través de otro Papa.

(2): Papa Eugenio IV, Concilio de Florencia, Bula Cantate Domino, 1442, ex cathedra: “La sacrosanta Iglesia Romana, fundada por la palabra del Señor y Salvador nuestro, firmemente cree, profesa y predica a un solo verdadero Dios, omnipotente, inmutable y eterno, Padre, Hijo y Espíritu Santo (…) A cuantos, por consiguiente, sienten de modo diverso y contrario, [la sacrosanta Iglesia Romana] los condena, REPRUEBA y anatematiza, y proclama que son ajenos al cuerpo de Cristo, que es la Iglesia” 

Para más información, visite: Vaticano Católico 

viernes, 21 de septiembre de 2012

LA HOJA DEL ARCE - EL PEOR DE LOS FINALES, EL MEJOR DE LOS PRINCIPIOS

EL PEOR DE LOS FINALES, EL MEJOR DE LOS PRINCIPIOS


En cada momento, la mano de DIOS se hace sentir, sobretodo en el cuidado a su Iglesia.
Ahora en este tiempo de crisis y rupturas en tantas cosas, ahora que hay más que presagios, claros indicios de grandes cambios; el Espíritu Santo nos recuerda que la Iglesia -la única institución divina en la tierra- va a predominar y superar cualquier mal.
El otro día compartía con vosotros mi idea, de que en cada época, teníamos al Papa más conveniente. Hoy me ratifico en eso.
Puede ser que la Iglesia -siempre integrada por hombres de carne y hueso- en otros momentos de la Historia, haya tenido representantes no demasiado dignos. El Señor sabrá porque permitió esto y DIOS en su misericordia les haya perdonado a los que fueron así. Sin embargo, los últimos Papas, especialmente desde el inicio del Siglo XX, han sido modélicos en servicio y santidad...
Podría hablar de San Pío X que ya es santo, de Pío XII que tuvo que bregar y lo hizo contundentemente tanto con el nazismo, como con el marxismo, o de Juan XXIII el papa bueno, el del Concilio, que también está en proceso de beatificación; sin embargo quiero centrarme en los dos últimos Papas: Juan Pablo II y S.S. Benedicto XVI.
¿Habrá señal más inequívoca del mimo de DIOS por su Iglesia que la elección de estos dos gigantes de la fe y del amor de DIOS? Precisamente en estos momentos de este terremoto espiritual mundial estas dos figuras referentes son claramente providenciales. DIOS está nítidamente presente, yo no tengo duda.
Todos los Papas anteriores, y estos dos últimos lo confirman, vienen preparando al mundo para lo que ya, irremediablemente se nos viene encima. ¡Hay que saber leer en los signos de los tiempos!
No, no es pintar un panorama sombrío, no es vestir todo de sombras, solo basta mirar alrededor y contemplar.
Hoy los hombres son más tercos y obstinados que nunca, la dura cerviz bíblica ahora lo es, como en ninguna otra época.
Los hombres ya no quieren a DIOS, pero no se entienden entre ellos. Perdieron la comunicación con el cielo y también olvidaron como amarse. Los odios afloran, los enfrentamientos son continuos, las guerras se suceden. Separación, secesión y divorcio son palabras comunes que se aceptan individual y colectivamente y se alimentan cada día con nuevos insultos, con peores ofensas, con los desafíos más agravantes.
¿Hasta donde y hasta cuando va a permitir DIOS tanto...?
Al mismo tiempo, las pistas de un cambio inminente, nos las da también el mismo suelo que estamos pisando:
El cambio climático es un hecho. La capa de ozono sigue un deterioro que parece imparable. Los bosques cada vez arden con más frecuencia.  Se suceden muchos más terremotos y tsunamis, que en cualquier otro tiempo. Los polos de la tierra se deshielan irremediablemente y las tormentas solares nos afectan con mayor peligrosidad...; estos son hechos contrastables.
¿Cuanto tiempo nos resta para continuar viviendo tal como lo estamos haciendo ahora?
Son tantos los daños causados, es tal la velocidad vertiginosa de los acontecimientos, que la solución solo pasa por una transformación radical que únicamente debe venir de la mano de DIOS. Sin embargo, no podemos olvidar que Nuestro DIOS nos quiere y no nos va a abandonar a pesar de todos nuestros trapicheos, de nuestras enormes miserias.
Repito mi idea primera. Dios dispone para su Iglesia los Papas más apropiados para cada momento de su Historia. Pero los dos últimos Pontífices son poderosos focos de luz divina.
Juan Pablo II inició su reinado con una frase que debería ser la que nos guíe siempre, pero en estos -últimos tiempos- mucho más:
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¡NO TENGAIS MIEDO!
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El Santo Padre Benedicto XVI, lo sigue repitiendo y confirmando en muchos de sus discursos:
"San Juan nos dice que este amor perfecto aleja todo temor (Jn 4,18). Por eso os digo a todos vosotros: “No tengáis miedo”."
Benedicto XVI en La Valletta 18 de abril de 2010
"Las palabras con las que el ángel confortó los corazones atemorizados de las mujeres en la mañana de Pascua, se dirigen a todos: “¡No tengáis miedo!…No está aquí. Ha resucitado” (Mt 28,5–6).
Mensaje Urbi et Orbi de Benedicto XVI. Pascua 2006
"Por tanto, no tengáis miedo, cuando sea necesario, de ser inconformistas en la universidad, en el colegio y en todas partes"
Benedicto XVI a los jóvenes del UNIV el 19 de marzo de 2008.
Llama la atención las veces en las que el Santo Padre repite esas palabras: «No tengáis miedo». Lo hace en cantidad de sus discursos (esta es solo una pequeñísima muestra). Posiblemente sorprende más porque tendemos a relacionar esta expresión solo con JPII..., pero esta es una señal más, de que el mensaje es exactamente el mismo, porque así tiene que ser y no puede ser de otro modo. A lo que venga no hay que temerle, DIOS está con su pueblo siempre. Es fiel, como no lo somos, es bueno como deberíamos serlo. Es AMOR. ¡Quien como DIOS!
Ahora quisiera dar una nueva vuelta de tuerca. Ciertamente parece que estamos ante un seguro "fin" de algo, ante el cual NO debemos temer. Pero entonces me surge la siguiente pregunta:
¿Como deberíamos portarnos los cristianos de a pié, los que queremos ajustar nuestro paso a los del Señor, en estos momentos tan cruciales?, ¿Que debemos hacer?, ¿Como nos debemos comportar?
La respuesta, una de ellas al menos, yo me la encuentro precisamente gracias a la acción de los últimos Papas. Concretamente a las últimas canonizaciones que la Iglesia ha hecho.
A pesar de las muchas críticas por la premura de ciertas beatificaciones, el Magisterio de la Iglesia no hace nunca nada porque sí, más que nada porque está asistido por el Espíritu Santo..., y huelga decir más.
Los últimos santos que han subido a los altares, que al igual que los Papas han llegado cuando tenían que llegar; se sitúan como antorchas especialmente brillantes, para este nuevo tiempo.
¿Y que hicieron esos hombres y mujeres que la Iglesia hoy nos propone como modelos para estos días de ocaso?
Nada extraño, nada ajeno a lo que hicieron otros santos y santas de otros tiempos. La Iglesia no hace nada más que actualizar su mensaje y decirnos que la santidad es posible, en cualquier tiempo y circunstancia. Pero sobretodo creo que esos nuevos santos tienen algo muy en común:
Que yo sepa, a pocos de ellos se les conocen hechos particularmente extraordinarios. Creo que estos nuevos paradigmas que la Iglesia nos propone son los santos de "lo normal", de lo cotidiano, del día a día, del hacer cada día lo que hay que hacer, con esfuerzo, sin altavoces, sin grandes hazañas, salvo la tremenda aventura del amar día a día y cada día más.
Creo que un buen prototipo de esto es San Josemaría Escrivá, beatificado por el Papa Juan Pablo. San Josemaría es el santo del trabajo diario, pero en ese mismo saco podemos meter a Guisseppe Moscati que alcanzó la santidad ejerciendo su profesión, la medicina; o también a Josefina Bakhita, que la logró limpiando, cocinando y cuidando a los más pobres, hasta el final de su vida.
Estos son los grandes espejos en los que nos debemos ver los cristianos de este siglo. ¿Que debemos hacer, pues? Hacer simplemente LO QUE TENEMOS QUE HACER, y HACERLO POR AMOR.
Los santos son personas "normales" que sin levantar ruido, han amado a Dios y a los hombres, ese es el mensaje, también válido para este tiempo.
También –dice Benedicto XVI– los santos sencillos, es decir, las personas buenas que veo en mi vida, que nunca serán canonizados. Son personas normales, por decirlo así, sin un heroísmo visible, pero que en su bondad de todos los días veo la verdad de la fe. Esta bondad, que han madurado en la fe de la Iglesia, es para mi la apología más segura del cristianismo y la señal que indica dónde esta la verdad”.
Al final, el amor -de cada día- es lo único importante. Pero la pregunta consiguiente  y ya final es:
¿Podré afrontar SIN MIEDO todo lo que venga?, ¿Podré hacerlo yo, con mis fuerzas?,
La respuesta es clara, y nos las da otra vez el Papa:
Una vida santa no es fruto principalmente de nuestro esfuerzo, de nuestras acciones, porque es Dios, el que nos hace santos, y la acción del Espíritu Santo que nos anima desde nuestro interior, es la vida misma de Cristo Resucitado, que se nos ha comunicado, la que nos transforma”.
Sabiendo que nada depende de mis pobres fuerzas, quedo tranquilo. Y pongo en EL toda mi confianza. En realidad la santidad, no consiste tanto en "hacerse", como en dejarse hacer. "¡FIAT" (¡que enorme lección de Nuestra Madre!)
Ahí está la clave. Si este mundo en vez de empecinarse en CAER obstrusamente en el egoísmo, en la vanidad, en la soberbia, en el error, se abandonase a DIOS por entero, este final que ya se avecina -súbitamente-, sería el mejor de todos LOS PRINCIPIOS.
DIOS no nos deja, ni nos abandona.., la cuestión es que nosotros queramos -o no- aceptar su mano tendida. De nosotros, depende. ¡Ojalá sepamos darnos cuenta y rectificar!.. mientras haya tiempo..., que como sabemos es finito.
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jueves, 20 de septiembre de 2012

La Puerta Angosta: Ecología: ¡El Derecho de las Bacterias!

La Puerta Angosta: Ecología: ¡El Derecho de las Bacterias!


Ecología: ¡El Derecho de las Bacterias!
 


 

Ecología: ¡El Derecho de las Bacterias!

Pareciera que el Igualitarismo Sionista pretendiera hacernos creer, a corto plazo, que el hombre debiera someterse a las formas más inferiores de vida; so pena de convertirse en un "nazi":

"Cuando se trata de animales, todas las gentes son nazis", dice el premio nobel, judío y sionista, Isaac Bashevis Singer.

¿Y cómo no ver en esta "Shoa" animalística; una judaica intención de someter lo superior a lo inferior, con las excusas de igualdad de derechos?

"Rehúso comer los animales porque no puedo nutrirme con el sufrimiento y la muerte de otras criaturas. Lo rehúso porque yo he sufrido tanto que puedo sentir el dolor de los demás cuando recuerdo el mío" dice el otro predicador judío del falso holocausto Edgar Kupfer-Koberwitz.

Dadas de las premisas del judío "Movimiento de la Liberación", del Nuevo Orden Mundial, de la Ecología del Mañana; prontamente será un "pecado universal" usar antibióticos contra las bacterias, antídotos contra la peste y el envenenamiento global. Pues no es otra la meta: Envenenar a la Población; y Permitir que se la Envenene.

Se sabe que las ratas buscan el cerebro desprotegido de los recién nacidos, por quienes tienen un olfato especial. Pues muy pronto, los que aprueban el derecho del Aborto y la Eutanasia, ¡los mismos!, nos asediarán por matar una rata; ¡y cualquier alimaña!

La Ecología no se ha inventado para proteger al hombre del mal uso de la naturaleza; sino para hacer un mal hombre de naturaleza en desuso; y para abolir todo orden y jerarquía que existe en la Creación. Y ella ha penetrado en la concepción colectiva a través de la denuncia de ese mismo "mal uso" que la ha engendrado, y que por ella actúa y se impone. ¡Paradoja recurrente de este siglo hipócrita! "Dicen paz y buscan guerra": "Sí, porque han engañado a mi pueblo, diciendo: "¡Paz!", cuando no hay paz. Y cuando alguien edifica un muro, he aquí, ellos lo recubren con cal" (Ezequiel 13, 10)

Desde la Educación, la Prensa, los Medios de Comunicación, la Seudo-Religión Mundial, el alma.

Desde las vacunas, alimentos. agua fluorada, el cuerpo.

Para su cometido, el Nuevo Orden Mundial, las Políticas Materialistas y Ateas y el Sionismo Judaico.


Don Francisco Delafuente

Este 17 de Septiembre, DCCXCII Aniversario de la Estigmatización de San Francisco de Asís

Este 17 de Septiembre, DCCXCII Aniversario de la Estigmatización de San Francisco de Asís:
Lienzo de la Estigmatización, obra de
Vicente  Carducho (1576-1638). Hospital
de San Francisco de Asís.
Madrid, España.
Es histórico y comprobado que San Francisco de Asís portó en sus manos y en su costado las santas llagas a semejanza de Cristo Crucificado, en un regalo y don que Cristo mismo le concedió. El cómo se dio este acontecimiento milagroso, es narrado por sus biógrafos, especialmente por el fraile Tomás de Celano, autor de la Vida Primera y Segunda de San Francisco de Asís.



Narramos a continuación las escenas previas y posteriores a este portento, basándonos precisamente en sus biógrafos, fechando este acontecimiento en el año de 1224.





Subida al monte de la Verna



(Julio-agosto, 1224). Si Francisco visitó el eremitorio de la Verna antes de 1224, de ello no hay memoria alguna.



Es más, a juzgar por lo que cuentan los biógrafos, se diría que sólo estuvo allí ese año. Se dice, en efecto, que Francisco salió de Asís con algunos compañeros y tomó el camino que sube por el valle superior del Tíber. Después de pasar una mala noche en el eremitorio de Montecasale, sus compañeros contrataron a un campesino de la villa de Tiso, para que los acompañara con su jumento hasta La Verna.



"Eres tú Francisco, de quien todos hablan", le preguntó el buen hombre, nada más verlo. "Sí, soy yo", le respondió él. "Pues procura ser tan bueno como la gente cree que eres, y no la defraudes", sentenció el labriego, lo que hizo que el santo se apeara enseguida del burro y le besara los pies.



Era casi a mediados de agosto. En la subida, el calor se hacía insoportable y el campesino, muerto de sed, pedía a gritos un poco de agua. "Vete allí y la encontrarás -le dijo Francisco- El Señor la ha hecho brotar para ti". Así fue; y añaden los cronistas que en aquella ladera nunca hubo manantial alguno.



Cerca ya del eremitorio, el grupo se detuvo a  descansar bajo una encina y, mientras el santo contemplaba el lugar, se vió rodeado de una multitud de pájaros de toda especie, que manifestaban su alegría con sus trinos y el batir de alas. Alguno incluso se posó sobre él, lo que hizo exclamar: "Me parece que el Señor le agrada que vengamos a este monte".



Reemprendida la marcha, enseguida llegaron a un repecho cercano a la cima, donde vivían no más de dos o tres compañeros, en un pequeño eremitorio rodeado de bosques, al borde de una enorme grieta en las peñas, desde donde se divisaba un espectacular panorama.



El conde Orlando, apenas supo de la llegada del santo subió a saludarlo y, a petición suya, ordenó a sus hombres que le hicieran una choza o celda al pie de un haya grande, al borde del precipicio y como a un tiro de piedra del oratorio.



Al despedirse, esa misma tarde, el conde se ofreció a los hermanos para lo que necesitaran, de modo que pudieran dedicarse enteramente a la oración, libres de preocupaciones, pero Francisco después, a solas, aconsejó a los suyos que no tuviesen muy en cuenta su generoso ofrecimiento, alegando que "hay un contrato entre el mundo y los frailes menores: vosotros le debéis buen ejemplo y él, a cambio, os debe el sustento; mas si un día faltaseis al compromiso, el mundo, con razón, os volverá la espalda".



Y añadió: "Tengo intención de quedarme aquí, sólo con Dios y llorando mis pecados. No permitáis que se me acerque ningún seglar. Responded vosotros por mí. Fray León me traerá algo de comer, cuando lo crea conveniente".



Cuaresma en honor de San Miguel



(15 agosto - 29 septiembre, 1224). Al cabo de unos días Francisco, queriendo conocer lo que el Señor quería de él, tomó, como de costumbre, los evangelios, oró y lo abrió por tres veces.



En las tres ocasiones el texto hablaba del anuncio de la pasión de Jesús, como dándole a entender que tenía que seguir soportando angustias, combates y tribulaciones, mas no por eso se acobardó, pues jamás regateó sufrimiento o sacrificio alguno, con tal que la voluntad de Dios se cumpliera en él. Su sabiduría y mayor aspiración fueron siempre esas.



Atraído por los signos que el Señor le iba manifestando, Francisco decidió prolongar su estancia allí durante toda una cuaresma de ayuno, entre las fiestas de la Asunción de la Virgen (15 de agosto) y del Arcángel San Miguel (29 de septiembre), de quienes era especialmente devoto. Según su costumbre, buscó el lugar más apartado que pudo, donde no pudiera ser visto ni oído por sus propios compañeros.



Lo encontró al otro lado del precipicio, a donde se podía acceder sólo mediante un tronco atravesado a modo de puente. Entonces pidió a los hermanos que le prepararan una celda, y les dio estas instrucciones: "Ninguno de vosotros debe de acercarse aquí, ni ningún seglar. Sólo tú, fray León, vendrás una vez, durante el día, a traerme agua y un poco de pan, y otra vez por la noche, para rezar maitines.



Te acercarás a la pasarela y dirás: Señor, ábreme los labios. Y si no te respondo, márchate enseguida". Tales precauciones eran debidas a que no le gustaba que lo sorprendieran en uno de sus frecuentes éxtasis.



Apenas se quedó solo, temiendo que aquel retiro fuese sólo un pretexto para descansar y huir de las fatigas de la predicación, pidió al Señor otra señal de que aquello era voluntad suya. A la mañana siguiente, mientras rezaba, creyó ver la respuesta en los pájaros de toda especie que, uno por uno, sobrevolaban la celda, alegrándolo con sus trinos.



Entre ellos había un halcón, que tenía su nido junto a su choza, y cada noche lo despertaba a la hora de maitines, excepto cuando no se encontraba bien; entonces lo dejaba dormir hasta el amanecer.



Mas no todo fueron consuelos en aquel monte. El santo confesó al compañero que el demonio lo molestaba mucho por la noche, por eso ayunaba con mayor rigor, a pan y agua, y pasaba las noches en vela, orando y mortificándose.



Fray León, cada mañana preparaba el fuego en una choza donde el Santo solía comer, y luego iba a su celda, a leerle el Evangelio del día, pues aún no estaba permitido a los hermanos Menores celebrar la Misa de campaña.



Después de las lecturas, tomadas de un breviario que ahora se conserva en Asís, en el monasterio de Santa Clara, Francisco besaba la página con respeto, y luego se iba a comer. Pero un día, el fuego prendió en la choza y él, por el gran respeto que sentía por las criaturas, en especial por el "hermano fuego", no quiso ayudar a los hermanos a apagarlo, limitándose a poner a salvo una piel con la que se tapaba por las noches; mas luego confesó al compañero: "He pecado de avaricia. No la usaré más".



Otro día estuvo a punto de despeñarse por el precipicio, mientras buscaba un lugar más recogido para orar en una cavidad formada por enormes bloques de piedra desprendidos y atravesados sobre la hendidura del monte. Una de las piedras cedió y se salvó de puro milagro. según él, era una más de las insidias del diablo.



En cierta ocasión, mientras observaba aquella espantosa grieta, se le reveló que la produjo el mismo terremoto que resquebrajó el Calvario en el momento de la muerte de Jesucristo, y que Dios lo había dispuesto así porque en ese monte debía renovarse su Pasión. Francisco quedó tan impresionado, que se refugió enseguida a su celda, a tratar de descifrar aquel misterio. Desde entonces se hizo más frecuente la intensidad y dulzura de la contemplación.



Visión del Serafín e impresión de las llagas



(13-14 septiembre, 1224). El verano tocaba a su fin. Una noche de luna llena, fray León fue, como siempre, a rezar maitines con Francisco, mas éste no respondió a la contraseña. Entre preocupado y curioso, el hermano cruzó la pasarela y fue a buscarlo. Lo encontró en un claro del bosque, de rodillas, en medio de un gran resplandor, con el rostro levantado, mientras decía: "¿Quién eres tú, mi Señor, y quién soy yo, gusano despreciable e inútil siervo tuyo", y levantaba las manos por tres veces.



El ruido de sus pasos sobre la hojarasca delató a fray León, que tuvo que confesar su culpa y explicar al Santo lo que había visto. Entonces éste decidió explicarle lo sucedido: "Yo estaba viendo por un lado el abismo infinito de la sabiduría, bondad y poder de Dios, pero también mi lamentable estado de miseria. Y el Señor, desde aquella luz, me  pidió que le ofreciera tres dones.



Le dije que sólo tenía el hábito, la cuerda y los calzones, y que aún eso era suyo. Entonces me hizo buscar en el pecho, y encontré tres bolas de oro, y se las ofrecí, comprendiendo enseguida que representaban los votos de obediencia, pobreza y castidad, que el Señor me ha concedido cumplir de modo irreprochable. Y me ha dejado tal sensación, que no dejo de alabarlo y glorificarlo por todos sus dones. Mas tú guárdate de seguir espiándome y cuida de mí, porque el Señor va a obrar en este monte cosas admirables y maravillosas como jamás ha hecho con criatura alguna". Fray León no pudo dormir aquella noche, pensando en lo que había visto y oído.



Uno de aquellos días se apareció un ángel  a Francisco y le dijo: "Vengo a confortarte y avisarte para que te prepares con humildad y paciencia a recibir lo que Dios quiere hacer de ti". "Estoy preparado para lo que él quiera", fue su respuesta.



La madrugada del 14 de septiembre, fiesta de la Santa Cruz, antes del amanecer, estaba orando delante de la celda, de cara a Oriente, y pedía al Señor "experimentar el dolor que sentiste a la hora de tu Pasión y, en la medida de los posible, aquel amor sin medida que ardía en tu pecho, cuando te ofreciste para sufrir tanto por nosotros, pecadores"; y también, "que la fuerza dulce y ardiente de tu amor arranque de mi mente todas las cosas, para yo muera por amor a ti, puesto que tú te has dignado morir por amor a mi".



De repente, vio bajar del cielo un serafín con seis alas. Tenía figura de hombre crucificado. Francisco quedó absorto, sin entender nada, envuelto en la mirada bondadosa de aquel ser, que le hacía sentirse alegre y triste a la vez. Y mientras se preguntaba la razón de aquel misterio, se le fueron formando en las manos y pies los signos de los clavos, tal como los había visto en el crucificado.



En realidad no eran llagas o estigmas, sino clavos, formados por la carne hinchada por ambos lados y ennegrecida. En el costado, en cambio, se abrió una llaga sangrante, que le manchaba la túnica y los calzones.



Explicaba fray León que el fenómeno fue más palpable y real de lo muchos creen, y que estuvo acompañado de otros signos extraordinarios corroborados por testigos, que creyeron ver el monte en llamas, iluminando el contorno como si ya hubiese salido el sol.



Algunos pastores de la comarca se asustaron, y unos arrieros que dormían se levantaron y aparejaron sus mulas para proseguir su viaje, creyendo que era de día. La aparición de Francisco con los brazos en cruz y bendiciendo a los frailes reunidos en Arlés, mientras San Antonio de Lisboa o de Padua predicaba acerca de la inscripción de la cruz (Jesús Nazareno Rey de los Judíos) debió de ser una confirmación del prodigio, pues los capítulos provinciales, según la Regla, se celebraban en septiembre, en torno a la fiesta de San Miguel (San Antonio estuvo en Provenza del 1224 al 1226).



Así parece darlo a entender San Buenaventura, cuando escribe que "más tarde se comprobó la veracidad del hecho, no sólo por los signos evidentes, sino también por el testimonio explícito del Santo".



Cuando fray León acudió aquella mañana a prepararle la comida, Francisco no pudo ocultarle lo sucedido. Desde aquel instante, él será su enfermero, encargado de lavarle cada día las heridas y cambiarle las vendas, para amortiguarle el dolor y las hemorragias; excepto el viernes, ya que el Santo no quería que nadie mitigara sus sufrimientos ese día.



Las cuatro prerrogativas de la Orden



(septiembre, 1224). Francisco aún permaneció dos semanas en aquella celda, hasta concluir la cuaresma, el 29 de septiembre. Uno de aquellos días, sintiéndose triste por el mal ejemplo de algunos hermanos de la Orden, y de otros que abandonaban su vocación, el Señor lo consoló con estas palabras: "¿Por qué te entristeces? ¿No soy yo quien hace que el hombre se convierta y haga penitencia en tu Orden? ¿quién le da fuerzas para perseverar, sino yo? Yo no te he escogido por que seas sabio, ni elocuente, sino por tu sencillez, para que todos sepan que soy yo quien cuida de mi rebaño. Yo te he puesto entre ellos como un signo, para que vean lo que hago en ti, y te imiten. Los que me siguen me tendrán a mí; los que no, perderán lo que creían tener. Por eso, no te aflijas; haz bien lo que haces, trabaja bien lo que trabajas, pues yo he plantado tu Orden en el amor perpetuo. La amo tanto, que si alguno la abandona y muere fuera de ella, yo llamaré a otro, para que ocupe su lugar. Y si aún no ha nacido, yo haré que nazca. Tanto la amo que, aunque sólo quedasen dos o tres hermanos, no la abandonaré jamás".



Después de esta revelación, cuando el compañero fue a prepararle la mesa a Francisco, lo encontró sentado delante de la piedra grande y cuadrada que le servía de mesa, y éste le ordenó lavarla, primero con agua, luego con vino y, finalmente, con aceite, porque, según le dijo, "sobre esta piedra ha estado sentado un ángel. Estaba yo pensando en la suerte que correría mi Orden cuando yo no exista, y el ángel me aseguró estas cuatro cosas: que la Orden de los Menores durará hasta el fin del mundo; que ningún hermano de mala voluntad perseverará muco tiempo en ella; que no vivirá mucho quien la persiga de propósito; y que ningún hermano que la ame acabará mal".



Alabanzas al Dios Altísimo y Bendición a fray León



(septiembre 1224). Durante su estancia en La Verna, fray León atravesó un momento de crisis espiritual y pensó que una palabra del Señor acompañada por una breve nota manuscrita del santo le aliviaría, como ya ocurrió unos meses antes, cuando recibió de él una cariñosa carta autógrafa.



Él no le dijo nada a San Francisco, pero éste lo llamó un día y le dijo: "Tráeme papel y tinta, que quiero escribir unas alabanzas que he compuesto para dar gracias a Dios por los beneficios recibidos". Y escribió las Alabanzas del Dios Altísimo. Luego, por la otra casa escribió la bendición sacerdotal que se encuentra en la Biblia (Num 6, 24-26) y debajo trazó el signo de la Tau, con que solía firmar sus escritos, y se lo entregó diciéndole: "Consérvalo cuidadosamente, hasta el día de tu muerte".



Fray León recuperó la paz y desde entonces conservó la nota en una bolsita que llevaba colgada al cuello, debajo del hábito. Ahora forma parte parte de las reliquias del Sacro Convento de Asís, donde fray León murió y está sepultado, a dos pasos de la tumba de San Francisco.

Venezuela de Antaño - Cuando el futuro de un país dependió de un solo hombre


Dr. Daniel José Sanchez Silva*

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A finales del mandato del presidente Medina Angarita, ya Venezuela era otra. Había culminado la segunda guerra mundial y el petróleo era el motor que movía al mundo. Desde el punto de vista político se habían conformado dos bloques el del este con la Futura “OTAN” y el del Oeste con el “Pacto de Varsovia”. La importancia que adquiría Venezuela era mayor debido a su situación geográfica y sus riquezas natural.


La apertura que había generado Medina a las organizaciones políticas también trajo como consecuencia la madurez de los grupos políticos en darse cuenta de la situación en la cual se hallaba el país y comenzaron a exigir los cambios acordes a los tiempos. Concomitantemente se había formado una oficialidad en la academia militar, profesional, intelectual que quería acabar para siempre con el fantasma del gomecismo dentro de las fuerzas armadas.

Las reformas que se pedían eran el sufragio universal si restricciones, voto popular y directo para la elección del presidente de la republica y los miembros del congreso por parte de todos los venezolanos hombres y mujeres, mayores de 18 años supieran ó no, leer y escribir. Elecciones limpias y alternabilidad del poder, manteniendo la no reelección inmediata del presidente de la republica.

Ante la presión ejercida sobre el gobierno por parte de los grupos políticos en especial Acción Democrática y de una logia militar incipiente de militares formados en la escuela de Chorrillos (Lima-Perú) los cuáles tenían sus propias exigencias, se busco un candidato de consenso el cual garantizaría las reivindicaciones de todos los sectores. Este candidato fue el Dr. Diógenes Escalante.

El Dr. Escalante, político, diplomático y periodista. Había permanecido fuera del país durante un largo tiempo en el servicio exterior. Fue embajador durante la presidencia de Castro, Gómez, López Contreras y Medina. Conocía muy bien la política exterior ya que estuvo de servicio diplomático en Holanda, Inglaterra, Francia, Alemania y para el momento de su llegada a Venezuela estaba acreditado en Washington. Tenía una relación personal con el presidente Truman el cual le hizo saber su agrado por su nominación presidencial. Este Tachirense de 66 años era el hombre en que se tenían todas las esperanzas para una transición democrática. Por este motivo Rómulo Betancourt y Raúl Leoni viajaran a Washington a entrevistarse con él y pedirle que acepte la candidatura presidencial para poner fin a la crisis política e iniciar un conjunto de reformas que ameritaba el país.

Escalante acepto la postulación y el 8 de agosto de 1945 (dos días después de lanzarse la bomba atómica a Hiroshima y el día que se lanzo a Nagasaki)  llega a Maiquetía en un vuelo de Pan American, donde es recibido con honores de jefe de estado. Se dice que más de 5000 personas y 1279 automóviles bajaron al aeropuerto, por la vieja carretera de la Guaira. Fue recibido personalmente por Arturo Uslar Pietri (ministro de relaciones interiores), Jovito Villalba, Rafael Vegas y Ramón Díaz Sánchez entre otros. Sin duda alguna este hombre representaba la transición pacifica hacia la democracia y el fin del fantasma del gomecismo, encarnado por la amenaza de reeleccion de Eleazar López Contreras.

Sin embargo el 2 de septiembre de 1945, estando alojado en la suite presidencial del hotel el Ávila, y antes de una reunión pautada con el presidente Medina Angarita, el futuro mandatario comienza a desvariar mentalmente. Repetía incesantemente que alguien le había robado sus camisas, sus pañuelos y su chequera. Sin embargo todas sus prendas se encontraban intactas en su guardarropa, aunque el seguía insistiendo en lo mismo. Se le informa de inmediato a Medina, quien ordena que lo trasladasen a otro lugar para que una junta medica lo examinara.  

Al día siguiente es examinado por los Doctores: Rafael González Rincones, Vicente Peña, Miguel Ruíz Rodríguez, Félix Lairet, León Mir, Pedro Castro y Enrique Tejera Paris quien la dirigía. El diagnostico fue que “había perdido la Razón”, aun hoy en día se especula si fue una enfermedad cerebrovascular, algún tipo de demencia debido al estrés, o esquizofrenia. Lo cierto fue que el Dr. Escalante ya no estaba capacitado para ejercer la presidencia, y por ende, esta bisagra que unía a los partidos de izquierda, el partido Acción Democrática, el medinismo y los militares se había fracturado y las alianzas disuelto.

La consecuencia más importante de este hecho fue que entonces se realizo una alianza cívico-militar, con la oficialidad media y el partido Acción Democrática para derrocar al presidente Medina previniendo el peligro de que volviera el general López Contreras y con él los vestigios del gomecismo. Este movimiento se llamo “La Revolución de Octubre” y dio origen al “Trienio Adeco”, que pronto también seria derrocado por una dictadura que duro 10 años. Como vemos esta enfermedad cambio nuestra historia, y es la consecuencia de cifrar todas nuestras esperanzas y expectativas en un solo hombre y no en un proyecto. Los seres humanos somos falibles, mortales y sustituibles; un país que se juega su futuro en una sola persona es una nación que de alguna manera también se encuentra problemas.


BIBLIOGRAFIA:
CALDERA, Rafael. “De Carabobo a Punto fijo. Los Causahabientes” La historia del origen de la democracia en Venezuela. Editorial Libros Marcados. Caracas 2008
BETANCOURT, Rómulo. “Venezuela Política y Petróleo”. Edición Conjunta de la Academia de Ciencias políticas y Sociales, UCAB y Fundación Rómulo Betancourt. 6° edición Caracas 2007
VELAZQUEZ, Ramón J; CALVANI, Arístides; SILVA, Carlos R.; LISCANO, Juan. “Venezuela Moderna” Medio siglo de historia 1926-1976. Fundación Eugenio Mendoza. Caracas 1976
PRIMERA, Maye. “Diógenes Escalante” Biblioteca Biográfica Venezolana N° 58. Editorial El Nacional, Caracas 2007
FUNDACION Empresas Polar. Diccionario de Historia de Venezuela. Segunda Edición, Caracas 2011
OLAVARRIA, Jorge. “La revolución olvidada. El 18 de Octubre de 1945”. Fundación Jorge Olavarría, Caracas 2008

jueves, 13 de septiembre de 2012

Vicario Apostólico de Puerto Ayacucho pide "llegar a la verdad", en relación con la masacre de los Yanomami


Vicario Apostólico de Puerto Ayacucho pide "llegar a la verdad", en relación con la masacre de los Yanomamis



El Obispo ha insistido en que “es necesario aclarar a fondo la situación”. La denuncia de esta masacre ha sido presentada por los organismos que defienden a los indígenas. Ya en 1993, una incursión de 'garimpeiros' en la comunidad Haximú, en territorio venezolano, causó la muerte violenta de 16 indígenas, y suscitó un problema internacional, reporta la agencia Fides.

Ramón Antonio Pérez

Puerto Ayacucho, 06 de septiembre de 2012.- La noticia del masacre de 80 indígenas de etnia Yanomami en la selva amazónica cerca de la frontera con Brasil, difundida por los medios de comunicación social la semana pasada, ha provocado la reacción del gobierno venezolano, que ha enviado a la zona al Ministro de los Pueblos Indígenas.

Sin embargo, estos han declarado más tarde que no encontraron ninguna prueba de la masacre, incluso, el propio presidente Chávez sostuvo este miércoles 5 de septiembre que no hay evidencias “al menos en territorio venezolano”, de que haya ocurrido esta presunta masacre.

En tal sentido, el Vicario Apostólico de Puerto Ayacucho, Monseñor José Ángel Divassón Cilveti, se pronunció al respecto y mediante un comunicado sostiene que “no es suficiente sobrevolar la zona, porque desde lo alto no se consigue ver nada. Es necesario llegar a los lugares habitados por esta gente”.

En la nota se subraya que el acceso a la lejana comunidad de los Yanomamis, que se encuentra en el término del Alto Orinoco, es difícil, y que es necesario mucho tiempo para llegar. “Lo más importante es llegar a la verdad -ha dicho el Vicario Apostólico-, por eso es necesario llegar al centro de la comunidad Yanomami”.

El comunicado resaltó otros aspectos que pudieran estar vinculados a la denuncia de esta masacre. “También hay otras comunidades indígenas que se encuentran en peligro por la presencia de los 'garimpeiros', que pasan de Brasil a Venezuela para actividades mineras, con todas las consecuencias contra el ambiente: contaminación del agua, violencia, enfermedades. De hecho, muchos Yanomamis han muerto a causa de la tuberculosis, contraída porque son frágiles", ha afirmado el Prelado.

La denuncia de esta masacre ha sido presentada por los organismos que defienden a los indígenas. Ya en 1993, una incursión de 'garimpeiros' en la comunidad Haximú, en territorio venezolano, causó la muerte violenta de 16 indígenas, y suscitó un problema internacional. 






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