viernes, 9 de junio de 2017

Esperando otra respuesta, diputado Pizarro, por Juan Carlos Sosa Azpúrua

08/06/2017 | Actualizado: 08:38 pm


Jun 8, 2017 7:17 pm
Publicado en: Opinión

Lectores y amigos me enseñaron la intervención del Diputado Miguel Pizarro, ex militante del partido de Henry Falcón (AP) y hoy diputado por el partido PJ; en el contexto de un evento titulado “Esquina de Ideas”, organizado por la Alcaldía del Municipio Sucre, el seis de junio de 2017.  (Ver http://bit.ly/2s6fVTT). Evaluando la calidad del discurso, me pareció que no merecía ningún comentario. Pero me insisten que podría ser útil para exponer un tema que el país necesita escuchar.  Por el aprecio que les tengo, he decidido responder.

El señor diputado responde una pregunta, de alguien que le solicitó su opinión sobre “Mi propuesta para la solución”, que presenté al país a través de un artículo publicado el 19 de mayo http://bit.ly/2rmfJ2d. Esta propuesta consistía en la misma idea que publiqué el siete de enero: “Nueva directiva, viejos demonios y única salida” http://bit.ly/2jAGDyX . La plasmé en un audio, publicado el 02 de junio: “Cómo sacar a Maduro y su régimen y lograr la Libertad” http://bit.ly/2qJE5iO

Esta idea ha sido ampliamente reflexionada y debatida.  Miles de personas se han pronunciado con sus opiniones en las redes sociales, y a través de comunicados, artículos de prensa, entrevistas de radio y televisión.

Personalidades de todos los ámbitos del país, incluyendo políticos como María Corina Machado; Enrique Aristeguieta Gramcko; Gaby Arellano y Ana Karina García; el ex procurador general de la República Jesús Petit da Acosta;  notables periodistas como Nitu Pérez Osuna y José Domingo Blanco; el genial caricaturista Roberto Weil; el escritor y abogado Gustavo Tovar Arroyo; el analista Carlos Blanco; el excelentísimo monseñor Ramón Ovidio Pérez Morales y el ex provincial de los Jesuitas y ex Rector de la Universidad Católica Andrés Bello, Luis Ugalde; profesores de Derecho como Allan Brewer Carías e Iván Harting; el embajador Esteban Gerbasi, así como incontables profesionales y ciudadanos de todos los oficios imaginables; han emitido opiniones al respecto y algunos han elaborado propuestas similares.

Le solicitamos a la Asamblea Nacional que sea consecuente con sus deberes constitucionales y promesas electorales, dando un paso firme en esta hora trágica que vivimos los venezolanos, donde cada día que pasa nuestros hogares se llenan de lágrimas y la tiranía se devora al país.

Ante la propuesta, que se ha convertido en un clamor nacional – tantas personas solicitándolo – lo menos que uno esperaría es que la Asamblea respondería con atención y respeto.

A continuación, la respuesta del diputado Miguel Pizarro:

“Empiezo por responder sobre un personaje de tuiter, que saca una receta, la receta fácil…un tal Sosa, un señor engominado, de esos que para llamarlo hay que marcar un código de otro país, que nunca lo he visto yo en una marcha, ni caminando ni esquivando un guardia, ni guiando una calle, pero que intenta hacer lo que yo creo hoy es una de las cosas que todos debemos combatir, que es convertir la política en un ejercicio de fórmulas mágicas y de atajos…el camino donde estamos y la lucha donde estamos no tiene camino fácil, no tiene solución rápida…”

El señor Pizarro sostiene que era un niño de once años cuando Chávez llegó al poder.  Entonces sería un  quinceañero cuando nosotros estábamos en la Corte Penal Internacional, en la Audiencia Nacional de España y en la Comisión Interamericana de DDHH demandando a Chávez y su régimen por los atroces crímenes que venía, y seguiría cometiendo.  Posiblemente el diputado jugaba en el recreo de su liceo, cuando nosotros enfrentamos a los círculos bolivarianos (hoy “colectivos”), que pretendieron asesinar a Mohamed Merhi, mientras éste hacía una huelga de hambre frente a un TSJ sin alma, exigiéndole respuesta por el asesinato de su hijo de 19 años, que murió con un disparo en la frente en la marcha del once de abril de 2002.

A lo mejor el señor Pizarro cumplía con sus deberes escolares, o jugaba perinola, mientras nosotros cargábamos a tantos amigos y ellos a nosotros, cuando motorizados nos disparaban a mansalva gases y perdigones, en decenas de manifestaciones ocurridas durante años y años de tiranía.  Fueron marchas, protestas, calles encendidas, historias humanas desgarradoras que se fueron sembrando en el pavimento. Hubo miles de heridos, asesinados, presos, torturados y perseguidos. Cientos de confiscaciones de tierras y empresas, despidos injustificados, infamia. Memorias que muchas familias albergan con tristeza, lutos por doquier que acompañan a los compatriotas en todo el mundo. Donde sea que se encuentren, sueñan con Venezuela, llevan sus cicatrices con honor y continúan luchando, aportando lo que pueden para contribuir en la lucha por la libertad del país.

El señor Pizarro tampoco tenía que saber otras cosas.  Nunca fue alumno nuestro; no conoce nuestras publicaciones ni ha tenido noticia de los periplos hechos por el territorio nacional y países donde hemos intentado despertar consciencias.  No tiene que saber nada de eso. Tampoco es super héroe, como él mismo aclara, para ver a mi hijo de veintiún años, hace apenas dos semanas, al borde de la muerte por las nueve pepas que le incrustaron en la espalda a quemarropa, por salir a las calles a pedir Libertad, en una de las marchas en las que el diputado nunca me ha visto.

Si bien no es super ratón ni cualquier otro héroe de comics, el señor Pizarro sí es diputado. Fue electo a la Asamblea Nacional para cumplir funciones específicas, que nada tienen que ver con tarimas, fotos de guerra o shows, tipo Conde del Guácharo o Hugo Chávez.  Se le eligió bajo la premisa que desde la Asamblea Nacional desmontarían la farsa, que hizo de organismos como el TSJ y el CNE infames agentes de la tiranía. No se le eligió para excusarse, afirmando que la dictadura no les permite trabajar. Su mandato consiste precisamente en salvar todos los obstáculos existentes, para hacer valer la autonomía de la Asamblea Nacional y rescatar el marco institucional, que permitiría construir un piso político sólido, sobre el cual erigir la libertad.

Durante años se condenó la calle y se paralizó al país, a la espera de unas elecciones parlamentarias que rescatarían el poder del pueblo, para confrontar a la tiranía por medios institucionales, que ahorrarían sangre y traumas.   Por fin se logró eso, y entonces ahora invierten el discurso. Ya no sirve la Asamblea, y los diputados se transforman en gladiadores, se lanzan a las calles y proponen marchas y marchas, confrontando a la más vil de las tiranías con piedras, palos y escudos de cartón, esperando que algún milagro resuelva, mientras el tiempo sigue su curso, implacable, asesinando a Venezuela.

No hay respuesta política, algo en el horizonte que calme la angustia y permita vislumbrar una solución definitiva. Entonces se hacen propuestas, que surgen de sectores igual de venezolanos que el político, con sus propias heridas y sus legítimos derechos. No con la intención de hacerle sombra a ningún guerrero, mucho menos con la idea de fracturar posibilidades.  Todo lo contrario. Son propuestas que buscan contribuir a la lucha, aportando experiencia, conocimientos, quizás otras perspectivas.

Se espera con estas propuestas facilitar la reflexión y enseñar caminos posibles. Y se le hacen a la Asamblea Nacional, que es el recinto del pueblo, donde los diputados se deben al país, y tienen la obligación de responder, al menos mostrar señales de respeto.

Pero a cambio, vemos que estos diecinueve años de horror chavista salpicaron con su ejemplo fondos y formas, afectando el pensamiento y el verbo. Hacemos una propuesta y lo que recibimos como respuesta es un cuadro de resentimiento; una burlita, los prejuicios y estereotipos del señor Pizarro, sus juicios de valor sobre personas que desconoce, pero que resume en una frase digna de Hugo Chávez.  Y así comienza a recitar su propia gesta de luchador de calle, sus enfrentamientos con piedras y los perdigones que ha esquivado con su escudo.   Sus glorias le inspiran ejemplos narrativos. Se mofa de una mujer mayor que le pregunta, en el fragor de la batalla, por el artículo 350.  Y entonces el diputado contesta feliz, lo que a su parecer es ese 350: “Desacatar sentencias; tomar la autopista y confrontar a la guardia, teniendo a un diputado a lado tuyo, echando piedras”.

Luego se ríe de la “Carta democrática” y la esperanza de todo un pueblo en lograr que la OEA declare a Maduro y su régimen como forajido. El diputado Pizarro afirma: “que lo que pasa es que queremos ser super héroes… allí viene la Carta. Como si la carta interamericana sea una vaina que camina y va a sacar a Maduro de Miraflores y va a voltear los ministerios”.

Sí, el señor Pizarro sigue siendo un hombre joven. Lo que vemos hoy en la calle parece una novedad para él. Es como si la tiranía fuera una máquina del tiempo, reciclando sus miserias. De tanto en tanto, de la máquina sale una nueva legión de muchachos, creyéndose que la historia comenzó con ellos.

Y así Pizarro cuestiona las propuestas, descalificando sin pudor a quienes las hacen y aseverando -sin ningún fundamento que lo avale –  que son caminos fáciles, soluciones rápidas y recetas mágicas. En esta tiranía, que se acerca a su segunda década. Una dictadura que solamente en los últimos sesenta y nueve días de marchas, ha provocado 67 asesinatos, 290 presos políticos, 15196 heridos y más de tres mil detenidos.  Historias que se acumulan en la memoria de quienes no abrigan mezquindad en sus corazones.  Imágenes imborrables de un tiempo eterno y paralizado.  Franklin Brito, ese hombre que enseñó al mundo que la propiedad privada es sagrada.  Empresas construidas con años de desvelos y sacrificios, robadas a sus dueños y olvidadas.  Muchachos presos y torturados, miles de inocentes apagándose en las mazmorras; millones de familias rotas, un país desangrándose en el exilio. Diecinueve años de tiranía, largos como un siglo.

Pero el diputado Pizarro tiene paciencia y nos dice: “en veinte años, cuando yo tenga cincuenta años y veamos para atrás y tengamos nuestra familia y tengamos nuestros chamos, y les toque hacer la tarea y les toque estudiar cómo se derrocó la última dictadura que intentó gobernar este país, los miraré a los ojos para decirle que ese libro, esa página la escribí yo.”

Ojalá así sea. Todos esperamos que, dentro de veinte años, Venezuela sea otra. Pero no lo será mientras la máquina del tiempo, que es esta tiranía, nos siga ofreciendo como opciones políticas un mundo sin memoria y sin respeto.

Hace veinte años yo también soñé un país para mis tres hijos. Ellos solo han conocido esta Venezuela en llamas.  Cuando Chávez secuestró el poder, yo tenía dos años menos que el diputado Pizarro.  Hoy tengo casi cincuenta, y aquí seguimos, en dictadura.  El ciclo de la tiranía ha consumido una generación completa y ya empezó a devorarse una nueva.  Pero el señor Pizarro contabiliza a partir de su memoria y lecturas, un balance juvenil que omite demasiada sangre, sueños truncados y despedidas.

No señor Pizarro. Para confrontar esta narcotiranía, terrorista y asesina, no proponemos recetas fáciles, ni atajos. Y mucho menos que sean infantes aguerridos, con escudos y piedras, tipo mi hijo, que casi muere o Juan Pernalete, que sí murió.

Nuestra propuesta está fundamentada en la Constitución; en la doctrina internacional de Derechos Humanos; en la tradición jurídica mundial y en el sentido común.   Y es un deber ineludible de la Asamblea Nacional materializarla. No es una opción, una “receta” que ustedes adoptan o rechazan caprichosamente. Es una obligación que tienen con el pueblo de Venezuela, porque la Asamblea Nacional es de todos nosotros. No es una propuesta que propone una solución fácil, de hecho, es algo muy complejo.  Pero es real y posible. Mucho más que marchar indefinidamente, esperando por la providencia, mientras se lanzan proclamas populistas al mejor estilo chavista.

En pocas semanas, el país será un recuerdo y la Asamblea Nacional dejará de existir. La oportunidad es ahora. No hay tiempo que perder, ya se dilapidó año y medio.

La respuesta que exigimos no son opiniones sobre estética masculina, códigos telefónicos o las anécdotas personales de un guerrero.  El 350 no consiste en tirar piedras y esquivar perdigones. Se trata de un recurso de sobrevivencia. Consiste en desconocer a un régimen que ha violado todos los derechos humanos existentes. No reconocerle autoridad, no acatar ninguna de sus órdenes. También consiste en el aporte que le daremos los venezolanos al gobierno legítimamente constituido.

La Asamblea Nacional tiene la potestad y el apoyo para hacerlo. Ya se decretó la falta absoluta de Maduro. Ahora toca ser consecuente con eso y tomar todas las decisiones que produzcan la Libertad que merecemos.

Se les ha hecho una propuesta – que es un mandato –  y hoy gran parte del país exige una respuesta.

Aquí estamos – nosotros en Venezuela (Y otros en el exilio) – esperándola.

Versión Audio: http://bit.ly/2rRk0Z7

@jcsosazpurua

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