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Dame Dios mío lo que te queda,
dame lo que nadie te pide.
No te pido el reposo, ni la tranquilidad.
Ni la del alma, ni la del cuerpo.
No te pido la riqueza, ni el éxito, ni la salud.
Tantos te piden eso Dios mío,
que ya no debes tenerlo.
Dame Dios Mío lo que te queda.
Dame lo que otros no quieren.
Quiero la inseguridad y la inquietud.
Quiero la tormenta y la lucha.
Dámelo, Dios mío, definitivamente.
Que yo esté seguro de tenerlo siempre,
porque no siempre tendré el coraje de pedírtelo.
Dame Dios Mío lo que te queda.
Dame lo que otros no quieren.
Pero dame también el coraje, la fuerza y la fe.
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