miércoles, 6 de mayo de 2009

Desde el puente – El fin de la farsa y Obligante Solicitud

OBLIGANTE SOLICITUD

Oswaldo Álvarez Paz

No se puede estar con Dios y con el diablo, como no se puede servir a dos señores con intereses radicalmente encontrados. Ya basta de hipocresías aunque ocasionalmente puedan ayudar a serenar tensiones crecientes. Esto es válido en la vida personal, con relación a la política, a los negocios y también en las relaciones entre los gobiernos. El régimen venezolano, presidido por Hugo Chávez, está marcado mundialmente por sus estrechas relaciones con estructuras del crimen organizado que sirven de instrumento operativo al terrorismo, al narcotráfico y a las operaciones de lavado de dinero negro. Son conocidas por quienes se ocupan de estos temas, las vinculaciones con los gobiernos más forajidos del planeta y con movimientos subversivos dentro y fuera del continente. Desde Venezuela se mueven muchos tentáculos impunemente. Es el precio de exportación del llamado “socialismo del siglo XXI”, mediante la desestabilización de la institucionalidad democrática, bien desde los gobiernos comprometidos, bien desde movimientos opositores que aspiran tomar el poder en sus países por cualquier vía.

Para nadie es un secreto la complicidad del Presidente venezolano con la narcoguerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, FARC. No solamente se declaro neutral en el caso colombiano, sino que además solicitó beligerancia para ellos, se puso a su servicio, guardó un minuto de silencio en memoria de (a) Manuel Marulanda en la Asamblea Nacional con motivo de su fallecimiento, ha permitido que en Caracas exista una plaza y busto en memoria del terrorista, rompió relaciones con el gobierno de ese país cuando el incidente en la frontera ecuatoriana que le costó la vida a (a) Raúl Reyes, no ahorró insultos contra el Presidente de Colombia y su Ministro de Defensa y hasta llegó a decir que Venezuela no limita al Oeste con Colombia sino con las FARC. No exagero ni un milímetro. Todo lo dicho es comprobable, sin tener que apelar, por ahora, al material de las famosas computadoras incautadas. Está siendo procesado por órganos de la justicia penal internacional. Siendo un jefe de estado chantajeable, cada tanto cambia su disfraz de lobo feroz por el de caperucita roja y bajo la mesa entrega y ofrece riquezas, espacios de soberanía e integridad territorial.

Calificadas voces de ambos países han denunciado la existencia activa de campamentos de las FARC en Venezuela. También operaciones permanentes en algunas poblaciones fronterizas bajo su control y la presencia de calificados jefes guerrilleros quienes, desde aquí y bajo el amparo gubernamental, dirigen las operaciones del narcoterrorismo. Los venezolanos de la frontera están indefensos, impotentes, sometidos al chantaje permanente de estos grupos con la complicidad de quienes tienen la sagrada obligación de preservar la seguridad de sus personas y sus bienes. Colombia avanza, tiene éxitos sin precedentes en esta lucha, pero los factores en vías de liquidación encuentran refugio y protección en Venezuela. Si Chávez y las Fuerza Armada Nacional colaboraran, si tuvieran los mismos propósitos que los equivalentes colombianos, desde hace años hubieran desaparecido los grupos terroristas y el narcotráfico estuviera reducido a su más mínima expresión. Lamentablemente no es así.

El Presidente Uribe y los ministros de defensa y relaciones exteriores acaban de formalizar una solicitud a Venezuela. Fueron asesinados ocho efectivos militares a menos de un kilómetro de la frontera venezolana, en la Guajira. Los bandidos están en Venezuela. Se sabe donde están y quienes son. Se pide ayuda para capturarlos. La voluntad está sometida a prueba. Cada día comprendo mejor la necesidad de la persecución en caliente, cuando en lugar de colaboración hay sospecha de complicidad.

oalvarezpaz@gmail.com Jueves, 30 de abril de 2009

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DESDE EL PUENTE

Oswaldo Álvarez Paz

EL FIN DE LA FARSA

Los pocos que aún piensan que el drama venezolano tiene salida electoral, debieron estremecerse, desde los pelos de la cabeza hasta las uñas de los pies, al presenciar la violenta represión del régimen contra los manifestantes del 1° de mayo. La pacífica conmemoración fue disuelta brutalmente. Quedó al descubierto, una vez más, la deplorable situación en que han colocado a la Guardia Nacional y a la intervenida Policía Metropolitana. Escribo con una extraña mezcla de rabia con indignación provocadas por la decepción frente a dos instituciones a las que hemos querido, respetado y alentado a la largo de muchas décadas. Hoy son una verdadera vergüenza nacional, aliados fundamentales del hamponato común que el gobierno protege, garantizándole impunidad y libertad operativa total. Tienen razón quienes afirman que la inseguridad ciudadana es política de estado para inmovilizar a la población por la vía del miedo a ser víctimas de unos victimarios entre los que se confunden los malos con quienes deberían ser los buenos. Más temprano que tarde Hugo Chávez tendrá que responder por la politización del hampa, usada para suspender de hecho las garantías constitucionales de los ciudadanos.

Lo del pasado viernes marca el final de la farsa. Se acabó la democracia en Venezuela. La vida en libertad es cosa del pasado. Ahora es la dictadura, de paso, comunista. Desaparece igualmente la República de Venezuela, la democrática, la federal, la descentralizada, la integrada por estados y municipios autónomos que tienen fueros, derechos y competencias claramente establecidas en la Constitución Nacional. Principios fundamentales como la subordinación de las fuerzas armadas al poder civil o el equilibrio y la separación entre las distintas ramas del poder público, se entierran con la República que desaparece. El carácter electivo, plural y alternativo de los funcionarios es objeto de burla por parte del Presidente y los derechos humanos básicos son desconocidos y atropellados sistemáticamente.

Imposible derrotarlo sin tener clara la verdadera naturaleza del régimen. Es una dictadura militar ideologizada que impone un socialismo a la cubana que la mayoría rechaza. La estrategia debe estar dirigida a ponerle punto final en el menor tiempo posible. Para implementarla hay que cerrar filas en defensa de la persona humana, del individuo frente al estado y frente a la misma comunidad. Para poner de pie a la nación hay que motivar suficientemente a quienes la integran, es decir, a la gente de carne y hueso, al ciudadano de la humanidad común que espera directrices en la dirección señalada. Nadie hará por nosotros lo que cada uno tiene la obligación de hacer. Defender lo suyo, la familia, los bienes, sus derechos básicos. Todos juntos defendamos lo nuestro, la patria y esta República democrática que tiene que ser restaurada sobre bases distintas y mejores que las actuales. Muy poco del pasado y nada del presente es la consigna.

oalvarezpaz@gmail.com Lunes, 4 de mayo de 2009

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