Se trata de una extraña bacteria que utiliza el arsénico para crecer y que cambiará por completo la forma en que buscamos seres vivientes fuera de la Tierra
Hace dos días, la NASA anunciaba  «un hallazgo en astrobiología que tendrá un gran impacto en la búsqueda  de pruebas de vida extraterrestre». Se dispararon las especulaciones  sobre el posible contenido de ese anuncio, llegando a apuntarse la  posibilidad de que los investigadores de la agencia espacial  norteamericana hubieran encontrado, por fin, pruebas irrefutables de  alguna forma de vida fuera de la Tierra, quizá en Titán, la mayor de las  lunas de Saturno. El descubrimiento de la NASA, sin embargo, no procede  de ningún planeta o satélite lejano. Se ha producido aquí, en la  Tierra, aunque no por ello es menos espectacular. Se trata de una nueva y extraña criatura, una nueva forma de "estar vivo" que desafía todo lo que creíamos saber hasta ahora sobre el complicado y delicado proceso bioquímico que conocemos como vida. Algo que cambiará por completo la manera en que, a partir de ahora, busquemos seres vivientes fuera de nuestro propio mundo. 
 Desde las bacterias a las ballenas, las moscas, los elefantes o los seres humanos,  todas y cada una de las formas de vida que hay en la Tierra dependen de  una cuidadosa combinación de los mismos seis elementos: oxígeno,  carbono, hidrógeno, nitrógeno, fósforo y azufre. En forma de ADN, grasas  y proteínas, esos elementos se encuentran en cada criatura viviente  conocida. La "química de la vida", además, es tan delicada y específica  que cualquier alteración en esta "receta mágica" afecta a la estabilidad  molecular hasta tal punto de hacer que la vida, sencillamente, deje de  ser posible. Por eso el hallazgo que hoy se publica en la revista Science ha causado tanta expectación y sorpresa. Porque se trata de una excepción, la primera a la que se enfrenta la Ciencia, a esta regla considerada hasta ahora como universal.  
 Arsénico para crecer
 Los investigadores, en efecto, han encontrado una cepa bacteriana, la GFAJ-1,  que ha demostrado ser capaz de sustituir en sus moléculas, incluído el  ADN, uno de los seis ingredientes fundamentales, el fósforo, por el que  se considera como uno de los peores y más dañinos venenos que existen, el arsénico. Algo que, según los científicos, constituye una prueba palpable de que la vida puede desarrollarse de formas muy distintas a las que conocemos. Formas que nos ayudarán a perfeccionar las actuales técnicas de búsqueda de vida fuera de nuestro planeta.
 "La vida -reza el artículo de Science- está  mayoritariamente compuesta por los elementos carbono, hidrógeno,  nitrógeno, oxígeno, azufre y fósforo. Pero a pesar de que estos seis  elementos forman los ácidos nucléicos, las proteínas y las grasas, y por  lo tanto la mayor parte de la materia viviente, resulta teóricamente  posible que algunos otros elementos de la tabla periódica puedan  desempeñar las mismas funciones. Aquí describimos una bacteria, de la  cepa GFAJ-1 de las Halomonadaceae, obtenida en el Lago Mono, en California, que ha sustituido el fósforo por el arsénico para sustentar su crecimiento.  Nuestros datos revelan la presencia de arseniato en macromoléculas que  normalmente contienen fosfatos y, más notablemente, en ácidos nucleicos y  proteínas. La sustitución de uno de los mayores bioelementos puede  tener una gran relevancia geoquímica y evolutiva".
 Alternativas a la vida
 Desde hace ya algunos años, la autora principal de este artículo, Felisa Wolfe-Simon, del Instituto de Astrobiología de la NASA en Menlo Park, California,  junto a algunos otros de los firmantes, como Ariel Anbar y Paul Davies,  estaban explorando la posibilidad de que existieran "formas  alternativas" de vida. "La vida como la conocemos -explica Anbar-  requiere unos elementos químicos concretos y excluye otros. Pero son  esas las únicas opciones? Cómo de diferente puede ser la vida?"  Wolfe-Simon y sus colegas ya intuían que el arsénico podría haber  sustituido al fósforo (el elemento contiguo en la tabla periódica) en  las formas de vida más primitivas de nuestro planeta. De hecho, el  arsénico tiene propiedades químicas muy similares a las del fósforo,  aunque su gran toxicidad no permite su uso a la inmensa mayoría de los  seres vivos.
 A pesar de ello, Wolfe-Simon especulaba con la  posibilidad de que alguna clase de bacteria hubiera conseguido adaptarse  al uso del arsénico. Una idea muy criticada, ya que los compuestos de  este elemento (arseniatos) son mucho más inestables que los fosfatos en  presencia de agua, una dificultad que ninguna célula viva sería capaz de  manejar.
 Para probar sus ideas, Wolfe-Simon decidió recolectar barro de un lago californiano (el lago Mono), un auténtico "desierto de agua", conocido por sus elevadas concentraciones de arsénico, y cultivar  los microorganismos obtenidos en soluciones cada vez más ricas en  arseniatos. La investigadora no añadió fosfatos a su caldo de cultivo en  ningún momento. Al contrario, fue transfiriendo periódicamente las  bacterias a soluciones cada vez más ricas en compuestos de arsénico,  para reducir paulatinamente cualquier concentración natural de fosfatos  que pudieran contener sus muestras. De forma que las bacterias, si querían sobrevivir, se verían obligadas a utilizar el arsénico del cultivo. 
 Una enorme sorpresa
 La propia Wolfe-Simons asegura que, en el fondo, no esperaba encontrar nada vivo al término de su experimento. Y que se sorprendió enormemente cuando vio, a través del microscopio, colonias enteras de bacterias moviéndose rápidamente en aquél medio tan tóxico.  Para asegurarse, volvió a analizar el cultivo en busca de posibles  restos de fósforo que hubieran ayudado a esas bacterias a sobrevivir. No  lo encontró. Así que, junto al resto de su equipo, empezó a analizar  con detenimiento las bacterias, para averiguar si, efectivamente,  estaban utilizando el arsénico para sobrevivir. "Contenía la respiración  durante cada una de estas pruebas", recuerda la investigadora.
 Los resultados confirmaron sus sospechas. Las bacterias  habían incorporado el arsénico, en sustitución del fósforo, en sus  ácidos nucléicos, en sus lípidos, en sus proteínas... El análisis del ADN de las bacterias no dejaba lugar a dudas: contenía arsénico.  Paul Davies explica que "este organismo tiene una doble capacidad.  Puede crecer tanto con fósforo como con arsénico, lo que lo convierte en  algo muy peculiar". Para este investigador, el nuevo organismo "tiene  el potencial para inaugurar toda una nueva rama de estudios en  microbiología".
 "Nuestros hallazgos -comenta por su parte Wolfe Simon-  son un recordatorio de que la vida tal y como la conocemos podría ser  mucho más flexible de lo que asuminos o podemos imaginar". "No obstante  -cocluye- esta no es una historia sobre el arsénico o el lago Mono. Si existe algo, aquí en la Tierra, capaz de hacer algo tan inesperado, ¿qué otras cosas que aún no hayamos visto es capaz de hacer la vida? Ya es hora de averiguarlo".
   




 
 






 
 
 

 
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