Congregaciones religiosas: entre el "tradicionalismo" y el neo-donatismo
Introducción.
Durante varios días he pensado en escribir el siguiente ensayo. Si no lo hice fue para no crear problemas a algunas personas que, cercanas a mi se verían perjudicadas. También influyó el saber que mi pluma iría dirijida a quienes fueron ordenados en la Iglesia Católica, aunque en su confusión, ya no saben a que Iglesia pertenecen aunque reclamen ser católicos, puesto que creen ser los únicos católicos verdaderos, rompiendo con la comunión de los santos y como los Donatistas cayendo en el error que trataremos de demostrar en estas líneas.
II. Las congregaciones y ordenes en la resistencia católica.
Como todos los católicos que somos fieles y que usamos internet, día a día nos llegan noticias de alguna nueva comunidad sacerdotal que se levanta de la nada. A estas congregaciones las dividiremos en tres grupos: en primer lugar están aquellas que operan dentro de la Iglesia Conciliar. Desde el punto de vista meramente legal de la Iglesia del Vaticano II son válidas puesto que están en comunión con un obispo residencial (herético o no tiene jurisdicción que le entregó la secta modernista y para los hechos de su religión son válidos y lícitos). Si entramos al blog Divinas Vocaciones Religiosas (http://divinavocacion.blogspot.com/) veremos más de cien de estos grupos.
Los segundos son aquellos que tienen una validez canónica indiscutible. Aquí entran la Congregación María Reina Inmaculada (CMRI), los católicos de Campos antes del acuerdo, la Fraternidad San Pío X y grupos similares que se fundaron en épocas del concilio cuando aún el Codigo no había sido alterado, y se siguió el procedimiento legal. Lo que ocurriera después no es motivo de discusión. Finalmente tenemos la actual sopa de letras tradicionalista: SVM, SSPV, CJyM etc., la cual tiene un grave inconveniente: la absoluta falta de legalidad. Y es aquí cuando, bajo el actual estado en el que se encuentra la Iglesia tanto el segundo grupo como el primero caen en el mismo juego: ¿Qué validez canónica efectiva tienen? La verdad es que ninguna. Solo que ese segundo grupo tiene el precedente legal de haber seguido los requisitos canónicos, ser admitida en una diócesis etc., por lo menos un tiempo… los segundos, casi siempre sedevacantistas no tienen esa cobertura legal que exigen las leyes de la Iglesia. Se fundan en el aire. Se juntan normalmente dos o tres sacerdotes, casi siempre expulsados de alguna otra congregación o salidos por propia decisión (a veces llevándose con ellos algunos enseres y libros) y buscan el patrocinio de un obispo, normalmente también “independiente” y con un historial similar. Así, sin ninguna validez canónica surgen nuevas comunidades. Algunas dan frutos muy buenos, y eso es elogiable, pero otras solo son reediciones de frutraciones personales, que confunden almas y generan dolor al Cuerpo Místico de Cristo.
Estas comunidades parte de la creencia de que es menester tener sacerdotes. Y eso es cierto, pero también es cierto que la Iglesia prefiere no tener sacerdotes antes que tener malos sacerdotes, porque un mal sacerdote es uno de los peores males que puede tener la Iglesia. Y eso ocurre porque ciertos hombres quieren forzar la realidad. Ellos desean ser sacerdotes sin pensar si Dios quiere que sean o no sacerdotes.
Uno no elije ser sacerdote, es Dios quien elije a unos pocos para elevarlos a un grado superior de virtud, de justicia y de caridad. Es Dios quien opera haciendo del hombre su instrumento, convirtiéndolo por su sola decisión en su ministro para sacrificar, perdonar los pecados y sobre todo predicar.
La función sacramental es fundamental, es cierto. También es verdad que los sacramentos son válidos aún cuando provengan de un ministro indigno. Pero esta indignidad tiene sus límites. La controversia contra los herejes Donatistas que llevó adelante el Gran Doctor de la Iglesia, San Agustín, nos dejó en claro que aún entre los cismáticos hay sacramentos. Pero esos sacramentos se mantienen en la medida de que los que se apartan de la Iglesia, librados de la mano de Dios y por lo tanto en camino a la condena y las tinieblas, mantengan, como enseñara León XIII la intención, la forma y la materia de los sacramentos. ¿Cuándo Martín Lutero dejó de consagrar? ¿Cuándo publicó sus 95 tesis? No, sin dudas que no. Pero sí en el momento en el cual dejó de creer que en la Misa se daba a Cristo Verdadero. Cuando él y todos sus seguidores, que habían sido sacerdotes católicos dejaron de creer en el milagro de la transformación del pan y del vino en Cuerpo y Sangre de Cristo (¡Misterio de Fe!) dejaron de consagrar, y quien asistiera a esas ceremonias no recibía a Cristo, antes bien, solo pan.
Pensemos en los coptos ¿Hay en ellos eucaristía? Sin duda que la hay, porque conservaron intacto el episcopado y sus sacramentos son válidos porque así se reconocieron en la Sede Romana hasta 1958, fecha en la que podemos estar seguros del Magisterio. Empero ¿Es lícito asistir a sus Liturgias? Todos sabemos que no. ¿Por qué? Porque profesan doctrinas heréticas, porque su cristología es herrada, y por lo tanto no adoran a Cristo en Espíritu y Verdad. ¿Quién se atrevería a comulgar con un hereje? Ninguno que se diga católico lo puede hacer, menos aún cuando la herejía es expresa y manifiesta, cuando ha sido señalada efectivamente por el magisterio.
Los Tradicionalistas.
Pero sigamos ¿Qué pasa dentro del movimiento tradicionalista? En otros escritos me he pronunciado en contra del nombre “tradicionalismo” o “tradicionalista”. ¿Existe algo así como el católico tradicionalista? ¿Qué implica eso de “tradicionalismo? ¿Es seguir la “tradición de la Iglesia” tal como apelaron los veterocatólicos en 1870 y con cuyas artimañas infectaron Utrech para luego expandirse por todo el globo? ¿Qué tradición? Ya lo dijimos varias veces: no existe el catolicismo tradicional, se es o no se es católico, todo lo demás proviene del Maligno (Mt V, 37), como dice Nuestro Señor. El termino “tradicionalista” está vinculado con lo exotérico, es decir, con la liturgia, con las formas específicas de la “tradición litúrgica tridentina”. El católico tradicionalista se conforma con ir a la Misa en Latín y vivir el resto de la semana como un pagano. Hablará pestes de los homosexuales y marchará a cuanta movilización exista para defender a la familia, si, pero es capaz de gastar medio salario en un cabaret, golpear a su mujer y cometer todo tipo de impurezas. El tradicionalista se escandalizará si una chica entra a la Iglesia con una pollera corta, pero no perderá de vista sus piernas, fornicando con ella en su corazón (Mt V, 28). El tradicionalista es un falso maestro, es como el fariseo que busca ser visto y admirado, de pluma prolífica es dado a las largas oraciones, a las grandes y suntuosas letanías, pero en su corazón es miserable y esta lleno de obscuridad y confusión, porque no es portador de Cristo quien lo ha rechazado y por lo tanto todas sus obras no redundan sino en la impureza de sus obras (Mt XV, 18).
En cambio el católico de por si esta apegado a la Tradición, no le es menester el título de tradicionalista. Preguntado por su creencia constestará, siguiendo al catecismo ser católico. Simplemente católico, como lo fueron nuestros padres, como lo fueron los Padres de la Iglesia, como lo confesara San Agustín iluminado por Cristo. El católico no va a la misa en latín por gusto de museo, asiste a ella porque es la que expresa su fe, su corazón lo obliga a ir, es Cristo quien lo mueve y le muestra donde está la verdad y él, esclavo de Cristo y de la Gracia de Dios solo puede seguirle, haciéndose más feliz con ello. Ama a Dios por sobre todas las cosas, en Dios espera y es paciente. Ora por los descarriados y trata de ayudarlos, no sólo con palabras, sino con gestos y obras. El católico verdadero no se jacta de haberle pegado a un afeminado, sino que en secreto tratará de demostrarle su error y si es expulsado no guardará rencor, sino que elevara una oración por aquel que decidió vivir contra la Naturaleza. EL Católico sincero, el católico fiel a la verdad es un portador de Cristo, vive como los primeros cristianos, compartiendo ayudando, orando, no para ser visto, sino por el amor de Dios. Si peca y se confiesa no estará tranquilo hasta haber cumplido la penitencia y ni aún así su alma estará en paz y hará penitencia toda su vida por sus pecados por el amor a Dios que siente.
El católico desprecia al mundo moderno, pero a diferencia del Tradicionalista, su desprecio es con dolor, le duele ver el error y la apostasía, le duele ver la usurpados los templos, le duelen las injusticias del mundo. EL Católico Tradicionalista va a comulgar quizás a la misma Misa que el simplemente católico, con la diferencia de que el primero lo hace con orgullo, mientras que el segundo avanzará, cabizbajo y sabiéndose indigno de siquiera acercarse a Nuestro Señor.
Si esto es peligroso en un laico ¿Cuánto más lo será en un clérigo? La Iglesia ha tenido mecanismos para impedir que personas indignas accedan a las sagradas ordenes, y aún así muchos de ellos llegaron a recibir el Espíritu Santo. Leamos la Historia dela Iglesia: Papas, Obispos y sacerdotes convertidos en falsos profetas como aquellos de los que nos advirtió Nuestro Señor que venían con piel de ovejas, más se trataba de lobos rapaces. ¿Impurifica eso a la Iglesia? Para nada, pues la misma es el Arca de Salvación y aquellos malos sacerdotes, impíos y pérfidos prelados jamás formaron parte del Cuerpo Místico de de Cristo, ya que en ellos jamás habitó Nuestro Señor.
Dice San Agustín
Durante varios días he pensado en escribir el siguiente ensayo. Si no lo hice fue para no crear problemas a algunas personas que, cercanas a mi se verían perjudicadas. También influyó el saber que mi pluma iría dirijida a quienes fueron ordenados en la Iglesia Católica, aunque en su confusión, ya no saben a que Iglesia pertenecen aunque reclamen ser católicos, puesto que creen ser los únicos católicos verdaderos, rompiendo con la comunión de los santos y como los Donatistas cayendo en el error que trataremos de demostrar en estas líneas.
II. Las congregaciones y ordenes en la resistencia católica.
Como todos los católicos que somos fieles y que usamos internet, día a día nos llegan noticias de alguna nueva comunidad sacerdotal que se levanta de la nada. A estas congregaciones las dividiremos en tres grupos: en primer lugar están aquellas que operan dentro de la Iglesia Conciliar. Desde el punto de vista meramente legal de la Iglesia del Vaticano II son válidas puesto que están en comunión con un obispo residencial (herético o no tiene jurisdicción que le entregó la secta modernista y para los hechos de su religión son válidos y lícitos). Si entramos al blog Divinas Vocaciones Religiosas (http://divinavocacion.blogspot.com/) veremos más de cien de estos grupos.
Los segundos son aquellos que tienen una validez canónica indiscutible. Aquí entran la Congregación María Reina Inmaculada (CMRI), los católicos de Campos antes del acuerdo, la Fraternidad San Pío X y grupos similares que se fundaron en épocas del concilio cuando aún el Codigo no había sido alterado, y se siguió el procedimiento legal. Lo que ocurriera después no es motivo de discusión. Finalmente tenemos la actual sopa de letras tradicionalista: SVM, SSPV, CJyM etc., la cual tiene un grave inconveniente: la absoluta falta de legalidad. Y es aquí cuando, bajo el actual estado en el que se encuentra la Iglesia tanto el segundo grupo como el primero caen en el mismo juego: ¿Qué validez canónica efectiva tienen? La verdad es que ninguna. Solo que ese segundo grupo tiene el precedente legal de haber seguido los requisitos canónicos, ser admitida en una diócesis etc., por lo menos un tiempo… los segundos, casi siempre sedevacantistas no tienen esa cobertura legal que exigen las leyes de la Iglesia. Se fundan en el aire. Se juntan normalmente dos o tres sacerdotes, casi siempre expulsados de alguna otra congregación o salidos por propia decisión (a veces llevándose con ellos algunos enseres y libros) y buscan el patrocinio de un obispo, normalmente también “independiente” y con un historial similar. Así, sin ninguna validez canónica surgen nuevas comunidades. Algunas dan frutos muy buenos, y eso es elogiable, pero otras solo son reediciones de frutraciones personales, que confunden almas y generan dolor al Cuerpo Místico de Cristo.
Estas comunidades parte de la creencia de que es menester tener sacerdotes. Y eso es cierto, pero también es cierto que la Iglesia prefiere no tener sacerdotes antes que tener malos sacerdotes, porque un mal sacerdote es uno de los peores males que puede tener la Iglesia. Y eso ocurre porque ciertos hombres quieren forzar la realidad. Ellos desean ser sacerdotes sin pensar si Dios quiere que sean o no sacerdotes.
Uno no elije ser sacerdote, es Dios quien elije a unos pocos para elevarlos a un grado superior de virtud, de justicia y de caridad. Es Dios quien opera haciendo del hombre su instrumento, convirtiéndolo por su sola decisión en su ministro para sacrificar, perdonar los pecados y sobre todo predicar.
La función sacramental es fundamental, es cierto. También es verdad que los sacramentos son válidos aún cuando provengan de un ministro indigno. Pero esta indignidad tiene sus límites. La controversia contra los herejes Donatistas que llevó adelante el Gran Doctor de la Iglesia, San Agustín, nos dejó en claro que aún entre los cismáticos hay sacramentos. Pero esos sacramentos se mantienen en la medida de que los que se apartan de la Iglesia, librados de la mano de Dios y por lo tanto en camino a la condena y las tinieblas, mantengan, como enseñara León XIII la intención, la forma y la materia de los sacramentos. ¿Cuándo Martín Lutero dejó de consagrar? ¿Cuándo publicó sus 95 tesis? No, sin dudas que no. Pero sí en el momento en el cual dejó de creer que en la Misa se daba a Cristo Verdadero. Cuando él y todos sus seguidores, que habían sido sacerdotes católicos dejaron de creer en el milagro de la transformación del pan y del vino en Cuerpo y Sangre de Cristo (¡Misterio de Fe!) dejaron de consagrar, y quien asistiera a esas ceremonias no recibía a Cristo, antes bien, solo pan.
Pensemos en los coptos ¿Hay en ellos eucaristía? Sin duda que la hay, porque conservaron intacto el episcopado y sus sacramentos son válidos porque así se reconocieron en la Sede Romana hasta 1958, fecha en la que podemos estar seguros del Magisterio. Empero ¿Es lícito asistir a sus Liturgias? Todos sabemos que no. ¿Por qué? Porque profesan doctrinas heréticas, porque su cristología es herrada, y por lo tanto no adoran a Cristo en Espíritu y Verdad. ¿Quién se atrevería a comulgar con un hereje? Ninguno que se diga católico lo puede hacer, menos aún cuando la herejía es expresa y manifiesta, cuando ha sido señalada efectivamente por el magisterio.
Los Tradicionalistas.
Pero sigamos ¿Qué pasa dentro del movimiento tradicionalista? En otros escritos me he pronunciado en contra del nombre “tradicionalismo” o “tradicionalista”. ¿Existe algo así como el católico tradicionalista? ¿Qué implica eso de “tradicionalismo? ¿Es seguir la “tradición de la Iglesia” tal como apelaron los veterocatólicos en 1870 y con cuyas artimañas infectaron Utrech para luego expandirse por todo el globo? ¿Qué tradición? Ya lo dijimos varias veces: no existe el catolicismo tradicional, se es o no se es católico, todo lo demás proviene del Maligno (Mt V, 37), como dice Nuestro Señor. El termino “tradicionalista” está vinculado con lo exotérico, es decir, con la liturgia, con las formas específicas de la “tradición litúrgica tridentina”. El católico tradicionalista se conforma con ir a la Misa en Latín y vivir el resto de la semana como un pagano. Hablará pestes de los homosexuales y marchará a cuanta movilización exista para defender a la familia, si, pero es capaz de gastar medio salario en un cabaret, golpear a su mujer y cometer todo tipo de impurezas. El tradicionalista se escandalizará si una chica entra a la Iglesia con una pollera corta, pero no perderá de vista sus piernas, fornicando con ella en su corazón (Mt V, 28). El tradicionalista es un falso maestro, es como el fariseo que busca ser visto y admirado, de pluma prolífica es dado a las largas oraciones, a las grandes y suntuosas letanías, pero en su corazón es miserable y esta lleno de obscuridad y confusión, porque no es portador de Cristo quien lo ha rechazado y por lo tanto todas sus obras no redundan sino en la impureza de sus obras (Mt XV, 18).
En cambio el católico de por si esta apegado a la Tradición, no le es menester el título de tradicionalista. Preguntado por su creencia constestará, siguiendo al catecismo ser católico. Simplemente católico, como lo fueron nuestros padres, como lo fueron los Padres de la Iglesia, como lo confesara San Agustín iluminado por Cristo. El católico no va a la misa en latín por gusto de museo, asiste a ella porque es la que expresa su fe, su corazón lo obliga a ir, es Cristo quien lo mueve y le muestra donde está la verdad y él, esclavo de Cristo y de la Gracia de Dios solo puede seguirle, haciéndose más feliz con ello. Ama a Dios por sobre todas las cosas, en Dios espera y es paciente. Ora por los descarriados y trata de ayudarlos, no sólo con palabras, sino con gestos y obras. El católico verdadero no se jacta de haberle pegado a un afeminado, sino que en secreto tratará de demostrarle su error y si es expulsado no guardará rencor, sino que elevara una oración por aquel que decidió vivir contra la Naturaleza. EL Católico sincero, el católico fiel a la verdad es un portador de Cristo, vive como los primeros cristianos, compartiendo ayudando, orando, no para ser visto, sino por el amor de Dios. Si peca y se confiesa no estará tranquilo hasta haber cumplido la penitencia y ni aún así su alma estará en paz y hará penitencia toda su vida por sus pecados por el amor a Dios que siente.
El católico desprecia al mundo moderno, pero a diferencia del Tradicionalista, su desprecio es con dolor, le duele ver el error y la apostasía, le duele ver la usurpados los templos, le duelen las injusticias del mundo. EL Católico Tradicionalista va a comulgar quizás a la misma Misa que el simplemente católico, con la diferencia de que el primero lo hace con orgullo, mientras que el segundo avanzará, cabizbajo y sabiéndose indigno de siquiera acercarse a Nuestro Señor.
Si esto es peligroso en un laico ¿Cuánto más lo será en un clérigo? La Iglesia ha tenido mecanismos para impedir que personas indignas accedan a las sagradas ordenes, y aún así muchos de ellos llegaron a recibir el Espíritu Santo. Leamos la Historia dela Iglesia: Papas, Obispos y sacerdotes convertidos en falsos profetas como aquellos de los que nos advirtió Nuestro Señor que venían con piel de ovejas, más se trataba de lobos rapaces. ¿Impurifica eso a la Iglesia? Para nada, pues la misma es el Arca de Salvación y aquellos malos sacerdotes, impíos y pérfidos prelados jamás formaron parte del Cuerpo Místico de de Cristo, ya que en ellos jamás habitó Nuestro Señor.
Dice San Agustín
En cambio, cuando se tolera a los malos por la necesidad de salvar la paz y
no se busca su compañía para participar en su iniquidad, a fin de que el trigo
beba junto con la cizaña la suave lluvia y conserve, sin embargo, su propia
fertilidad, sin llegar a la esterilidad de la cizaña, sino que uno y otra
crezcan hasta la siega, por temor de que al recoger la cizaña se arranque
también el trigo; cuando se tolera así a los malos, no tienen éstos
participación alguna de salud o de perdición con los buenos -¿qué relación hay
entre la justicia y la iniquidad?-, no tienen los malos con los buenos
participación en el reino o el fuego eterno -¿qué comunidad entre la luz y las
tinieblas? -, no están los malos en armonía de conducta y de voluntad con los
buenos -pues ¿qué concordia entre Cristo y Belial?-, no tienen parte los buenos
con los malos en la pena del pecado ni en el premio de la piedad -pues ¿qué
participación hay entre el fiel y el infiel?- Y mientras dentro de las mismas
redes reciben igualmente los divinos sacramentos, hasta que lleguen a la orilla,
aquéllos se asocian, éstos se separan; los unos están en concordia, los otros en
discordia; los unos participan en la misericordia, los otros en el juicio.
Porque la Iglesia canta al Señor la misericordia y el juicioso, y quien come
indignamente, come el juicio, no para otro, sino para sí. Del mismo pan, en
efecto, y de la misma mano del Señor tomaron su parte Judas y Pedro, y, sin
embargo, ¿qué sociedad, qué acuerdo, qué parte tiene Pedro con Judas...(Mensaje a
los donatistas después de la Conferencia. VI)
Con las tinieblas que se arreciaron contra la Iglesia tras la muerte de Pío XII, llegó la confusión. Hoy, los mecanismos que existieron por siglos y que el Tridentino trató de reformar para evitar que en la Iglesia hubiera malos sacerdotes se desvanecieron. ¿Pero de dónde salen los malos sacerdotes? ¿Cuál es su espíritu?
El peligro de alguna(s) órden(es) tradicionalistas
Ciertamente no salen de Cristo, aunque hubieran salido de entre los ordenados, ellos no eran de Nuestro Señor, sino eran extraños y ladrones (I Jn II, 19). Su espíritu no es el de la caridad, el del amor, el de la Unidad de la Iglesia, sobre todo en este tiempo de persecución y tinieblas. Sino el espíritu faccioso y sectario. Ellos reclaman estar en comunión con “la jerarquía Católica” ¿Con cual? ¿Existe una jerarquía válida hoy en día? ¿Qué es lo que diferencia a un sedevacantista de un cismático? ¿Por qué el sedevacantismo no es cisma? Simple: porque no erije una “jurisdicción ordinaria”, sino que opera en la jurisdicción supletoria, es decir aquella que entrega la Iglesia y no el Papa. Pero ese obispo no tiene poder jerárquico ordinario, sino extraordinario y solo para salvar almas, no para fundar ordenes religiosas… y eso es lo que ha ocurrido tal vez, demasiado.
Hace poco apareció una nueva, un rejunte de sacerdotes, algunos con problemas y una larga trayectoria de ir de tumbo en tumbo. Cuando vemos su blog encontramos lo típicamente barroco del tradicionalismo, pero nos preguntamos ¿Son Católicos verdaderos? En su fuero interno ¿viven estos hombres a Cristo y lo transmiten o se limitan a los aspectos litúrgicos? Dicen “Ser católicos romanos es ser tradicionalistas? No, es ser simplemente católico. Es ser cristiano, es cumplir y vivir la Fe de Cristo desde dentro hacia afuera, no desde los aspectos externos. Eso hace un tradicionalista, no un Católico fiel a la tradición. Un católico de la tradición está en comunión con la Iglesia, no inicia conturvenios, no busca la discordia y el capillismo. Esta congregación en cambio promueve las peleas y busca marginar a unos para mayor gloria de si. Ellos dicen estar en comunoón con una jerarquía que no tiene ningún sustento más que su imaginación y por caridad, un obispo los aceptó. ¿Acaso podríamos pensar de otra manera?
Pero esta congregación que insiste en la esclavitud mariana y en una serie de prácticas tan pías como barrocas nos hace sospechar ¿Cuáles son sus frutos? Los que hemos visto en la historia de estos sacerdotes dejan bastante que desear. ¿Qué será de esas almas cautivas por estos hombres? ¿Hay algo más allá de todos esos melindres quevedianos? No parece, menos cuando acentúan el TRADICIONALISMO frente al espíritu de la tradición. Ellos son (nos quieren hacer creer) los verdaderos católicos, quienes no están con ellos son enemigos de Cristo, nos aseguran. Nos dicen “¡El rosario los salvará!” Pía devoción querida por la Virgen sí, pero ponemos la fe en el Rosario, que es una revelación privada y que por lo tanto no nos obliga o la ponemos en Cristo y en su Doctrina. Nos dicen “¡Sean esclavos de María y se salvarán!” ¿Qué cadena terrenal puede darnos esperanza? ¿Soy acaso salvo por la Gracia de Dios o por una cadena que cuelgue de mi cuello? ¿Acaso no ocurre lo mismo con el escapulario? ¿No es eso pecar de temeridad? Recordemos que ocurrió con el Arca de la Alianza… los Israelitas pusieron su fe en el arca y no en Dios, en un signo externo y visible y no en el Dios Vivo que los sacó de Egipto. Como Goliat, estos “tradicionalistas” ponen todo su empeño en signos exteriores y visibles pero sus obras nos saben a la amargura de los que están lejos de Dios. Ellos que se proclaman los verdaderos católicos han excomulgado sin ningún derecho ni autoridad a toda la Resistencia Católica, separándose de la Iglesia de Cristo. La razón: rebusques extraños a nuestros oídos y nuestra razón, problemas personales, revanchas, miedos, sobervia… obras de la carne contra los frutos del Espíritu. Ellos adoptaron el partidismo, tienen un partido propio y crean discordia en la Iglesia. Ellos envían cartas, correos electrónicos y proclaman en su blog ser de la comunión de cierto Obispo. Son como los Donatistas… así escribió San Agustín:
Ciertamente no salen de Cristo, aunque hubieran salido de entre los ordenados, ellos no eran de Nuestro Señor, sino eran extraños y ladrones (I Jn II, 19). Su espíritu no es el de la caridad, el del amor, el de la Unidad de la Iglesia, sobre todo en este tiempo de persecución y tinieblas. Sino el espíritu faccioso y sectario. Ellos reclaman estar en comunión con “la jerarquía Católica” ¿Con cual? ¿Existe una jerarquía válida hoy en día? ¿Qué es lo que diferencia a un sedevacantista de un cismático? ¿Por qué el sedevacantismo no es cisma? Simple: porque no erije una “jurisdicción ordinaria”, sino que opera en la jurisdicción supletoria, es decir aquella que entrega la Iglesia y no el Papa. Pero ese obispo no tiene poder jerárquico ordinario, sino extraordinario y solo para salvar almas, no para fundar ordenes religiosas… y eso es lo que ha ocurrido tal vez, demasiado.
Hace poco apareció una nueva, un rejunte de sacerdotes, algunos con problemas y una larga trayectoria de ir de tumbo en tumbo. Cuando vemos su blog encontramos lo típicamente barroco del tradicionalismo, pero nos preguntamos ¿Son Católicos verdaderos? En su fuero interno ¿viven estos hombres a Cristo y lo transmiten o se limitan a los aspectos litúrgicos? Dicen “Ser católicos romanos es ser tradicionalistas? No, es ser simplemente católico. Es ser cristiano, es cumplir y vivir la Fe de Cristo desde dentro hacia afuera, no desde los aspectos externos. Eso hace un tradicionalista, no un Católico fiel a la tradición. Un católico de la tradición está en comunión con la Iglesia, no inicia conturvenios, no busca la discordia y el capillismo. Esta congregación en cambio promueve las peleas y busca marginar a unos para mayor gloria de si. Ellos dicen estar en comunoón con una jerarquía que no tiene ningún sustento más que su imaginación y por caridad, un obispo los aceptó. ¿Acaso podríamos pensar de otra manera?
Pero esta congregación que insiste en la esclavitud mariana y en una serie de prácticas tan pías como barrocas nos hace sospechar ¿Cuáles son sus frutos? Los que hemos visto en la historia de estos sacerdotes dejan bastante que desear. ¿Qué será de esas almas cautivas por estos hombres? ¿Hay algo más allá de todos esos melindres quevedianos? No parece, menos cuando acentúan el TRADICIONALISMO frente al espíritu de la tradición. Ellos son (nos quieren hacer creer) los verdaderos católicos, quienes no están con ellos son enemigos de Cristo, nos aseguran. Nos dicen “¡El rosario los salvará!” Pía devoción querida por la Virgen sí, pero ponemos la fe en el Rosario, que es una revelación privada y que por lo tanto no nos obliga o la ponemos en Cristo y en su Doctrina. Nos dicen “¡Sean esclavos de María y se salvarán!” ¿Qué cadena terrenal puede darnos esperanza? ¿Soy acaso salvo por la Gracia de Dios o por una cadena que cuelgue de mi cuello? ¿Acaso no ocurre lo mismo con el escapulario? ¿No es eso pecar de temeridad? Recordemos que ocurrió con el Arca de la Alianza… los Israelitas pusieron su fe en el arca y no en Dios, en un signo externo y visible y no en el Dios Vivo que los sacó de Egipto. Como Goliat, estos “tradicionalistas” ponen todo su empeño en signos exteriores y visibles pero sus obras nos saben a la amargura de los que están lejos de Dios. Ellos que se proclaman los verdaderos católicos han excomulgado sin ningún derecho ni autoridad a toda la Resistencia Católica, separándose de la Iglesia de Cristo. La razón: rebusques extraños a nuestros oídos y nuestra razón, problemas personales, revanchas, miedos, sobervia… obras de la carne contra los frutos del Espíritu. Ellos adoptaron el partidismo, tienen un partido propio y crean discordia en la Iglesia. Ellos envían cartas, correos electrónicos y proclaman en su blog ser de la comunión de cierto Obispo. Son como los Donatistas… así escribió San Agustín:
(…) pueden gritar las siete Iglesias orientales a las que escribe el apóstol
Juan, la de Éfeso, Esmirna, Tiatira, Sardes, Filadelfia, Laodicea, Pérgamo:
"¿Qué os hemos hecho, hermanos, para preferir ser del partido de Donato a estar
en nuestra comunión? (…) ¿qué os hicimos nosotros? ¿Por qué no
queréis mantener la paz cristiana con cristianos? ¿Por qué habéis roto los
sacramentos comunes a todos? ¿Qué os hemos hecho? (…)¿Por qué, pues, va a
prejuzgar la causa de Ceciliano a la heredad de Cristo, en la cual hemos sido
plantados por el esfuerzo de los apóstoles?" A una de nosotras escribe el
apóstol Juan que tiene en Sardes pocos nombres que no hayan manchado sus propios
vestidos, y, sin embargo, no fueron manchados los vestidos de aquellos pocos por
los inmundos que hubo en aquella Iglesia, porque habéis dicho con verdad que una
causa no prejuzga a otra causa ni una persona a otra persona'. ¿Cómo, pues, pudo
la causa y la persona de Ceciliano prejuzgamos a nosotros? Y si no nos prejuzga,
¿por qué os separáis de nosotras?
Ellos se han separado de la Iglesia, se han seprado de Cristo, convirtiéndose en guías ciegos que atormentan las almas y confunden las conciencias.
Oremos para que vuelvan al Cristo que dejaron por un partido.
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