¿Tarjeta única?
José Ignacio GuedezDomingo, 13 de febrero de 2011
    
 
 En 1957 el autor Anthony Down publicó su “teoría económica de la  democracia” en la que advertía que la gran mayoría de los votantes en  una sociedad se encontraban en el centro del espectro ideológicoaislados  de los extremos políticos. Esta premisa ha fundamentado durante décadas  la estrategia electoral de captación de votos independientes. Es así  como en ningún país democrático normal un movimiento político gana  exclusivamente con sus votos duros, razón por la cual deben convocar en  sus campañas a indecisos o independiente quienes usualmente deciden las  elecciones.
En Venezuela esto es unaperogrullada hasta el punto  que ha sido una practica recurrente, en el medio siglo de elecciones  democráticas, la creación de comités de independientes en el marco de  una campaña electoral, sobretodo de corte presidencial.
Sin  embargo, cincuenta años después de la famosa teoría de Down, en  Venezuela unos sesudos analistas descubrieron el “agua tibia” con la  tesis refrita de los “ni-ni” o “no alineados”, que ha servido de  argumentación para revivir la antipolítica radical que hoy pretende  eliminar del tarjetón electoral a las organizaciones partidistas, con lo  cual se enterraría el ultimo vestigio de institucionalidad democrática  en el país. Nadie niega el dato estadístico que revela que casi la mitad  del electorado se rehúsa a predeterminar su identidad política bajo los  parámetros polarizantes de “chavista” y “oposición”.
Ambos  extremos políticos tienen un alto voto duro o militante, pero la mayoría  electoral se encuentra el centro del espectro como es lo normal, según  advirtió Down medio siglo atrás. Estos independientes, o “no alineados”  como lo llaman ahora los patentadotes del “agua tibia”, siempre terminan  votando por una de las opciones polarizantes, lo que equivale a decir  que el día de las elecciones no hay “ni-ni”.
El deber de un  candidato es convocar y captar a la mayor cantidad de indecisos durante  su campaña electoral con estrategias igualmente milenarias que se basan  en propuestas concretas y mensajes centristas que trasciendan del  posicionamiento extremista original, mucho mas tratándose de una  elección presidencial en la que el elector vota por el nombre del  candidato más que por las organizaciones que lo postulan. En una campaña  los partidos políticos que apoyan a un candidato garantizan el voto  duro ideológico y la maquinaria política imprescindible en una elección,  mientras que el perfil del candidato y su estrategia de campaña es lo  que determina su votación definitiva.
Es lamentable que a estas  alturas tengamos que gastar tinta para recordar el ABC de la política  electoral, pero no queda alternativa ante este resurgir de la  antipolítica que ahora pretende asegurar la falacia de que para ganarle a  Chávez en 2012 se requiere eliminar las tarjetas partidistas históricas  del tarjetón electoral para sustituirlas por una “tarjeta única” cuya  identidad nadie conoce.
Una cosa es crear una nueva tarjeta  electoral de corte independiente conel objetivo de canalizar el voto “no  alineado”, y otra muy distinta es decretar la muerte de los partidos  políticos que son los que han consolidado ya ese 52% de intención de  voto a través de una alianza perfecta que garantiza la unidad en cuanto  al candidato que es lo realmente relevante. El problema no es lo que ya  existe sino lo que hace falta. Ojala se creen más partidos y tarjetas  que sean capaces de representar sectores importantes de la sociedad y  que vayan más allá de los partidos preexistentes. En todo caso, si de  ganar se trata, en Venezuela siempre ha sido un objetivo clave en las  elecciones presidenciales, procurar que la mayor cantidad de  organizaciones postulen al candidato. Basta con remontarnos a los dos  últimos presidentes electos en el país, Hugo Chávez y Rafael Caldera,  quienes se montaron ambos en alianzas perfectas proliferas llamadas  coloquialmente “chiripero”. De hecho, ya el propio Chávez está  retrocediendo en eso del “partido único” para volver hablar del “polo  patriótico”. Lo cierto es que nadie en su sano juicio puede sostener que  es beneficioso prescindir en las próximas elecciones presidenciales de  tarjetas de partidos como AD, COPEI, MPJ, UNT, entre otros. Lo que sí es  relevante es la elección en primarias de un candidato único.
En  todo el mundo, igual que en Venezuela, el voto de los “no alineados”  terminan siendo captados por alguno de los extremos en contienda. Esa  moda de mitificar a los “ni-ni” con tesis que sugieren que para  captarlos se requiere ser químicamente puro, han dejado a más de un  incauto en la estocada. Y si no pregúntenle al PPT. En una campaña el  voto duro ideológico y la militancia son tan importantes como el voto de  los independientes. Dejemos el complejo, entandamos de una vez por  todas que no hay democracia sin partidos y reconozcamos el inmenso  avance obtenido por la MUD. Como decía Maneiro, si el problema es la  democracia entonces la solución es la democracia. Reivindiquemos a los  partidos, eso sí  
 
 
 






 
 
 

 
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