Muerte de Simón Mago (Crónicas de Nuremberg)
Dios Castiga y Mata a los Malos
El siguiente artículo está tomado del capítulo "Ejemplos sacados de la muerte de los malos" de los Tesoros de Cornelio a Lapide. Esperamos sirva de contra ejemplo para que si no se ama el Sagrado y Amoroso Corazón de Jesús; al menos se le tema a su Temible Mano Justiciera. ¡Dios nos libre del pecado y la maldad!
El Señor -dice la Escritura- hirió al impío Antíoco con una llaga interior e incurable; un dolor cruel y horribles tormentos degarraban sus entrañas (Cfr. 2 Macabeos 9, 5). El cuerpo de aquel impío hervía de gusanos, y aun viviendo se le desprendían las carnes en medio de los dolores, de modo qae era intolerable al ejército el hedor que despedía.
Obsérvase cuál fue la muerte del endurecido Faraón, la del Baltasar, y la de los judíos deicidas...
Judas se ahorcó (Hech 1, 18)
Heredes, que hizo degollar a los Santos Inocentes y fue perseguidor de Jesucristo, murió en medio de sufrimientos semejantes a los de Antioco.
La misma suerte tuvo su sobrino Heredes Agrippa, así como Hunerico rey de los vándalos (Hist Eccles)
Después de haber Nerón perdido el poder, se vio reducido al extremo de suicidarse, consiguiendo así terminar su vida mediante el auxilio de su secretario Epafrodrita (Ibid)
Domiciano fue asesinado por un liberto (Ibid)
El emperador Severo, que se ensañó contra los cristianos, murió de pesar dejando a un hijo que había querido quitarle la vida, y que después mató a su propio hermano. Toda su familia pereció miserablemente (Ibid)
Maximiano fue sacrificado por sus propios soldados (Ibid)
Decio pereció en un pantano (Ibid)
Galo fue asesinado un año después de haber encendido el fuego de la persecución (Ibid)
Valerio y Aurelio murieron a mano airada (Ibid)
El emperador Caro que había osado tomar el título de Dios, quedó muerto por el rayo. Su hijo Numerio fue asesinado por su tio Aper, y Diocleciano mató al segundo hijo de Caro (Ibid)
Diocleciano terminó con el Veneno una Vida que no podia sufrir vida manchada con crímenes atroces (Ibid)
Maximiano Hércules se vio obligado a estrangularse él mismo (Ibid)
Galerio se vio atacado de una enfermedad horrible Su carne se llenó, como la de Anlíoco, de gusanos, y caía a pedazos de su cuerpo (Ibid)
Maximino Daía murió en medio de atroces dolores (Ibid)
Habiendo sido Haxencio derrotado por Constantino cayó en el Tíber y se ahogó (Ibid)
Licinio sufrió la pena de muerte (Ibid)
Todos sabemos cómo pereció Juliano, el Apóstala (Ibid)
La mayor parte de los heresiarcas han muerto pronto y de una muerte infame.
Simón el Mago, que se había levantado por los aires con el auxilio del demonio, quedó privado de su apoyo por las oraciones de San Pedro; cayó, se rompió las piernas y expiró entre vivos dolores (Ibid)
A Manes le arrancaron las entrañas por orden del rey de los Persas (Ibid)
Montan se ahorcó (Ibid)
Algunos donatistas que arrojaron la Sagrada Eucaristía a los perros, fueron despedazados por aquellos mismos animales (Ibid)
En el mismo momento que Arrio iba a la iglesia de los católicos para apoderarse de ella y entregarla a sus sectarios, le acometieron intolerables dolores y expiró desgarrando sus entrañas (Ibid)
A Prisciliano le cortaron la cabeza por orden del tirano Máximo (Ibid)
León el Armenio, iconoclasta, fue asesinado en la iglesia (Ibid)
El empacador Heráclilo, que habia abrazado la herejía de los monotelitas, murió de una manera repentina y asquerosa (Ibid)
Valente, sectario de Arrio, fue vencido y quemado por los godos (Ibid)
Los gusanos devoraron la lengua del blasfemo Nestorio (Ibid)
El emperador Anastasio, sectario de Eutiches, pereció herido del rayo (Ibid)
Después de una espléndida cena, Lutero murió ahogado en su cama. Y un historiador contemporáneo refiere que una multitud de demonios en figura de cuervos volaron al rededor de su cadáver dando horribles graznidos y le acompañaron hasta la tumba.
Zuinglio fue muerto.
Garlostadio fue arrebatado por un demonio y desapareció.
Calvino fue devorado por los gusanos y expiró blasfemando.
Enrique VIII, rey de Inglaterra, murió desesperado (Hist de su vida)
¡Cuán horrible fue siempre, en general, el fin de los grandes pecadores!
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