Alzando la voz
Bismarck Carballo
Rafael Díaz Blanco
En Nicaragua, entre finales de los setenta y comienzos de los ochenta del siglo pasado, Bismark Carballo era un joven sacerdote que se desempeñaba como Vicario Episcopal para los medios de comunicación social y Director de la Radio Católica. Era uno de los voceros más conocidos de la curia y estrecho colaborador del prestigioso y popular Arzobispo de Managua y más tarde, primer Cardenal centroamericano, Monseñor Miguel Obando y Bravo.
Un día de agosto de 1981, el padre Bismark recibió una llamada telefónica de Maritza Castillo Mendieta. El sacerdote ignoraba que se trataba de un agente de la tenebrosa seguridad de estado nicaragüense, dirigida por Lenín Cerna, bajo la tutela del Comandante Tomas Borge.
Maritza Castillo le imploró al presbítero se trasladara a su vivienda para ayudarla espiritualmente a superar la depresión y crisis emocional por la que atravesaba.
El sacerdote diligentemente atendió la insistente y urgente solicitud. Poco después de llegar a la residencia de la feligrés, lo haría también otro agente de la seguridad del estado que golpearía al padre, obligándolo a desvestirse a punta de pistola. Luego, haría algunos disparos que avisarían a otros agentes de seguridad la perpetración de la trampa para que disfrazados de policías se acercarán a hacer prisionero a Carballo. Simultáneamente, una manifestación oficialista, reporteros de televisión y prensa sandinista llegarían al lugar. Los policías pasearían desnudo al clérigo desde la casa hasta la patrulla para conducirlo a la cárcel, forzándolo a pasar ante los camarógrafos y la muchedumbre que se burlaba de él. Más tarde, los medios de comunicación estatales exhibirían fotos y películas del cura desnudo informando sobre lo que calificaban como una aventura sexual ilícita.
Así respondía el régimen sandinista a la creciente crítica de la Iglesia. La voz de Monseñor Obando y Bravo y de los obispos, como ya había ocurrido en los tiempos de la dictadura dinástica de los Somoza, se alzaba frecuentemente con fuerza frente a los atropellos e injusticias y como ya también antes había sucedido, irritaba a los detentadores del poder. La Iglesia, institución querida y arraigada como ninguna en el corazón nicaragüense, se había convertido en el mayor obstáculo para los planes totalitarios sandinistas.
En los años recientes, exigencias estratégicas han obligado a los sandinistas a reconocer su responsabilidad en los vejámenes, calumnias, insultos y abusos cometidos contra sacerdotes y obispos. Cerna ha manifestado su arrepentimiento y Daniel Ortega, en su discurso de celebración del 24° Aniversario de la revolución pidió perdón públicamente a los obispos y a la Iglesia por los excesos cometidos contra los católicos.
En 1986, Monseñor Carballo sería expatriado. Regresaría a Nicaragua y hoy, sin odios ni rencores, trabaja por la reconciliación de los nicaragüenses continuado su fructífera labor pastoral como Vicario Episcopal de Carazo.
Publicado en el Diario La Verdad de Maracaibo el 26/05/2006
Saludos, rdb
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