de Martha Colmenares de Martha Colmenares 
La  historia del  23 de enero de 1958, movimiento cívico-militar que  derrocó al gobierno de Marcos Pérez Jiménez, quien abandonaría el país  con rumbo a República Dominicana a bordo del avión presidencial la «Vaca  Sagrada».  Además, la columna Tiempo de Palabra de Carlos Blanco, en la  que se refiere a la fecha, y entre otras consideraciones comenta  que  “los regímenes que se mantienen por la fuerza y con amaños electorales,  aun con apoyo social -como PJ lo tenía y Chávez lo tiene-, se  descomponen desde adentro, momento en el cual la presión desde afuera  los obliga a correr como al general y hace pocos días al presidente  tunecino, o a encaramarse en una salida negociada dentro de la cual la  renuncia o elecciones limpias son el más tranquilo de los expedientes”. 
 En la gráfica: celebración frente a la Seguridad Nacional
 23 de Enero de 1958
 El 23 de enero de 1958, un movimiento cívico-militar derrocó al  gobierno de Marcos Pérez Jiménez, quien abandonaría el país con rumbo a  República Dominicana a bordo del avión presidencial la «Vaca Sagrada».  El antecedente más cercano de dicho acontecimiento se produjo el primero  de enero del mismo año, cuando aviones de guerra surcaron los cielos  despertando a toda Caracas. El asombro fue mayúsculo, incluso para los  propios partidarios del gobierno, ya que hacía exactamente un mes, se  había efectuado un plebiscito para prolongar el mandato de Pérez  Jiménez, darle cierta solidez a su régimen y legitimidad ante las  Fuerzas Armadas. Sin embargo, a pesar de que el alzamiento fue develado,  a medida que se fueron revelando los nombres de los implicados se pudo  apreciar cuán extendido y profundo era el malestar entre los oficiales  de las tres fuerzas. Por tal motivo, aunque el golpe fracasó no  fortaleció al gobierno, sino que aceleró el proceso de deterioro que  terminaría 23 días más tarde con su caída. Esto último fue producto de  una acumulación de oposiciones que, al final convirtieron el  derrocamiento de la dictadura en una causa nacional.
 Profundizando un poco en las causas que derivaron en la caída de  Pérez Jiménez, hay que señalar fundamentalmente 2 aspectos. En primer  lugar, la crisis militar, originada a partir de los mencionados sucesos  del 1 de enero de 1958, los cuales trastocaron el poder absoluto que  hasta entonces tenía el primer mandatario en el seno de las Fuerzas  Armadas. En tal sentido, el alzamiento de los oficiales de la Fuerza  Aérea en la Base de Boca de Río, cercana a la ciudad de Maracay y del  cuerpo de blindados del cuartel Urdaneta de Caracas al mando del  teniente coronel Hugo Trejo, produjo o evidenció una crisis de liderazgo  en la institución castrense. En segundo lugar, la crisis política en el  propio seno del gobierno producto de la descomposición y  fraccionamiento del mismo a raíz del plebiscito de diciembre de 1957 y  que originó 2 cambios de gabinete sucesivos, los días 10 y 13 de enero  de 1958 respectivamente y la salida hacia el exterior de los personeros  más cercanos a Pérez Jiménez vetados por las Fuerzas Armadas, Laureano  Vallenilla Lanz, ministro hasta entonces del Interior, y Pedro Estrada,  jefe de la policía política del régimen, la Seguridad Nacional.
 A partir de los sucesos del 1 de enero y ante la manifiesta crisis  política y militar del régimen perejimenista, comenzaron a publicarse  diversos manifiestos en contra del gobierno tambaleante, firmados por  hombres y mujeres representativos de diferentes campos de la actividad  económica, profesional y cultural, así como pronunciamientos públicos de  instituciones nacionales como el Colegio de Ingenieros, la Asociación  Venezolana de Periodistas, federaciones obreras y sectores empresariales  que hasta ese momento no habían manifestado abiertamente su repudio a  la dictadura. Todas las acciones de calle en contra del régimen, tendrán  su momento cumbre en la huelga general del 21 de enero, movilizada por  la Junta Patriótica (unión de los diversos partidos políticos), junto a  los estudiantes, empresarios y las masas populares, la cual tomó un  carácter unitario que prestó el apoyo necesario a los oficiales alzados.
 En la madrugada del 23 de enero, pese a contar con el apoyo de un  importante sector de las Fuerzas Armadas, Pérez Jiménez decide abandonar  el Palacio de Miraflores y trasladarse al aeropuerto de La Carlota  (situado en plena ciudad de Caracas), para tomar el avión que lo  conduciría a la República Dominicana. Al conocerse la noticia del  derrocamiento, el pueblo se lanzó a la calle, saqueando las casas de los  adeptos al régimen; atacando la sede de la Seguridad Nacional y  linchando a algunos funcionarios.
 Asimismo, destruyeron la sede y los equipos del periódico oficialista  El Heraldo. Por otra parte, en pocas horas el Palacio de Miraflores se  convirtió en el sitio de reunión de los sublevados y de innumerables  dirigentes políticos y personalidades, quienes procedieron a nombrar una  Junta de Gobierno Provisional que reemplazara al régimen derrocado. La  Junta la constituyeron el contralmirante Wolfang Larrazabal como  presidente y los coroneles Carlos Luis Araque, Pedro José Quevedo,  Roberto Casanova y Abel Romero Villate. Al amanecer del día 23, los  venezolanos celebran la caída de Pérez Jiménez, a la vez que protestan  por la presencia en la Junta de Gobierno de Casanova y Romero Villate,  reconocidos miembros del perejimenismo; los cuales finalmente fueron  obligados a renunciar y reemplazados el día 24 de enero por los  empresarios Eugenio Mendoza y Blas Lamberti.
 Con el objeto de facilitar el trabajo de la Junta de Gobierno y  restablecer la democracia en Venezuela, se designó también un gabinete  provisional compuesto por juristas, empresarios y ejecutivos,  reservándose a un militar, el coronel Jesús María Castro León, el  ministerio de la Defensa. Posteriormente, la Junta de Gobierno convoca a  elecciones para diciembre de ese mismo año; se liberan a los presos  políticos en todo el país, se amplía la Junta Patriótica con  representantes de sectores independientes, ratificándose en la  presidencia de la misma al periodista Fabricio Ojeda; se abre el proceso  de castigo a los personeros del gobierno perejimenista y regresan los  exiliados. En esos días se iniciaba de manera definitiva, una nueva  etapa en la historia de la Venezuela contemporánea.
Via
 “Los regímenes que se mantienen por la fuerza, se descomponen desde adentro”.
La Insurrección
Por Carlos Blanco
 El 23 de enero de 1958 fue el momento culminante de una insurrección  cívico-militar que ni comenzó ni terminó ese día, aunque fue en su  madrugada cuando Pérez Jiménez se vio sin apoyo y se embarcó en La Vaca  Sagrada a acurrucarse con Rafael Leonidas Trujillo y mucho más tarde con  Franco.
 Había cesado un régimen de las Fuerzas Armadas que institucionalmente  habían tomado el poder el 24 de noviembre de 1948. Como en otros países  de América Latina, en Venezuela el Alto Mando milita había decidido  derrocar a Rómulo Gallegos. El nuevo régimen tuvo características que  conviene destacar, a los efectos de comparar el autoritarismo de  entonces con el de hoy.
 Hay una obvia diferencia de origen. Chávez intenta un golpe con un  grupo de militares pero quien lo derrota son las FAN leales aunque luego  es elegido democráticamente. Por su parte, en 1948 se instala un  gobierno autoritario que hasta 1952, busca una legitimación democrática  que no logra, por lo que comete un fraude electoral descomunal. Aunque  no era un gobierno legítimo se conformó como uno institucional de los  militares; no fue un líder con apoyo popular quien pasó a dominar la  escena sino el jefe de la organización castrense.
 El Gobierno de Pérez Jiménez se mantuvo con una intensa represión  contra quienes lo combatían pero tuvo dos logros reconocidos: seguridad  ciudadana y una política de modernización centrada en la construcción de  una vasta infraestructura, política sostenida por la bonanza fiscal de  los años 50 hasta que hizo crisis en 1957. Por su parte, el gobierno de  Chávez apela a la represión pero no mata sistemáticamente a sus enemigos  cuando los detiene sino que los acosa, los persigue y a algunos les  mantiene prisioneros a través de remedos de legalidad que al otro  autócrata importaban menos. Debe decirse, sin embargo, que en la  dictadura de los años 50 era posible que alguna conexión con el Gobierno  aliviara una pena política, blandura que ni Chávez ni los cubanos  permiten ahora. Una cuestión curiosa es que los jefes de la represión  bajo el mandato del General eran los tenebrosos Laureano Vallenilla Lanz  y Pedro Estrada, mientras quien carga con el peso de la represión  actual es directamente el Presidente; no hay ningún personaje poderoso  tras el trono, precisamente por el carácter personalista y no  institucional del presente régimen. Por supuesto, en materia de  seguridad ciudadana y de “política de concreto armado” no hay punto de  comparación.
 Mientras en el caso de Pérez Jiménez había un fuerte nacionalismo  (“El Nuevo Ideal Nacional”) capaz de combinarse con el anticomunismo de  la Guerra Fría bajo la batuta de Washington, en la situación actual hay  un desmantelamiento de lo nacional en beneficio de la integración -y  subordinación- con Cuba, así como con la estructura corrupta que conecta  con los gobiernos de Nicaragua, Bolivia, Irán, Bielorrusia, Rusia,  entre los más destacados. La retórica antiimperialista y la enemistad  abierta con EEUU recubre una operación de capitulación hacia la familia  Castro.
 La dinámica. El malestar económico, político y social se sentía sobre  todo en el año 1957. La Iglesia intervino, los partidos se unieron en  la clandestinidad, los estudiantes se movilizaron, dentro del Gobierno  aparecieron voces disidentes, y luego Pérez Jiménez intentó un nuevo  fraude electoral en diciembre de 1957, al trucar el resultado del  plebiscito sobre su permanencia en la presidencia. Esos son los  ingredientes de un proceso cuya dinámica acelera el alzamiento militar  del 1º de enero de 1958, comandado por Hugo Trejo. A partir de ese  momento el Gobierno se descompone, se acelera el descontento popular,  los activistas políticos de los partidos prohibidos se lanzan a las  calles, se promueven los pronunciamientos de los diferentes sectores de  la vida del país, hasta que las FAN -también como organización- se  alebrestan y sus mandos se constituyen en Junta Militar que a las horas  se vuelve Junta de Gobierno al ser expulsados dos conspicuos  perezjimenistas. En ese momento se incorporan dos civiles del mundo  empresarial. La insurrección fue de todos los sectores de la sociedad  que pusieron el caldo espeso, pero el ingrediente decisivo fue la  institución militar, en ese entonces sólida, por lo que un oficial  -Wolfgang Larrazábal- fue un meritorio actor de la transición  democrática.
 Ocurrió un hecho interesante. La mayor parte de los sectores  consideraron que el objetivo político e institucional había sido  obtenido con el retorno a la democracia mediante la elección de un  presidente. Sin embargo, a través de un complejo proceso que tomó su  tiempo, los sectores de izquierda radical -tras un receso- siguieron con  la insurrección que para muchos había cesado el 23 de enero. Se van a  la lucha armada, son derrotados, pacificados e integrados en su mayor  parte a las reglas de la democracia. Pervive un furtivo grupo de viejos  guerrilleros y militares que no abandona la idea de lograr lo que no se  logró, según ellos, en 1958. Esto es lo que luego florece y cuaja con  Hugo Chávez con cuya felonía y ambición se tropieza esa estructura  semi-dormida que había nacido en las luchas contra Pérez Jiménez, que  luego se había ido a la montaña en alianza con Fidel Castro y cuyos  remanentes esperaron a que las élites se cansaran de la democracia para  esperar el poder en la bajadita.
 Paralelismos. No son procesos iguales por la diferencia de las  condiciones históricas pero tienen puntos de contacto, tanto por el  carácter autoritario de los regímenes como por el papel de los  militares. No puede desatenderse que uno de los primeros gestos de  Chávez como presidente fue asistir a un desfile en Los Próceres  disfrazado de “general-Pérez-Jiménez-con-uniforme-de-gala”, mientras que  su pareja de entonces iba disfrazada de “Doña Flor”, la esposa del  general, con pamela veraniega rosada y todo.
 Lo que se ha querido destacar en estas líneas es que los regímenes  que se mantienen por la fuerza y con amaños electorales, aun con apoyo  social -como PJ lo tenía y Chávez lo tiene-, se descomponen desde  adentro, momento en el cual la presión desde afuera los obliga a correr  como al general y hace pocos días al presidente tunecino, o a  encaramarse en una salida negociada dentro de la cual la renuncia o  elecciones limpias son el más tranquilo de los expedientes.
 No se pueden hacer vaticinios dado que Chávez quiere quedarse  indefinidamente y ha demostrado garra para lograrlo, pero quién sabe, en  el chavismo hay tanto cansancio como en el resto del país. No sólo el  chavismo popular que ya no teme ir a la calle sino esos dirigentes, con  la cara ajada de tanta sumisión, que quisieran más que insultar a la  oposición como obligación, poder denunciar lo que también ellos ven y  tal vez ayudar a construir un mejor país.
Via
www.tiempodepalabra.com
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enero 23, 2011 
 Tags:  historia fecha dictadura electorales
  historia fecha dictadura electorales
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