Carta pastoral para el Año de la Fe
«Portones, alcen los dinteles, que se alcen las antiguas compuertas.
Va a entrar el rey de la gloria” (Sal 24,7s).
Amados hijas e hijos de la grey zuliana.
INTRODUCCIÓN
Gracia, alegría y paz en el Señor Jesús a todos ustedes, mis hermanos presbíteros, que colaboran estrechamente conmigo en el servicio del pueblo de Dios de esta Iglesia local; a ustedes, comunidades de consagrados y consagradas que dan testimonio de la santidad de Dios y sirven a sus hermanos de manera especial con entrega y dedicación; a ustedes mis amados laicos, tanto asociados como no asociados, esperanza viva de nuestras comunidades; a todos los bautizados presentes en parroquias, rectorías, centros misioneros, movimientos apostólicos y nuevas realidades eclesiales; a todos ustedes hermanos que sirven al Señor desde otras confesiones y grupos religiosos cristianos y tienen hambre y sed de la unidad deseada por Cristo Jesús.
Con esta carta pastoral quiero asociar esta Iglesia arquidiocesana a la hermosa iniciativa de nuestro Santo Padre Benedicto XVI de declarar un Año de la Fe con motivo de los 50 del inicio del Concilio Vaticano II, brújula de la Iglesia para el inicio del tercer milenio y los 20 años de la promulgación del Catecismo de la Iglesia católica, libro de referencia doctrinal para nuestra vida de fe. Se trata efectivamente de dos grandes acontecimientos que no pueden pasar desapercibidos y que merecen que saquemos de ellos el mayor fruto espiritual y apostólico. Les invito a integrar el Año de la Fe dentro de nuestro proyecto arquidiocesano de renovación pastoral (PARP/E) y de la celebración, a finales del año 2013, del IV Congreso Americano Misionero, CAM 4 COMLA 9.
El Año de la fe desea contribuir a una renovada conversión al Señor Jesús y al redescubrimiento de la fe, de modo que todos los miembros de la Iglesia seamos para el mundo actual testigos gozosos y convincentes del Señor resucitado; capaces de señalar la “puerta de la fe” a tantos que “buscan al Señor con sincero corazón” (Plegaria Eucarística. N. IV). Es un año en el que se dedicará toda la atención a reforzar la fe en los fieles católicos, recuperarla en los que se ha entibiado y despertar la de los que viven como si Dios no existiera.
Al traspasar el umbral de esta “puerta” el creyente abre los ojos para ver a Jesucristo presente entre nosotros «todos los días hasta el fin del mundo» (Mt 28, 20). La aventura de la fe se inicia con el bautismo, abarca toda la vida y culmina en la vida eterna. Quien se interna en este camino aprende «el arte del vivir» y se inicia en una relación intensa con el Señor. “Con su amor, con su apasionante personalidad divina y humana, Jesucristo atrae hacia sí a los hombres de cada generación: convoca a la Iglesia y le confía el anuncio del Evangelio, con un mandato de permanente novedad. Por eso, también hoy es necesario un compromiso eclesial más convencido en favor de una nueva evangelización para redescubrir la alegría de creer y volver a encontrar el entusiasmo de comunicar la fe”. (Porta Fidei 7). Con estas palabras, el Santo Padre ha convocado a toda la Iglesia a movilizarse a favor de la gran empresa de la fe en nuestro tiempo. Que la Fe sea compañera de vida, compromiso a convertirnos en un signo vivo de la presencia de Cristo resucitado en el mundo.
“Cada hombre tiene una puerta por la que entra Cristo”, dice san Ambrosio. Este año de la fe nos ofrece un tiempo de gracia para abrir nuestras puertas de par en par a Cristo Jesús para que entre y habite en todo nuestro ser. “He aquí que estoy a la puerta y llamo. Si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo” (Ap 3,20). La imagen de la puerta nos hace pensar entonces en una entrada importante, en una introducción en la vida de comunión con Dios. El estará con nosotros y nosotros estaremos con Él. Cristo a su vez nos enseñará cómo estar con el prójimo como un hermano.
1. LA DIMENSIÓN HISTÓRICA DE NUESTRA FE.
Este año es propicio para que repasemos la historia de nuestra fe. Esta historia nos hace contemplar el misterio insondable del entrecruzarse de la santidad de Dios y del pecado humano. “Por la fe en Cristo hemos llegado a obtener esta situación de gracia en la que vivimos y de la que nos sentimos orgullosos, esperando participar de la gloria de Dios (…) Dios nos ha mostrado su amor ya que cuando éramos pecadores Cristo murió por nosotros” (Rm 5,2.8).
La santidad de los hermanos que nos han precedido como testigos en el camino de la fe nos anima a perseverar y nos empeñamos, aferrados a la misericordia del Padre, en recorrer como María toda la ruta de la vida en una auténtica peregrinación de la fe (Cf. He 11). En efecto, es por la fe de María “dichosa por haber creído que lo que le había dicho el Señor se cumpliría” ( Lc 1,45); por la fe de los Apóstoles, quienes lo dejaron todo para seguir al Maestro; por la fe de los mártires, quienes entregaron su vida como testimonio de la verdad del Evangelio; por la fe en fin de muchos cristianos, que han promovido acciones sufridas en favor de la liberación y justicia; es por la fe de todos ellos como ha llegado íntegra y vivificante la fe hasta nosotros, y estamos llamados a acogerla, purificarla, confirmarla, confesarla y transmitirla.
2. PUERTA PARA EL ENCUENTRO CON UNA PERSONA
La madurez en el camino de la fe se alcanza con el encuentro personal y comunitario con Cristo Jesús. En la Carta apostólica “Porta Fidei” con la que nos convoca al Año de la Fe, el Papa nos confía que “desde el comienzo de su ministerio, ha recordado “la exigencia de redescubrir el camino de la fe para iluminar de manera cada vez más clara la alegría y el entusiasmo renovado del encuentro con Cristo” (Porta Fidei 2).
El Año es también una ocasión propicia para que todos los fieles comprendan con mayor profundidad que “no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva”. (Benedicto XVI, Encíclica Deus caritas est No 1)
La fe cristiana no es un sentimiento vacío, sino respuesta a una Palabra que se hace Vida en el encuentro con Jesucristo. Desde esta perspectiva la tarea evangelizadora y misionera tendrá que tener muy en cuenta provocar ese encuentro personal con Cristo, particularmente en la Palabra de Dios, la Eucaristía y el testimonio de vida de los creyentes, en especial hacia los jóvenes, los más pobres y los sufrientes.
El Año de la Fe es una celebración que debe tocar el fondo de nuestro corazón, hacer vibrar todas las fibras de nuestro ser y despertarnos para participar en el llamado del Papa y de su Iglesia en todos los contenidos y programas que este Año de la Fe está por ofrecernos. Como todo gran acontecimiento el éxito está en la participación activa de los invitados, en sentarse a la mesa del banquete al que Cristo no invita, de modo que todos los miembros de la Iglesia sean para el mundo actual testigos gozosos y convincentes del Señor resucitado.
3. "CONOCER LA FE" PARA VIVIRLA Y TRANSMITIRLA
Hoy se requiere, y así lo ha pedido El Papa Benedicto XVI para el Año de la Fe, una confirmación de los contenidos esenciales de la fe. Sólo será posible si los cristianos dan testimonio de cómo la fe cristiana “transforma la vida con el gran don de la filiación divina en la comunión eclesial” (Documento de trabajo para el Sínodo sobre la nueva evangelización, n. 94).
Es decir: al hacernos hijos de Dios, la fe vivida nos hace hermanos, miembros de la misma familia de Dios, que es la Iglesia, como germen de solidaridad y fraternidad en el mundo. Creer es abrir la puerta. Creer es convertirse a la novedad del Reino de Dios. El Año de la Fe ofrecerá así a todos los creyentes una buena oportunidad para profundizar los principales documentos del Concilio Vaticano II y el estudio del Catecismo de la Iglesia Católica y de esa manera crecer en el conocimiento de los contenidos de la fe para poder dar razón de la esperanza que habita en nosotros.
Así la acción evangelizadora y misionera provocará, no sólo el encuentro personal con Cristo, sino también, a través de la enseñanza y la catequesis permanente, un conocimiento de los contenidos de la fe en Él para dar testimonio de ello con la propia vida.
4. CELEBRACIÓN ALEGRE Y COMUNITARIA
Nuestra fe en Cristo que se ha encarnado, que ha muerto por nosotros y ha resucitado, nos lleva a la celebración. Hagamos de este año una celebración alegre y entusiasta. La fe auténtica se comparte con alegría. Es una fe que se hace Eucaristía y que por lo mismo es alegría y triunfo. Es una fe eclesial y por lo mismo comunitaria, juvenil, solidaria con todo el devenir humano. Es una fe que construye la Iglesia y que el Espíritu enriquece con la multiplicación de sus dones. Esa fe es la que debe manifestarse en la alegría.
No temamos expresar y celebrar nuestra fe. Son muchos los hombres y mujeres, particularmente jóvenes que necesitan ver esa alegría de los cristianos para buscar a Dios, salir de sus tinieblas y desembocar en la luz de la fe. Por eso, la Iglesia debería abrir también hoy una especie de “patio de los gentiles”, donde los hombres puedan entrar en contacto con Dios a través de sus testigos.
“Los creyentes debemos amar a las personas que se tienen por agnósticas o ateas (…) La búsqueda de Dios es fundamental para el hombre (…) Es necesario perseverar en el diálogo con las otras religiones (…) y con aquellos que consideran la religión como algo extraño”. (Lineamientos para la preparación del Sínodo de Obispos – Octubre/2012 – nº 5)
5. HACIA UNA NUEVA EVANGELIZACIÓN
El Papa ha colocado la nueva evangelización en el primer puesto de la agenda de la Iglesia. Ha convocado la XIII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos para que trate durante el mes de octubre el tema de “La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana”. Al escuchar esta expresión, podemos pensar que la “nueva evangelización” alude primeramente a la adquisición de métodos más eficaces, o de una estrategia mejor planificada, o de la llegada del anhelado manual, o de un renovado curso pedagógico. Sin embargo, “la nueva evangelización es principalmente una tarea y un desafío espiritual”, “una tarea de cristianos que desean alcanzar la santidad” (LNE 22), “es la capacidad de hacer nuestros, en el presente, el coraje y la fuerza de los primeros cristianos, de los primeros misioneros; el coraje de atreverse a transitar por nuevos senderos, es la renovación espiritual de la vida de fe de las Iglesias locales” (LNE 5). Significa una “nueva proclamación del mensaje de Jesús, que infunde alegría y nos libera” (LNE 24), es la “respuesta adecuada a los signos de los tiempos” (LNE 23).
Por lo tanto, la nueva evangelización no es algo que pueda buscarse fuera de uno mismo. “Puede evangelizar sólo quien a su vez se ha dejado y se deja evangelizar, quien es capaz de dejarse renovar espiritualmente por el encuentro y por la comunión vivida con Jesucristo, “La formación y el cuidado deberán no solo sostener a los evangelizadores ya en acción, sino llamar a nuevas fuerzas, no se reducirá a una mera preparación técnica, aunque ella sea necesaria. Será sobre todo una formación espiritual, una escuela de la fe” (LNE 22).
“No se puede transmitir aquello en lo cual no se cree y no se vive” (LNE 12). Sólo es posible comunicar y predicar lo que se ha hecho ya comunión y palabra en el espacio de vida compartido con Jesús (cf. Mc 3,13-14). ¿Cómo anunciar una amistad que no se experimenta? La evangelización va dejando una huella: la fecundidad. También su ausencia: la incapacidad para engendrar vida.
6. ESTILO PASTORAL QUE TIENE SU FUENTE EN EL ESTILO EVANGELIZADOR DE JESÚS.
El camino evangelizador de Jesús se expresa en un estilo que ayuda a definir una espiritualidad o mística en la tarea pastoral, que es previa a cualquier acción programática. Entre las actitudes de ese estilo de vida quisiera destacar la cercanía.
LA CERCANÍA
El encuentro con Jesús es cercanía con él. El Dios de Jesús se revela como un Dios cercano y amigo del hombre. El estilo de Jesús se distingue por la cercanía cordial. “Recordamos, por ejemplo, cómo Pedro, Andrés, Santiago y Juan han sido llamados por Jesús en el contexto de su trabajo, cómo Zaqueo ha podido pasar de la simple curiosidad al calor de la mesa compartida con el Maestro, cómo el centurión pide la intervención del Señor ante la enfermedad de una persona cercana, como el ciego de nacimiento lo ha invocado como liberador de su propia marginación, como Marta y María han visto recompensada su hospitalidad con su propia presencia. Podemos continuar aún recorriendo las páginas de los Evangelios y encontrando tantos y tantos modos en los que la vida de las personas se ha abierto, desde diversas condiciones, a la presencia de Cristo. Y lo mismo podemos hacer con todo lo que la Escritura nos dice de la experiencia misionera de los apóstoles en la Iglesia naciente” (XIII Asamblea del Sínodo de los Obispos Mensaje al Pueblo de Dios).
Los cristianos aprendemos ese estilo en el encuentro personal con Jesucristo vivo, encuentro que ha de ser permanente empeño de todo discípulo misionero. Desbordado de gozo por ese encuentro el discípulo busca acercarse a todos para compartir su alegría.
La misión es relación y por eso se despliega a través de la cercanía, de la creación de vínculos personales sostenidos en el tiempo. El amigo de Jesús se hace cercano a todos, sale al encuentro generando relaciones interpersonales que susciten, despierten y enciendan el interés por la verdad. De la amistad con Jesucristo surge un nuevo modo de relación con el prójimo, a quien se ve siempre como hermano. En este espíritu cobra particular relieve la liturgia del sacramento de la Reconciliación. Ese es el ámbito privilegiado en el que los sacerdotes, secundando la acción de la gracia, despliegan su ardor misionero y se muestran cercanos y cordiales con el penitente. Cfr. DA 159, citando a BENEDICTO XVI, Homilía en la Eucaristía de inauguración de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, 13 de mayo de 2007, Aparecida, Brasil.
7. INDICACIONES PASTORALES PARA EL AÑO DE LA FE
Deseo concluir esta carta dándoles a conocer algunas disposiciones pastorales con las cuales espero contribuir a que saquemos el mejor provecho de este tiempo de gracia.
· Daremos apertura en la arquidiócesis al Año de la fe el próximo 3 de noviembre con una solemne celebración de La Eucaristía que tendrá lugar en la santa Iglesia catedral a las 11.30am al término de la Asamblea arquidiocesana.
· La Vicaría de Acción Pastoral dará a conocer el calendario arquidiocesano con el cual queremos celebrar el año de fe. Tomaremos como ícono del año el símbolo de la barca que peregrinará por las zonas pastorales.
· Las Jornadas pastorales y las Jornadas de Formación permanente del 2013 nos permitirán ahondar en la virtud de la fe, en la importancia del Concilio Vaticano II y del Catecismo de la Iglesia Católica, con una amplia convocatoria para invitar a tomar parte en ella a sacerdotes, personas consagradas, diáconos permanentes, ministros extraordinarios de la comunión, delegados de la Palabra, a los miembros de los Equipos zonales y parroquiales de animación pastoral (EZAP y EPAP).
· Además de las indicaciones generales de la Signatura apostólica para beneficiarse de las indulgencias, durante el año de la fe se podrán lucrar en cada parroquia y rectoría el día de la fiesta patronal.
· Cada zona pastoral podrá beneficiarse de la Indulgencia plenaria el día de la Visita a la basílica con motivo de las fiestas patronales de Ntra. Sra. de Chiquinquirá tanto este año como el próximo, si en esa oportunidad, además de cumplir las condiciones ordinarias, se renueva la profesión de sus promesas bautismales.
· Se podrá lucrar indulgencia plenaria a lo largo del año, de acuerdo a las condiciones ordinarias en la santa Iglesia catedral, en la basílica, en los templos de la Inmaculada Concepción de La Cañada y de San Rafael de El Moján.
· Los secretariados arquidiocesanos se esmerarán en dar a conocer a sus destinatarios algunos de los documentos más importantes del Concilio Vaticano II así como el Catecismo de la Iglesia católica.
· Se organizará la Formación permanente del clero, particularmente las reuniones del clero, desde los documentos del Concilio Vaticano II y el Catecismo de la Iglesia Católica.
· Se organizarán celebraciones penitenciales, particularmente durante el adviento y la cuaresma, en las cuales se ponga un énfasis especial en pedir perdón a Dios por los pecados contra la fe.
· El Año de la fe será una ocasión para dar mayor atención a las escuelas católicas
· Parroquias, comunidades, movimientos. Todos los fieles están invitados a leer y meditar la Carta apostólica Porta fidei del Santo Padre Benedicto XVI.
· La Vigilia de pentecostés del año 2013 será Arquidiocesana.
Todas estas disposiciones y actividades serán oportunidad para acrecentar la espiritualidad de comunión, avanzar en la configuración del tejido pastoral zonal y parroquial y concluir la elaboración de nuestro Plan Arquidiocesano de Pastoral en el marco de la preparación y celebración del IV Congreso Americano Misionero, CAM 4 COMLA 9, que se llevará a cabo al finalizar el año de la fe, del 26 de noviembre al 1º de diciembre del 2013.
Confiamos los frutos de esta carta pastoral y sobretodo del Año de la Fe a nuestra Madre la Santísima Virgen del Rosario de Chiquinquirá. Que ella nos enseñe a vivir la fe, en el abandono total en las manos del Padre y en el deseo ardiente de cumplir con sus designios de salvación. Los bendigo a todos en el Señor Jesús, “iniciador y consumador de nuestra fe” (He 12,3)
Maracaibo 1º de noviembre de 2012, fiesta de Todos los Santos
+ Ubaldo R Santana Sequera FMI
Arzobispo de Maracaibo
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