¿Es posible que haya teología en el estado actual de la Iglesia? ¿Es conveniente que haya teología? ¿Es importante que exista un desarrollo teológico en la actual crisis?
Tres preguntas que tienen un mismo eje: la crisis que atraviesa la Santa Iglesia Católica ha desviado muchos de nuestros esfuerzos a "salvar a la Iglesia". Intención pía, es cierto, pero vacua porque nadie puede salvar a la Iglesia, es la Iglesia el medio de salvación. Quisiera esbozar una respuesta a estas tres preguntas, empezando por la última, como si desandara un camino.
¿Es importante que exista un desarrollo teológico en la actual crisis?
Ante la primer pregunta yo consideraría una respuesta afirmativa. El desarrollo del pensamiento cristiano, la reflexión sobre Dios, su obra y su relación con nosotros ha sido siempre objeto de análisis en la Iglesia. Fue también en momentos de crisis, de avances de las herejías cuando aparecieron los grandes defensores de la Fe. Recordemos aquella frase de San Pablo "es necesario que aparezcan herejías" ¿Por qué? Porque las mismas sirven para purificar la Fe y ponen en evidencia quienes son y quienes no son los cristianos. Los cristianos son aquellos que están unidos a la Iglesia, unidos al Cuerpo Místico, no por voluntad propia, sino porque han sido llamados por Dios y regenerados por Cristo. Las herejías han permitido además la definición precisa de los dogmas de fe. Sin la peste de los novadores del XVI no hubiéramos tenido el Gran Concilio de Trento. Lo mismo se puede decir de San Pío X, quien enumeró y denunció al modernismo.
Garrigou-Lagrange, el gran teólogo del Siglo XX escribió en parte como respuesta a la Nueva Teología, sentando las bases, sobre una revisión de Santo Tomás de la verdadera Teología Católica. Báñez y los demás Padres Predicadores en el Siglo XVI expusieron la Verdad Católica, tanto ante los fatalistas como ante los pelagianos, los primeros surgidos entre los protestantes, los segundos, en el seno de la misma Iglesia.
Por lo tanto, el desarrollo teológico en la actual crisis es necesario, y más, yo diría, obligatorio. Nos permitirá asentar claramente las bases de nuestra fe, desarrollar una defensa, una apología católica contra el Modernismo, no ya de fines del XIX y comienzos del XX, sino de un modernismo con una fuerza muchísimo mayor, proyectado y (en apariencia) triunfante. Cuando San Pio X inició el combate contra los modernos, éstos no se encontraban en posiciones de poder: eran una minoría que debía actuar de manera subterranea. Con la consolidación de la Iglesia Conciliar la situación ha cambiado: los modernistas se han apoderado de la jerarquía de la Iglesia, usurparon nuestros templos, se hicieron con las cátedras y esparcen sus errores, suplantando la Religión Católica por una Falsa Iglesia nacida promulgada por Montini/Pablo VI.
Es por lo tanto, necesario que haya un desarrollo católico que nos sirva como posición ante los embates de la Nueva Teología, que es en realidad una Antropología, ya que su centro es el hombre, y más precisamente, el hombre moderno. La teología de ésta época de crisis debe nutrirse de dos fuentes: en primer lugar la Sagrada Escritura y la segunda los Padres de la Iglesia. ¿Por qué? Porque la escolástica fue la teología de la Iglesia como institución dominante, su desarrollo fue posible gracias a que la Iglesia y el poder secular estaban unidos y eran una sola cosa. Hoy en día la situación se parece mucho más a la de la Iglesia de los primeros siglos: persecuciones, calamidades, catástrofes, avance de los herejes en el poder y de una Iglesia Oficiosa que se dice católica cuando no lo es. Un regreso a los Padres será un regreso a la filosofía, algo en lo que los modernistas se han destacado. Claro que se trata de una falsa filosofía, siendo la filosofía el amor por la sabiduría, el amor por la Verdad, el Modernista no tiene sino un amor por su propio intelecto y por el hombre como centro, se trata entonces, de una filosofía des-centrada, que no atiende al Creador, sino a la creatura, una filosofía falaz y atiborrada de palabras, pero que no tiene al Logos, fuente primaria y única de todo conocimiento.
El desarrollo teológico nos permitirá una apologética para los tiempos modernos, nos permitirá una clara reafirmación cristológica. El resultado será un florecimiento de una teología sacramental más fuerte y más definida, un mayor conocimiento sobre lo que debemos creer, lo que debemos practicar y como lo debemos hacer. Finalmente, la teología de esta época de crisis atenderá a aspectos fundamentales, como la eclesiología, la sotereología y la teología sacramental.
El descuido de la teología ha sido el culpable de los retrocesos de la Resistencia Católica. La teología es una armadura, un soldado desarmado es fácil de derrotar. El conclavismo, el caos de las ordenaciones episcopales descontroladas son una evidencia de la falta de preparación teológica de muchos sacerdotes y obispos. También la facilidad con la que muchos clérigos tradicionalistas han seguido los fenómenos aparicionistas o han caído en la seducción de una piedad barroca y superficial, meramente exotérica y centrada en el culto por el culto en sí, y no por la espiritualidad que es signo de la Doctrina Cristiana, entregada por Nuestro Señor y transmitida por los Apóstoles. Para ello, esta teología debe poner su acento en las Sagradas Escrituras y en la Tradición, no sólo en la tradición o en los catecismos, sino en la Palabra misma de Dios y en aquello que nos fue transmitido desde los primeros tiempos.
Finalmente ¿Es posible que haya teología en el estado actual de la Iglesia? No solo es posible, sino que es necesario. El desarrollo teológico no es algo accesorio, no es onanismo intelectual, antes bien se trata de la defensa de Nuestra Fe, el arma fundamental para el combate.
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