En la sección de Internacional de la edición impresa del semanario británico "The Economist" -de tendencia liberal y laicista- que saldrá mañana sábado, 15 de diciembre, se afirma que "está de moda ser tradicionalista en la Iglesia Católica". Con una foto cuyo pie reza: "Campanas y olores (de incienso) a montones" comienza el siguiente artículo, bastante tendencioso, que transcribo literalmente (tanto la traducción como las notas -en rojo-, son mías):
Conservadores católicos
Una avanzadilla tradicionalista
Está de moda ser tradicionalista en la Iglesia Católica
15 de diciembre de 2012 | de la edición impresa
DESDE el Concilio Vaticano II en 1962, la Iglesia Católica se ha esforzado por adaptarse al mundo moderno. Pero en Occidente —donde muchos esperaban que un mensaje contemporáneo caería mejor— los fieles la han abandonado en tropel. La asistencia a la Misa dominical en Inglaterra y Gales ha caído a la mitad desde los 1,8 millones (de fieles que asistían) registrados en 1960; la media de edad de los feligreses ha aumentado de los 37 en 1980 a los 52 en la actualidad. En Estados Unidos la asistencia ha descendido a un tercio desde 1960. Menos del 5% de los católicos franceses asisten (a Misa) regularmente, y en Italia sólo el 15%. Sin embargo, aunque la corriente principal mengua, los tradicionalistas aumentan (juego de palabras, pues wax -'crecer' o 'aumentar'- también significa "cera" de las velas).
Fijémonos en la Misa en latín, arrinconada por el Vaticano en 1962 a favor de la Liturgia en lengua vernácula. En su forma más tradicional, el sacerdote consagra el pan y el vino susurrando, dando la espalda a la congregación: anatema aquellos que piensen que el aperturismo es el signo de los tiempos. Pero el Padre John Zuhlsdorf, sacerdote estadounidense y bloguero dice que supone un desafío para los feligreses, a diferencia del cómodo liberalismo de los servicios (religiosos) habituales. “No es sólo una reunión escolar”, dice.
Otros comparten su entusiasmo. La Sociedad de la Misa en Latín de Inglaterra y Gales (The Latin Mass Society of England and Wales), fundada en 1965, cuenta actualmente con 5.000 miembros. El número de Misas semanales en latín ha aumentado desde las 26 de 2007 a las 157 actuales. En Estados Unidos han aumentado de 60 en 1991 a 420 (hoy en día). En el Oratorio de Brompton (Brompton Oratory), un lugar de referencia del tradicionalismo en Londres, 440 (fieles) asisten en tropel a la principal Misa dominical en latín. Eso es el doble (de asistencia) del inglés medio. Las mujeres lucen mantillas (velos de encaje). Los hombres llevan trajes de tweed.
Pero no es un garito de carrozas (sic): la feligresía es joven e internacional. Al igual que el cristianismo evangélico (se refiere a las sectas evangélicas), el catolicismo tradicional está atrayendo a gente que ni siquiera había nacido cuando el Concilio Vaticano II trató de renovar la Iglesia. Los grupos tradicionalistas tienen miembros en 34 países, incluyendo Hong Kong, Sudáfrica y Bielorrusia. Juventutem, un movimiento para católicos jóvenes a quienes gustan los viejos usos (o las viejas formas), presume de tener veintenas (sic) de activistas en una docena de países. Los tradicionalistas usan los blogs, las páginas web y las redes sociales para expandirse por el mundo —y para denunciar a las diócesis y párrocos liberales recalcitrantes, quienes hace mucho tiempo que ven a los Latinistas (sic) como una minoría auto-indulgente, anacrónica y afectada—. En Colombia 500 personas que querían la Misa tradicional tuvieron que usar un club social (más tarde encontraron una iglesia).
En 2007 se produjo un gran cambio, cuando el Papa Benedicto XVI aprobó formalmente el uso de la antigua Misa de rito latino. Hasta ese momento, el aprecio por la liturgia tradicional podía arruinar la carrera de un sacerdote. La causa (tradicionalista) también ha recibido un nuevo impulso con el Ordinariato (anglicano), un grupo patrocinado por el Vaticano para ex-Anglicanos. Docenas de sacerdotes anglicanos han “cruzado el Tiber” de la muy ritualista ala clerical “olores y campanas” (sic); encuentran una rápida acogida entre los católicos tradicionalistas.
La vuelta del rito antiguo causa silenciosa costernación entre católicos más modernistas (sic). Timothy Radcliffe, antiguo Prior de los Dominicos británicos, ve en esto “una especie de nostalgia (al estilo de) ‘Retorno a Brideshead’”. El resurgimiento del tradicionalismo, piensa, es una reacción contra el “liberalismo de moda” de su generación. Cierto movimiento de péndulo parece inevitable. Pero para una jerarquía eclesiástica de los países occidentales acechada por el escándalo y la decadencia, el surgimiento de una avanzadilla tradicionalista es perturbador (o inquietante). ¿Es simplemente un surgimiento extravagante (o afloramiento de excentricidad), o una señal de que la iglesia tomó un rumbo equivocado hace 50 años?
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