martes, 26 de marzo de 2013

El peligro de los fieles ignorantes

Del Blog .:Sursum Corda:.
El peligro de los fieles ignorantes:
El peligro de los fieles ignorantes
(el deseo de los tradicionalistas sectarios)


Hace algún tiempo, el Padre Méramo decía en uno de sus sermones que no era posible que la ignorancia pontifique. Se trata de palabras muy acertadas. No obstante, en la Resistencia Católica,


muchos gustan de hacer gala de su ignorancia. La justifican de doble manera: Por un lado poseen una confianza ciega en sus (auto-proclamados) superiores religiosos; por el otro, creen que el estudio (no autorizado por sus auto-nombrados superiores religiosos) los llevará a la herejía. Especialmente ésto último es alentado por los mismos (autodenominados) superiores, cuya formación, muchas veces, es lamentable.
En el presente artículo, quisiera volver sobre el tema de la necesidad de estudio que tienen los fieles católicos. Si bien ya traté el tema en dos artículo. El primero se intituló "El miedo a estudiar", y el segundo "En contra de la ignorancia de los fieles". También, en algunos debates con el señor Raúl de México, hice referencia a la obligación que poseen los fieles de estar atentos a las innovaciones que pueden introducir algunos clérigos tradicionalistas, algo que nunca fue tan peligroso como la actual Crisis que atraviesa la Iglesia.
En la primera parte del presente artículo trataremos el tema de la ignorancia. En la segunda parte como la misma ha sido utilizada en algunos grupos para crear verdaderas sectas, siendo la paradigmática la del Palmar de Troya y también la del obispo Francis Schuckardt. Finalmente, expongo algunas ideas sobre como evitar éste fenómeno en la Tradición Católica.


I. LA IGNORANCIA.
Muchos fieles católicos creen que las herejías son fruto del estudio. Grave error, cuando leemos que San Agustín, gracias al estudio, a la búsqueda del conocimiento se acercó al Evangelio y con ello a la Conversión. Otro tanto leemos de San J
erónimo en la famosa epístola a Eustoquia. ¿Vale la pena citar al Doctor Angélico en sus insistencias sobre la necesidad de estudiar la Sagrada Doctrina? ¿Hay que mencionar también al Doctor Seráfico? ¿Podemos ignorar que  San Pío X, o Pío XII insistieron en la necesidad de que los fieles conocieran la Sagrada Doctrina a fin de no caer en las garras del Demonio? El peor enemigo de nuestra fe es la ignorancia, por medio de la cual actúa la Mentira, cuyo Padre es Satanás.
La ignorancia fue una de las consecuencias del Pecado Original, tiene su génesis en el ansia de conocimiento del hombre, pero no de un conocimiento infundido por Dios o un conocimiento merecido, sino, en un conocimiento apropiado por el robo, en un conocimiento ofrecido, seductivamente, por la Serpiente.
Desde aquel entonces, el hombre tiene dos caminos para el conocimiento: el primero es un conocimiento de tipo enciclopédico, hueco, vacío, material, que no conduce a nada. Por el otro, tenemos un conocimiento espiritual, un conocimiento orientado a Dios, un conocimiento de las cosas sagradas, mediada por nuestra inteligencia (limitada, consecuencia de la caída de los Padres), pero inteligencia en fin.
Dice el Padre Garrigou-Lagrange, en su hermoso tratado "Las tres edades de la vida interior", que "la única cosa necesaria de que habla Jesús a Marta y María consiste en dar oídos a la palabra de Dios y vivir según ella" (p. 2). Prosigue el último gran teólogo recordándonos que la Vida Interior es "la única cosa necesaria, ya que por ella tendemos hacia nuestro último fin". Cabe preguntarnos como podemos alimentar nuestro espíritu, si no es nutriéndonos de la Palabra de Dios, del conocimiento de lo Sagrado y así, hacer crecer la Gracia que, inmerecedores, hemos recibido.
Durante muchos años, los fieles creían que bastaba con seguir a su director espiritual, que con ello ya estaba todo arreglado. Primero al director, sino al párroco, quien el sermón proclamaba la fe católica, y por supuesto al obispo. Los obispos anteriores al Concilio eran personas bastante lejanas, muy espirituosas, normalmente alejadas de los fieles a quienes éstos veían en ocasiones especiales (confirmaciones, Misa Crismal, etc). Lo mismo se suponía del Papa. El Papa hablaba y por sus labios salía la enseñanza segura del Espíritu Santo. Congregaciones religiosas como los sansulpicianos y los jesuitas insistieron en que los fieles debían entregarse a sus sacerdotes y aceptar, acríticamente cualquier cosa que ellos les dijeran. Abrieron así un abismo entre la Doctrina y los fieles y confundieron los términos de "Iglesia Docente" e "Iglesia Diciente" y lanzaron contra quienes pedían aclaraciones, cuando no, una corrección ante los errores, la diatriba de "cismático", "hereje" o "peligroso" para la fe de los fieles. Interesante estrategia que hoy vemos reproducida en algunos ámbitos de la Resistencia Católica.
De ésta manera, los conocimientos básicos sobre la Doctrina quedan en manos de unos pocos sacerdotes y algún obispo, que se autodenominan "La Iglesia Docente". Los fieles, en contra de lo que recomendaban San Agustín, Santo Tomás, Garrigou Lagrange y la miríada de teólogos, se alejan de cualquier formación religiosa, contentándose con repetir "yo sigo a mi obispo, yo sigo a mi sacerdote". ¿Se preguntarán si esos obispos y sacerdotes no serán guías ciegos que los llevan al Abismo (Mt 15:14). No lo harán, porque fueron convencidos de que esos sacerdotes de la resistencia (que ejercen una jurisdicción extraordinaria, otorgada únicamente por el gravísimo estado en el cual nos encontramos) han recibido el don de la infalibilidad, reservado al Romano Pontífice. Hoy, estos fieles, ignoran absolutamente todo: las partes del sacramento de la confesión, el accionar de la Gracia, todo lo referente a la Jurisdicción Eclesiástica...

II. LA MANIPULACIÓN POR MEDIO DE LA IGNORANCIA. EL PALMAR DE TROYA Y EL OBISPO SCHUCKARDT.
Durante una investigación que realicé entre 2006 y 2007 en el marco de un proyecto de investigación muy amplio, di con varios documentos de la secta del Palmar de Troya. Los que más me llamaron la atención fueron los anteriores a que Clemente Dominguez y Gómez se proclamara "Papa Gregorio XVII". En los "mensajes" que él recibía hasta 1978, insistía que Montini/Paulo VI promulgaría documentos dogmáticos y frenaría a los progresistas en el Concilio. Cuando Clemente vino a la Argentina por primera vez, hizo callar a muchos (que hoy son sacerdotes de la Resistencia Católica y prefieren olvidar su contacto con el Antipapa español) en una reunión al grito de "¡Viva el Papa!". Quienes estaban presente  y todos terminaron vivando a Montini. Mientras eso ocurría en Buenos Aires, en Roma, Paulo VI promulgaba las constituciones del Vaticano II.
El 5 de septiembre de 1970, Clemente Dominguez, en el Palmar de Troya, lanzó el siguiente "mensaje" de su virgen imaginaria:

En estos tiempos en que es atacado el Vicario de Cristo en la tierra, Pablo VI; en que es desobedecido, calumniado, herido en su corazón por las ofensas que le dirigen sus mismos hijos, Cardenales, Obispos, Sacerdotes, Frailes y Monjas, que se atreven a imponer sus ideas sobre la de él, porque cada uno quiere hacer según su capricho, y por eso la autoridad del Papa les molesta. Pero el que desobedece al Papa, desobedece a Cristo, y mi Corazón queda triturado por esas ofensas dirigidas a mi pobre hijo, Pablo VI. Pedid mucho por él; muy pronto el Santo Padre hará unas declaraciones dogmáticas y dejará al enemigo aplastado. En este valor del Santo Padre correrá peligro su vida, pues la masonería está infiltrada en muchas Jerarquías de la Iglesia. 


Cuando murió Montini, los seguidores de Clemente Dominguez y Gomez (obispo "Padre Fernando" de la Orden de los Carmelitas de la Santa Faz), hicieron lo que pensaron era lo correcto: Seguir a su obispo. ¿Por qué? Porque actuaron como pensaron que debía actuar cualquier católico.
En los catecismos durante siglos se enseñó que los fieles tenían que confiar ciegamente en sus obispos, sus sacerdotes, sus "jerarcas". Nadie les explicó a esas pobres gentes que Clemente y su secta no eran jerarcas, que eran obispos, si, pero ilegítimos y que habían, además, abandonado la Fe para inventar una propia, compilada más tarde en  "El tratado de la Misa" y "El credo palmariano". Tampoco les aclararon que el obispo Clemente Domínguez, estaba haciendo una campaña mundial preparando su pontificado (no por un Cónclave, aún el conclavismo no se había inventado...) sino por medio de una "revelación mística". Nadie les explicó a estas personas que, así como habían dudado del Vaticano II, debían ahora dudar de los obispos cuando estos, a pesar de su "tradicionalismo", ponían sus ojos en sus propios planes, en sus propias ambiciones, en su propia "mundanidad" (si se me permite el término heideggeriano), antes que en Cristo Nuestro Señor.
Clemente y sus seguidores hablaban continuamente de salvar a la Iglesia, olvidando que es la Iglesia la que salva, porque ella no es una institución humana, sino divina, creada por Dios para salvar a los hombres. "Salvar a la Iglesia" es la muletilla de las sectas tradicionalistas como veremos.
¿Por qué los fieles cayeron en la trampa de Clemente, luego Antipapa Gregorio XVII? Por la misma razón que el 90% de los fieles cayó en la Iglesia Conciliar del Vaticano II: por seguir a sus superiores. Mi madre siempre me dijo que ella aceptó el Novus Ordo porque lo daba el mismo sacerdote, además "¿Por qué iba a dudar del cura?".
Del otro lado del Océano  en Estados Unidos, un joven llamado Francis Schuckardt, famoso por sus conferencias sobre la Virgen de Fátima organizó una pequeña congregación con autorización del obispo de Idaho, y en 1968 proclamó que el Vaticano II había inaugurando una nueva religión y Paulo VI no era Papa, sino un heresiarca. Schuckardt y la naciente "Congregación María Reina Inmadulada" recibió la condena de los tradicionalistas, que trataban de conciliar que Montini era Papa pero promulgaba una fe no católica. Se puede decir, sin animo de exagerar, que Francis Schuckardt fue el padre del Sedevacantismo.
En 1971, el joven líder de la CMRI convenció a un obispo veterocatólico, Daniel Quilter Brown, de ordenarlo sacerdote y obispo, en un plazo de dos días. Pronto, "Monseñor Schuckardt" mostró su verdadero rostro: había fundado una secta destructiva basada en el culto a su persona. Los sacerdotes y los fieles debían seguir sus caprichos y sus enseñanzas como si  fueran Dogmas de Fe, cualquier idea que no fuera aprobada por "Monseñor Francis" era considerada herética, todos los libros debían ser revisados por el Superior, aún los que poseían el imprimatur. Se les prohibió a los fieles cualesquier relación con otros tradicionalistas, porque el único obispo católico verdadero era Schuckardt, todos los demás eran apóstatas, herejes y deseaban destruir al único obispo que tenía como misión "salvar a la Iglesia".
La historia fue diferente en éste caso: un grupo de sacerdotes dio un "golpe de estado", Schuckardt huyó, la CMRI fue reorganizada y las órdenes validadas por un obispo sedevacantista. No obstante, algunos seguidores de Schuckardt mantienen vivo el grupo que él organizó y tras su muerte, vuelven con un lenguaje esjatológico, negando que fuera de ellos pueda existir la Iglesia Católica.


III. CONCLUSIÓN: ESTUDIAR PARA PREVENIR.
Pensemos, en los pueblos, en los barrios, en las ciudades donde se instala una capilla o un priorato con sacerdotes tradicionalistas ¿Quiénes son sus más ferreos enemigos que los fieles más entrados en edad? ¿Quiénes se levantan con más ímpetu contra los sacerdotes de la Resistencia Católica que aquellos que conocieron la Iglesia antes del Vaticano II? ¿Por qué? Porque fueron educados en seguir a pie juntillas a sus sacerdotes, por eso mismo, se han negado al estudio, a la lectura, a la reflexión, tan necesaria hoy como lo fue durante el Concilio.
Lo que vale para la Iglesia Conciliar, en ésto vale también para la Tradición, o mejor dicho para los "tradicionalistas". Muchos fieles han creído a los obispos y sacerdotes que dicen ser, no ya ministros de lo sagrado, sino verdaderos mini-vicarios de Cristo en la tierra. En éstos sacerdotes y obispos reside la autoridad de la Iglesia, quienes están unidos a ellos, se salvan, quienes no, se condenan. Estos obispos y sacerdotes "iluminados" van de un lado al otro dejando a los fieles en la ignorancia, para así, segurarse su poder sobre ellos. El caso del Palmar de Troya puede parecer exagerado, pero no el de Schuckardt. Si éste no llegó a proclamarse Papa, fue porque algunos sacerdotes se dieron cuenta de que estaban en una culto a la personalidad del "Fundador" y por ello decidieron cortar por lo sano.
¿Podemos decir que ésto no puede ocurrir? Yo creo que pasa continuamente en la Tradición Católica. Corresponde a los fieles, ahora como nunca antes estudiar, leer las Sagradas Escrituras, los Santos Padres, el Magisterio de la Iglesia y la Vida de los Santos, como recomendaba el Padre Grrigou-Lagrange. Recordemos aquello que se le dijo a la Iglesia de Éfeso: "Yo conozco tus obras, y tu arduo trabajo y paciencia; y que no puedes soportar a los malos, y has probado a los que se dicen ser apóstoles, y no lo son, y los has hallado mentirosos" (Apoc II, 2).

La formación de grupúsculos, de sectas que adoran al "superior" y que se basan en la enseñanza de ese superior antes que en la fe católica, o en su defecto, en la interpretación de la misma que éste haga, casi siempre de tono apocaliptico y sectario. Cuando alguien levanta la voz y advierte contra éstos personajes, responden airados: nos condenan y nos señalan como los enemigos de la Fe, cuando en realidad, ellos se han convertido en los Enemigos de la Cruz de Cristo, porque desfiguran el Evangelio y proclaman su propia enseñanza, basada en sus miedos, sus rencores y sus ambiciones personales.

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