¡No se equivoquen con nosotros!
Por: Roberto Enriquez (@robertoenriq)
El título de este artículo puede parecer desafiante y hasta amenazante. Nada más distante de nuestra intención. Desafiar y amenazar son expresiones de temor, impropias de quien está firme en sus postulados. Por el contrario, nuestra intención es solicitar comprensión a quienes en medio de una borrasca twitera se emplearon a fondo en ofensas, descalificaciones e ironías por la presencia de Copei en el acto de juramentación de Nicolás Maduro como Presidente Encargado de la República el pasado 08 de marzo.
Pueden tener razón quienes me dicen que esa tormenta de Twitter no refleja el sentimiento general de nuestro pueblo. Pero considero necesario reiterar la posición y línea política de la democracia cristiana venezolana en esta coyuntura, dentro de la cual todas las posiciones, adversas o favorables, me merecen respeto.
Pueden tener razón quienes me dicen que esa tormenta de Twitter no refleja el sentimiento general de nuestro pueblo. Pero considero necesario reiterar la posición y línea política de la democracia cristiana venezolana en esta coyuntura, dentro de la cual todas las posiciones, adversas o favorables, me merecen respeto.
La coherencia es una virtud imprescindible para lograr la confianza y credibilidad de un pueblo en sus políticos. Político que no es coherente está condenado a un vuelo corto. Ese gesto pragmático de sacar el dedo al aire para ver hacia dónde sopla el viento es imperdonable en un político. Con Copei se podrá coincidir o no, pero nadie podrá negar que somos coherentes. Estamos resueltos a ofrecer nuestro concurso cívico, crítico y político en todos los espacios de representación y deliberación disponibles. Es un deber superior que tenemos con nuestro pueblo.
Cuando Copei decidió acudir a la juramentación de Maduro se disparó un vendaval de cuestionamientos en el universo del Twitter, entre los que destacaban que estábamos dividiendo la MUD, que avalábamos la decisión del TSJ y que a pesar de que dijimos ir bajo protesta no protestamos. Con respeto a esas observaciones, paso a explicarlas cosas desde nuestra perspectiva.
Sobre el tema de que nuestra posición fue díscola y divisionista dentro de la MUD ha habido insuficiente información. En mi condición de presidente de Copei fui convocado a las 3pm de ese viernes a una reunión con Ramón Guillermo Áveledo y miembros del equipo permanente. Pero resultó que en la mañana de ese día ya se había realizado una reunión de parlamentarios a la que Copei no fue convocado. Nos enteramos a última hora y como pudimos enviamos a nuestro jefe de fracción, Pedro Pablo Fernández. Por televisión nos enteramos de la decisión de esos compañeros diputados de no acudir a esa reunión, posición que observamos con respeto, pero a nuestros efectos no tenía carácter vinculante, pues para ello se debía esperar la reunión de la MUD, en donde se debía tomarla decisión después de hacer las consultas. En la MUD no se tomó decisión alguna. El compromiso de Copei con la unidad es inequívoco, pero debemos dejar claro que la única persona a quien validamos como interlocutor de la MUD es a Ramón Guillermo Aveledo, a menos que todos acordemos un vocero diferente para alguna circunstancia.
Decir que por acudir a la Asamblea Nacional estábamos avalando la decisión del TSJ es otro contrasentido. En Copei hemos cuestionado claramente las decisiones del TSJ, tanto la del 9 de enero que convalidó la continuidad administrativa como su sucedáneo que permitió la juramentación de Maduro como Presidente Encargado. Sobre el punto hemos sido claros y contundentes. Pero más allá de la posición jurídica y el derecho que nos asiste a todos los venezolanos de cuestionar y protestar las decisiones del TSJ, está la ineluctable realidad de que esa decisión existe y se hizo efectiva. Copei no dará saltos al vacío. No invitaremos a nuestro pueblo, entre bramidos y alaridos, a lanzarse a un precipicio. No creemos en los caminos sin retorno. El nuestro es el de la victoria popular, y ello requiere mensaje, organización, estrategia y perseverancia. A quienes quieran colocarse en el territorio del desacato invocando el artículo 350 de la Constitución; los respetamos, pero nuestra línea no es esa y no los acompañaremos.
Tengo que preguntarme: ¿es que acaso cuando, como ocurre permanentemente, en la AN perdemos una votación o ni siquiera se acepta abrir los debates que proponemos, y a pesar de ello seguimos acudiendo a la AN, significa que estamos avalando lo que allí ocurre? ¿O, para poner un ejemplo más cercano a los ciudadanos, que cuando pagamos el impuesto sobre la renta o el IVA, estamos avalando la política económica del Gobierno? No lo creo. Acudir, aun en las circunstancias más difíciles, a ejercer la representación que el pueblo soberano nos dio, de ninguna manera puede ser lo mismo que avalar. A la inversa, es evidencia de nuestra terca resolución de no ausentarnos ni renunciara los espacios de lucha.
La otra crítica es la de quienes aseveraron que a pesar de que Copei previamente señaló que acudía a la sesión en la AN bajo protesta, nadie nos vio protestar. En algunos casos esto se dijo de buena fe, pero en otros encamaba una desleal ironía. Acudir bajo protesta es acudir con inconformidad, sin que eso signifique convalidar lo que ocurre. Recibí algunos mensajes en plena sesión, de gente que me pedía dar un grito, sacar un cartelón o armar un escándalo. Entiendo que esa gente desconoce la firmeza de mis convicciones, y que nunca me iban a arrastrar a acciones violentas, a las cuales solo recurro en situaciones extremas y en defensa propia, porque soy un convencido de la paz. Lo que más tristeza me dio es que parecieron olvidar que ese día era el funeral del presidente Chávez, lo cual hacía inoportuno un gesto como el que se nos propuso. Gritos y cartelones se lo dejamos a otros. A nosotros los socialcristianos, difícilmente nos verán en ese plan.
Tengo espacio para esta columna gracias a un venezolano excepcional a quien respeto profundamente, Rafael Poleo. Este editor jamás ha limitado o intentado ejercer presión sobre las ideas que aquí público. Eso no es obstáculo para que cuando él lo considera válido, critique mis posiciones con ese látigo inclemente que Dios le dio como verbo; así como también ha destacado las posiciones nuestras que él comparte. Lo bueno con Poleo es que todos conocemos su filiación política y su sinceridad. No es de los que se muerde la lengua antes de decir lo que piensa ni de los que mandan a golpear por mampuesto. Lo hace de frente. Por eso es mi amigo, y valoro sus críticas.
A Poleo y a todos los críticos responsables de buena fe les hago saber que Copei está en una lucha de alto vuelo y largo aliento, la de transformar la sociedad venezolana en una civilización solidaria, fundamentada en la poderosísima fuerza del diálogo, la palabra y las ideas. Allí está la médula de la cruzada que hemos emprendido: la de la unidad popular. La unidad del pueblo de los humildes, del labriego de la tierra, del obrero citadino, de la madre abnegada, del catedrático, del estudiante que anhela comerse al mundo. Es a ese pueblo de los humildes al que Copei consagra su lucha. La unidad popular es la única garantía de paz y prosperidad verdadera para Venezuela.
A los habladores de pendejadas de calumnia fácil, les recomiendo cordialmente: ¡No se equivoquen con nosotros!
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