domingo, 10 de marzo de 2013

REFLEXIONES DE LA DOCTRINA SOCIAL CRISTIANA

Abel Reyes Tellez recomienda Konrad-Adenauer-Stiftung Bildungswerk Erfurt.
REFLEXIONES DE LA DOCTRINA SOCIAL CRISTIANA El pensamiento social cristiano tendría un gran desarrollo a lo largo del Siglo XX, y serviría de plataforma entre otras cosas para la constitución de partidos políticos inspirados en estas doctrinas(las Democracias Cristianas), así como para el surgimiento de corrientes sindicales también inspiradas en las lecturas sociales realizadas desde matrices cristianas. La democracia cristiana es también , la fe de los derechos de cada persona, para desempeñarse en la vida social, que es la Persona Cívica, y desenvolverse en la actividad económica, política y social. La DEMOCRACIA está ligada al CRISTIANISMO ; el empuje democrático surgió en la historia humana como una manifestación temporal de la inspiración evangélica. La democracia actual requiere algunas características, entre las que se pueden citar : n Elecciones libres. n Estabilidad social, económica y política. n Libertades públicas. n Pluralismo partidista. n Libertad de prensa. n Libertad Sindical. n Defensa de la soberanía nacional. n Libertad entre los poderes tradicionales, como son el Legislativo, el Ejecutivo y el Judicial. La democracia debe promover EL BIEN COMUN y la JUSTICIA SOCIAL, valores permanentes para todas las Personas Humanas. El sistema democrático debe renovarse constantemente para engrandecerse con los valiosos aportes que hacen diversos sistemas que luchan por libertades y derechos de las personas, las organizaciones intermedias, la sociedad civil, y el pueblo en general. « Si la convicción de que la autoridad o el derecho de ejercer el poder lo poseen los gobernantes de la comunidad terrestre, sino esta expresa en ellos el consentimiento común, y porque ellos recibieron su cargo del pueblo, y es la convicción de que el estado normal, al cual deben atender las sociedades humanas, es un estado en que el pueblo se comporte como persona adulta o mayor , en la vida política. El socialcristianismo es una corriente nacida a finales del siglo XIX, integrada por numerosos autores y activistas sociales guiados e inspirados por la ética y el mensaje del cristianismo. En sus orígenes destacan importantes aportes sociales y económicos, definitivamente contrarios al liberalismo y a las filosofías individualistas, que reaccionan como oposición a las ideas materialistas, de gran influencia a lo largo de un siglo, que escandalizaba por el creciente desmejoramiento de las clases trabajadoras. Existen diversos movimientos alrededor del socialismo cristiano, siempre destaca la vinculación de la fe y la política en la coincidencia de sus motivaciones, entre las que resaltan el aspecto humano y la solidaridad por encima de otros elementos. El movimiento ha surgido en ocasiones diversas a través de la historia, sobre todo en momentos donde grupos sociales o económicos han expresado exceso de poder o posiciones extremistas contra el individuo y el resto de la sociedad por el ejercicio del poder o por abusos dogmáticos o económicos en detrimentos de los sectores en desventaja. A partir de los trabajos de Joseph Cardijn (quien no pretendía romper con los lazos que unen a distintas iglesias, busca en la orientación y el ejemplo de Cristo la forma de buscar una sociedad más igualitaria para todos), surge en América Latina la Teología de la Liberación en un intento por formular una teoría teológica a la lucha social. La doctrina social cristiana, tal como se halla en documentos pontificios y otros textos de la Iglesia y también en tratados científicos y populares de sabios y hombres de acción católicos, puede teóricamente definirse como «la síntesis sistemática de todos los conocimientos posibles, a base de la economía cristiana de la salvación, acerca de las estructuras de ordenación de la s. humana sobre la tierra en su totalidad y en sus ámbitos particulares, como norma de la función ordenadora que le incumbe al hombre, social por naturaleza, de modo permanente y en el cambio de la historia La -> revelación nos enseña que el hombre no sólo es imagen natural de Dios, sino que ha sido además llamado a la semejanza sobrenatural con él, a la filiación divina por la gracia, a ser hermano y coheredero del Hijo de Dios hecho hombre, miembro de su cuerpo místico, cuya cabeza es él mismo, es decir, miembro de la Iglesia. Esta Iglesia — nos enseña igualmente la revelación no sólo es el Christus totus, sino también una configuración social que ocupa su lugar entre las otras instituciones sociales. Con todo esto la revelación enriquece nuestra imagen del hombre de manera muy esencial. Qué se siga de ahí para la doctrina social cristiana en general y para la inteligencia de la sociabilidad del hombre en particular, es punto sobre el que no se ha llegado aún a completa unanimidad. La imagen del hombre de la doctrina social cristiana muestra a éste en la dignidad personal que le es propia, pero lo muestra también esencialmente destinado a la s. («social por naturaleza», cf. antes). La s. no existe fuera ni siquiera por encima de los hombres socialmente unidos, sino exclusivamente en ellos y, por ende, para ellos. De ahí resulta la característica relación entre individuo y s., que se formula en el principio de solidaridad: el individuo está ordenado, por su naturaleza, a la s., y ésta se halla referida a él. Primero explicativamente: Esta implicación común existe realmente; cada individuo como miembro de la s. — en todo caso, mientras lo es — está indisolublemente implicado en sus destinos o azares; pero tampoco la s. puede desentenderse de los azares de sus miembros. Consiguientemente, también como norma: Cada individuo tiene parte de responsabilidad en el bien o mal de la comunidad; ésta a su vez es responsable de todos sus miembros («uno por todos, todos por uno»). Así el principio es fundamentalmente ontológico y, sólo por deducción, ético El acervo doctrinario del siglo XX incluye fuentes eclesiales y no eclesiales. Entre las primeras destacan varias Encíclicas Sociales (en 1931 Pío XI publica “Quadragesimo Anno”, y desde entonces todos los Papas promulgarían las suyas), además de una activa labor de los diferentes Consejos Episcopales de cada continente. Para el caso de América Latina, hay material social de mucho interés en las Conferencias de Medellín (1968), Puebla (1979) y Santo Domingo (1992), además del documento final del Sínodo de las Américas (1999) donde Juan Pablo II condena frontalmente al neoliberalismo. Dice el Papa: “Cada vez más, en muchos países americanos impera un sistema conocido como neoliberalismo; sistema que haciendo referencia a una concepción economicista del hombre, considera las ganancias y las leyes del mercado como parámetros absolutos en detrimento de la dignidad y del respeto de las personas y los pueblos. Dicho sistema se ha convertido, a veces, en una justificación ideológica de algunas actitudes y modos de obrar en el campo social y político , que causan la marginación de los más débiles. De hecho, los pobres son cada vez más numerosos, víctimas de determinadas políticas y de estructuras fuertemente injustas” (No. 56). Para el caso latinoamericano, también adquiere relevancia la irrupción en la década del sesenta de la teología de la liberación (sobre la que volveremos en otra ocasión), como uno de los aportes significativos en la búsqueda de causas estructurales de los problemas socioeconómicos en estas tierras. Entre las fuentes no eclesiales, se destaca la labor de numerosos intelectuales con influencia en el campo político, social o académico, que contribuyeron a consolidar el pensamiento humanista cristiano. Ha sido el caso, entre otros, de Nicolás Berdiaieff, partidario de un socialismo personalista que rechazara a la vez el comunismo como el capitalismo; de Jacques Maritain, para muchos uno de los mayores filósofos del siglo XX; de Emmanuel Mounier, teórico del personalismo comunitario y feroz oponente del “desorden establecido” por el capitalismo y el fascismo en los años cuarenta; o del P. Lebret, fundador de la corriente de economía humana en los años cincuenta, y asesor de Pablo VI en materia de desarrollo humano HUMANISMO CRISTIANO. Estaposición se plasma en documentos tan importantes como la encíclica Rerum Novarum,publicada en 1891 por el Papa León XIII, que se convierte en piedra angular sobre la que selevanta el socialcristianismo, al decir de algunos politólogos, un planteamiento de TerceraVía, esto es, una alternativa “central”, que intenta corregir los abusos tanto del capitalismoliberal, como del comunismo clásico marxista.Hoy en día, el socialcristianismo trata de ajustarse a los cambios que se han producidoen el planeta con motivo del derrumbe del comunismo clásico y la redefinición de los estadosdemocráticos socialistas. Luego de las complejas redes económicas y financieras que se hanformado en el mundo a raíz del auge de la globalización, la vertiginosa carrera tecnológica, elimperio de la informática, podría decirse que, a pesar de todos estos notables avancescientíficos, legados del Positivismo, sigue imperando la desigualdad social bajo el yugo deestructuras de poder –capitalista en algunos casos, socialista en otros-, que han convertido alEstado en una herramienta al servicio de partidos, olvidando que el Estado somos todos.El planteamiento socialcristiano representa un esfuerzo por moderar los desafuerosdel capitalismo y restituirle al Estado su papel como agente clave en la redistribución de Aunque podemos tener una idea general de qué es la doctrina social cristiana , a menudo resulta más simple eliminar las nociones falsas comenzando con lo que no es. la doctrina social se enfrenta seriamente con las realidades y estructuras existentes, y los desafíos de la humanidad para buscar soluciones a las situaciones sociales, políticas y económicas, dignas de la dignidad humana, de manera que se cree un sano grado de tensión entre las realidades temporales que encontramos y el ideal del Evangelio. La doctrina social cristiana pertenece al marco de la teología y especialmente de la teología moral Es un conjunto de principios, criterios y directrices de acción, con el objeto de interpretar las realidades sociales, culturales, económicas y políticas, determinando su conformidad o inconformidad con las enseñanzas del Evangelio sobre la persona humana y su vocación terrenal y trascendente. Principios y valores fundamentales. La doctrina social adquiere sus principios básicos de la teología y la filosofía, con ayuda de las ciencias humanas y sociales que la complementan. Estos principios incluyen la dignidad de la persona humana, el bien común, la solidaridad, la participación, la propiedad privada, y el destino universal de los bienes. Los valores fundamentales incluyen la verdad, la libertad, la justicia, la caridad y la paz. Directrices de acción: opiniones contingentes sobre acontecimientos históricos. Esto no es una deducción lógica y necesaria que surja de los principios, sino también el resultado de la experiencia pastoral de la Iglesia y de la percepción cristiana de la realidad; la opción preferencial por el pobre, el diálogo, y el respeto por la autonomía legítima de las realidades políticas, económicas y sociales. Ejemplo: sugerencias de condonación de la deuda internacional, reformas agrícolas, creación de cooperativas,El primer fundamento de la enseñanza social católica es el mandamiento de Jesús de amar: Ama a Dios sobre todas las cosas y ama a tu prójimo como te amas a ti mismo. Éste es el fundamento de toda la moral cristiana y, por lo mismo, de la doctrina social de la Iglesia que es parte de esta moral. Jesús decía que el doble mandamiento del amor no es sólo el primero y más importante de todos los mandamientos, sino también el resumen o compendio de todas las leyes de Dios ,inspirado en los valores de la libertad, la democracia, la tolerancia y el humanismo cristiano de tradición occidental” y “defiende la dignidad del ser humano y los derechos y libertades que le son inherentes La democracia-cristiana acepta como legítimo el sentimiento nacional y el patriotismo. Lo que no es aceptable para un demócrata-cristiano es el creer que no existen otras asociaciones diferentes que deben tomarse en cuenta dentro del contexto universal. Existe una comunidad de naciones que está unida por vínculos de solidaridad y de justicia social internacional. Para la democracia cristiana el desarrollo actual de la técnica, los problemas económicos y sociales no podrán resolverse si antes no se realiza un proceso de integración en un ente internacional o supra- nacional. La democracia social cristiana considera igualmente el que las naciones deben integrarse en tres procesos diferentes: una integración económica, una social y cultural y, de ser posible, una integración política. En esta forma, la democracia social cristiana concibe una descentralizada división de poderes, al mismo tiempo que defiende la existencia entre el individuo y el Estado, de otras sociedades cuyo regular funcionamiento garantiza la plenitud de una democracia orgánica. Estas sociedades son de dos tipos: Naturales unas y otras de Creación por la Ley y ambas cumplen una finalidad cuya trascendencia es para la Democracia Social Cristiana imponderable. El pluralismo social y jurídico señala que cada uno de los cuerpos intermedios tiene un fin humano, propio de los mismos, que hay que respetar. En esta forma, el hombre con su libertad, forma la familia. Por ello, la democracia cristiana defiende, en primer lugar la integridad de la familia contra todos los intentos de disolución que le amenazan. El reconocimiento de los cuerpos intermediarios entre los individuos y el Estado, que son las organizaciones profesionales, es una idea clave en la doctrina social cristiana. Ésta le reconoce ventajas inapreciables: se halla más próximo que el Estado a las verdaderas necesidades del hombre y respeta más la persona; procura y reparte mejor las iniciativas y las responsabilidades; en fin, descongestiona al Estado. Por ello, los documentos de esta doctrina social cristiana han dado siempre tanta importancia a la organización profesional, que descansa en tres elementos: el s., la corporación profesional y la existencia de un estatuto de derecho público, Principios cristianos que deben inspirar la política sindical. La idea central de la doctrina sindical cristiana que domina todos los pormenores de esta doctrina y le da su carácter moral, es la idea cristiana del hombre: criatura racional llamada a un fin personal sobrenatural, que ha de vivir en sociedad y utilizar los bienes materiales. Para alcanzar ese fin es muy útil y a veces indispensable la sociedad profesional organizada, que puede prestar grandes servicios a las otras sociedades (a la Iglesia, a la familia, a la nación), haciendo que la persona humana se desarrolle rectamente en el uso de aquellos medios convenientes y necesarios y que tenga fácil acceso a ellos. La organización sindical es una institución cuyo campo de acción es de orden económico-social, y, por tanto, en gran parte técnico, pero que, por referirse al hombre, está subordinado a la moral y la religión. Por eso, y como ya hemos apuntado, la acción sindical ha de estar orientada al bien común, inspirada por la justicia y la caridad, estructurada sobre la base del respeto a la persona y a la convivencia humana, etc. Con respecto, más concretamente, a la estructura sindical, lo vital del pensamiento orientador de la doctrina social cristiana se centra en cuatro principios fundamentales: el de representatividad, el de autonomía, el de participación y el de libertad de actuación. Sin una vigencia efectiva de estos cuatro principios no habría un auténtico sindicalismo que mereciera este nombre, y menos aún un sindicalismo inspirado en la doctrina social cristiana Bien Común es lo que preserva, asegura y propicia el desarrollo de los diversos bienes particulares, los cuales se ordenan con base en él. La realización del Bien Común simultáneamente implica la justicia, la seguridad, la defensa del interés general, el respeto y la protección de la persona y sus derechos. Sin embargo, el Bien Común tiene un límite. El Bien Común siendo inmanente o temporal no es limitado ni absoluto. La sociedad jamás puede exigirle al hombre el sacrificio de su personalidad, ni arrebatarle sus derechos naturales, ni pedirle que haga el mal, porque el Bien Común es algo moralmente bueno. Por ello, no debe confundirse con el llamado Bien Común del Estado que es uno de los elementos del Bien Común Separado como lo llama Maritain. Los derechos naturales de la persona han de merecer respeto por parte del Estado, el cual debe integrar, sin anular, ni eliminar, a todas las otras sociedades (intermedias entre el Estado y el individuo) y las iniciativas privadas que tiendan a favorecer la perfección de la persona humana. Si se actúa de otro modo, no puede ser alcanzado el Bien Común. Bien común es el conjunto de condiciones de la vida social que permiten que las asociaciones y cada uno de sus miembros alcancen de manera más fácil e íntegra la perfección que les corresponde. Jacques Maritain es sin duda, uno de los filósofos que ha ejercido mayor influencia en el pensamiento cristiano del mundo entero y en la mentalidad socialcristiana de América Latina. Los estudios tomistas deben a él y a Etienne Gilson principalmente, el espíritu de renovación que tanto ha significado en el mundo occidental.La preocupación del pensamiento maritainiano es aunar, reconocer, absorber, dentro de una concepción ecuménica capaz de permitir la búsqueda de las ovejas perdidas, la convivencia con los hermanos separados. Es una preocupación pastoral en la misma línea que un siglo antes en Roma, la Habana y otros lugares de América, habían tenido preocupaciones similares los Varela, los Díaz de Gamarra y tantos otros afiliados a tesis eclécticas o electivas. Vale decir selectivas. Sólo que en Maritain el propósito no es tanto alcanzar una síntesis sino un mosaico. No totalizar – de ahí su fobia a todo totalitarismo – sino particularizar, reconocer que la cordillera supone, por definición cumbres diversas. Su apelación a la analogía es continua. Su rechazo de la identificación es permanente. No hay luz sin sombras ni sombras sin luz. No cree posible ontologizar las antítesis, pero cree que deben coexistir en todo panorama.El fin de la sociedad política es perseguir el bien común. Pero este bien común no es la mera suma de los bienes particulares, pues, como Aristóteles nos enseña, “incluso en el orden matemático seis es algo más que tres más tres”. Es decir que el número seis tiene vigencia propia e independiente de los sumandos, e incluso puede ser resultado de otros diferentes. Y a su vez puede combinarse con entidad propia en la serie de los números en cifras de valor absoluto y relativo ad infinitum. El hombre del humanismo cristiano – dice Maritain – sabe que la vida política aspira a un bien común superior a una mera colección de bienes individuales… que la obra común debe tender, sobre todo, a mejorar la vida humana misma, a hacer posible que todos vivan en la tierra como hombres libres y gocen de los frutos de la cultura y del espíritu… aprecia la libertad como algo que hay que ser merecedor; comprende la igualdad esencial que hay entre él y los otros hombres y la manifiesta en el respeto y en la fraternidad; y ve en la justicia la fuerza de conservación de la comunidad política y el requisito previo que llevando a los no iguales a la igualdad, “hace posible que nazca la fraternidad cívica…” Maritain cree que la democracia ha de ser más que una etiqueta, más que una mera forma, un verdadero estilo de vida, toda una concepción cultural del universo. Existe una democracia verbalista, demagógica, que decepciona a los pueblos que no se sienten representados por sus dirigentes. No se vive el propósito igualitario ni participativo. El pueblo no opina, ni decide aunque aparentemente vote. Sólo sufraga, es decir, paga los gastos de la burocracia estatal. Los partidos demócratas cristianos deben ser populares aunque no clasistas, pero mirar con honda simpatía a las clases más desvalidas de la comunidad política y promover su ascensión, no con sentido paternalista, sino para que sea sujeto de sus propias decisiones.”inspiración cristiana”, en buena parte por influencia maritainiana. Incluso al calificar de cristiana la democracia parece subrayarse esta idea. Dentro de las filas del propio social-cristianismo la cuestión del nombre ya ha sido muy debatida. Y de hecho algunos de estos grupos políticos han desechado la etiqueta por cuanto compromete y responsabiliza a los miembros en esta cuestión.Pero para Maritain, el éxito inmediato que alienta el maquiavelismo no es más que una ilusión. Puede ser que el mal y la injusticia triunfen de esa forma, pero solo para provecho de un hombre. Nunca de la sociedad. Ni es tampoco fruto duradero como corresponde al bien común. Más bien fuente de males. Mussolini escribió un prefacio para una edición de ‘El Príncipe’ cuando se creyó en el apogeo de su gloria. Veinte años más tarde vimos como toda aquella aparente exitosa irradiación del poder se volvía tensión, derrotismo y violenta caída en una nación destruida. Pero, aún así, hay que advertir que muchos de los éxitos de la Italia en ascenso fueron debidos también a factores que escapaban al mero maquiavelismo. Para Maritain los grandes representantes del ‘maquiavelismo contemporáneo absoluto son el fascismo, el nazismo y el comunismo. Son los verdaderos maquiavelismos, los que devoran a ‘los otros más moderados o tolerables. La conciencia moral no es suficiente si al mismo tiempo no implica una conciencia religiosa. Pero la política cristiana no es teocrática ni clerical ni es política de pseudodebilidad evangélica y de no resistencia al mal. Sus armas son la justicia real y concreta, la fuerza, la perspicacia y la prudencia. Ha de empuñar la espada, atributo del Estado, pero sabiendo que la paz es fruto no solo de la justicia sino del amor. Participar y Decidir el Bien Común en la Justicia y la Paz Si permanecen fieles a mi palabra, ustedes serán verdaderamente mis discípulos; así conocerán la verdad y la verdad los hará libres LA BIBLIA (JUAN. 8, 31-32). La democracia es fundamentalmente un “ordenamiento”, y como tal, un instrumento y no un fin. Su carácter “moral” no es automático, sino que depende de su conformidad con la ley moral a la que, como cualquier otro comportamiento humano, debe someterse; esto es, depende de la moralidad de los fines que persigue y de los medios de que se sirve Hacia la consolidación de la Democracia La democracia participativa, con soberanía suficiente para negociar de tú a tú, con el resto de las naciones; anhela tener un gobierno que garantice el respeto irrestricto a los derechos humanos y tenga como prioridad el ejercicio de la justicia social; un gobierno que se conduzca haciendo valer el estado de derecho y que imparta justicia superando cualquier intento de corrupción; un gobierno que someta la delincuencia dentro de los cauces de la legalidad; nuestro Pueblo anhela un gobierno que se respete a sí mismo y gane la autoridad moral ante el pueblo por buscar primero y, ante todo, el bien común. Participación ciudadana Todo proceso electoral y democrático deberá desembocar en un proyecto al Servicio de la Nación, y no de los intereses de los Partidos y Grupos Políticos. Todo creyente tiene el deber inmediato e inexcusable de colaborar en favor de un orden justo en la sociedad, configurar rectamente la vida social y animar todas y cada una de las actividades políticas que le corresponda viviéndolas “como caridad social”. Debe hacer presente en nuestra cultura y, por tanto, en su vida cotidiana los valores universales de la dignidad de la persona humana, el respeto a los derechos humanos, la búsqueda del bien común, el cuidado del medio ambiente, la verdad, la justicia, la libertad, el amor, la solidaridad, la tolerancia y la paz. Sin estos valores que, por cierto, tienen una profunda raigambre cristiana, nuestra sobrevivencia y convivencia estarán en peligro. Además de presentarse con voluntad de servir y no de beneficiarse del poder; deberán mostrar coherencia básica entre su conducta y los principios morales necesarios para desempeñar su misión. Confiamos que, de forma transparente e integral, los candidatos presentarán al electorado su proyecto de gobierno, basado en una valoración ética sobre el estilo de desarrollo y estableciendo los problemas que nuestra sociedad debe solucionar y los métodos para enfrentarlos.La conciencia cristiana bien formada ejerce el voto de modo que la realización de un programa político o la aprobación de una ley particular sean coherentes con la fe y la moral y no dañen el bien de las personas y las instituciones. Frente a ambos aspectos, es necesaria una formación del criterio y una reflexión profunda, ya que ni en las elecciones ni en ningún otro aspecto de la vida pública, podemos prescindir de las exigencias éticas fundamentales e irrenunciables de la fe, pues “los creyentes deben saber que está en juego la esencia del orden moral, que concierne al bien integral de la persona” De esto surge también el perfil idóneo de quienes ocuparán la presidencia del país y las diferentes responsabilidades en los cuerpos legislativos. El análisis del currículum personal de los candidatos es a menudo un instrumento importante para llevar a cabo este discernimiento. El Bien Común es concreto, porque siempre es una realidad tangible, un medio organizado conforme a los mejores recursos del momento. El Estado tiene como misión cuidar directamente, mediante una amplia planificación y coordinación de la cooperación social, todas las necesidades existenciales de sus miembros, contando con una amplia gama de políticas públicas además de un amplio sistema de derechos humanos que protejan a las personas en todas las eventualidades de la vida, proporcionándoles la ayuda que necesitan. Los bienes y organizaciones de carácter público, sumados en armonía, son necesarios para que los individuos, como miembros de la colectividad, cumplan su destino temporal y eterno generando el mayor bien posible. Es perfectible y dinámico, porque siempre es mejorable y parcialmente realizado, pero jamás perfectamente alcanzado. Al lograr metas, surgen de inmediato nuevos retos; trabajar y hacer política de bien común en Acción Nacional es tarea permanente. El Bien Común, como elemento fundamental de la estructura de toda comunidad, implica que gracias al don de la sana convivencia social fundamentada en la amistad, se genera cultura. La cultura es fruto de la acción del hombre, donde quiera que éste se encuentre en el mundo. La cultura humaniza, ya que es el conjunto de significados y valores que le dan sentido de pertenencia y destino a una comunidad. Los hombres y mujeres de todo grupo y nación deben tomar conciencia de que ellos son los autores y promotores de los valores culturales de su comunidad para que estos no decaigan.Sin efectivas garantías de los derechos fundamentales del ser humano, no cabe realización alguna del Bien Común, y sin democracia participativa decae el perfeccionamiento continuo de la comunidad en la búsqueda de su bien propio. La justicia social se promueve mediante la participación de todos en la definición, construcción, realización y disfrute del bien común; su definición en común es lo que constituye la democracia participativa.El Bien Común facilita el despliegue de la persona y el establecimiento de espacios culturales para el ser humano. La máxima expresión del mismo, es un orden social cooperativo y solidario en el que las personas vivan a plenitud el bien ser, el bien hacer y el bien estar, garantizando que las generaciones por venir también tengan acceso a estas posibilidades plenificadoras. el bien común nacional y universal exigen esa presencia inmediata y activa, que coopere a restaurar el sentido de unidad y hermandad en la convivencia y el equilibrio de valores que la misma crisis actual coloca en falsas oposiciones, tales como persona y sociedad, libertad y autoridad, trabajo y capital, justicia y libertad. Este deber cívico es también una obligación de testimonio y un mandato de caridad, que no se pueden cumplir suficientemente con la sola labor doctrinaria, pues su propia razón de ser está en su realización práctica. Ello significa la necesidad permanente de actuar en el terreno político, necesidad más justificada aún en nuestros tiempos y en nuestra Patria, en que la política en sentido amplio es el cauce natural para solucionar los problemas temporales de la comunidad. Estamos convencidos de la urgencia y posibilidad de instaurar una política nutrida ante todo en los valores espirituales, fundada en la buena voluntad cívica y vivificada por la libertad y la justicia; una política de unión en los fines supremos y de tolerancia en la diversidad de los medios honestos con terminante exclusión de la violencia; en fin, una política que merezca ser llamada ciencia, arte y virtud del bien común. Creemos igualmente que tal empresa sólo puede inspirarse y sostenerse en los principios sociales del cristianismo, Lo que entiendo por ser social-cristiano es una forma de pensar en política donde pueden caber distintas tendencias, es decir, que mas que una ideología, yo lo entiendo como una inspiración para unas determinadas ideologías o planteamientos políticos que mas alla de sus diferencias, puedan compartir unos principios comunes muy atacados en estos tiempos y por ello se requiera su unión ante un enemigo común mas fuerte, que es el laicismo. Ser social-cristiano es buscar la justicia social, pero con los valores cristianos que enseña la Doctrina Social de la Iglesia, un conjunto de inspiraciones para actuar en política. Es decir, que un socialcristiano no se puede contentar con el hecho de querer la justicia social y emitir un modelo de sociedad utópico como hace la izquierda, imposible de llevar a la práctica, sino que tiene que ponerse en las necesidades inmediatas y urgentes de aquellas personas que lo están pasando mal en situaciones graves o de urgencia, y que necesitan ayuda inmediata por medio de la caridad o solidaridad. El social cristianismo es una corriente que nació en el siglo XIX, fue integrada por varios autores y activistas sociales guiados e inspirados por la ética y el mensaje del cristianismo. En sus orígenes tuvo importantes aportes sociales y económicos que, por lo cual fue un contra-referente al liberalismo y las filosofías individualistas. Esta crítica al liberalismo, sobre todo en su vertiente económica, tiene numerosos antecedentes que contribuirían finalmente al surgimiento de la primer Encíclica Social, la Rerum, Novarum, obra del Papa León XIII en el año 1891. En el siglo XX este pensamiento sirvió de plataforma para la constitución de partidos políticos inspirados en estas doctrinas (las Democracias Cristianas), así como para el surgimiento de corrientes sindicales también inspiradas en los en pensamientos cristianas. En todos los casos, el social cristianismo o humanismo cristiano termina convertido en una de las corrientes claves para comprender la historia de las ideas en los últimos cien años. El socialcristianismo es una corriente nacida en el siglo XIX, integrada por numerosos autores y activistas sociales guiados e inspirados por la ética y el mensaje del cristianismo. En sus orígenes destacan importantes aportes sociales y económicos que tuvieron como principal contra-referente al liberalismo y las filosofías individualistas, así como las ideas materialistas, de gran influencia a lo largo de un siglo que escandalizaba por la creciente pauperización de las clases trabajadoras. La dotrina social cristiana deja claro que su doctrina social no es una «tercera vía», un camino intermedio entre el capitalismo y el socialismo. No tiene nada que ver con una agenda económica o política, y no es un «sistema». Aunque, por ejemplo, ofrezca una crítica del socialismo y el capitalismo, no propone un sistema alternativo. No es una propuesta técnica para solucionar los problemas prácticos, sino más bien una doctrina moral, que surge del concepto cristiano de hombre y de su vocación al amor y a la vida eterna. Es una categoría propia. La doctrina social católica no es una utopía, en el sentido de un proyecto social imposible de alcanzar. No se propone describir un paraíso en la tierra en el que la humanidad pueda alcanzar la perfección. A pesar de todo esto, la doctrina social católica se enfrenta seriamente con las realidades y estructuras existentes, y los desafíos de la humanidad para buscar soluciones a las situaciones sociales, políticas y económicas, dignas de la dignidad humana, de manera que se cree un sano grado de tensión entre las realidades temporales que encontramos y el ideal del Evangelio. Las enseñanzas sociales no son una doctrina estática y fijada, sino una aplicación dinámica de la enseñanza de Cristo para cambiar las realidades y circunstancias de las sociedades y culturas humanas. Por supuesto, los principios fundamentales no cambian, porque están profundamente enraizados en la naturaleza humana. Pero sus aplicaciones y juicios contingentes se adaptan a las nuevas circunstancias históricas según los tiempos y lugares. La doctrina social ccristiana pertenece al marco de la teología y especialmente de la teología moral. Según las palabras del magisterio, es la formulación exacta de los resultados de la cuidadosa meditación de las complejas realidades de la existencia humana, en sociedad, y en un contexto internacional, a la luz de la fe y de la tradición viva de de Cristo La Iglesia creada por Cristo para enseñar Su doctrina a los hombres, tiene por lo tanto no sólo el derecho, sino ambién la obligación de enseñar los principios que deben regir la vida en sociedad, y como las condiciones sociales han ido evolucionando, las aplicaciones prácticas de esos principios han ido cambiando también. Es también su función el señalar los métodos eficaces y justos, así como los que son ineficaces e injustos. Jacques Maritain escribió uno de los libros más importantes para el estudio y el análisis de la Doctrina Social Cristiana, esa obra está titulada : « CRISTIANISMO Y DEMOCRACIA ». Maritain enfoca que una de las tragedias más grande que tiene que tiene actualmente el mundo llamado « democrático » es que no ha podido realizar la democracia que desea el pueblo. Etimológicamente « democracia » viene del griego « demos » (pueblo) y « cracia » ( poder), por lo tanto debe ser el poder del pueblo. Su definición puede ser la forma de organización social y política donde cada individuo participa directa y libremente en todos los actos que benefician y fortalecen la sociedad.. El cristianismo democratico plantea, que antes de establecer un modelo de sociedad democrática, como la quiere y desea la mayoría del pueblo, es necesaria una conversión del hombre, en lo social, político, económico y espiritual, que lo haga capaz de innovar, comenzando por él mismo. El hombre nuevo exigirá una nueva sociedad, y el Cristianismo puede ofrecer ese nuevo sistema democrático. 
ABEL REYES TELLEZ PRESIDENTE NACIONAL PARTIDO SOCIAL CRISTIANO NICARAGUENSE .PSC 
ESCRITOR CRISTIANO 
TELEFONO .505.2249 3460 
EMAIL.PRESIDENTE.PSC@HOTMAIL.COM 
MOVIL.505 .8882 7758
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