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El arrianismo en el arte moderno:
En el día de ayer, un lector me envió amablemente una obra de Pieter De Grebber llamada "Dios invitando a Cristo a sentarse en el trono a su diestra". La obra está circulando mucho y no deja de ser llamativa. En ella, Dios Padre, presentado como un anciano, coronado con la tiara Papal señala con su mano un asiento a su derecha invitando a Nuestro Señor, quien delante de él, aparece con los signos de la Pasión, es decir, desnudo, tocado con la capa que le pusieron los soldados Romanos, y las manos horadadas por los clavos de la cruz. Cristo, de rodillas mira al Padre. Si mi vista no falla, el Espíritu Santo no está representado.
El autor era un pintor católico en la Holanda protestante, que se destacó por pintar retablos en las iglesias católicas clandestinas, murió piadosamente y dejó tras de si una importante escuela. El trabajo, titulado "Dios invitando a Cristo a sentarse en el trono a su diestra" es de 1645.
La pintura, llama la atención por su rechazo a la Cristología católica y es una muestra de los errores del "arte moderno", es decir, de aquel que rechaza la tradición cristiana medioeval, centrada en la patrística, para sumergirse en lo que Aristóteles llamó μίμησις [mímesis], es decir, la imitación de la naturaleza como el fin esencial del Arte.
Esta tendencia mimética se hizo una constante que terminó desplazando al arte tradicional en occidente, lanzando su grito de guerra en el Renacimiento, prevaleciendo en el Barroco y llegando al patetismo del rococó y posteriormente, a las formas modernas "artísticas" que, desde comienzo del Siglo XX la Iglesia permitió que fueran introducidas, aún cuando hubo magisterio en contra.
Si el modernismo se filtró teológicamente, la μίμησις, que desembocará en el expresionismo, horadó el arte sagrado, haciendo humano, despojándolo poco a poco del simbolismo, remplazando las formas tradicionales, heredadas de los Padres y canonizando así la invención del artista, lo natural, lo creado, por encima del Creador.
Quien contemple la imagen contemplará la separación de Dios y la confusión de las personas. En efecto, el título no es "El Padre invitando..." sino "Dios invitando..." nos preguntamos ¿Acaso Jesucristo, el λóγος , el Verbo encarnado, no es Dios? La pintura lo niega, y al negarlo, está haciendo abstracción de la Fe Trinitaria Teándrica y promoviendo una piedad que no es católica, es decir, trinitaria-teándrica, sino un pietismo falso, arriano. El Credo de San Atanasio, conocido también como Quicumque, para enfatizar que "todo aquel que quiera salvarse" debe mantener la Fe Verdadera, expresada en el Credo deja en claro:
"Porque una es la persona del Padre y el Hijo y otra la del Espíritu Santo; pero el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo tienen una sola divinidad, gloria igual y coeterna majestad...
Así Dios es el Padre, Dios es el Hijo, Dios es el Espíritu Santo; y, sin embargo, no son tres dioses, sino un solo Dios; Así, Señores el Padre, Señor es el Hijo, Señor el Espíritu Santo; y, sin embargo, no son tres Señores, sino un solo Señor; porque así como por la cristiana verdad somos compelidos a confesar como Dios y Señor a cada persona en particular; así la religión católica nos prohíbe decir tres dioses y señores".
La pintura niega esto, al contrario, afirma la herejía arriana de que el Hijo es inferior al Padre, no compartiendo ni la misma naturaleza ni la misma majestad.
El arte del renacimiento al retomar el ideal grecorromano (y el barroco, como continuador y perfeccionador de aquel) toma también su decadencia. El arte cristiano no se basa en la μίμησις, sino en el ícono, algo completamente diferente. La Virgen María, representada en el icono se remonta a San Lucas y los ángeles, mientras que cualesquier Madonna tiene la forma, el rostro y la fugara de alguna modelo. Los Padres del II Concilio de Nicea comprendieron la importancia de preservar la Tradición en el Arte, de su valor dogmático y simbólico para el mantenimiento de la fe y la promoción de la misma. Es por ello que cuidaron de explicar porqué las imágenes debían ser respetadas y veneradas:
"Porque cuanto con más frecuencia son contemplados por medio de su representación en la imagen, tanto más se mueven los que éstas miran al recuerdo y deseo de los originales y a tributarles el saludo y adoración de honor, no ciertamente la latría verdadera que según nuestra fe sólo conviene a la naturaleza divina; sino que como se hace con la figura de la preciosa y vivificante cruz, con los evangelios y con los demás objetos sagrados de culto, se las honre con la ofrenda de incienso y de luces, como fue piadosa costumbre de los antiguos. "Porque el honor de la imagen, se dirige al original", y el que adora una imagen, adora a la persona en ella representada."
Condenando con la excomunión a quienes contradijeran lo dispuesto. Y de aquellos que negaran la Divinidad del Hijo, reflotando la herejía adopcionista, de la arriana, el mismo Concilio agregó:
Impíos e ingratos a tantos beneficios, no os horrorizáis de murmurar con venenosas fauces que nuestro Libertador es hijo adoptivo, como si fuera un puro hombre, sujeto a la humana miseria, y, lo que da vergüenza decir, que es siervo... ¿Cómo no teméis, quejumbrosos detractores, odiosos a Dios, llamar siervo a Aquel que os liberó de la esclavitud del demonio?... Porque si bien en la sombra de la profecía fue llamado siervo [cf. Iob 1, 8 ss], por la condición de la forma servil que tomó de la Virgen,... esto nosotros... lo entendemos como dicho, según la historia, del santo Job, y alegóricamente, de Cristo..."
Volvamos los ojos a la pintura de Pieter De Grebber, podemos ver como Nuestro Señor Jesucristo es reducido a un esclavo, un miserable, un hombre más. ¿Cuánto de ésto no vemos también en los "teólogos modernos"? ¿Acaso K. Barth no proponía algo similar? ¿Acaso la teología horizontal de Dietrich Bonhoeffer, tan asimilada por la Teología de la Liberación, no repite lo mismo? ¿Acaso no vemos eso en el Jesús de Nazareth de Ratzinger? Recordemos lo que dijo San Cirilio a Nestorio el Hereje: "La Tradición de la Fe repugna en esto a tu afirmación. Nosotros hemos aprendido a admirar, no a un hombre portador de la divinidad, sino a un Dios hecho hombre; tú al contrario, hablas de manera totalmente diferente".
El arte moderno, cuya manifestación es el cuadro "Dios invitando a Cristo a sentarse en el trono a su diestra" no sólo humaniza al Padre y al Hijo, sino que los separa deformando la Trinidad, algo común en el "arte moderno". Introduce en ellos además la temporalidad, la confusión de la naturaleza divina, violenta lo sagrado, profana nuestra religión... el cuadro de Pieter De Grebber niega el dogma de nuestra fe, y quienes ante él se inclinan o hacen reverencia, idolatran a un falso dios, al dios de Arrio, al dios de Nestorio... al dios de los herejes.
viernes, 17 de mayo de 2013
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