La secularización también está haciendo perder fuelle a las sectas religiosas clásicas, como los Testigos de Jehová, la Iglesia de Unificación del Reverendo Moon o Familia Unida —la versión española de la brasileña Iglesia Universal del Reino de Dios—. En su lugar y, en gran parte debido a la crisis económica, cobran fuerza aquellos grupos que ofrecen terapias psicológicas, orientales o de la Nueva Era. Lo cuenta Laura Daniele en el diario ABC, en un artículo titulado “Cómo saber si tu clase de reiki es una secta”.
“Bajo la apariencia de una simple clase de yoga o de reiki, estos grupos están creciendo mucho. Se multiplican las ofertas y cuentan con un público cada vez mayor”, explica a ABC el sacerdote Luis Santamaría del Río, con motivo de la publicación de su último libro Entre las sectas y el fin del mundo (Vita Brevis).
Se calcula que en España funcionan más de 200 sectas, pese a que su número exacto es muy difícil de saber. “Hay muchísimos grupos informales que se forman en torno a un líder carismático”, asegura el padre Santamaría, miembro de la Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas (RIES), una plataforma de expertos creada en 2005 y a la que acude “un goteo continuo de gente afectada por la manipulación psicológica de alguno de estos grupos”.
Primeros indicios
El primero de los indicios para descubrir si somos víctimas de una secta, explica Santamaría, puede ser “el ofrecimiento de una solución fácil a un problema grave”. Familia Unida, que ocupa un espacioso bajo en plena calle Santa María de la Cabeza en Atocha (Madrid), y cuyo público sobre todo son inmigrantes iberoamericanos, ofrece, por ejemplo, “la cura de alguna enfermedad con solo participar del rito y dar dinero”.
En su web se anuncia con la siguiente frase: “¿Deudas, problemas financieros o crisis han afectado tu vida? Hoy, en todos los Centros de Familia Unida, estaremos intercediendo en tu favor. Ven a participar en el Congreso Financiero, pues aquí tendrás la orientación cierta para recuperar tu vida económica”.
La “ensalada doctrinal” o el sincretismo es otra de las señales de alarma. Esto sucede cuando los miembros de la secta “mezclan doctrinas y creencias conocidas, que no tienen nada que ver unas con otras para darse razón y así también atraer a todo tipo de gente”.
El último indicio es “el cambio de objetivos”. Es decir, la persona entra en el grupo porque el reclamo es que va a recibir clases de yoga o reiki, pero luego se encuentra un grupo esotérico, con una normas que va conociendo después. “También hay un cierto secretismo, porque los miembros de la secta van contando lo que les interesa”, comenta este párroco, que trabaja también como delegado diocesano de Medios de Comunicación Social en la diócesis de Zamora.
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