La comunión no es un derecho universal de .:Sursum Corda:. de Raúl Miguel
La comunión frecuente es recomendada, pero la misma debe ser realizada con la reverencia correspondiente. Quienes contemplamos el actual estado de la Iglesia tras las terribles reformas del Concilio Vaticano II no podemos sino escandalizarnos: la comunión se da de cualquier manera, se recibe en la mano, haciendo fila india, la distribuyen laicos, mujeres y hasta niños... ¿Quien no fue testigo alguna vez de como alguien se guardaba la hostia "consagrada" en el bolsillo?
¿Y la confesión? Pues ya nadie se confiesa y menos aún antes de comulgar. Cuando era niño y asistía a la parroquia del barrio, recuerdo que jamás estaba el sacerdote para confesar... bastaba que durante la "Misa" el diera la absolución general (muy rápido y sin tiempo de que nadie puediera sentir dolor por los pecados) para que él nos absolviera a todos, y así todos se "acercaban a la mesa del Señor" (no al Altar) y "se daban de comer a sí mismos el Cuerpo Sacramentado de Jesús".
Y se acercaban todos: divorciados, personas que asistían a reuniones de sectas protestantes, homosexuales activos, todos... "¡Todos están invitados a la Mesa del Señor!" Gritaba el párroco cuyo nombre deseo olvidar. Y la gente veía riendo, mascando chicle, cantando, aplaudiendo y ¿por qué no? saltando de alegría porque el Espíritu Santo lo estaba "avivando".
Muy diferente a esta creencia del "derecho universal" de la Comunión es este decreto de la Sagrada Congregación del Concilio, fechado el 12 de febrero de 1679 y que reza:
La diligencia, pues, de los pastores vigilará sobre todo no en que algunos sean apartados de la frecuente o diaria recepción de la sagrada Comunión por una fórmula única de mandato, ni que se establezcan días en que de modo general haya de recibirse, sino piensen más bien que a ellos les toca discernir por sí o por los párrocos y confesores qué haya de permitirse a cada uno; y de modo absoluto prohíban que nadie, ora se acerque frecuentemente, ora diariamente, sea rechazado del sagrado convite; y, no obstan-te, pongan empeño porque cada uno, según la medida de la devoción y preparación, dignamente guste con mayor o menor frecuencia la suavidad del cuerpo del Señor (DZ 1148)
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