OPINION. ¿Se acabó la democracia en Nicaragua?
El experimento que lleva a cabo el actual mandatario y su señora, encaminado a despojar a los nicaragüenses de la democracia y la libertad, pareciera consolidarse ante la incapacidad de la oposición de frenarlo.
Pero no sólo es la oposición la que está fallando. Está fallando la ciudadanía que parece no percatarse de que poco a poco nos arrancan derechos humanos, civiles y políticos que fueron en nuestra historia la razón fundamental en la lucha contra las dictaduras anteriores. Está fallando el sistema de promoción y protección de la democracia hemisférica al declararse incapaz de atender situaciones en donde desde el poder se destruye la democracia.
Está fallando el gran empresariado privado que prefirió cohabitar y coexistir durmiendo con el enemigo y aceptando la transformación de la actual correlación de fuerzas socioeconómicas, en beneficio de los “capitalistas del Estado” ésos que están apareciendo como nuevos ricos de la noche a la mañana en casi todo el país. Ergo: las revoluciones sirven para crear nuevos ricos bajo el principio de que la política es el arte del enriquecimiento más pronto y el menor esfuerzo.
Está fallando el Gobierno de los Estados Unidos de América, tradicional defensor de las democracias de las Américas, quien ahora tolera y admite como normales sus relaciones con aliados de países fundamentalistas, radicales, asociados con el terrorismo internacional. Está fallando la Iglesia católica que ve impasible cómo sus enemigos marxistas leninistas de viejo cuño han logrado cooptar a su figura más representativa, como lo es el cardenal Obando y Bravo, ahora uña y mugre del poder del César quien le prodiga “copiosas bendiciones” traducidas en ofensivos jets, residencias, lujo, enriquecimiento ilícito a su familia.
Están fallando los serviles, los arrastrados bajo cuyas espaldas complacientes se levanta este leviatán poderoso e invencible, gracias al Fondo Monetario Internacional, al Banco Mundial, a los cooperantes generosos que ya sostienen que esto es lo que los nicaragüenses nos merecemos. A Hugo Chávez a quien debemos agradecerle doblemente pues a la par que nos garantiza un suministro eléctrico costoso, le pagamos por llevarnos inexorablemente a la oscuridad de un régimen autoritario, abusador, despótico y corrupto como ninguno en la historia reciente de este país.
Tal parece que nos están llevando en “la manga” de las reses al matadero. Nos estamos mal acostumbrando a este remedo de democracia y a vivir bajo el miedo, el temor a Lenín, o a Pedrón, a que regrese el “corte de chaleco”, a que la sonrisa sardónica del führer penetre en la intimidad de nuestros hogares recordándonos que el Tercer Reich apenas inicia las nuevas victorias.
Poco a poco se revierte la escala de los valores situándose en la cúspide la famosa frase: “Los riales quedan, la mala fama pasa”... y así van pasando en sus respectivos ataúdes los principios que fueron la piedra angular de la República para dar paso a la anarquía, al desorden, al irrespeto a la ley, al prójimo, a las instituciones. Donde el turbero, el ladrón, el sinvergüenza, son elevados al rango de “revolucionarios” mientras que los otros, los ciudadanos de a pie, que día a día luchan por el sustento familiar, ésos no son nada, ésos son “el pueblo presidente” de un presidente sin pueblo, pues sigue representando a la minoría y su interés en el pueblo es su permanencia en el poder.
Las estratagemas del orteguismo inspiradas en la táctica de guerra de guerrillas del General de Hombres Libres, sirven ahora para crear hombres oprimidos: Pegar y correr, golpear al enemigo y desaparecer momentáneamente; golpear a las instituciones del sistema de separación y equilibrio de poderes hasta demolerlas, golpear los derechos de los ciudadanos a manifestarse (y luego desaparecer) dejando atrás la sensación de que aquí no está pasando nada anormal. Golpear a los donantes y luego aparecer como el sonriente y agradecido recipiendario de los euros del colonialismo europeo o los dólares del imperialismo norteamericano.
A esta Nicaragua nos está mal acostumbrando el poder autoritario
¿Será esto lo que nos merecemos?
Mauricio Díaz
Diputado Socialcristiano al Parlacén
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