por el Padre Leonardo Castellani
- ¿Qué habéis ido a buscar al desierto? No a los charlatanes o a los figurones de la ciudad; sino a un Profeta; y por cierto el mayor de los Profetas. O sea, la Verdad no estaba en la ciudad, sino en el desierto de Bet-Shedá; en un hombre malvestido y que hablaba poco y decía pocas cosas y cosas duras y amenazadores. No decía como los Saduceos, sabios, filósofos y hombres cultos: “esta nación anda muy bien y estamos por fin en plena democracia”, sino: “Un gran castigo se cierne sobre esta nación: el hacha está ya puesta en la raíz…”. Y como predicar males no tiene ningún provecho si no se sabe el remedio, añadía: “Este hombre que pasa allí, ése es la Salvación; pero es también el que tiene en la mano el hacha”. “Ha llegado ya el Labrador, en la mano tiene el bieldo, para aventar la paja y recoger el trigo”.
La Verdad estaba entonces en el desierto: Juan dijo de sí mismo: “Yo soy la voz que clama en el desierto”. De suyo a la Verdad no le gusta estar en el desierto, pero la obligan a veces, la corren de la ciudad. ¿Quién la corre? La mentira entronizada. A la Verdad le gusta estar en las plazas y comunicarse con todos: “a mí me gusta andar entre los hijos de los hombres”, dice la Sabiduría en el libro de los Proverbios (8, 31), y eso hizo o trató de hacer Cristo –después; entonces la Verdad estaba acorralada. Cuando la Verdad está acorralada en el desierto, entonces se pone brava. No es su lugar, está desplazada; y los que desplazan a la Verdad son criminales.
Un peronista me dijo el otro día que yo estoy descontento del régimen liberal, y cuando vino un régimen antiliberal, el de Perón, también estuve descontento; parecería que soy descontento por temperamento. Me consuela que Juan Bautista estaba descontento de Herodes, de Pilatos, de Anás y Caifás, de los fariseos y los saduceos; y Jesucristo después, lo mismo. Los dos tenían que refugiarse en el desierto, y si salían del desierto sabían que los iban a matar. Son situaciones en el mundo en que la Verdad está combatida y arrollada y la quieren matar; pero cuando matan al que la dice, la Verdad explota como una tonelada de dinamita y la nación que arrojó de sí la Verdad se mató a sí misma...
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