miércoles, 30 de enero de 2013

Por qué se encarnó Jesucristo

Por qué se encarnó Jesucristo:
Santo Tomás de Aquino STh III, q 1 a 3

ARTICULO III

De si el hombre no hubiera pecado, se habría encarnado Dios

(Sent, lib. III, dist. I/ De Ver. C. 29, a. 4 / In 1Tim. Cap. 1, lect, 4)

PARECERÍA que, aunque el hombre no hubiese pecado, Dios lo mismo se hubiera encarnado, porque:

1. Subsistiendo la causa subsiste el efecto.

Pero como dice San Agustín (De Trinit. 1- 13, C- 17), otras muchas cosas deben meditarse en la Encarnación de Cristo, además de la absolución del pecado, de las cuales se ha hablado (a. 2).

Luego, aunque el hombre no hubiera pecado, Dios se habría encarnado.

2. A la omnipotencia de la virtud divina pertenece el consumar sus obras y manifestarse por algún efecto infinito.

Pero ninguna pura creatura puede ser llamada efecto infinito, puesto que es finita por su esencia.

Y en sólo la obra de la Encarnación parece manifestarse principalmente el efecto infinito del poder divino, por el cual se unen cosas que distan entre sí infinitamente, en cuanto se hizo que un hombre fuese Dios.

En cuya obra también parece que se perfecciona sumamente el universo, por lo mismo que la última creatura, esto es, el hombre, se une al primer principio, que es Dios.

Luego, aunque el hombre no hubiera pecado Dios se habría encarnado.

3. La naturaleza humana por el pecado no se ha hecho más Capaz de la gracia.

Pero después del pecado es capaz de la gracia de la unión, que es la mayor gracia.

Luego, si el hombre no hubiese pecado, la naturaleza humana hubiera sido capaz de esta gracia y Dios no hubiera quitado a la naturaleza humana el bien de que era capaz.

Luego, si el hombre no hubiera pecado, Dios se habría encarnado.

4. La predestinación de Dios es eterna. Pero se dice (Rom. 1, 4) de Cristo, el que ha sido predestinado Hijo de Dios con poder.

Luego, aun antes del pecado era necesario que el Hijo de Dios se encarnase, para que se cumpliese la predestinación de Dios.

El misterio de la Encarnación fue revelado al primer hombre, como consta por lo que dijo el Señor (Gen. 2, 23), esto ahora es hueso de mis huesos...; lo cual dice el Apóstol (Efes. 5, 32) que es un sacramento grande en Cristo y en la Iglesia.

Pero el hombre no pudo saber con anticipación su caída, por la misma razón que tampoco el ángel, como lo prueba San Agustín (Super. Gen. ad litt. 1. 11, e. 18).

Luego, aunque el hombre no hubiese pecado, Dios se hubiera encarnado.

CONTRA ESTO

Dice San Agustín (lib. De verbis Domini), exponiendo lo que se lee en Lucas 19, el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que había perecido (serm. 36, c. ult., pero más expresamente lib. De verb. Apost. serm. 8, C. 2) : luego, si el hombre no hubiese pecado, el Hijo del hombre no hubiera venido.

Y sobre estas palabras (1Tim. 1), Cristo vino a este mundo para salvar a los pecadores, dice la Glosa (ord. Aug. lib. De verb. Apost. serm. 9), Cristo Señor ninguna causa tuvo para venir, sino salvar a los pecadores. Quitad las enfermedades, quitad las heridas, y no queda causa alguna de la medicina.

RESPONDO:

Debe decirse que algunos opinan acerca de esto de distinta manera.

Pues hay quienes dicen que, aunque el hombre no hubiese pecado, el Hijo de Dios se habría encarnado.

Pero otros aseguran lo contrario. A cuya aserción parece que se debe asentir con preferencia.

Pues aquellas cosas que provienen de sola la voluntad de Dios, por encima de todo lo debido a la creatura, no pueden sernos conocidas sino en cuanto se nos enseñan en la Sagrada Escritura, por la cual la voluntad divina nos es conocida.

Por lo cual, como en la Sagrada Escritura en todas partes se da como razón de la Encarnación el pecado del primer hombre, se dice convenientemente que la obra de la Encarnación ha sido ordenada por Dios para remedio contra el pecado

De manera que, no existiendo pecado, no se habría verificado la Encarnación.

Aunque el poder de Dios no esté constreñido a esto, pues Dios hubiera podido encarnarse aún sin existir el pecado.

A LA OBJECIONES

A la 1ª diremos que todas las otras causas que se han asignado (a. 2), pertenecen al remedio del pecado.

Porque, si el hombre no hubiese pecado, hubiera sido iluminado con la luz de la sabiduría divina y perfeccionado por Dios en la rectitud de la justicia, para conocer y hacer todo lo necesario.

Pero, puesto que el hombre abandonando a Dios se había precipitado en las cosas corporales, fue conveniente que Dios, tomando carne, le exhibiera también por las cosas corporales el remedio de la salvación.

Por lo cual dice San Agustín (sup. illud Ioan. I, Verbum caro factum est, tract. 2): la carne te había obcecado, la carne te sana; puesto que Cristo vino para con su carne extinguir los vicios de la carne.

A la 2ª que en la manera misma de producir las cosas de la nada la virtud divina se manifiesta infinita. Y basta también para la perfección del universo que la creatura se ordene de un modo natural a Dios como a su fin.

Mas excede los límites de la perfección de la naturalaza el que la creatura se una a Dios en la persona.

A la 3ª que en la naturaleza humana pueden considerarse dos clases de capacidad.

La una según el orden de la potencia natural. La cual es colmada siempre por Dios, que da a cada cosa según su capacidad natural.

Y la otra según el orden de la potencia divina, al que toda creatura obedece a su arbitrio. Y a esto pertenece esta capacidad.

Pero Dios no llena toda tal capacidad de la naturaleza; de otra suerte Dios no podría hacer en la creatura, sino lo que hace; lo cual es falso, como se ha demostrado (P I, C 105, a. 6).

Nada, pues, impide que la naturaleza humana después del pecado haya sido llevada a algo mayor; porque Dios permite que se haga lo malo para sacar de ello algo mejor.

Por lo cual se dice (Rom. 5, 20), donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia. Por lo cual también se dice en la bendición del cirio pascual: ¡oh feliz culpa, que mereció tener tal y tan grande Redentor!

A la 4ª, que la predestinación presupone la presciencia de las cosas futuras. Y por eso, así como Dios predestina la salvación de algún hombre de modo que se cumpla por las oraciones de otros; así también predestinó la obra de la Encamación para remedio del pecado humano.

A la 5ª, que nada impide que se revele el efecto a alguno al cual no se revela la causa.

Luego pudo revelarse al primer hombre el misterio de la Encarnación sin que antes fuera sabedor de su caída; pues no todo el que conoce el efecto conoce también la causa.

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