POR:ARCANGEL VULCANO.
El creyente en Jesús de Nazaret no puede aceptar la ideología marxista sin contradecir su propia fe; ni tampoco puede adherirse globalmente a los postulados del análisis marxista del hombre y de la sociedad, sin comprometer aspectos substanciales de esa misma fe. Dicho análisis, en efecto está fundamentado en una concepción filosófica materialista, desconocedora de la naturaleza y misión integrales del hombre, quien si bien es cuerpo, también es espíritu, y poseedor, por tanto, de valores superiores y de una existencia que no se agota en la muerte; más aún, el Evangelio nos revela la persona y la comunidad humana como sujetos de una vocación divina de Cristo, hijo de Dios hecho hombre.
Según lo expresado por el Papa Pablo VI en la Octogésima Adveniens, “es sin duda ilusorio y peligroso olvidar el lazo íntimo” que une radicalmente los diversos aspectos del marxismo., “el aceptar los elementos del análisis marxista sin reconocer sus relaciones con la ideología, el entrar en la práctica de la lucha de clases y de una interpretación marxista, omitiendo el tipo de sociedad totalitaria y violenta a la que conduce este proceso”. Exhortamos, por tanto, a los cristianos del mundo, a orientar su reflexión y su acción según los principios del Evangelio y de la doctrina de la Iglesia, y a estar atentos a una sutil infiltración marxista que se viene operando abiertamente, disfrazada de socialismo renovado. Este término, si bien pudiera tener significaciones válidas y aceptables, si se le toma como sinónimo de una sociedad de mayor igualdad y participación y de un recto intervencionismo del Estado que concilie el progreso económico con la justicia y la libertad de la persona humana.
El término “Socialismo Cristiano”, es empleado por algunos políticos cínicos, abusivos, ambiciosos de poder, usurpadores del mensaje sagrado de Dios nuestro padre celestial, salvador de nuestras almas, apareciendo ante el mundo convenientemente inspirados en Cristo redentor, denominándolo con desparpajo e irrespeto como “Cristo mi comandante, el primer comunista del mundo”. El concepto de socialismo, hoy maquillado con visos de modernidad, es utilizado, sin embargo, comúnmente en el mundo para denominar o disfrazar ideologías y movimientos políticos de índole marxistas de corte comunistas e intenciones camufladamente totalitaristas ; incluso mal empleando la figura de Cristo, deformándola, desnaturalizándola y manipulándola para emplearla absurdamente e injustificadamente como sostén de sus oscuras intenciones y planes de dominación política de toda la sociedad, para tratar de imponer, pregonar y difundir desvergonzadamente en su nombre, mediante audaces y hábiles mensajes propagandísticos, cínicamente configurados con maña, premeditación y aviesa mala intención, unas ideas de redención y liberación social que no son auténticamente cristianas sino diabólicamente comunistas; son una entelequia, una burda manipulación de la inmensa y gigantesca figura y mensaje auténticamente liberador de nuestro Señor Jesucristo, para intentar ganar adeptos e incautos, manipulando a los inocentes e ignorantes, para que le sirvan en sus perversas maquinaciones y en sus inhumanos propósitos de dominación política univeral.
El cristianismo no defiende ni al capitalismo explotador, consumista y decadente, ni al socialismo marxista totalitarista conculcador de las libertades, los derechos humanos e individuales; ambos son sistemas que esclavizan al ser humano, igualmente destructores de los valores y principios impartidos por Jesucristo, que en esencia son los únicos ofrendados por Dios.
En cuanto a las ideas y formas que se proponen para la organización social y política , es necesario señalar, sin embargo, lo expresado por el papa Pablo VI en su carta Octogésima Adveniens: “ El cristiano que quiere vivir su fe en una acción política, concebida como servicio, tampoco puede adherirse sin contradicción a sistemas ideológicos que se oponen radicalmente o en los puntos sustanciales a su fe y a su concepción del hombre; ni a la ideología marxista, a su materialismo ateo, a su dialéctica de violencia y a la manera como a ella entiende la libertad dentro de la colectividad, negando al mismo tiempo toda trascendencia al hombre y a su historia personal y colectiva; ni a la ideología liberal que cree exaltar la libertad individual sustrayéndola a toda limitación, estimulándola con la búsqueda exclusiva del interés y del poder, y considerando las solidaridades sociales como consecuencias más o menos automáticas de iniciativas individuales y no ya como un fin y un criterio más elevado del valor de la organización social.” (OA, 26).
Esta posición de La Iglesia Católica, entiende ser un vivo llamado a los cristianos y a los hombres de buena voluntad, a explotar nuevos modelos de sociedad que no sean ni el capitalista alienante, consumista y explotador, ni el socialista marxista conculcador de los sagrados derechos humanos y esclavizante, y a promover aquellos ordenamientos que conjuguen mejor la verdadera libertad con otros valores fundamentales como son la paz, la participación y la fraternidad servicial.
Un modelo de sociedad que satisfaga los más nobles anhelos y expectativas del hombre contemporáneo, ha de romper con los asfixiantes esquemas de una sociedad de consumo, las estrechas perspectivas de una visión puramente tecnocrática y un desarrollo fundado en la competencia del lucro y orientado a un desaforado y escueto tener más. Una sociedad a la medida del hombre ha de tener, en efecto, como centro y flecha de su dinamismo, el servicio de la persona y de la comunidad humana.
Es ésta también la razón por la cual exhortamos a los cristianos, especialmente a los jóvenes, a no dejarse seducir por el socialismo marxista, como si éste fuese el camino apto para la construcción de una sociedad verdaderamente nueva. Una tal sociedad, que ha de responder a las más íntimas y amplias exigencias del hombre, no pueden lograrse, en efecto, en base a una ideología que, como la marxista, establece la acción política sobre el odio. Su visión materialista atea no permite -y la experiencia de los regímenes marxistas así lo demuestra abundante- el ejercicio de una auténtica libertad humana en múltiples y fundamentales niveles (religioso, político, etc) en que dicha libertad está llamada a ejercerse.
Parte de éste post está inspirado, en el libro: Misión Política de La Iglesia, del autor: “Cesáreo Gil”, ideas que suscribimos íntegramente sin reservas.
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El creyente en Jesús de Nazaret no puede aceptar la ideología marxista sin contradecir su propia fe; ni tampoco puede adherirse globalmente a los postulados del análisis marxista del hombre y de la sociedad, sin comprometer aspectos substanciales de esa misma fe. Dicho análisis, en efecto está fundamentado en una concepción filosófica materialista, desconocedora de la naturaleza y misión integrales del hombre, quien si bien es cuerpo, también es espíritu, y poseedor, por tanto, de valores superiores y de una existencia que no se agota en la muerte; más aún, el Evangelio nos revela la persona y la comunidad humana como sujetos de una vocación divina de Cristo, hijo de Dios hecho hombre.
Según lo expresado por el Papa Pablo VI en la Octogésima Adveniens, “es sin duda ilusorio y peligroso olvidar el lazo íntimo” que une radicalmente los diversos aspectos del marxismo., “el aceptar los elementos del análisis marxista sin reconocer sus relaciones con la ideología, el entrar en la práctica de la lucha de clases y de una interpretación marxista, omitiendo el tipo de sociedad totalitaria y violenta a la que conduce este proceso”. Exhortamos, por tanto, a los cristianos del mundo, a orientar su reflexión y su acción según los principios del Evangelio y de la doctrina de la Iglesia, y a estar atentos a una sutil infiltración marxista que se viene operando abiertamente, disfrazada de socialismo renovado. Este término, si bien pudiera tener significaciones válidas y aceptables, si se le toma como sinónimo de una sociedad de mayor igualdad y participación y de un recto intervencionismo del Estado que concilie el progreso económico con la justicia y la libertad de la persona humana.
El término “Socialismo Cristiano”, es empleado por algunos políticos cínicos, abusivos, ambiciosos de poder, usurpadores del mensaje sagrado de Dios nuestro padre celestial, salvador de nuestras almas, apareciendo ante el mundo convenientemente inspirados en Cristo redentor, denominándolo con desparpajo e irrespeto como “Cristo mi comandante, el primer comunista del mundo”. El concepto de socialismo, hoy maquillado con visos de modernidad, es utilizado, sin embargo, comúnmente en el mundo para denominar o disfrazar ideologías y movimientos políticos de índole marxistas de corte comunistas e intenciones camufladamente totalitaristas ; incluso mal empleando la figura de Cristo, deformándola, desnaturalizándola y manipulándola para emplearla absurdamente e injustificadamente como sostén de sus oscuras intenciones y planes de dominación política de toda la sociedad, para tratar de imponer, pregonar y difundir desvergonzadamente en su nombre, mediante audaces y hábiles mensajes propagandísticos, cínicamente configurados con maña, premeditación y aviesa mala intención, unas ideas de redención y liberación social que no son auténticamente cristianas sino diabólicamente comunistas; son una entelequia, una burda manipulación de la inmensa y gigantesca figura y mensaje auténticamente liberador de nuestro Señor Jesucristo, para intentar ganar adeptos e incautos, manipulando a los inocentes e ignorantes, para que le sirvan en sus perversas maquinaciones y en sus inhumanos propósitos de dominación política univeral.
El cristianismo no defiende ni al capitalismo explotador, consumista y decadente, ni al socialismo marxista totalitarista conculcador de las libertades, los derechos humanos e individuales; ambos son sistemas que esclavizan al ser humano, igualmente destructores de los valores y principios impartidos por Jesucristo, que en esencia son los únicos ofrendados por Dios.
En cuanto a las ideas y formas que se proponen para la organización social y política , es necesario señalar, sin embargo, lo expresado por el papa Pablo VI en su carta Octogésima Adveniens: “ El cristiano que quiere vivir su fe en una acción política, concebida como servicio, tampoco puede adherirse sin contradicción a sistemas ideológicos que se oponen radicalmente o en los puntos sustanciales a su fe y a su concepción del hombre; ni a la ideología marxista, a su materialismo ateo, a su dialéctica de violencia y a la manera como a ella entiende la libertad dentro de la colectividad, negando al mismo tiempo toda trascendencia al hombre y a su historia personal y colectiva; ni a la ideología liberal que cree exaltar la libertad individual sustrayéndola a toda limitación, estimulándola con la búsqueda exclusiva del interés y del poder, y considerando las solidaridades sociales como consecuencias más o menos automáticas de iniciativas individuales y no ya como un fin y un criterio más elevado del valor de la organización social.” (OA, 26).
Esta posición de La Iglesia Católica, entiende ser un vivo llamado a los cristianos y a los hombres de buena voluntad, a explotar nuevos modelos de sociedad que no sean ni el capitalista alienante, consumista y explotador, ni el socialista marxista conculcador de los sagrados derechos humanos y esclavizante, y a promover aquellos ordenamientos que conjuguen mejor la verdadera libertad con otros valores fundamentales como son la paz, la participación y la fraternidad servicial.
Un modelo de sociedad que satisfaga los más nobles anhelos y expectativas del hombre contemporáneo, ha de romper con los asfixiantes esquemas de una sociedad de consumo, las estrechas perspectivas de una visión puramente tecnocrática y un desarrollo fundado en la competencia del lucro y orientado a un desaforado y escueto tener más. Una sociedad a la medida del hombre ha de tener, en efecto, como centro y flecha de su dinamismo, el servicio de la persona y de la comunidad humana.
Es ésta también la razón por la cual exhortamos a los cristianos, especialmente a los jóvenes, a no dejarse seducir por el socialismo marxista, como si éste fuese el camino apto para la construcción de una sociedad verdaderamente nueva. Una tal sociedad, que ha de responder a las más íntimas y amplias exigencias del hombre, no pueden lograrse, en efecto, en base a una ideología que, como la marxista, establece la acción política sobre el odio. Su visión materialista atea no permite -y la experiencia de los regímenes marxistas así lo demuestra abundante- el ejercicio de una auténtica libertad humana en múltiples y fundamentales niveles (religioso, político, etc) en que dicha libertad está llamada a ejercerse.
Parte de éste post está inspirado, en el libro: Misión Política de La Iglesia, del autor: “Cesáreo Gil”, ideas que suscribimos íntegramente sin reservas.
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