Personalmente creo que, pese a la literalidad de alguna encíclica del pasado, se puede ser socialista y católico. Aunque no entienda cómo algunos católicos pueden compaginar su voto y todavía menos su militancia en el PSOE. No pocos de esos funambulistas tienen de católicos lo que yo de monja ursulina y tampoco me voy a molestar en desmontarles lo que es pura evidencia. El catolicismo de Bono, comulgando con Zerolo en Entrevías y votando la Ley del Aborto es seguramente el ejemplo más sonado de esa incongruencia interesada. Porque al PSOE le interesaba, ya que tiene un número importante de votantes católicos, al menos en teoría, la doble adscripción.
El sectarismo de Zapatero ha hecho seguramente inútil esa confesionalidad y Francisco Vázquez, hasta ayer embajador en el Vaticano, ha experimentado que el ser católico en el socialismo es hoy un notabilísimo handicap. Y así lo ha manifestado.
Vázquez era un socialista atípico. Por manifestarse católico y por obrar bastante en consecuencia. Cuando la primera Ley del Aborto dijo que él no la votaría y así ocurrió. Y como embajador ante la Santa Sede fue una suerte para el Vaticano. Y para el Gobierno español, pues su buen hacer engrasó lo que chirriaba por todos lados. Se lo pagaron como sólo sabe hacerlo este Gobierno de mediocres. Quince días antes de la beatificación de Juan Pablo II fue cesado, para que no pudiera asistir en su representación a tan solemne acto. Y parece que, siendo magnífico candidato para Defensor del Pueblo, el Gobierno no le ha propuesto por su catolicismo. Pues el Gobierno se lo pierde.
Ayer nos encontramos con otro hecho análogo a la defenestración de Vázquez. Iba a asistir el vicepresidente Rubalcaba a un acto de la Guardia Civil, seguido de la copa de rigor. En el lugar del ágape había una imagen de la Virgen del Pilar, patrona de la Benemérita. Y el esbirro de turno, encargado de la inspección del lugar donde iba a celebrarse el acto, dijo que había que retirar a la Virgen porque desagradaría mucho al vicepresidente y posible sucesor de Zapatero. Quien estaba al mando de aquel recinto, y que no era precisamente un capitán Cortés, rindió inmediatamente el santuario y la Virgen desapareció.
Rubalcaba tendrá todos los defectos que se quieran y más, con faisanes o sin faisanes, pero no le creo tan sectario y tan idiota como para no poder tomarse un vino donde esté la imagen de la Virgen. Aparte de que, hijo, según creo, de un oficial franquista en la guerra de 1936, debió mamar otra cosa. Pero la pelota está en su tejado. O cesa al …, lo que ustedes quieran, que le ha hecho pasar por un iconoclasta majadero o se coloca al nivel de la Chacón prohibiendo las misas en la Escuela Naval Militar. ¿Son así todos los socialistas? Pues como para que los católicos que les votan se lo piensen otra vez.
El odio a Dios
Parece haberse exacerbado en estos últimos tiempos el odio a Dios y a su Iglesia, de manera que raro es el día en el que no tenemos noticia de alguna profanación de un templo o de un acto sacrílego. Cuando se sabe quiénes son los protagonistas de esos hechos surge una primera cuestión. Convencidos, al parecer, de que Dios no existe, no tendría el menor sentido, incluso dentro de su escasísimo sentido, el afán de insultarle o mofarse de él. Sólo cabe entender sus acciones como un deliberado propósito de ofender a los católicos. Que todavía somos una notable mayoría en este país. Y tanta agresión gratuita, contraria además a la legislación vigente, de no ser cortada de raíz por los poderes públicos, por laicos que sean, puede tener muy serias consecuencias para el orden público.
La gran mayoría de los españoles, católicos o no, desea una convivencia pacífica. Aquí pueden manifestarse todos en favor de sus creencias. Los católicos pueden salir a la calle en defensa de la que entienden debe ser la familia o sacando en procesión al Señor del Gran Poder. Y no se les ocurre con ese motivo quemar el centro de gays o lesbianas, las oficinas del PSOE o la embajada de Cuba. Y seguro que si eso hiciera algún loco sería inmediatamente detenido por la Policía. Pues a ver si estamos a la recíproca.
Son ya muy numerosos los templos que se han profanado recientemente. Y parece que ello va a más. Estoy seguro de que cuando a algunos de esos indeseables se les aplique lo que la ley tiene establecido, desaparecerán los demás inmediatamente. Porque son una insignificante minoría que solamente actúa si tiene asegurada la impunidad.
Las profanaciones de templos responden a tres tipologías, todas ellas ultraminoritarias. La más tradicional, y también la más comprensible, responde a un interés económico. Los profanadores son unos simples ladrones que actúan en una iglesia como podrían hacerlo en una casa particular.
Luego están los que, por los motivos que sean, odian a la Iglesia y no buscan ningún interés material, sino agredir a la conciencia católica. Entran de lleno en casos descritos en libros de psiquiatría. Y no tienen nada que ver con todos aquellos ateos o agnósticos que, a pesar de sus convicciones, reprueban absolutamente estos hechos. Su insignificancia ha quedado de relieve en cuanta ocasión han querido manifestar públicamente su odio a la Iglesia. Salvo en el caso del orgullo gay, que responde a motivaciones en buena parte distintas, cuando han querido movilizarse y dejar constancia de su presencia en la calle no llegaban, o apenas superaban, el centenar. Cincuenta frikis siendo generosos.
Por último, y también dentro de frikilandia, están una serie de juguetes rotos, personajillos en busca de página, artistas que creen que de ese modo van a ser conocidos y que fían a la injuria lo que no pueden fiar a su talento.
Pues ese mundo de la peor farándula y de la peor estofa es el que un día sí y otro también pretende tocar las narices a los católicos. La absurda procesión atea prevista en Madrid para esta Semana Santa parece que ya ha sido desautorizada.
Nadie pide para ellos muchos años de cárcel. Simplemente que comprueben que sus agresiones no quedan impunes. Y que los españoles podamos convivir pacíficamente sean cuales sean nuestras ideas religiosas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario