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La Semana Santa, para muchos es un periodo de vacaciones…, sin más.
Y para otros, es una nueva oportunidad.
Nadie es quien para reprochar nada a estos dos grandes grupos de personas.
Primero porque no son grupos cerrados: sus pretensiones, descansar y rezar o participar activamente en la Semana de Pasión, muchas veces… se simultanean, van de la mano.
Y segundo porque aunque no fuera así, todos gozamos del don de la libertad para usar de sus ocios y negocios como mejor nos parezca.
Lo que sí creo, es que quienes todavía conservan algún pulso cristiano en sus venas, estos días no pueden pasar desapercibidos…
No solo se trata de recordar la Pasión y muerte de Jesucristo, sino desde lo hondo del corazón, es la ocasión incomparable de reconvertir la vida camino del Evangelio, que es camino de Cruz.
Nos quejamos mucho de la descristianización, del laicismo y del paganismo. Bien es verdad, que últimamente los ataques de los –sin DIOS- están arreciando, pero el peor enemigo, me temo, lo tenemos en la propia casa…, somos nosotros mismos, que tantas veces, huimos de la coherencia.
Playas y paellas, no son incompatibles con Procesiones y ayunos –cuando sean necesarios-; no somos tipos raros, pero sí debemos ser, y en estos momentos más, muestras de exquisita congruencia. La conexión pensamiento –creencia-, acción –vida-, debe ser absoluta, mantenerse sin fisuras.
Si hay un tiempo donde los católicos podemos dar la cara en todos los sentidos, es en la Semana Santa. Últimamente muchas Semanas Santas, pasan y acaban. Quedan desapercibidas, mucho ruido y pocas nueces.
Con la Semana Santa suele pasar lo que les pasa a algunos árboles. Toda la vitalidad de sus raíces, se queda solo en la frondosidad de ramas y hojas, pero no dan fruto alguno.
Por eso, pese a todas las devociones más o menos sentidas de todos estos días, a pesar de las emociones vividas, lo que no debemos pasar por alto es la razón, la auténtica raíz de todo y es que solo “Jesús es nuestra Pascua” (1.Corintio 5, 7)
Sin Él, sin su vida, sin su Cruz, sin su sacrificio, ¡Sin su muerte, no hay resurrección!
Estos tiempos llaman a la confusión, por eso debemos ser coherentes, por solidaridad con nuestros contemporáneos. El mundo necesita de claros discernimientos, de integridad de fe, de ejemplos. Jesús es el patrón máximo, el mejor modelo, el único válido, el que importa sobretodo.
Puede ser que ese proceso de cristificación nuestra exija sacrificio e incluso muerte; pero el cristiano sabe que muere con Cristo para vivir con él (Rom 6,6-8), y con Él, el alma se libera.
Así pues.., el camino cuaresmal, que culmina en esta Semana de Pasión es el auténtico camino de la libertad. El hombre es verdaderamente libre cuando acoge la verdad y sirve desde ella. Esa debiera ser la lección aprendida y el propósito a poner en práctica a partir de esta gran Semana Santa de 2011.
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