Jesús de Nazaret – Desde la Entrada en Jerusalén hasta la Resurrección por Benedicto XVI (Ediciones Encuentro, S.A., Madrid, 2011)
por el Hno. Pedro Dimond OSB
*Este artículo es continuación de mi estudio de los libros de Benedicto XVI. Para los que no saben, Benedicto XVI es Joseph Ratzinger.
Puesto que hay muchísimas herejías en este libro de Benedicto XVI, me he limitado a incluir sólo aquellas herejías que son verdaderamente dignas de mención.
BENEDICTO XVI CRITICA EL EVANGELIO DE SAN MATEO Y RECHAZA SU EXACTITUD HISTÓRICA
Esta debe ser una de las peores herejías de Benedicto XVI. Ella se presenta en el contexto de sus repetidos intentos de excusar a los judíos de cualquier culpa por la muerte Cristo.
Benedicto XVI, Jesús de Nazaret –Desde la Entrada en Jerusalén hasta la Resurrección, 2011, p. 218: “El ochlos [“muchedumbre del pueblo” en griego] de Marcos se amplía en Mateo con fatales consecuencias, pues habla del ‘pueblo entero’ (27, 25), atribuyéndole la petición de que se crucificara a Jesús. Con ello Mateo no expresa seguramente un hecho histórico: ¿cómo podría haber estado presente en ese momento todo el pueblo y pedir la muerte de Jesús? La realidad histórica aparece de manera notoriamente correcta en Juan y Marcos”.
¡Impresionante, ¿no?! Benedicto comenta sobre las palabras de Mateo 27, 25: “Y todo el pueblo contestó diciendo: Caiga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos”. Benedicto XVI no solamente critica las palabras del Evangelio de Mateo como algo con “fatales” consecuencias, sino que también niega de plano que el relato de San Mateo sea históricamente preciso. Esto simplemente es un rechazo de la indefectibilidad de la Sagrada Escritura. Es una negación de la revelación divina y de la fe católica. Ya es hora que la gente despierte y vea a este hombre por lo que es y lo que enseña. Él profiere esta tremenda herejía simplemente porque, como su libro deja claro, quiere exonerar a los judíos.
Papa León XIII, Providentissimus Deus, #20-21, 18 de noviembre de 1893: “En efecto, los libros que la Iglesia ha recibido como sagrados y canónicos, todos e íntegramente, en todas sus partes, han sido escritos bajo la inspiración del Espíritu Santo; y está tan lejos de la divina inspiración el admitir error, que ella por sí misma no solamente lo excluye en absoluto, sino que lo excluye y rechaza con la misma necesidad con que es necesario que Dios, Verdad suma, no sea autor de ningún error. Tal es la antigua y constante creencia de la Iglesia definida solemnemente por los concilios de Florencia y de Trento, confirmada por fin y más expresamente declarada en el concilio Vaticano, que dio este decreto absoluto: ‘Los libros del Antiguo y del Nuevo Testamento, íntegros, con todas sus partes, como se describen en el decreto del mismo concilio (Tridentino) y se contienen en la antigua versión latina Vulgata, deben ser recibidos por sagrados y canónicos. La Iglesia los tiene por sagrados y canónicos, no porque, habiendo sido escritos por la sola industria humana, hayan sido después aprobados por su autoridad, ni sólo porque contengan la revelación sin error, sino porque, habiendo sido escritos por inspiración del Espíritu Santo, tienen a Dios por autor’. Por lo cual nada importa que el Espíritu Santo se haya servido de hombres como de instrumentos para escribir, como si a estos escritores inspirados, ya que no al autor principal, se les pudiera haber deslizado algún error. Porque Él de tal manera los excitó y movió con su influjo sobrenatural para que escribieran, de tal manera los asistió mientras escribían, que ellos concibieran rectamente todo y sólo lo que Él quería, y lo quisieran fielmente escribir, y lo expresaran aptamente con verdad infalible; de otra manera, Él no sería el autor de toda la Sagrada Escritura. Tal ha sido siempre el sentir de los Santos Padres. (…) pero lo que de ninguna manera puede hacerse es limitar la inspiración a solas algunas partes de las Escrituras o conceder que el autor sagrado haya cometido error”.
Papa Benedicto XV, Spiritus Paraclitus, # 22, 15 de septiembre de 1920: “Y no discrepan menos de la doctrina de la Iglesia – comprobada por el testimonio de San Jerónimo y de los demás Santos Padres – los que piensan que las partes históricas de la Escritura no se fundan en la verdad absoluta de los hechos…”.
BENEDICTO XVI ENSEÑA DESCARADAMENTE LA JUSTIFICACIÓN POR LA SOLA FE
Benedicto XVI, Jesús de Nazaret – Desde la Entrada en Jerusalén hasta la Resurrección, 2011, pp. 275-276: “Pablo, que tanto resalta la imposibilidad de la justificación fundándose en la propia moralidad, presupone indudablemente en esto que el nuevo culto de los cristianos, en el cual ellos mismos son ‘víctima viva y santa’, sólo es posible participando en el amor hecho carne de Jesucristo, ese amor que, mediante el poder su santidad, supera toda nuestra insuficiencia. “Si debemos decir, por un lado, que con esta exhortación Pablo no cede a ninguna forma de moralismo y no desmiente para nada su doctrina acerca de la justificación mediante la fe –y no por las obras–, por otro queda claro que con esta doctrina de la justificación no se condena al hombre a la pasividad: no se convierte en un destinatario meramente pasivo de la justicia de Dios, la cual, en ese caso, sería en el fondo algo externo a él”.
Esto es protestantismo. Benedicto XVI afirma claramente que la doctrina de San Pablo sobre la justificación es ¡“mediante la fe –y no por las obras–“! Para aclarar esta herejía en su perspectiva, piénsense de esta manera: La próxima vez que se enfrente con un protestante en una discusión sobre la fe católica, y él (erróneamente) trae a colación el pasaje de San Pablo, en su intento de probar la justificación por la sola fe sin las obras, recuérdese que Benedicto XVI está de acuerdo con el protestante.
Santiago 2, 24: “Ved, pues, cómo por las obras y no por la fe solamente se justifica el hombre”.
Romanos 2, 5-6: “… del justo juicio de Dios, que dará a cada uno según sus obras”.
Romanos 2, 13: “Porque no son justos ante Dios los que oyen la Ley, sino los cumplidores de la Ley, ésos serán declarados justos”.
No es de extrañar que Benedicto XVI haya estado íntimamente involucrado en la formulación y aprobación de la herética Declaración Conjunta con los Luteranos sobre la Doctrina de la Justificación. Ella también enseña que la justificación es por la sola fe.
Declaración Conjunta sobre la Doctrina de la Justificación, Anexo a la Declaración oficial común, # 2, C [“católicos” y luteranos juntos]: “La justificación tiene lugar sólo por gracia, por la sola fe; la persona se justifica sin las obras”.
BENEDICTO XVI PROMUEVE QUE LOS JUDÍOS NO DEBEN SER CONVERTIDOS
Benedicto XVI, Jesús de Nazaret – Desde la Entrada en Jerusalén hasta la Resurrección, 2011, p. 60: “Hildegard Brem comenta así este pasaje: ‘Según Romanos 11, 25, la Iglesia no tiene que preocuparse por la conversión de los judíos, porque hay que esperar el momento establecido por Dios, ‘hasta que entren todos los pueblos’ (Rom.11, 25)”.
Benedicto XVI cita a Hildegard Brem (lo que significa que él lo aprueba), quien enseña que la Iglesia no debe convertir a los judíos. Benedicto XVI no contradice esta enseñanza, sino que la promueve y está de acuerdo con ella. En la siguiente página, él amplia aún más el punto, declarando que los judíos conservan su propia “misión”. Benedicto XVI, Jesús de Nazaret – Desde la Entrada en Jerusalén hasta la Resurrección, 2011, p. 61: “Hemos comprobado, además, que el anuncio de un tiempo de los gentiles forma parte del núcleo del mensaje escatológico de Jesús, un tiempo durante el cual se debe llevar el Evangelio a todo el mundo y a todos los hombres: sólo después la historia puede alcanzar su meta. Entretanto, Israel conserva su propia misión. Está en las manos de Dios, que lo salvará ‘por entero’ en el tiempo apropiado, una vez que el número de los paganos esté completo. Es obvio y nada sorprendente que no se pudiera calcular la duración histórica de este periodo”. Según él, los judíos no necesitan convertirse porque ellos retienen su propia misión y están “en las manos de Dios”. Por supuesto, esto es una negación de Jesucristo, del Evangelio, de la fe católica, y de muchos dogmas. Es por esto también que lo vimos alentar en su “misión” al rabino jefe de Roma.
Benedicto XVI, Discurso al rabino jefe de Roma, 16 de enero de 2006: “Distinguido señor rabino jefe, recientemente se le ha encomendado la guía espiritual de la comunidad judía romana; usted ha asumido esta responsabilidad con su experiencia de estudioso y de médico, que ha compartido alegrías y sufrimientos de mucha gente. Le expreso de corazón mis mejores deseos para su misión, y le aseguro mi estima y mi amistad cordial, así como las de mis colaboradores”.
Es un fraude monumental que este hombre pueda decirse ser el Papa y el jefe de la Iglesia cristiana. Los apóstoles fueron judíos conversos. Los mismos apóstoles evangelizaron a los judíos. El Gran Mandato de Jesús (Mc. 16; Mt. 28) consistió en encomendarle a los apóstoles llevar el Evangelio a todo el mundo. Es un dogma que los judíos (al igual que los otros no cristianos) no pueden salvarse sin el bautismo y la fe en Cristo.
Hechos 4, 12: “… en nombre de Jesucristo (…) pues ningún otro nombre nos ha sido dado bajo el cielo, entre los hombres, por el cual podamos ser salvos”.
Hechos 13, 45-46: “Pero viendo los judíos a la muchedumbre, se llenaron de envidia e insultaban y contradecían a Pablo. Mas Pablo y Bernabé respondían valientemente, diciendo: A vosotros os habíamos de hablar primero la palabra de Dios, mas puesto que la rechazáis y os juzgáis indignos de la vida eterna, nos volveremos a los gentiles”.
Papa Eugenio IV, Concilio de Florencia, sesión 8, 22 de noviembre de 1439, ex cathedra: “Todo el que quiera salvarse, ante todo es menester que mantenga la fe católica; y en que no la guardare íntegra e inviolada, sin duda perecerá para siempre. –Ahora bien, la fe católica es que veneremos a un solo Dios en la Trinidad, y a la Trinidad en la unidad, (…) El que quiera, pues, salvarse, así ha de sentir de la Trinidad. “Pero es necesario para la eterna salvación creer también fielmente en la encarnación de Nuestro Señor Jesucristo (…) hijo de Dios, es Dios y hombre. (…) Ésta es la fe católica y el que no la creyere fiel y firmemente, no podrá salvarse”.
Papa Eugenio IV, Concilio de Florencia, “Cantate Domino”, 1441, ex cathedra: “[La Santa Iglesia romana] firmemente cree, profesa y predica que nadie que no esté dentro de la Iglesia católica, no sólo los paganos, sino también judíos o herejes y cismáticos, puede hacerse partícipe de la vida eterna, sino que irán al fuego eterno que está aparejado para el diablo y sus ángeles (Mat. 25, 41), a no ser que antes de su muerte se uniere con ella; y que es de tanto precio la unidad en el cuerpo de la Iglesia que sólo a quienes en él permanecen les aprovechan para su salvación los sacramentos y producen premios eternos los ayunos, limosnas y demás oficios de piedad y ejercicios de la milicia cristiana. Y que nadie, por más limosnas que hiciere, aun cuando derramare su sangre por el nombre de Cristo, puede salvarse, si no permaneciere en el seno y unidad de la Iglesia católica”.
BENEDICTO XVI NIEGA DESCARADAMENTE LA NECESIDAD DE CREER EN EL EVANGELIO PARA LA SALVACIÓN
Benedicto XVI, Jesús de Nazaret – Desde la Entrada en Jerusalén hasta la Resurrección, 2011, pp. 58-59: “El caminar incansable de San Pablo hacia los pueblos para llevar el mensaje a todos y cumplir así la tarea, posiblemente ya durante su vida, muestra precisamente una tenacidad que sólo se explica por su convencimiento del significado histórico y escatológico del anuncio: ‘No tengo más remedio, y ¡ay de mí si no anuncio el Evangelio!’ (1 Co 9, 16). En este sentido, la urgencia de la evangelización en la generación apostólica no está motivada tanto por la cuestión sobre la necesidad de conocer el Evangelio para la salvación individual de cada persona, cuanto más bien por esta gran concepción de la historia: para que el mundo alcance su meta, el Evangelio tiene que llegar a todos los pueblos”.
Benedicto XVI dice que la urgencia de la evangelización no se basaba tanto en la necesidad de conocer el Evangelio para la salvación individual de cada persona. Más bien era importante para que el mundo pudiera cumplir su destino. Para el hereje Benedicto XVI, no es necesario que las personas conozcan y crean en el Evangelio para la salvación.
Papa Pío IX, Primer Concilio Vaticano, 1870: “… nadie, sin embargo, ‘puede consentir a la predicación evangélica’, como es menester para conseguir la salvación, ‘sin la iluminación e inspiración del Espíritu Santo, que da a todos suavidad en consentir y creer a la verdad’”. (Denz. 1791).
Papa Gregorio XVI, Mirari vos, # 13, 15 de agosto de 1832: “Si dice el Apóstol que hay ‘un solo Dios, una sola fe, un solo bautismo’ (Ef. 4, 5), entiendan, por lo tanto, los que piensan que por todas partes se va al puerto de salvación, que, según la sentencia del Salvador, ‘están ellos contra Cristo, pues no están con Cristo’ (Luc. 11, 23) y que los que no recolectan con Cristo, esparcen miserablemente, por lo cual es ‘indudable que perecerán eternamente los que no tengan fe católica y no la guardan íntegra y sin mancha’ (Credo Atanasiano)”.
BENEDICTO XVI JUSTIFICA LA CONDENACIÓN DE CRISTO
Benedicto XVI, Jesús de Nazaret – Desde la Entrada en Jerusalén hasta la Resurrección, 2011, p. 199: “… sobre el ‘caso’ Jesús. (…) Según Juan, se reunieron conjuntamente los jefes de los sacerdotes y los fariseos, los dos grupos dominantes en el judaísmo en tiempos de Jesús, aunque hubiera discrepancias entre ellos sobre muchos puntos. Su preocupación común era: ‘Vendrán los romanos y nos destruirán ‘el lugar’ (es decir, el templo, el lugar sagrado de la veneración de Dios) y la nación’ (11, 48). Uno estaría tentado de decir que el motivo para proceder contra Jesús era una preocupación política, en la cual concordaban tanto la aristocracia sacerdotal como los fariseos, aunque por razones diferentes (…) Con todo, hay que ser cautelosos a la hora de condenar a la ligera la perspectiva ‘puramente política’ propia de los adversarios de Jesús. En efecto, en el ordenamiento hasta entonces vigente, las dos dimensiones –la política y la religiosa– eran de hecho absolutamente inseparables una de otra”.
Benedicto XVI claramente intenta exonerar a quienes fueron responsables por la muerte de Cristo (es decir, los judíos).
Hechos 3, 12-19: “Visto lo cual por Pedro, habló así al pueblo: Varones israelitas, ¿qué os admiráis de esto o qué nos miráis a nosotros, como si por nuestro propio poder o por nuestra piedad hubiéramos hecho andar a éste? (…) Vosotros negasteis al Santo y al Justo y pedisteis que se os hiciera gracia de un homicida. Disteis la muerte al autor de la vida, a quien Dios resucitó de entre los muertos, de lo cual nosotros somos testigos. (…) Dios ha dado así cumplimiento a lo que había anunciado por boca de todos los profetas, la pasión de su Cristo. Arrepentíos, pues, y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados…”.
Errores de Pedro Abelardo, condenados por Inocencio II, 16 de julio de 1140, #10: “No pecaron los que crucificaron a Cristo por ignorancia, y cuanto se hace por ignorancia no debe atribuirse a culpa”. – Condenado
BENEDICTO XVI DICE QUE LOS JUDÍOS NO MATARON A JESÚS
Benedicto XVI, Jesús de Nazaret – Desde la Entrada en Jerusalén hasta la Resurrección, 2011, p. 217: “Pero preguntémonos antes de nada: ¿Quiénes eran exactamente los acusadores? ¿Quién ha insistido en que Jesús fuera condenado a muerte? En las respuestas que dan los Evangelios hay diferencias sobre las que hemos de reflexionar. Según Juan, son simplemente ‘los judíos’. Pero esta expresión de Juan no indica en modo alguno el pueblo de Israel como al –como quizás podría pensar el lector moderno–, y mucho menos aún comporta un tono ‘racista’. (…) Esta expresión tiene en Juan un significado bien preciso y rigurosamente delimitado: con ella designa la aristocracia del templo”.
Este es otro decidido esfuerzo del antipapa Benedicto XVI – el hombre que lleva la estrella judía de David en su mitra– para reescribir el Evangelio y excusar a los judíos. Su enseñanza constante a favor de los judíos es consistente con quien lidera la falsa Iglesia judía del anticristo. La revelación divina, sin embargo, es clara al decir que los judíos fueron los responsables por la muerte de Cristo.
1 Tesalonicenses 2, 14-15: “Pues vosotros, hermanos, os habéis hecho imitadores de las iglesias de Dios que hay en Judea, en Cristo Jesús, pues habéis padecido de vuestros conciudadanos, lo mismo que ellos de los judíos, de aquellos que dieron muerte al Señor Jesús y a los profetas, y a nosotros nos persiguen, y que no agradan a Dios y están contra todos los hombres…”.
Hechos 10, 39: “Y nosotros somos testigos de todo lo que hizo en la tierra de los judíos y en Jerusalén, y de cómo le dieron muerte suspendiéndole de un madero”.
Hechos 2, 5, 22-23, 37-38: “Residían en Jerusalén judíos, varones piadosos, de cuantas naciones hay bajo el cielo, (…) Varones israelitas, escuchad estas palabras: Jesús de Nazaret, varón probado por Dios entre vosotros con milagros, prodigios y señales que Dios hizo por Él en medio de vosotros, como vosotros mismos sabéis, a éste, entregado según los designios de la presciencia de Dios, le alzasteis en la cruz y le disteis muerte (…) En oyéndole, se sintieron compungidos de corazón y dijeron a Pedro y a los demás apóstoles: ¿Qué hemos de hacer, hermanos? Pedro les contestó: Arrepentíos y bautizaos en el nombre de Jesucristo para remisión de vuestros pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo”.
Benedicto XVI admite que en el Evangelio de San Marcos, el “círculo de los acusadores” se amplía. Sin embargo, él (por supuesto) aun encuentra manera para no culpar a los judíos.
Benedicto XVI, Jesús de Nazaret – Desde la Entrada en Jerusalén hasta la Resurrección, 2011, pp. 217-218: “En Marcos, en el contexto de la amnistía pascual (Barrabás o Jesús), el círculo de los acusadores se amplía: aparece el ‘ochlos’, que opta por dejar libre a Barrabás. ‘Ochlos’ significa ante todo simplemente un montón de gente, la ‘masa’. No es raro que la palabra tenga una connotación negativa, en el sentido de ‘chusma’. En cualquier caso, no indica el ‘pueblo’ de los judíos propiamente dicho”.
BENEDICTO XVI CUESTIONA LA AUTENTICIDAD DEL CAPÍTULO 2 DE LOS HECHOS DE LOS APÓSTOLES
Benedicto XVI, Jesús de Nazaret – Desde la Entrada en Jerusalén hasta la Resurrección, 2011, p. 298: “Pedro presupone a David como el orante originario de este Salmo, y ahora puede constatar que en David no se ha cumplido esta esperanza: ‘David murió y lo enterraron, y conservamos su sepulcro hasta el día de hoy’ (Hch 2, 29). (…) No es necesario discutir aquí sobre si este discurso es de Pedro o fue redactado por otro, y por quién, como tampoco sobre cuándo y dónde fue compuesto exactamente. Cualquiera sea la razón, se trata de un tipo antiguo de anuncio de la resurrección, cuya autoridad en la Iglesia de los inicios se demuestra por el hecho de que se le atribuyó a Pedro mismo y fue considerado el anuncio original de la resurrección”.
El capítulo 2 de los Hechos de los Apóstoles contiene el sermón de San Pedro el día de Pentecostés, uno de los discursos más importantes en la historia de la Iglesia. Benedicto XVI pone en duda que este discurso pueda atribuirse a San Pedro. Esta es una herejía escandalosa y un sucio modernismo. El 1 de julio de 1933, la Pontificia Comisión Bíblica respondió a una pregunta respecto a Hechos 2, 24-33, el mismo pasaje que menciona Benedicto XVI. La respuesta declaró que ni siquiera está permitido interpretar las palabras de Salmo 15, 10-11, citados por San Pedro en Hechos 2, 27, que no sea sobre la resurrección de Jesucristo (Denz. 2272). Es decir, esas palabras de San Pedro se refieren definitivamente a la resurrección de Cristo. Nos podemos imaginar cómo habría respondido la Comisión Bíblica si alguien cuestionara que el discurso haya sido pronunciado por San Pedro.
BENEDICTO XVI NIEGA LA CONCLUSIÓN DEL EVANGELIO DE SAN MARCOS – ÉL DICE QUE FUE AÑADIDA
Benedicto XVI, Jesús de Nazaret – Desde la Entrada en Jerusalén hasta la Resurrección, 2011, pp. 304-305: “La conclusión del Evangelio de Marcos presenta un problema particular. Según manuscritos importantes, el texto termina con el versículo 16, 8: Ellas, las mujeres, ‘salieron corriendo del sepulcro, temblando de espanto. Y no dijeron nada a nadie, del miedo que tenían’. El texto auténtico del Evangelio, en la forma que ha llegado a nosotros, concluye con el susto y el temor de las mujeres. (…) Por qué nuestro texto queda interrumpido en este punto no lo sabemos. En el siglo II se ha añadido un relato sintético en el que se recogen las más importantes tradiciones sobre la resurrección, así como de la misión de los discípulos de predicar por todo el mundo (Mc. 16, 9-20)”.
Según Benedicto XVI, todo lo dicho a partir de San Marcos 16, 9 a San Marcos 16, 20 no es parte de la Biblia. Él excluye esta sección importante del texto bíblico.
Marcos 16, 15-20: “Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, se salvará; mas el que no creyere, se condenará. A los que creyeren les acompañarán estas señales: en mi nombre echarán los demonios, hablarán lenguas nuevas, tomarán en sus manos serpientes, y, si bebieren ponzoña, no les dañará; pondrán las manos sobre los enfermos, y estos recobrarán la salud. El Señor Jesús, después de haber hablado con ellos, fue levantado a los cielos, y está sentado a la diestra de Dios. Ellos se fueron, predicando por todas partes, cooperando con ellos el Señor y confirmando su palabra con las señales consiguientes”.
El hecho de que haya habido diversas opiniones en manuscritos antiguos con respecto a San Marcos 16 es algo irrelevante. En la Iglesia primitiva, hubo también disputas acerca de qué libros constituían la Escritura canónica. Una vez que la Iglesia confirmó la autenticidad del Evangelio de San Marcos, de principio a fin, como se ha creído siempre en la Iglesia católica, esta declaración de Benedicto XVI es herejía. De hecho, es interesante tener en cuenta que el Primer Concilio Vaticano incorporó dogmáticamente, en su decreto infalible, el mismo extracto del Evangelio de San Mateo, precisamente el mismo que niega Benedicto XVI.
Papa Pío IX, Primer Concilio Vaticano, constitución dogmática sobre la fe católica, cap. 2, de la revelación: “Por eso, tanto Moisés y los profetas, como sobre todo el mismo Cristo Señor, hicieron y pronunciaron muchos y clarísimos milagros y profecías; y de los Apóstoles leemos: Y ellos marcharon y predicaron por todas partes, cooperando el Señor y confirmando su palabra con los signos que se seguían [Mc. 16, 20]. Y nuevamente está escrito: Tenemos palabra profética más firme, a la que hacéis bien en atender como a una antorcha que brilla en un lugar tenebroso [2 Petr. 1, 19]”.
Si usted todavía cree que Benedicto XVI es el Papa, entonces usted y él no tienen ni siquiera la misma Biblia.
BENEDICTO XVI ENSEÑA QUE LA BIBLIA SE CONTRADICE
Benedicto XVI, Jesús de Nazaret – Desde la Entrada en Jerusalén hasta la Resurrección, 2011, p. 129: “El problema de la datación de la Última Cena de Jesús se basa en las divergencias sobre este punto entre los Evangelios sinópticos, por un lado, y el Evangelio de Juan, por otro”.
Benedicto XVI dedica una buena parte de su libro en examinar lo que él considera son contradicciones en los relatos bíblicos.
BENEDICTO XVI CUESTIONA EL HECHO DE QUE JESÚS HAYA PROFETIZADO LA DESTRUCCIÓN DEL TEMPLO
Benedicto XVI, Jesús de Nazaret – Desde la Entrada en Jerusalén hasta la Resurrección, 2011, p. 134: “Jesús acudía al templo para las grandes fiestas. Incluso si predijo su fin, y lo confirmó con un dramático gesto simbólico, Él observó el calendario judío de las festividades, como lo demuestra sobre todo el Evangelio de Juan” (*).
No hay motivo para poner en duda que Jesús haya profetizado la destrucción del templo si se cree en las palabras de la Biblia. La profecía de Jesús está en Mateo 24, 1-2, y se cumplió. Benedicto XVI dice, “Incluso si él predijo su destrucción”, como si no hubiera certeza de que Jesús la hubiera profetizado. Esto es una herejía.
Algunos responderán diciendo que la expresión de Benedicto XVI es sólo una manera de hablar. Todo lo contrario, su libro esta llenó de detalladas discusiones que cuestionan la veracidad y precisión histórica de los acontecimientos relatados en el Nuevo Testamento. Él dice claramente que los Evangelios se contradicen entre sí. Él también admite que su libro adopta el método de exégesis histórico-crítico, que en nuestros días equivale a una deconstrucción (en lugar de una aceptación) de la historia registrada en la Biblia.
(*) N. del T.: En este párrafo hay una discrepancia entre la edición inglesa y la española. La edición española dice “Jesús acudía al templo para las grandes fiestas. Aunque predijo su fin…”, lo que obviamente cambia en sentido de la frase. Puesto que el autor hace el análisis de su artículo en base a la edición inglesa del libro de Benedicto XVI, hemos trascrito aquí la traducción al español de la edición inglesa, conservando, por tanto, las conclusiones del autor.
BENEDICTO XVI ADMITE QUE SU LIBRO PRESUPONE UNA EXÉGESIS HISTÓRICO-CRÍTICA
Benedicto XVI, Jesús de Nazaret – Desde la Entrada en Jerusalén hasta la Resurrección, 2011, p. 341: “Como he indicado en el prólogo este libro presupone la exégesis histórico-crítica y utiliza sus resultados, pero pretende ir más allá de este método para llegar a una interpretación propiamente teológica”.
BENEDICTO XVI COMPARA BLÁSFEMAMENTE LA PERFECCIÓN DE CRISTO Y EL CUMPLIMIENTO DE LA EXPIACIÓN EN SU “ORACIÓN AL PADRE ETERNO” [CONOCIDA TAMBIÉN COMO “ORACIÓN SACERDOTAL”] (JUAN 17) CON CÓMO EL JUDAÍSMO SE REDESCUBRIÓ A SÍ MISMO DESPUÉS DE LA DESTRUCCIÓN DEL TEMPLO
En su libro, Benedicto XVI señala correctamente cómo la oración de Jesús al Padre, en Juan 17 –conocida hoy día como su “oración sacerdotal”– corresponde a la oración del sumo sacerdote en el día de la Expiación del Antiguo Testamento.
Benedicto XVI, Jesús de Nazaret – Desde la Entrada en Jerusalén hasta la Resurrección, 2011, p. 97: “La estructura del rito descrito en Levítico 16 es retomada precisamente en la oración de Jesús: así como el sumo sacerdote hace la expiación por sí mismo, por la clase sacerdotal y por toda la comunidad de Israel, también Jesús ruega por sí mismo, por los Apóstoles y, finalmente, por todos los que después, por medio de su palabra, creerán en Él: por la Iglesia de todos los tiempos (Juan 17, 20)”.
Benedicto XVI dedica algunas páginas en las que establece que la “oración sacerdotal” de Jesús es el cumplimiento divino del ritual y tipo del Antiguo Testamento. En Cristo, ha llegado el verdadero sumo sacerdote. Sin embargo, más adelante ¡Benedicto XVI compara la perfección de Jesús y el cumplimiento de la Expiación con cómo el judaísmo se redescubrió a sí mismo después de la destrucción del templo y la finalización de su culto!
Benedicto XVI, Jesús de Nazaret – Desde la Entrada en Jerusalén hasta la Resurrección, 2011, p. 90: “Esta ‘verdad’ purificadora y santificadora es, en último análisis, Cristo mismo. Han de ser sumergidos en Él, han de ser como ‘revestidos’ de Él y, de este modo, hacerse partícipes de su consagración, de su cometido sacerdotal, de su sacrificio.
“Tras el fin del templo, también el judaísmo ha tenido que buscar por su parte una nueva interpretación de las prescripciones cultuales. Éste veía ahora la ‘santificación en el cumplimiento de los mandamientos: en la inmersión en la palabra sagrada de Dios y en la voluntad de Dios que en ella se manifiesta (Schnackenburg, Johannesevangelium [El Evangelio según San Juan], III, p. 211)”.
Esto es herejía, blasfemia y apostasía. La destrucción del templo judío y la finalización de su culto significaron que el judaísmo estaba definitivamente muerto. El Mesías había llegado. Todos los verdaderos judíos iban a ser incorporados en la alianza universal del Salvador. Ya no hay más futuro o redescubrimiento para el judaísmo después de la destrucción del templo. Estaba terminado y acabado; ese futuro fue pasado a la Iglesia.
Papa Eugenio IV, Concilio de Florencia, 1441, ex cathedra: “La Santa Iglesia Romana firmemente cree, profesa y enseña que las legalidades del Antiguo Testamento, o sea, de la Ley de Moisés, que se dividen en ceremonias, objetos sagrados, sacrificios y sacramentos (…) cesaron una vez venido nuestro Señor Jesucristo (…) y empezaron los sacramentos del Nuevo Testamento (…) Denuncia consiguientemente como ajenos a la fe de Cristo a todos los que, después de aquel tiempo (la promulgación del Evangelio), observan la circuncisión y el sábado y guardan las demás prescripciones legales y que en modo alguno pueden ser partícipes de la salvación eterna…”.
Papa Pío XII, Mystici Corporis Christi, # 29-30, 29 de junio de 1943: “Y, en primer lugar, con la muerte del Redentor, a la Ley Antigua abolida sucedió el Nuevo Testamento (…) en el patíbulo de su muerte Jesús abolió la Ley con sus decretos [Ef.2,15] (…) y constituyó el Nuevo en su sangre, derramada por todo el género humano. Pues, como dice San León Magno, hablando de la Cruz del Señor, ‘de tal manera en aquel momento se realizó un paso tan evidente de la Ley al Evangelio, de la Sinagoga a la Iglesia, de lo muchos sacrificios a una sola hostia, que, al exhalar su espíritu el Señor, se rasgó inmediatamente de arriba abajo aquel velo místico que cubría a las miradas el secreto sagrado del templo’. En la Cruz, pues, murió la Ley Vieja, que en breve había de ser enterrada y resultaría mortífera…”.
Benedicto XVI no solo indica que el judaísmo tiene un futuro, y que redescubrió un nuevo significado a sus prescripciones, sino que argumenta que el redescubrimiento del judaísmo es comparable (y por lo tanto tiene la misma validez) con la perfección de Jesús y el cumplimiento del día de Expiación del Antiguo Testamento. En otras palabras, para él, el judaísmo moderno es comparable (y por lo tanto válido) con las acciones, religión y la realización divina del Salvador.
BENEDICTO XVI SE ALEGRA QUE SE HAYA ESCRITO UN LIBRO PARA REFLEJAR LAS CREENCIAS DEL PROTESTANTISMO Y QUE SE COMPLEMENTA CON SU LIBRO
Benedicto XVI, Jesús de Nazaret – Desde la Entrada en Jerusalén hasta la Resurrección, 2011, Prólogo, pp. 5-6: “También ha sido para mí un motivo de alegría que el libro haya ganado en este tiempo, por decirlo así, un hermano ecuménico en la voluminosa obra Jesús (2008), del teólogo protestante Joachim Ringleben. Quien lea los dos libros notará, por un lado, la gran diferencia en el modo de pensar y en los planteamientos teológicos determinantes, en los que se manifiesta concretamente la distinta procedencia confesional de los dos autores. (…) Si bien con enfoques dispares, es la misma fe la que actúa, produciendo un encuentro con el mismo Señor Jesús”.
Benedicto XVI se alegra de que un hereje publique un libro sobre Jesús. Él dice que el libro herético refleja los presupuestos teológicos y el ambiente confesional de los protestantes (es decir, herejía). Por lo tanto, Benedicto XVI aprueba y promueve un libro protestante. Además, Benedicto XVI dice que los protestantes tienen la misma fe en Jesús. Esto es herejía manifiesta.
Papa León XIII, Satis cognitum, # 5, 29 de junio de 1896: “La Iglesia de Cristo es, pues, única y, además, perpetua: quien se separa de ella se aparta de la voluntad y de la orden de Jesucristo nuestro Señor, deja el camino de salvación y corre a su pérdida. ‘Quien se separa de la Iglesia para unirse a una esposa adúltera, renuncia a las promesas hechas a la Iglesia. Quien abandona a la Iglesia de Cristo no logrará las recompensas de Cristo. Quien no guarda esta unidad, no guarda la ley de Dios, ni guarda la fe del Padre y del Hijo, ni guarda la vida ni la salud’”.
BENEDICTO XVI SUTILMENTE ENSEÑA QUE EL HOMBRE ES DIOS
Benedicto XVI, Jesús de Nazaret – Desde la Entrada en Jerusalén hasta la Resurrección, 2011, p. 233: “’Ecce homo’: esta palabra adquiere espontáneamente una profundidad que va más allá de aquel momento. En Jesús aparece lo que es propiamente el hombre. En Él se manifiesta la miseria de todos los golpeados y abatidos”.
El hombre no se manifiesta [ni se puede reflejar] en Jesús, porque el hombre no es el Dios-hombre. Si bien esto está lejos de ser el pasaje más significativo o problemático de su libro, vale la pena señalarlo.
BENEDICTO XVI APRUEBA LAS PALABRAS “POR TODOS” EN LA CONSAGRACIÓN
Benedicto XVI, Jesús de Nazaret – Desde la Entrada en Jerusalén hasta la Resurrección, 2011, p. 161: “[Joachim Jeremias] Trata de probar que la palabra ‘muchos’ significa en el Antiguo Testamento ‘la totalidad’ y, por tanto, se debería traducir por ‘todos’. Esta tesis se impuso rápidamente por entonces y se ha convertido en una convicción teológica común. Basándose en ella, en las palabras de la consagración, el ‘muchos’ se ha traducido en distintas lenguas por ‘todos’. ‘Derramada por vosotros y por todos’. Así oyen hoy los fieles en muchos países las palabras de Jesús durante la celebración eucarística”.
Esto es herejía, una mentira, y una escandalosa perversión de las palabras de Jesús.
Catecismo del Concilio de Trento, Sobre la forma de la Eucaristía, p. 173: “Respecto a las palabras que se añaden: Por vosotros y por muchos, las primeras están tomadas de San Lucas y las otras de San Mateo, pero que las juntó seguidamente la Santa Iglesia, instruida por el espíritu de Dios; y son muy propias para manifestar el fruto y las ventajas de la pasión. Porque, si atendemos a su valor, habrá que reconocer que el Salvador derramó su sangre por la salvación de todos; pero si nos fijamos en el fruto que de ella sacan los hombres, sin dificultad comprenderemos que su utilidad no se extiende a todos, sino únicamente a muchos. Luego, cuando dijo: por vosotros, dio a entender, o a los que estaban presentes, o a los escogidos del pueblo judío, cuáles eran sus discípulos, excepto Judas, con los cuales estaba hablando. Y cuando dijo: por muchos, quiso se entendieran los demás elegidos de entre los judíos o los gentiles. MUY SABIAMENTE, PUES, OBRÓ NO DICIENDO “POR TODOS”, puesto que entonces sólo hablaba de los frutos de su pasión, la cual sólo para los escogidos produce frutos de salvación”.
BENEDICTO XVI ENSEÑA QUE JESÚS ACOGIÓ A LA HUMANIDAD ENTERA Y A TODA CARNE
Benedicto XVI, Jesús de Nazaret – Desde la Entrada en Jerusalén hasta la Resurrección, 2011, p. 72: “Y el Jesús que retorna no se despoja en modo alguno de su humanidad, como si ésta fuera una contaminación. El descenso tenía la finalidad de aceptar y acoger la humanidad entera y el retorno junto con todos, la vuelta de ‘toda carne’”.
Benedicto XVI dice que el descenso de Jesús al infierno y su regreso de allí, fue con la finalidad de “aceptar y acoger la humanidad entera” y “toda carne”. Esto es la salvación universal. Esto alude a la enseña herética de Juan Pablo II que decía que Cristo se unió con cada hombre en la Encarnación, y asumió toda “carne” [o “la carne de todos”]. Juan Pablo II enseñó que el Verbo, el Hijo de Dios, en realidad no se hizo hombre, sino que asumió toda la humanidad.
Juan Pablo II, Dominum et vivificantem, # 50, 18 de mayo de 1986: “La Encarnación de Dios-Hijo significa asumir la unidad con Dios no sólo de la naturaleza humana sino asumir también en ella, en cierto modo, todo lo que es ‘carne’, toda la humanidad, todo el mundo visible y material”.
BENEDICTO XVI ENSEÑA QUE TODOS LOS HOMBRES TIENEN FILIACIÓN DIVINA
Benedicto XVI, Jesús de Nazaret – Desde la Entrada en Jerusalén hasta la Resurrección, 2011, p. 191: “‘No se haga mi voluntad sino la tuya’ (Lc 22, 42), es realmente una oración del Hijo al Padre, en la que la voluntad natural humana ha sido llevada por entero dentro del Yo del Hijo, cuya esencia se expresa precisamente en el ‘no yo, sino tú’, en el abandono total de Yo al Tú de Dios Padre. Pero este ‘yo’ ha acogido en sí la oposición de la humanidad y la ha transformado, de modo que, ahora, todos nosotros estamos presentes en la obediencia del Hijo, hemos sido incluidos dentro de la condición de hijos”.
Sólo aquellos que están incorporados a Cristo reciben la filiación divina.
Benedicto XVI promueve en todo su libro las herejías de evolución teológica y física.
Él hace referencia al “mundo de los humanos tal como ha evolucionado en la historia”; habla de cómo la liturgia tuvo que “evolucionar”; dice que la resurrección de Jesús constituye “un salto evolutivo”; que la creación espera el último y supremo “salto evolutivo”; habla nuevamente de la resurrección de Cristo como un radical “salto evolutivo”, por citar algunos ejemplos.
Papa Pío X, Pascendi, # 26, 8 de septiembre de 1907, explicando la doctrina de los modernistas: “Si, pues, no queremos que el dogma, la Iglesia, el culto sagrado, los libros que como santos reverenciamos y aun la misma fe languidezcan con el frío de la muerte, deben sujetarse a las leyes de la evolución. No sorprenderá esto si se tiene en cuenta lo que sobre cada una de esas cosas enseñan los modernistas”.
REFLEXIONES FINALES
Hay entre 20 a 40 pasajes del libro que son heréticos o están llenos de herejía y modernismo, pero creí que sería mejor focalizarme únicamente en las que les he presentado aquí. De todos los libros escritos por Benedicto XVI que he estudiado (un total de 27), este libro es quizás el más herético y definitivamente se encuentra en el top de los tres primeros más heréticos.
Este artículo está publicado en el sitio oficial en español del Monasterio de la Sagrada Familia, New York, USA, en el siguiente enlace: http://www.vaticanocatolico.com/Articulos/Iglesia_catolica_vs_Vaticano_II/Antipapas/BenedictoXVI/Libros/jesus_nazaret_ii_ratzinger_benedicto_xvi_herejias.php
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vaya pues yo creia que el Benedicto era bien conservador y ahora me gusta. que viva el PAPA! que viva PAgola! que viva Jonh Sobrino! arriba CRISTO y abajo los ortodoxos
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