
Vimos una exposición del derroche más irresponsable en vestuario, banderolas, armamento y carrozas que clama a la justicia ante tanta necesidad social. Equipos bélicos sofisticados, suministrados por rusos, bielorrusos y chinos, que no se usarán jamás en la defensa del país antes de convertirse en obsoleta chatarra; batallones de manuelitas, de milicias campesinas fantasmas, de mujeres de rojo con botas invernales blancas, de burócratas rojos, etcétera, etcétera, todos inventados para la ocasión; fue más que una exageración un delito de corrupción. No obstante, lo más triste del desfile fue ver y oír cómo se obligó a nuestros oficiales y soldados a marchar al trote cantando a un socialismo que rechaza más del 90% de los venezolanos. La cubanización lograda por los mandos impuestos desde La Habana se manifestó con desparpajo en la humillación escenificada por los soldados venezolanos; agria venganza por sus gestas gloriosas de los años 60, cumplidas en defensa de la soberanía y la libertad de Venezuela ante la invasión castrocomunista.
Pero todo lo frustró el destino. El homenaje y coronación quedó para los segundones, incluyendo los chulos dignatarios de primera fila. Nuestro Stalin no pudo asistir. Todo ese dineral gastado en polainas rojas y tanques rusos no fue para él. La naturaleza lo venció y lo dejó trancado detrás del balcón de Miraflores. Se perdió la fiesta, la música, las canciones y el cotillón. Y se lo perdió para siempre por más que ahora esté inventando el Campo de Carabobo para el año que viene. Se acabó. Él lo sabe pero no sabe cómo asumirlo sin que sus secuaces no entren en pánico, y terminen de raspar sus ollas, con tanta complicidad concedidas y corran.
Esto también es hora que lo empiecen a asumir los demócratas y, sin hipócritas manifestaciones de solidaridad ni concursos de simpatía, se ocupen a programar la reconstrucción del país y la limpieza de los restos que se les queden por allí al chavismo. Es la hora de pensar en el futuro y dejar las ambiciones personales presentes de lado; los que no lo entiendan serán descartados. Como los pueblos que han sufrido un cataclismo, debemos, con seriedad y paciencia, organizar desde ya los equipos que recogerán los escombros de la nacionalidad y acometerán la reconstrucción de la moral y las instituciones. Gracias también a la providencia habrá con qué, sólo falta escoger, con madurez y sindéresis, los quiénes. Ya lo hemos hecho en otras ocasiones menos dramáticas como la que nos tocará vivir, pero apelando a nuestros académicos, empresarios, sindicalistas, políticos, militares y venezolanos de valía, lo lograremos. Hay luz.
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