Todo lo que hacemos genera estrés: levantarnos de prisa para ir al trabajo, preparar el desayuno, conducir un auto, etc. Somos esclavos de nuestra propia prisa. El problema no radica en el estrés, sino con qué frecuencia lo experimentamos, y qué habilidades hemos desarrollado para enfrentarlo.
Según estudios realizados en la Universidad de Harvard, una de las actividades en las que el ser humano experimenta mayores niveles de estrés es la política. Le pasa, sobre todo, a quienes tienen cargos ejecutivos.
También influye lo que de se deriva de la actividad: marchas, caravanas, concentraciones y propaganda en los medios. Todo esto genera estrés en los políticos y, también, en la población.
Para los políticos, la actividad es un proyecto siempre inconcluso. Muchas veces, en lugar de reconocer cuánto han logrado cada día, se concentran en todo lo que falta por hacer. Nunca sienten que se ha hecho lo suficiente, y se enfrentan a un flujo de responsabilidades continuas.
Los políticos duermen pocas horas, se levantan temprano, evitan divertirse y hacen esperar a sus seres queridos.
Imaginemos solo un instante los niveles de estrés que habrán soportado las grandes figuras políticas de la historia: Winston Churchill, a propósito de la Segunda Guerra Mundial; John F. Kennedy, cuando tomó las riendas del país más poderoso del mundo en 1961; Iosif Vissarionovich Dzhugashvili, más conocido con el sobrenombre de Stalin (que significa hombre de acero).
Un equipo de estudios del hospital de Massachusetts está observando que el estrés podría producirle a los políticos un envejecimiento celular (estrés oxidativo) con rangos de 9 a 15 años por encima de lo estándar.
Por eso, a los políticos les recuerdo: la vida no es una emergencia; es una prueba, solo una prueba.
Por el doctor Adrián Jaime, especialista en LifeStyle Medicine (Universidad de Harvard). Presidente de la Academia Iberoamericana de Medicina Antienvejecimiento y Longevidad y director del Lifestyle Clinic Medicina Orthomolecular.
Cortesía de www.entremujeres.com
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