Dayán González y la impunidad:
La opinión pública ha sido fuertemente conmocionada por el asesinato del niño Dayán González en Guanare. Dentro de las bolas que corren se habla desde orgía de drogas hasta rituales satánicos, lo cierto es que, sea una u otra, se llevó la vida de un niño de apenas 5 años.
La reacción no se hizo esperar. Una poblada de gente indignada le causó destrozos de consideración a casas y negocios de los presuntamente involucrados (entre los que se encuentra la propia madre, imputada por negligencia) y fue tan grande que tuvo que intervenir la Guardia Nacional para dispersar a la población que cada vez se hacía mas numerosa.
Dejando aparte por un momento el aborrecible crimen y el sinnúmero de maldiciones para los causantes, un aspecto significativo que merece especial consideración es la actitud del pueblo de Guanare, que de pacífico, laborioso, decente se convirtió en una jauría sedienta de venganza que quemaba, saqueaba, destruía las propiedades de los implicados. Tristemente en el Zulia ayer, un padrastro mató a su hijo de 2 años de edad de un golpe e intentó hacerlo pasar por accidente y no hubo poblada, ni jauría ni nada ¿dónde está la diferencia?
Particularmente creo que la gota que desbordó el vaso en Guanare fue la presunción de impunidad. En un país en el que pagan condena los que no tienen dinero, o los que no gozan de los favores del gobierno, que el grupo de asesinos tenga presuntos nexos con el gobierno regional a nivel de contratistas, hizo pensar a la población que el caso iba a terminar en sal y agua y de ahí la reacción de indignación y rabia que quiso hacer justicia por mano propia a una comunidad harta de ver a culpables pavoneándose en las calles como si nada hubiera pasado.
Dayán González (5) y Wilker Hernández (2) no han debido tener ese final, los causantes bien tienen ganado el apelativo de “monstruos”, pero mas “monstruos” son los que permiten que la impunidad lleve al pueblo a traspasar los límites de la justicia para cobrar sangre por sangre frente a la condescendencia de unas autoridades (sean las que sean) que favorecen al “amigo”, al “socio”, al “compadre” en vez del agraviado.
Tal vez la presión de los diferentes medios de comunicación y las redes sociales logren quitarle el manto protector a los culpables, que enfrenten sus juicios y que “misteriosamente” no huyan porque las autoridades cerraron sus ojos por órdenes de “quién sabe quién”.
Mi oración al Dios altísimo y a María Inmaculada por Dayán y Wilker
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jueves, 8 de diciembre de 2011
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