domingo, 18 de diciembre de 2011

LA VIDA ETERNA Y LA PROFUNDIDAD DEL ALMA

LA VIDA ETERNA Y LA PROFUNDIDAD DEL ALMA:
(Padre Garrigou-Lagrange)


CAPÍTULO PRIMERO


Sensibilidad y conocimientosensible


La sensibilidad, principio de lasemociones y de las pasiones, es, lo mismo que los sentidos y la imaginación,común al hombre y el animal. Se llama también apetito sensitivo, paradistinguirlo de la voluntad espiritual, común al hombre, al ángel y a Dios, yque en nosotros merece el nombre de apetito racional.

Los movimientos del apetitosensitivo -emociones y pasiones- se producen cuando los sentidos y laimaginación nos colocan ante un objeto sensible que o nos atraiga o nosproduzca repulsión. Así es como se despierta en el animal la necesidad dealimento; y, en él, las emociones y las pasiones asumen unas veces una formadulce y tranquila, como la paloma y el Cordero; otras, una forma voraz yviolenta, como en el lobo, en el tigre y en el León.

Entre las pasiones, la primera detodas y que todas presuponen, es el amor sensitivo; en el animal, por ejemplo,el amor del alimento de que se siente necesidad. De este amor nacen el deseo, laalegría, la esperanza, la audacia, o el odio de lo que es contrario, laaversión, la desesperación, el temor, la ira.

La pasión no siempre es viva,vehemente, dominadora, pero puede llegar a serlo. En el hombre las pasionesdeben ser reguladas y disciplinadas por la recta razón y por la voluntad; y ental caso se convierten en fuerzas útiles para defender una gran causa. Por elcontrario, las pasiones desordenadas e indisciplinadas vienen a ser vicios: elamor sensitivo degenera en glotonería, en lujuria; la aversión toma el torvocolor de la envidia y de los celos; la audacia se transforma en temeridad; eltemor degenera en pusilanimidad.

Así se advierte, lo mismo en elbien que en el mal, cuán profunda puede ser la sensibilidad. Y ésta se revelaya en el animal, tanto en el amor como en el odio: ved, por ejemplo, el León quese arroja sobre su presa, la leona que defiende sus cachorros: en el uno obrael instinto de conservación de la vida; en la otra, el instinto de conservaciónde la especie.

Pero esta profundidad del sentirse revela aún mejor en el hombre, ya que, en él, sobre la imaginación, está lainteligencia, que concibe el bien universal, y la voluntad, que desea un biensin límites, que sólo en Dios puede tener realización.


Si, pues, el hombre nose encamina por el sendero recto, si se forja un bien supremo, y lo busca no yaen Dios, sino en las criaturas, entonces su concupiscencia se hace imposible desatisfacer, puesto que anhela un bien sólo aparente y lo desea insaciablemente.

Si la voluntad, hecha para amarel bien supremo y su universal irradiación, está extraviada, entonces sutendencia hacia lo universal adolece de la misma desviación: asistimos aldesdichado espectáculo de una facultad superior enloquecida y que influye,desgraciadamente, sobre las demás facultades. Es una triste prueba, peroprueba, sin embargo, de la espiritualidad del alma, como un recuerdoconservado, en la decadencia, de la propia grandeza.

Santo Tomás dice a estepropósito: "la concupiscencia natural o -para decir la verdad- fundada sobre nuestra naturaleza, no puede ser infinita, ya que está restringida a lasexigencias de la misma naturaleza y ésta no pide más que un bien limitado; delmismo modo que el hombre no desea un alimento infinito, ni una bebida infinita.Por el contrario, la concupiscencia que no es natural, esto es, no basada sobrenuestra naturaleza, puede ser infinita, al proceder de una razón desviada queconcibe lo universal sin límites. Así, el que desea las riquezas, puede desearlassin fin, puede ansiar hacerse cada vez más rico. Es esto precisamente lo queacontece a quien coloca su fin supremo en las riquezas".

Mientras la concupiscencianatural, en el animal y en el hombre, es limitada, y lo mismo la del León, eltigre, del lobo, que estando ahítos no van en busca de más presas, laconcupiscencia no natural, en el hombre depravado, es ilimitada, porque suinteligencia atisba siempre nuevas riquezas y nuevos placeres que le seduce; deahí las querellas interminables entre los hombres y las guerras sin fin entrelos pueblos. El avaro es insaciable, al igual que el ambicioso y el libertino.Y como el amor contrariado engendra el odio, existen odios que parecen no tenerfin. "El odio es la cuba de las pálidas Danaides", como decíaBaudelaire. Como refiere la mitología, las Danaides, por haber apuñalado a lesposo el día de sus desposorios, fueron condenadas a llenar en el Tártaro un tonel sin fondo, pena interminable de una depravación sin medida.

Si tal es la profundidad de lasensibilidad, común al hombre y al animal, ¿cuál no será la de la voluntadespiritual, común al hombre y al ángel?


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Mesa Unitaria Cabimas Zulia's Fan Box

Ecclesia Digital