Un año antes de su fallecimiento ocurrido hoy como consecuencia de un cáncer de pulmón, Vaclav Havel advirtió de que "la primera civilización global y deliberadamente atea del mundo está marchando hacia el desastre", porque e Occidente “ha perdido su conexión con el infinito y con la eternidad”, con el resultado que el “colectivismo consumista sin fin está dando nacimiento a un nuevo tipo de soledad”.
Esta desconexión, a su jucicio, se poducía “porque siempre se da prioridad a las ganancias a corto plazo sobre el beneficio a largo plazo. Se considera importante determinar si una inversión se recupera dentro de los 10 ó 15 años, menos importante es saber cómo influirá en la vida de nuestros descendientes dentro de cien años”.
Havel, dramaturgo, ensayista y disidente anticomunista, que fue figura clave en la derrota del comunismo soviético, afirmaba que a menos que la humanidad recupere el sentido y se vuelva más humilde, su civilización mundial y atea está condenada al fracaso.
Otra de las preocupaciones de Havel, fruto de su compromiso cristiano fue su actividad en favor de loa no nacidos y en contra del aborto. Una muetra de este compromiso fue la aprobación en 2001 de una legislación para los arreglos funerarios, que incluyó una cláusula en la que se aseguraba que los restos de los bebés abortados habrían de recibir un debido entierro.
El testimonio de cistiano convencido de vaclav Havel quedó claro desde su prime discurso dirigido a la nación checa cuando relacionó con claridad la firmeza ética con la práctica política: “Lo peor es que vivimos en un ambiente moral contaminado. Nos sentimos moralmente enfermos porque nos hemos acostumbrado a decir algo diferente de lo que pensamos. Aprendimos a no creer en nada, a ignorarnos, a preocuparnos solamente por nosotros. Conceptos como amor, amistad, compasión, humildad o perdón han perdido su profundidad y sus dimensiones y para muchos de nosotros representan sólo peculiaridades psicológicas...”. “Nuestro país (...) puede irradiar constantemente amor, comprensión, el poder del espíritu y de las ideas. Es precisamente este brillo lo que podremos ofrecer como nuestra contribución específica a la política internacional. Basaryk basó su política en la moralidad. Intentemos, en un nuevo tiempo y de una nueva manera, restaurar este concepto de política. Aprendamos y enseñemos a otros que la política debería ser una expresión del deseo de contribuir a la felicidad de la comunidad más que de una necesidad de engañarla o arruinarla. Aprendamos y enseñemos a otros que la política puede ser no sólo el arte de lo posible, especialmente si eso significa el arte de la especulación, cálculo, intriga, pactos secretos y maniobras pragmáticas, sino que incluso puede ser el arte de lo imposible, es decir, el arte de mejorarnos y mejorar el mundo”.
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