jueves, 8 de diciembre de 2011

El PSOE se desangra por la derecha

El PSOE se desangra por la derecha:


Perder 4.300.000 votos en unas elecciones es más que una hecatombe. Podría suponer el principio del fin de cualquier partido político si no se analizan correctamente las causas. En cualquier patología, el diagnóstico certero es clave para una posible curación.



Restar 4.300.000 votos, casi el 40% de apoyo electoral, es algo insólito en la trayectoria electoral europea. En el año 2000, cuando el PSOE se despeñó hasta los 125 escaños, los socialistas extraviaron algo menos de 1.500.000 votos. Parecía el suelo definitivo. El 20-N ha pulverizado esa marca. Han perdido casi tres millones de votantes más. El catedrático de sociología José Félix Tezanos, director de la socialista Fundación Sistema, afirma incluso que “el PSOE no ha tocado fondo y podría acabar al borde del precipicio”. Recordemos que en los comicios de 1982 la UCD, siendo el partido mayoritario, se desplomó hasta la práctica desaparición. No son situaciones comparables, el censo electoral era menor. Pero, ¿cuántos votos perdió? 4.800.000. ¿Les suena la cifra?



Sin embargo, la sangría de votos –cuasi mortífera– no es el dato crucial de estas últimas elecciones. Lo singular es que han sido legión los históricos votantes socialistas que han elegido por primera vez al PP sin atajos, sin complejos. Muchos más que los refugiados en la abstención o los que han girado a la izquierda. Esa es la clave.



Las primeras encuestas poselectorales apuntan a que el trasvase directo entre el PSOE y el PP puede estar cerca de 1.500.000 votantes. Un punto de inflexión desde la reinstauración democrática. ¿Por qué? Sencillo. Porque no se trata del clásico elector de centro, que ya había apostado por el PP en las últimas consultas electorales. Lo extraordinario es que ha sido el votante socialista tradicional, con un importante anclaje ideológico, leal y fiel en muchas ocasiones a las siglas PSOE, el que –en un altísimo número– ha confiado, ha votado y ha apostado por la sigla PP. Algo inimaginable hace unos años.



Desgranemos los datos. El PSOE ha perdido 4.300.000 votos. Muchos han ido a grupos de izquierda, sí. Pero, ¿cuántos? IU ha aumentado 700.000. Los ecologistas de EQUO, 185.000. Compromís, 95.000. Y UPyD (partido que también ha cobijado a ex votantes del PP), 835.000. Otros electores socialistas han escogido la abstención. Entre 2008 y 2011, las personas que han decidido no acudir a la urna han sido 1.300.000. De ellas, unas 950.000 son las que han dado la espalda al PSOE. Es decir, entre la abstención, el apoyo a otros grupos políticos de izquierda y la menor fuga a formaciones nacionalistas, sumamos grosso modo unos tres millones de personas. ¿Y el resto de votantes socialistas en el 2008? La respuesta, fácil. Directamente al PP. Así se explica el vuelco en feudos históricos del PSOE, como Andalucía o Extremadura, y en muchas provincias teñidas tradicionalmente de rojo.



Y si el PP ha conseguido atraer a casi millón y medio de habituales electores socialistas, ¿por qué ha ascendido solamente 550.000 votos? Por la cesión a UPyD, a regionalistas y también a la abstención. En torno a 900.000 personas. Fugas compensadas con anteriores votantes del PSOE y con electores que se han incorporado al censo.



Hasta aquí un análisis cuantitativo. Sin embargo, este trasvase –sin precedentes– de electores socialistas hacia el PP merece otro estudio, el cualitativo. Es un cambio sustentado en una decisión más racional que emocional. Rompe con un férreo anclaje ideológico y con muchos prejuicios. Una elección difícil de revertir en el futuro, siempre –eso sí– que el PP cumpla con unas expectativas de regeneración económica, institucional y social.



Esta importante mudanza electoral demuestra asimismo que las estrategias basadas en el miedo a la derecha, en el dóberman que devora pensiones y servicios públicos, ya no tienen éxito. Las encuestas preelectorales así lo apuntaban. Reflejaban que un alto número de votantes socialistas ni recelaban, ni temían a un Gobierno del PP.



Y un último dato a subrayar. La juventud española y los nuevos votantes se han decantado mayoritariamente por el PP. Lo contrario a lo sucedido en 2008. Es la primera generación de jóvenes que se autodefine en las encuestas como de derechas. Un dato que abunda en la teoría de que el triunfo del PP puede ser irreversible por mucho tiempo.



Si el PSOE obvia estos cambios políticos, si desdeña que muchísimos de sus tradicionales votantes han apostado ya por el PP, puede caer al abismo. Mal andarán si no vislumbran que lo importante, antes que el liderazgo, es un nuevo proyecto, centrado en España, en la unión y no en la división. Mal andarán los socialistas si consideran que la solución puede pasar por el título de una de las obras del insigne regeneracionista Joaquín Costa, “Ultimo día del paganismo, y primero de… lo mismo”.



*Javier Gállego es sociólogo y contertulio de Intereconomía TV.

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