Los gritos
Oswaldo Páez-Pumar
Quizá más de un lector dejará a un lado este nuevo mensaje a mis compatriotas por la vía de un artículo por considerarlo "fiambre". A riesgo de que ocurra, no puedo dejar pasar los gritos del usurpador llamando ladrón a Lorenzo Mendoza. Comienzo por señalar que sus gritos no es sino el recurso tan manido de quien no tiene una sola idea que aportar. No hay ni siquiera un atisbo de crítica, solo los improperios, la injuria.
¿Por qué? Pues porque no sabe qué hacer. Está paralizado; y con él lo están ministros, gobernadores, generales y almirantes, en fin, todo ese complejo de seres que conforman el equipo de gobierno que funciona sin planes, pero con slogans: revolución, socialismo o el ciertamente ingenioso "eficiencia o nada". Han abierto las manos y se han encontrado con la nada.
El vacío en los anaqueles de mercados y farmacias luce más bien como plétora cuando se la compara con la vacuidad de las mentes que dicen estar dirigiendo la política y la economía. Cuando se piensa que la revolución implica la destrucción del orden preexistente, puede advertirse que su realización es relativamente sencilla. Demoler una fábrica o talar un árbol requiere algo de fuerza y poco de talento. Construir una fábrica o levantar una plantación es lo contrario.
En los primeros catorce años la voz exprópiese fue demoledora, en los últimos tres el silencio es lo más locuaz que uno puede imaginarse. Destruyeron la economía del país y ¡oh sorpresa! no está construido el paraíso socialista. ¿Qué será lo que habrá pasado se pregunta el usurpador? Yo no fui. Está bien, pero si tú no fuiste ¿fue Chávez? Tampoco. Es por eso que la guerra económica que desató el imperio con la ayuda de la oligarquía criolla es el único culpable.
Lo mismo ha ocurrido en Cuba, solamente que allá tiene 40 años más que aquí y aún no se construye el paraíso socialista. Esos oligarcas cubanos son más bravos que Lorenzo Mendoza. Soportaron paredón y exilio y Castro, con todo y ser más inteligente que el usurpador y Chávez juntos, no ha podido lograr el paraíso en la isla, sino tan solo la felicidad en el mar que la rodea.
Esta es la causa de los gritos. El usurpador está furioso porque la herencia del comandante, salvo por lo que se refiere a los viajes que disfruta con el esplendor de un jeque, está llena de pasivos ocultos, de los que se libera insultando, porque no está en sus planes hacerle frente a la realidad. Lorenzo, sigue la enseñanza de Cristo. Perdónalo porque no sabe lo que hace.
Caracas, 11 de febrero de 2016
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