miércoles, 9 de mayo de 2012

De la catequesis de Pablo VI sobre el demonio / líbranos del mal(-igno) (XIV)

De la catequesis de Pablo VI sobre el demonio / líbranos del mal(-igno) (XIV):

Y todos recordamos además en qué gran medida la pedagogía apostólica
ha simbolizado en la armadura de un soldado las virtudes que pueden hacer
invulnerable al cristiano (cf. Rom 13; Ef 6 y14; 1° Tes 5).

El cristiano debe ser militante; debe vigilar y ser fuerte (1° Pe 5), y a veces debe
recurrir a algún ejercicio ascético especial para alejar determinadas incursiones
diabólicas; Jesús nos lo enseña indicando como remedio "la oración y el
ayuno" (Mc 9,29).

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Podremos suponer la siniestra acción del demonio allí:

•  donde la negación de Dios es radical, sutil y absurda,

•  donde la mentira se afirma, hipócrita y potente, contra la verdad evidente,

•  donde el amor queda apagado por un egoísmofrío y cruel,

•  donde el Nombre de Cristo se impugna con un odio consciente y rebelde,

•  donde el espíritu del Evangelio es adulteradoy desmentido,

•  donde la desesperación se afirma como última palabra.

El problema del mal sigue siendo uno de los más grandes y permanentes para
el espíritu humano, incluso después de la victoriosa respuesta que le da Jesucristo:

"Nosotros sabemos, que somos (nacidos) de Dios, y que el mundo entero está bajo el maligno" (1° Jn 5,19).




Este tema de los demonios y del influjo que pueden ejercer, lo mismo en
cada persona que en comunidades y sociedades enteras, o en los acontecimientos,
será un capítulo muy importante de la doctrina católica que habría
que estudiar de nuevo, mientras que hoy se estudia poco.

Algunos piensan que van a encontrar en los estudios psicoanalíticos y psiquiátricos o en experiencias espiritistas –hoy por desgracia tan difundidas en algunos países– una
compensación suficiente.

Las experiencias licenciosas de los sentidos, a aquellas deletéreas de los estupefacientes, o
también a las seducciones ideológicas de los errores de moda, fisuras éstas a
través de las cuales el maligno puede fácilmente penetrar y alterar la mentalidad
humana.

No decimos que todo pecado se deba directamente a la acción diabólica.

Nuestra doctrina se vuelve incierta, oscurecida como está por las mismas
tinieblas que circundan al diablo.

¿No nos importan nada las deficiencias que existen en el mundo, las disfunciones de las cosas respecto a nuestra existencia, el dolor, la muerte, la malicia, la crueldad, el pecado, en
una palabra, el mal? ¿No vemos cuánto mal hay en el mundo? Especialmente
cuánto mal moral: un mal que es, al mismo tiempo, aunque de forma diversa,
contra el hombre y contra Dios. ¿No es quizás un triste espectáculo, un misterio
inexplicable?




Hallamos el pecado, perversión de la libertad humana, y causa profunda de la muerte,
porque es una separación de Dios, fuente de la vida (Rom 5,12), y después, a
su vez, ocasión y efecto de una intervención en nosotros y en nuestro mundo
de un agente oscuro y enemigo: el diablo. El mal ya no es solamente una deficiencia,
sino una eficiencia, un ser vivo, espiritual, pervertido y pervertidor.
Terrible realidad. Misteriosa y pavorosa.
Quien rehúsa reconocer su existencia, se sale del marco de la enseñanza
bíblica y eclesiástica.

buscaba de dónde provenía el mal, y no encontraba explicaciónCONFESIONES de San Agustín

En primer lugar, en el desarrollo de la historia evangélica, al principio de su vida pública, ¿quién no recuerda la página densísima de significados de la triple tentación de Cristo?
¿Más tarde, en tantos episodios evangélicos en los que el diablo se cruza en
el camino del Señor y aparece en sus enseñanzas? (Mt 12). Y ¿cómo
no recordar que Cristo, refiriéndose tres veces al diablo como adversario suyo,
lo califica de “príncipe de este mundo”? (Jn 12). San Pablo lo llama el “dios de este mundo”. Y nos pone sobre aviso sobre la lucha en la oscuridad que nosotros
los cristianos debemos sostener no con un sólo demonio, sino con una terrible
pluralidad de ellos:

"Revístanse de la armadura de Dios, para que puedan resistir a las insidias del diablo, porque nuestra lucha no es contra la sangre y la carnesino contra los principados y las potestades, contra los dominadores de este mundo tenebroso, contra los espíritus malignos del aire"


VIENE INOCENTE PERO LISTO, ACECHANDO.

Satanás, que quiere decir el adversario, el enemigo; y con él muchos, todos
criaturas de Dios, pero degradadas, pues han sido rebeldes y condenados; todo un mundo misterioso, trastornado por un drama infelicísimo del que conocemos bien poco.

Desde aquella caída de Adán, el diablo adquirió un cierto dominio sobre el hombre, del que sólo la redención de Cristo nos puede liberar.

Sabemos así que este ser oscuro y turbador existe realmente,  y que actúa todavía
con traicionera astucia; es el enemigo oculto que siembra errores y desventuras en la historia humana.


"esto lo ha hecho el enemigo del hombre" (Mt 13,28).

Es el "homicida desde el principio... y padre de la mentira", como lo define Cristo. (Jn 8)

Satán es el que insidia con sofismas el equilibrio moral del hombre. Es el encantador pérfido y astuto, que sabe insinuarse en nosotros por medio de los sentidos, de la fantasía, de la
concupiscencia, de la lógica utópica, o de contactos sociales desordenados.

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