En los últimos meses he escuchado a varios grupos eclesiásticos levantar su voz para que no se permitiera que se perdieran los derechos del Estado de Bienestar. Lo han dicho con otras palabras, pero han dicho esto, al fin y al cabo.
Podría citar a quiénes me estoy refiriendo en concreto, pero resulta carente de utilidad alguna. A algunos de ellos, cuando les escuchaba, me preguntaba si habían echado un vistazo a las cuentas. Yo sí que lo he hecho.
Me parece muy bonito, casi poético, eso de pedir derechos (tradúzcase por prestaciones) sin mirar a la columna contable de las entradas. Algunos eclesiásticos quedan muy bien pidiendo prestaciones (tradúzcase por dinero), sin reparar en si hay dinero. No sé, pero a mí me da que el tema del dinero debe tener algo de importancia. A lo mejor estoy un poco trasnochado y, hoy día, el tema del dinero ya no tiene importancia.
Hace medio año, España pagaba cada día 100 millones de euros sólo en intereses de deuda pública. Eso significaba que ya entonces, cada español, debía 21.000 euros a las entidades extranjeras. Debemos ese dinero no porque esas entidades sean muy malas, sino porque nos lo hemos gastado.
Y hay gente con muy buena voluntad que en mitad de una depresión apabullante, sin final cercano, nos recuerdan que lo mejor que podemos hacer es seguir dando prestaciones. Creo que hay que decir bien alto, sin ningún tipo de complejo, que no, que el camino ahora es justo el contrario. Y eso se puede decir bien alto y uno no traiciona para nada el Evangelio, ni odia al pobre, ni es un opresor de las pobres masas proletarias.
Cuanto antes lo entendamos todos es mejor: no se pueden mantener las prestaciones que existían hasta ahora. Incluso el sistema sanitario actual será imposible mantenerlo sin dolorosas reformas. Eso es así, lo aceptemos o no lo aceptemos.
También hay otra posibilidad, que es pagar a la gente con dinero de Monopoly. Tal vez acepten.
Pero mientras la moneda que usamos siga siendo algo serio en lo que confiar, tendremos que gastar el dinero que haya, ni más ni menos. No sé si esto sueno evangélico o no, pero es así. Así que a mis colegas eclesiásticos les aconsejo una gran dosis de realismo a la hora de hacer sus discursos en los medios.
PD: Algún lector novato del blog habrá estado buscando al administrador imprudente por todo el pergamino superior. Si lo encuentra que me avise.
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