En relación al tema de la FSSPX y Roma, transcribimos un fragmento del excelente editorial correspondiente al mes de junio realizado por el Padre Michel Simoulin (FSSPX) y publicado en "Le Seignadou" (Fuente - Traducción – coloreados nuestros):
Desde 1970, hemos participado en la resistencia. ... Esta es una actitud difícil de mantener, lo que requiere una gran sabiduría, sobrenatural, de la cual el Arzobispo Lefebvre nos dejó un buen ejemplo, muy difícil de seguir. Durante mucho tiempo he estado notando que sin esta sabiduría podemos fácilmente caer en un desafío a toda autoridad, sea lo que sea, y la razón que sea: familia, escuela, capilla, instituto religioso o sacerdotal, y así sucesivamente. Esto va más allá de la simple desobediencia, ya que se deriva más de una desconfianza gratuita respecto a cualquier persona que me quiere llevar a algo que no tengo ganas de ir.
A pesar de que nuestra región se ha librado de algunos de los problemas sobre los que prefiero no hablar, y para seguir nuestro anterior editorial en "Le Seignadou", no me parece superfluo volver a la cuestión de nuestras relaciones con Roma.
Por ejemplo, yo recuerdo muy bien, durante los años 1988-1991, el Arzobispo Lefebvre afirmando que si Roma quería retomar el contacto con nosotros, él insistiría en partir de las discusiones doctrinales. Esto es lo que hemos hecho. Pero, si la memoria no me falla, no recuerdo que alguna vez se haya previsto tener que esperar a la "conversión" de Roma, antes de avanzar al respecto. Él sabía muy bien qué es la Iglesia, como para pretender "convertir" a Roma. Sabía que es ilusorio imaginar que Roma sea capaz de negar el Concilio Vaticano II o condenar sus tesis más condenables! Él sabía mejor que nosotros, que tanto nos gusta sermonear al Papa y soñar con una victoria instantánea, que tomaría décadas y, sin duda, muchas generaciones, que Roma llegase a abandonar y olvidar esas tesis desastrosas. Decía que, al menos, quería seguir yendo a Roma con la esperanza de "hacer un poco de bien," para hacer oír sus objeciones y, si es posible, se le permitiera continuar con su trabajo.
¡Hoy en día, hay algunos que quieren ser más "lefebvristas" que él! Y reprochan a Mons. Fellay, por supuesto, por no ser suficientemente "lefebvrista", y ello porque no repite exactamente lo que dijo el Arzobispo Lefebvre veinte o treinta años atrás.
Me parece que parte de su dificultad se presenta debido a que estos individuos, que son muy sabios y muy inteligentes, no siempre actúan movidos por el don supremo, la Sabiduría. Esta es la Sabiduría de Santa Juana de Arco, que reduce al silencio a los teólogos más eruditos. Los dones de conocimiento y comprensión son excelentes, pero el de la sabiduría es mejor aún, como la caridad es superior a la fe. Estos individuos analizan cuidadosamente todas las declaraciones del Papa, razonan y construyen silogismos ingeniosos. Unos pocos ejemplos, entre otros, harán mi afirmación suficientemente clara: Pío XII había dicho que la Iglesia es esto. Ahora Benedicto XVI dice que la Iglesia es aquello. Ergo, la Iglesia de Benedicto XVI no es la Iglesia Católica. O bien: el Arzobispo Lefebvre dijo esto acerca de la reunión en Asís en 1986. Ahora Monseñor Fellay dijo esto otro de la reunión en Asís en 2011. Por lo tanto Mons. Fellay no es fiel a Mons. Lefebvre. Está bajo el hechizo de Benedicto XVI y está traicionando el espíritu de Monseñor Lefebvre.
¿Qué les falta a estos argumentos para ser estar en la verdad y la conformidad con el espíritu de Jesucristo? Estos silogismos finos dejan fuera de consideración la diversidad de situaciones concretas y por lo tanto carecen de la virtud de la prudencia y el espíritu de la Sabiduría en la que la Caridad todo lo penetra y pone el orden y la medida en todas las cosas, como Dios, que "ha ordenado a todas las cosas en medida, número y peso "(Sabiduría 11:21).
...En este sentido, recuerdo las excelentes observaciones de nuestro Superior del Distrito en 2004: "Escribo rebelión, porque no veo ninguna otra palabra para caracterizar la actitud de un sacerdote que se niega a inclinarse ante la autoridad de su Superior, a quien públicamente desafía, a la vez que exhorta a los fieles a imitar su ejemplo .... Usted no tiene una visión correcta acerca del gobierno de una sociedad eclesiástica como la Fraternidad San Pío X. Este gobierno no es de manera alguna democrático, y las decisiones y actos de Mons. Fellay, su cabeza, ni pueden ni deben ser puestos en duda por una forma diferente de pensar de uno de sus subordinados. Más todavía: el desacuerdo expresado públicamente por un sacerdote acerca de un asunto importante en relación con el gobierno de la Fraternidad San Pío X constituye una falta grave por parte de ese sacerdote. Si uno considera el deber de hacer comentarios u objeciones sobre algo conocido, también hay que saber ceder el paso al Superior en las decisiones posteriores, incluso si el Superior no se considera obligado a tomar esas observaciones en cuenta. Este es uno de los aspectos de la humildad cristiana que nos lleva a entender que nadie tiene normalmente las gracias necesarias para cumplir con un cargo, excepto el legítimo titular de ese cargo. El sentido común indicaría que los otros no saben todos los elementos que intervienen en la decisión del Superior y que deben conceder a priori, que tiene experiencia, conocimiento, y otras facultades que ellos no poseen al mismo nivel, al menos en su esfera de actividad."
...En este sentido, recuerdo las excelentes observaciones de nuestro Superior del Distrito en 2004: "Escribo rebelión, porque no veo ninguna otra palabra para caracterizar la actitud de un sacerdote que se niega a inclinarse ante la autoridad de su Superior, a quien públicamente desafía, a la vez que exhorta a los fieles a imitar su ejemplo .... Usted no tiene una visión correcta acerca del gobierno de una sociedad eclesiástica como la Fraternidad San Pío X. Este gobierno no es de manera alguna democrático, y las decisiones y actos de Mons. Fellay, su cabeza, ni pueden ni deben ser puestos en duda por una forma diferente de pensar de uno de sus subordinados. Más todavía: el desacuerdo expresado públicamente por un sacerdote acerca de un asunto importante en relación con el gobierno de la Fraternidad San Pío X constituye una falta grave por parte de ese sacerdote. Si uno considera el deber de hacer comentarios u objeciones sobre algo conocido, también hay que saber ceder el paso al Superior en las decisiones posteriores, incluso si el Superior no se considera obligado a tomar esas observaciones en cuenta. Este es uno de los aspectos de la humildad cristiana que nos lleva a entender que nadie tiene normalmente las gracias necesarias para cumplir con un cargo, excepto el legítimo titular de ese cargo. El sentido común indicaría que los otros no saben todos los elementos que intervienen en la decisión del Superior y que deben conceder a priori, que tiene experiencia, conocimiento, y otras facultades que ellos no poseen al mismo nivel, al menos en su esfera de actividad."
Ahora bien, es perfectamente claro que el obispo Fellay, y nosotros con él, no tenemos intención alguna de vender nuestra herencia para una situación canónica cómoda, y que vamos a rechazar cualquier solución que no garantice nuestra seguridad frente a los Ordinarios del lugar, así como frente a la siniestra "Ecclesia Dei" [Comisión], con el fin de poder seguir sirviendo a la Iglesia de acuerdo a nuestro propio carisma, el de nuestra fundación, que fue bendecida y alentada a la vez por la Iglesia.
La pregunta fundamental que siempre viene a nuestro amor por la Iglesia: ¿Amamos a la Iglesia, incluso enferma? ¿Qué le dirías a un niño que se niega a vivir con su madre enferma por miedo a ser contagiado de algo? ¿Tenemos tan poca confianza en la gracia de nuestra fundación? ¿Dudamos de nuestra capacidad de resistencia, pese a que se ha mantenido con fidelidad y valentía a través de treinta y cinco años de condena? ¿Estamos tan inseguros de nuestro amor a la Iglesia que debemos temer una contaminación?
Ustedes ven que esto va más allá del orden de la razón. Sin ignorar la maldad posible, es el amor a la Iglesia, nuestra Madre, el que debe dictar nuestra actitud. Fue el amor de la Iglesia que impulsó a Mons. Lefebvre a crear la Fraternidad y a consagrar a cuatro obispos en 1988. Fue el amor de la Iglesia que llevó a las congregaciones amigas de la Tradición para tomar decisiones en unión con él. Sigue siendo el mismo amor que debe guiar nuestra actitud en la nueva situación en la que la Iglesia se encuentra en el año 2012. Pero para amar a la Iglesia, no debemos mezclar todo: la Iglesia de Roma, el Papa, Benedicto XVI, el Concilio, etc ¿De qué estamos hablando cuando hablamos de la Iglesia o del Papa?
El Padre Roger-Thomas Calmel [OP], en un artículo muy bonito, nos dejó algunos pasajes esclarecedores que pueden ayudar a poner un poco de orden en nuestras reflexiones:
"Hay un líder en la Iglesia que siempre es infalible, siempre impecable, siempre santo, y que, no cesa en su obra de santificación. Ese líder es el único responsable, porque todos los demás, incluyendo los más altos, mantienen su autoridad sólo por él y para él. Ahora bien, este líder santo, limpio, completamente separado de los pecadores, elevado por encima de los cielos, no es el Papa, sino que es el mismo de quien la Epístola a los Hebreos habla tan magníficamente, el Sumo Sacerdote, Jesucristo .... Si el Papa es el vicario visible de Jesús, que ha ascendido a los cielos invisibles, no es más que un Gerens vice vicario, que ocupa el lugar pero sigue siendo otro. No es del Papa que fluye la gracia que anima el Cuerpo Místico .... La Iglesia no es el Cuerpo Místico del Papa, la Iglesia con el Papa es el Cuerpo Místico de Cristo" (De l'Église et du Pape).
Eso lo dice todo, creo. Confundiendo al Papa y a Roma con la Iglesia se está condenando uno mismo a no entender nada de la naturaleza y de la miseria de la Iglesia, una miseria que es parte integrante de su condición humana, no de su Constitución Divina. Sustraerse a Roma y al Papa con el pretexto de la fidelidad a la Iglesia lleva seriamente al peligro de rechazar la Iglesia en su estado de encarnación. Y al negarse a aceptar la Iglesia encarnada ostensiblemente por la salvación de las almas se deja de ser católico. Pero para comprender esto, el misterio de la Iglesia debe ser leído con el espíritu de la Sabiduría que el Espíritu Santo da sólo a los más pequeños, a los "pobres de espíritu", aquellos que son felices de contarse entre los pequeños y no entre los doctos, los que saben que tienen mucho que recibir y aprender de la Iglesia. Tal es la gente sencilla a la cual Dios puede hacer entender todo y en la que su Voluntad se puede lograr libremente, como lo fue en la Virgen Inmaculada. Gente sencilla que se parece a nuestra gran santa Juana de Arco, gente sencilla en la cual la gracia todo lo simplifica, gente que se ha vuelto más sabia y más prudente en su sencillez que los sabios y prudentes según la carne y el mundo. "Yo te alabo, oh Padre, Señor del cielo y la tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios y entendidos y las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así lo ha parecido bien delante de tus ojos" (Lucas 10:21).
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