jueves, 26 de mayo de 2011

FUERA DE LA IGLESIA CATÓLICA NO HAY SALVACIÓN EN ABSOLUTO, caps. 8, 9 y 10

FUERA DE LA IGLESIA CATÓLICA NO HAY SALVACIÓN EN ABSOLUTO, caps. 8, 9 y 10: "

Nota: este libro será publicado por capítulos semanalmente. Los interesados en recibir los capítulos publicados en sus correos, por favor escriban al email de contacto colocando solamente: deseo recibir los capítulos del libro Fuera de la Iglesia No hay Salvación.

Capítulo 8

EL SACRAMENTO DEL BAUTISMO ES NECESARIO PARA LA SALVACIÓN

Para mostrar además que el sacramento del bautismo es necesario para la salvación, voy a citar varias otras declaraciones infalibles de la Cátedra de San Pedro.

Papa Pablo III, Concilio de Trento, sesión 7, can. 5 sobre el sacramento del bautismo, ex cathedra: “Si alguno dijere que el sacramento del bautismo es libre, es decir, no necesario para la salvación (Juan 3, 5), sea anatema”[1].

Esta definición dogmática infalible de la Cátedra de San Pedro condena a quien dice que el sacramento del bautismo no es necesario para la salvación. El sacramento del bautismo es necesario para todos para su salvación, primero, porque, como el Concilio de Trento define, toda la humanidad (excepto la Santísima Virgen María) es concebida en un estado de pecado original como resultado del pecado de Adán, el primer hombre. El sacramento del bautismo también es necesario para la salvación de todos porque es el medio por cual la persona queda marcada como miembro de Jesucristo e incorporada a su cuerpo místico. Y al definir la verdad de que todos los hombres son concebidos en el estado de pecado original, el Concilio de Trento, en su decreto sobre el pecado original, declaró específicamente que la Santísima Virgen María fue una excepción[2]. Pero al definir la verdad de que el sacramento del bautismo es necesario para la salvación, el Concilio de Trento no hizo ninguna excepción en absoluto.

Papa Eugenio IV, Concilio de Florencia, Exultate Deo, 22 de noviembre de 1439, ex cátedra: “El primer lugar entre los sacramentos lo ocupa el santo bautismo, que es la puerta de la vida espiritual pues por él nos hacemos miembros de Cristo y del cuerpo de la Iglesia. Y habiendo por el primer hombre entrado la muerte en todos, si no renacemos por el agua y el Espíritu, como dice la Verdad, no podemos entrar en el reino de los cielos (Juan 3, 5). La materia de este sacramento es el agua verdadera y natural”[3].

Papa Inocencio III, Cuarto Concilio de Letrán, constitución 1, 1215, ex cathedra: “En cambio, el sacramento del bautismo (que se consagra en el agua por la invocación de Dios y de la indivisa Trinidad, es decir, del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo) aprovecha para la salvación, tanto a los niños como a los adultos fuere quienquiera el que lo confiera debidamente en la forma de la Iglesia”[4].

Papa Benedicto XIV, Nuper ad nos, 16 de marzo de 1743, Profesión de fe: “Igualmente [profeso], que el bautismo es necesario para la salvación y, por ende, si hay inminente peligro de muerte, debe conferirse inmediatamente sin dilación alguna y que es válido por quienquiera y cuando quiera que fuere conferido bajo la debida materia y forma e intención”[5].

Papa Pío XI, Quas primas, # 15, 11 de diciembre de 1925: “Tal se nos propone ciertamente en los Evangelios que para entrar en este reino los hombres han de prepararse haciendo penitencia, y no pueden de hecho entrar si no es por la fe y el bautismo, sacramento este que, si bien es un rito externo, significa y produce, sin embargo, la regeneración interior”[6].

Vemos aquí que nadie puede entrar al reino del cielo sin la fe y el rito externo del bautismo (es decir, el sacramento del bautismo).

Capítulo 9

EL AGUA ES NECESARIA PARA EL BAUTISMO Y JUAN 3, 5 ES LITERAL

“RESPONDIÓ JESÚS: EN VERDAD, EN VERDAD TE DIGO QUE QUIEN NO RENACIERE DEL AGUA Y DEL ESPÍRITU, NO PUEDE ENTRAR EN EL REINO DE LOS CIELOS” (Juan 3, 5)

La Iglesia Católica es la guardiana e intérprete de la Sagradas Escrituras. Ella sola ha recibido el poder y la autoridad para determinar infaliblemente el verdadero sentido de los textos sagrados.

Papa Pío IX, Primer Concilio Vaticano, sesión 3, cap. 2 sobre la revelación, 1870: “… Nos, renovando el mismo decreto, declaramos que su mente es que en materias de fe y costumbres que atañen a la edificación de la doctrina cristiana, ha de tenerse por verdadero sentido de la Sagrada Escritura aquel que sostuvo y sostiene la santa madre Iglesia, a quien toca juzgar del verdadero sentido e interpretación de las Escrituras santas; y, por tanto, a nadie es lícito interpretar la misma Escritura Sagrada contra este sentido ni tampoco contra el sentir unánime de los Padres”[7].

Pero no toda escritura es entendida por la Iglesia católica en el sentido literal. Por ejemplo, en Mateo 5, 29, nuestro Señor Jesucristo nos dice que si nuestro ojo nos escandaliza debemos arrancarlo, porque es mejor perderlo que todo nuestro cuerpo caiga en el infierno.

Mateo 5, 29: “Si, pues, tu ojo derecho te escandaliza, sácatelo y arrójalo de ti, porque mejor te es que perezca uno de tus miembros que no que todo el cuerpo sea arrojado a la gehena”.

Pero las palabras de nuestro Señor aquí no son entendidas literalmente. Sus palabras están hablando figurativamente para describir una ocasión de pecado o algo en la vida que pueda escandalizarnos y ser un obstáculo para nuestra salvación. Tenemos que arrancarla y cortarla, dice nuestro Señor, porque es mejor no tenerlas que perecer por completo en el infierno.

Por otra parte, otros versículos de la Escritura son entendidos por la Iglesia en sentido literal. Por ejemplo:

Mateo 26, 26-28: “Mientras comían, Jesús tomó pan, lo bendijo, lo partió y, dándoselo a los discípulos, dijo: Tomad y comed, éste es mi cuerpo. Y tomando un cáliz y dando gracias, se lo dio, diciendo: Bebed de él todos, que ésta es mi sangre de la alianza, que será derramada por muchos para remisión de los pecados”.

Cuando nuestro Señor Jesucristo dice en Mateo 26, 26: “Este es mi cuerpo”, y en Mateo 26, 28: “Esta es mi sangre”, sus palabras son entendidas por la Iglesia católica exactamente como están escritas porque sabemos que nuestro Señor Jesucristo estaba en efecto refiriéndose a su cuerpo y sangre real, no como una figura o símbolo.

Por lo tanto, la cuestión es: ¿Cómo entiende la Iglesia católica las palabras de Jesucristo en Juan 3, 5 – “En vedad, en verdad te digo que quien no naciere del agua y del Espíritu Santo, no puede entrar en el reino de los cielos”? ¿La Iglesia católica entiende estas palabras tal como están escritas o de una manera distinta? ¿La Iglesia católica entiende estas palabras en el sentido de que cada hombre debe nacer de nuevo del agua y del Espíritu Santo para salvarse, como dice nuestro Señor? La respuesta es clara: toda declaración dogmática que ha emitido la Iglesia católica, sin excepción, que trata de las palabras de Nuestro Señor en Juan 3, 5, ella la entiende literalmente, tal como están escritas.

Papa Eugenio IV, Concilio de Florencia, Exultate Deo, 22 de noviembre de 1439, ex cathedra: “El primer lugar entre los sacramentos lo ocupa el santo bautismo, que es la puerta de la vida espiritual, pues por él nos hacemos miembros de Cristo y del cuerpo de la Iglesia. Y habiendo por el primer hombre entrado la muerte en todos, si no renacemos por el agua y el Espíritu, como dice la Verdad, no podemos entrar en el reino de los cielos (Juan 3, 5). La materia de este sacramento es el agua verdadera y natural”[8].

Esto significa que la declaración de nuestro Señor Jesucristo que ningún hombre puede salvarse sin haber nacido de nuevo del agua y del Espíritu Santo es un dogma literal de la Iglesia católica.

Papa Pablo III, Concilio de Trento, can. 2 sobre el sacramento del bautismo, sesión 7, 1547, ex cathedra: Si alguno dijere que el agua verdadera y natural no es necesaria en el bautismo y, por tanto, desviare a una especie de metáfora las palabras de Nuestro Señor Jesucristo: Si alguno no renaciere del agua y del Espíritu Santo (Juan 3, 5), sea anatema”[9].

Papa Pablo III, Concilio de Trento, can. 5 sobre el sacramento del bautismo, sesión 7, 1547, ex cathedra: “Si alguno dijere que el bautismo es libre, es decir, no necesario para la salvación, sea anatema”[10].

Papa Pablo III, Concilio de Trento, del pecado original, sesión V, ex cathedra: “Por un hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte (…) para que en ellos por la regeneración se limpie lo que por la generación contrajeron. Porque si uno no renaciere del agua y del Espíritu Santo, no puede entrar en el reino de Dios (Juan 3, 5)”[11].

Papa San Zosimo, Concilio de Cartago XVI, sobre el pecado original y la gracia: “Porque cuando el Señor dice: ‘Si un hombre no renaciere de agua y el Espíritu Santo, no entrará al reino de Dios’ [Juan 3, 5], ¿qué católico puede dudar que será partícipe del diablo el que no mereció ser coheredero de Cristo? Porque el que no está a la derecha, irá sin duda alguna a la izquierda”[12].

Papa Gregorio IX, Cum, sicut ex, 8 de julio de 1241, a Sigurdo de Nidaros:

“Como quiera que, según por tu relación hemos sabido, a causa de la escasez de agua se bautizan alguna vez los niños de esa tierra con cerveza, a tenor de las presentes te respondemos que quienes se bautizan con cerveza no deben considerarse debidamente bautizados, puesto que, según la doctrina evangélica, hay que renacer del agua y del Espíritu Santo (Juan 3, 5)”[13].

Capítulo 10

LOS INFANTES NO SE PUEDEN SALVAR SIN EL BAUTISMO

La enseñanza de la Iglesia católica ya citada muestra que nadie puede salvarse sin el sacramento del bautismo. Obviamente, por lo tanto, esto significa que los niños e infantes tampoco pueden ir al cielo sin el bautismo puesto que han sido concebidos en un estado de pecado original, el cual no puede quitarse sin el sacramento del bautismo. Pero esta verdad de la Iglesia católica es hoy negada por mucha gente. Ellos ven la horrible tragedia del aborto – los millones de niños sacrificados – y concluyen que esos niños deben ser destinados al cielo. Pero tal conclusión es herética. Lo peor del aborto es el hecho que a estos niños se les impide la entrada al cielo; no lo es el que no lleguen a vivir en este mundo pagano. Satanás se deleita en el aborto porque sabe que sin el sacramento del bautismo esas almas nunca podrán ir al cielo. Si los niños abortados fuesen directamente al cielo sin el sacramento del bautismo, como muchos creen hoy, entonces Satanás no estaría detrás de los abortos.

La Iglesia enseña que los niños e infantes abortados que mueren sin el bautismo descienden inmediatamente al infierno, pero no sufren los fuegos del infierno (la pena de los sentidos). Ellos van a un lugar en el infierno llamado el limbo de los niños. La definición más específica de la Iglesia que prueba que no hay posibilidad alguna para que un niño se salve sin el sacramento del bautismo es del Papa Eugenio IV.

Papa Eugenio IV, Concilio de Florencia, sesión 11, 4 de febrero de 1442, ex cathedra:En cuanto a los niños advierte que, por razón del peligro de muerte, que con frecuencia puede acontecerles, como quiera que no puede socorrérseles con otro remedio que con el bautismo, por el que son librados del dominio del diablo y adoptados por hijos de Dios, no ha de diferirse el sagrado bautismo por espacio de cuarenta o de ochenta días o por otro tiempo según la observancia de algunos…”[14].

El Papa Eugenio IV define aquí desde la Cátedra de Pedro que no hay ningún otro remedio para que los infantes sean arrebatados del dominio del diablo (es decir, del pecado original) que no sea por el sacramento del bautismo. Esto significa que si alguien enseña obstinadamente que los infantes pueden salvarse sin recibir el sacramento del bautismo, ese tal es un hereje, porque aquí el Papa está enseñando que no hay otro remedio para el pecado original en los niños que sea distinto del sacramento del bautismo.

Papa Martín V, Concilio de Constanza, sesión 15, 6 de julio de 1415 – condenando los artículos de Juan Wyclif – Proposición 6: “Los que afirman que los hijos de los fieles que mueren sin bautismo sacramental no serán salvos, son estúpidos e impertinentes por decir esto”[15]. Condenado.

Esta es una proposición fascinante del Concilio de Constanza. Desafortunadamente esta proposición no se encuentra en el Denzinger, que sólo contiene algunos de los decretos del Concilio, pero se encuentra en la colección completa del Concilio de Constanza. El archi-hereje John Wyclif decía que son estúpidos aquellos que enseñan (como nosotros) que los niños que mueren sin el agua del bautismo (es decir, el sacramento) no se pueden salvar. Él fue anatematizado por esta afirmación, entre muchas otras. Y esto es lo que el Concilio de Constanza tuvo que decir acerca de las proposiciones anatematizadas de John Wyclif, como la # 6 citada arriba.

Papa Martín V, Concilio de Constanza, sesión 15, 6 de julio de 1415: “Los libros y folletos de Juan Wyclif, de maldita memoria, fueron examinados cuidadosamente por los doctores y maestros de la Universidad de Oxford... Este santo sínodo, por siguiente, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo, repudia y condena, por este decreto perpetuo, los antedichos artículos y cada uno en particular; y prohíbe de ahora en adelante a todos y cada uno de los católicos, bajo pena de anatema, predicar, enseñar, o mantener los dichos artículos o cualquier uno de ellos”[16].

Por lo tanto, que los que critican a los católicos que afirman que ningún niño puede salvarse sin el sacramento del bautismo en realidad están proponiendo una herejía anatematizada de John Wyclif. He aquí hay otras definiciones dogmáticas sobre el tema:

Papa San Zosimo, Concilio de Cartago, canon sobre el pecado y la gracia, 417: “También se ha decidido, que si alguno dijese que por esta razón el Señor dijo: ‘En la casa de mi Padre hay muchas moradas’ (Juan 14, 2), que ello puede entenderse que en el reino de los cielos habrá algún lugar intermedio o cualquier otro lugar donde viven los niños benditos que partieron de esta vida sin el bautismo, sin el cual no pueden entrar en el reino de los cielos, que es la vida eterna, sea anatema”[17].

Papa Pablo III, Concilio de Trento, del pecado original, sesión V, ex cathedra: “Si alguno niega que hayan de ser bautizados los niños recién salidos del seno de su madre, aun cuando procedan de padres bautizados, o dice que son bautizados para la remisión de los pecados, pero que de Adán no contraen nada del pecado original que haya necesidad de ser expiado en el lavatorio de la regeneración para conseguir la vida eterna, de donde se sigue que la forma del bautismo para la remisión de los pecados se entiende en ellos no como verdadera, sino como falsa: sea anatema”[18].

Esto significa que todo aquel que afirma que los niños no necesitan el lavatorio de la regeneración (el bautismo de agua) para alcanzar la vida eterna está enseñando la herejía.



[1] Denzinger 861; Decrees of the Ecumenical Councils, Vol. 2, p. 685.

[2] Denzinger 792.

[3] Denzinger 696; Decrees of the Ecumenical Councils, Vol. 1, p. 542.

[4] Decrees of the Ecumenical Councils, Vol. 1, p. 230; Denzinger 430.

[5] Denzinger 1470.

[6] Denzinger 2195; The Papal Encyclicals, Vol. 3 (19031939), p. 274.

[7] Denzinger 1788.

[8] Denzinger 696; «Los Decretos de los Concilio Ecuménicos», edición inglesa, Vol. 1, p. 542.

[9] Denzinger 858.

[10] Denzinger 861; «Los Decretos de los Concilio Ecuménicos», edición inglesa, Vol. 2, p. 685.

[11] Denzinger 791; «Los Decretos de los Concilio Ecuménicos», edición inglesa, Vol. 2, p. 666-667.

[12] Denzinger 102, aditamento autentico al canon 3.

[13] Denzinger 712; «Los Decretos de los Concilio Ecuménicos», edición inglesa, Vol. 1, p. 576.

[14] Denzinger 712; «Los Decretos de los Concilio Ecuménicos», edición inglesa, Vol. 1, p. 576.

[15] «Los Decretos de los Concilio Ecuménicos», edición inglesa, vol. 1, p. 422.

[16] «Los Decretos de los Concilio Ecuménicos», edición inglesa, vol. 1, pp. 421-422.

[17] Denzinger 102, aditamento autentico al canon 2.

[18] Denzinger 791.

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