La teología tiene un cometido difícil: expresar con un lenguaje humano conceptos que pertenecen a otro nivel de conocimiento y experiencia. Tal vez, uno de los problemas de la reflexión y sistematización histórica sobre el hecho religioso es la imperfección del lenguaje humano para expresar conceptos abstractos. Todo lenguaje es metáfora de realidades inasibles.
Desde el inicio de la teología cristiana, los estudiosos tuvieron que recurrir a conceptos filosóficos para intentar formular y expresar los contenidos de la fe. La filosofía griega fue de gran ayuda para este cometido. Pero ya en el siglo XVI, Miguel Server quiso purificar las expresiones teológicas desposeyéndolas de lenguaje griego. Tal vez sea esta la aportación del experto David Moreno Moreno.
En un brillante estudio publicado en la revista PENSAMIENTO [(2010, número 249): Dos complementos al sistema teológico del joven Servet: Cristología y Soteriología] recupera a Servet. Parte del estudio de la profesora brasileña Elaine Cristine Sartorelli, que en la ponencia presentada en el Internacional Servetus Congress “Miguel Servet con todo el corazón” (celebrado en Barcelona entre los días 20 y 22 de octubre de 2006) titulada “Estrategias de construcción y legitimación del ethos de un abogado del verdadero cristianismo en Restitutio de Miguel Servet”, propuso una línea original de acercamiento a los textos servetianos: estudiar los recursos retóricos utilizados por Servet para persuadir al lector de que él, Servet, es el portador de una revelación, de modo que ha de mezclar en su argumentación lógica ciertas referencias a sí mismo que constituyen una auténtica autobiografía intelectual.
Y siendo cierto que Servet pudo inspirarse en los ejemplos de san Pablo o de san Agustín, hay algo nuevo en el tono de sus propias confesiones: el descubrimiento de la subjetividad propio de la Modernidad. Servet escribe en primera persona, con el corazón en la mano, sin artificios retóricos. “La estética del texto cristiano depende, por tanto, de la ética del predicador”, escribe Elaine Sartorelli, quien aclara que la utilización de tales recursos retóricos no pone en cuestión la sinceridad de Servet: “quiero aclarar antes de nada que no hay ninguna connotación negativa en el empleo del vocablo •retórica” en mi texto, pues lo empleo en el sentido de que si ningún discurso es gratuito, aún lo es menos aquel que se presenta como portador de la Verdad”-concluye.
Desde este marco interpretativo, el estudio de Daniel Moreno Moreno (profesor en el IES Miguel Servet de Zaragoza) en la revista Pensamiento, pretende reinterpretar el libro de Miguel Servet Dialogorum de Trinitate libri duo. De iustitia regni Christi, capitula quattor (de 1532). Tiene entonces su autor 21 años. Este estudio completa su estudio anterior 'Sobre la verdadera solución de Miguel Servet al misterio de la Trinidad' (publicado en 2008), dedicado a analizar el De Trinitate erroribus libri septem de Servet (publicado en 1531).
1. La juventud intensa de Miguel Servet
Servet fue ajusticiado en Ginebra cuando contaba 42 años. Pero los 25 primeros años de su vida tuvieron una densidad trepidante. Miguel Servet, llamado también Miguel de Villanueva, Michel de Villeneuve o, en latín, Michael Servetus (su nombre auténtico era Miguel Serveto y Conesa, alias «Revés»), nació según casi todos los autores en Villanueva de Sigena, provincia de Huesca, el 29 de septiembre de 1511. Y falleció en la hoguera en Ginebra, el 27 de octubre de 1553.
Dos facetas de su personalidad son las más destacadas: las de teólogo y científico. Los intereses intelectuales y apasionados de Servet abarcaron muchas ciencias: astronomía, meteorología, geografía, jurisprudencia, teología y el estudio de la Biblia, matemáticas, anatomía y medicina. Parte de su fama posterior se debe a su trabajo sobre la circulación pulmonar descrita en su obra Christianismi Restitutio. Participó en la Reforma Protestante y desarrolló una cristología contraria a la Trinidad. Repudiado tanto por los católicos como por los protestantes fue arrestado en Ginebra, sometido a juicio y condenado a morir en la hoguera por orden del Consejo de la ciudad, cuando en ella predominaba la influencia de Juan Calvino.
Fue hijo de Antón Serveto, noble infanzón y notario del Monasterio de Sigena, y de Catalina Conesa, que por línea materna descendía de la familia judeoconversa de los Zaporta. Tenía dos hermanos menores: Pedro, quien continuó con la notaría paterna, y Juan, que fue ordenado sacerdote.
Joven con dotes sobresalientes para las letras y gran conocedor del latín, griego y hebreo, Miguel abandonó su población de origen para ampliar estudios, quizá en el castillo de Montearagón. Es aceptado como pupilo por fray Juan de Quintana, quien llegaría a ser confesor de Carlos I. Tras una estancia en Tolosa (Francia) para realizar estudios de Derecho, donde entra por primera vez en contacto con círculos próximos a la Reforma, viaja con Quintana por Italia y Alemania como parte del séquito imperial y presencia la coronación de Carlos V como emperador en Bolonia (1530).
Primeras obras teológicas
Posteriormente, Servet abandona a su mentor e inicia un periplo por varias ciudades de Centroeuropa afines al naciente protestantismo. Establece una relación cada vez más difícil y polémica con algunos líderes reformadores, como Ecolampadio de Basilea, y se dirige más tarde a Estrasburgo, donde se relaciona con Bucer, y a Hagenau (ciudad alsaciana entonces perteneciente al Sacro Imperio Romano Germánico).
En 1531, con 20 años, publica De Trinitatis Erroribus libri septem (Sobre los errores acerca de la Trinidad en siete libros), que produjo gran escándalo entre los reformadores alemanes. Tampoco fue bien acogido en su patria, ya que Servet tuvo la osadía de enviar una copia al obispo de Zaragoza, quien no tardó en solicitar la intervención de la Inquisición.
El año siguiente, 1532, publicó Dialogorum de Trinitate (Diálogos sobre la Trinidad), acompañado de una obra suplementaria, De Iustitia Regni Christi (Sobre la Justicia del Reino de Dios). Otro opúsculo atribuido a Servet, aunque de datación imprecisa, es Declarationis Iesu Christi Filii Dei (Declaración de Jesucristo Hijo de Dios), también conocido como «Manuscrito de Stuttgart».
Según el profesor Daniel Moreno, uno de los textos de Servet que gana en intensidad leído desde la perspectiva de Elaine Sartorelli, es el comienzo de la segunda obra publicada por Servet en 1532, Dialogorum de Trinitate, y su obra suplementaria, De Iustitia Regni Christi. De ello se trata más adelante. Pero conviene ahora presentar la panorámica vital de Servet.
Tiempo de ocultación y de conflictos
Después de abandonar a fray Juan de Quintana, su mentor, Miguel Servet se dirige París, donde un encuentro previsto, pero finalmente no efectuado, con Calvino se transforma en el inicio de una relación epistolar entre ambos. Servet llega luego a Lyon con una nueva identidad, Michel de Villeneuve, personaje supuestamente originario de Tudela de Navarra, para evitar las persecuciones de la Inquisición española.
Estuvo empleado en una imprenta, primero como corrector de pruebas. En 1535 le encargaron la publicación y anotación de la Geografía de Claudio Tolomeo, lo que llevó a cabo dando pruebas de su gran erudición. En Lyon fue la etapa más feliz de su vida. Conoció al médico Symphorien Champier, quien le anima a estudiar Medicina y fue a París.
En 1537 se matricula en la Universidad de París para estudiar Medicina. Allí estudia junto a los grandes médicos de la época, y dado su saber probado, termina enseñando Matemáticas y Medicina en la Universidad. Sin embargo, pronto se encuentra en dificultades, puesto que dicta un curso de Astrología, en el que defendía la influencia de las estrellas en los eventos futuros (astrología judiciaria), lo cual, junto con un opúsculo en el que describe el uso de jarabes para administrar los remedios de la época, le enfrenta con la comunidad universitaria.
Deja de nuevo París y reside en diversas localidades de Francia, hasta que en Lyon se encuentra con el arzobispo de Vienne del Delfinado, Pedro Palmier, al que había conocido previamente en París. De esta forma entra a su servicio como médico personal en 1541.
2. La obra Restitución del Cristianismo (1553)
En Vienne de Isère, Servet se dedica a proseguir sus estudios y publicaciones y prepara en secreto la que será su obra cumbre. Prosigue su correspondencia con Calvino, a quien envía en 1546 una primera versión de su libro, Christianismi Restitutio (Restitución del Cristianismo), de carácter fundamentalmente teológico, en espera de sus comentarios. Tiene Servet 34 años.
El concepto de cristianismo ahí expuesto es cercano al panteísmo. Cristo está en todas las cosas. El mundo está lleno con él. Se mostraba también contrario al bautismo de los niños, puesto que el bautismo debe ser un acto maduro y consciente de discipulado cristiano, lo que le acerca a las posiciones anabaptistas. Sobre la edad adecuada para recibir el bautismo, sugirió seguir el ejemplo de Jesús: Jesucristo fue él mismo bautizado cerca de los treinta años.
Curiosamente el libro pasaría a la posteridad por contener en su «Libro V» la primera exposición en el Occidente cristiano de la función de la circulación pulmonar o menor: según Servet, la sangre es transmitida por la arteria pulmonar a la vena pulmonar por un paso prolongado a través de los pulmones, en cuyo curso se torna de color rojo y se libera de los vapores fuliginosos por el acto de la espiración.
Servet sostenía que el alma era una emanación de la Divinidad y que tenía como sede a la sangre. Gracias a la sangre, el alma podía estar diseminada por todo el cuerpo, pudiendo asumir así el hombre su condición divina. Por tanto, los descubrimientos relativos a la circulación de la sangre tenían un impulso más religioso y teológico que médico y científico. De ahí que la descripción de la circulación pulmonar esté dentro de una obra de teología y no de una de fisiología. Para Servet no había diferencia entre ambos ámbitos, dado que para él todo obedecía a un mismo gran designio divino.
En respuesta, Calvino le conmina a leer su propio libro Institutio religionis Christianae (Institución de la Religión Cristiana), publicado en 1536. Servet leyó el libro de Calvino e hizo anotaciones muy críticas en los márgenes del libro, devolviéndole la copia corregida, lo que desagradó enormemente al reformador, quien avisó que si Servet ponía los pies en Ginebra «no saldría vivo de ella».
Finalmente, Christianismi Restitutio es publicado anónimamente a principios de 1553, de nuevo con gran escándalo. Un calvinista de Ginebra escribe a un amigo católico revelándole que el autor del libro es el hereje Miguel Servet, oculto bajo la falsa identidad de Villeneuve. Se sospecha que detrás de esta denuncia podría estar el propio Calvino, quien había tenido acceso al texto gracias al mismo Servet. La Inquisición de Lyon recibe parte de la correspondencia intercambiada entre ellos, tras lo cual Servet es detenido, interrogado y encarcelado en Vienne.
El 7 de abril de ese año, 1553, sin embargo, logra evadirse y el 17 de junio es sentenciado a muerte in absentia, siendo quemado en efigie.
Juicio de Servet en Ginebra y muerte
Posiblemente mientras iba rumbo a Italia, por alguna razón Servet acaba haciendo una estancia en Ginebra, donde fue reconocido en la iglesia donde predicaba el propio Calvino (13 de agosto de 1553). La ciudad se regía por los principios de la Reforma tal como Calvino los había definido en sus Ordenanzas eclesiásticas, basadas en su obra magna, Institución de la religión cristiana. Servet fue detenido y juzgado por herejía (por su negación de la Trinidad y por su defensa del bautismo a la edad adulta).
Servet sufrió grandes penalidades durante su cautiverio, como atestigua su carta al Consejo de Ginebra de 15 de septiembre de 1553. Durante el juicio, sostuvo diversos debates de carácter teológico.
El 22 de septiembre, Servet escribe una última alegación en la que culpa a Calvino de hacer acusaciones falsas de herejía contra él y solicita que también sea detenido e interrogado como él, y concluye: 'Estaré contento de morir si no le convenzo tanto de esto como de otras cosas de que le acuso más abajo. Os pido Justicia, Señores, Justicia, Justicia, Justicia.'
Finalizado el proceso, fueron consultadas las iglesias reformadas de los cantones de Zúrich, Schaffhausen, Berna y Basilea, tras lo cual el acusado fue condenado y sentenciado a morir en la hoguera el 27 de octubre de 1553. En una carta fechada el día anterior, Calvino comentaba a Farel que Servet iba a ser condenado sin discusión y conducido al suplicio, y aseguraba que él había intentado cambiar la forma de su ejecución, aunque inútilmente.
La sentencia dictada en su contra por el Consejo (Petit Counseil) de Ginebra dice: “Contra Miguel Servet del Reino de Aragón, en España: Porque su libro llama a la Trinidad demonio y monstruo de tres cabezas; porque contraría a las Escrituras decir que Jesús Cristo es un hijo de David; y por decir que el bautismo de los pequeños infantes es una obra de la brujería, y por muchos otros puntos y artículos y execrables blasfemias con las que el libro está así dirigido contra Dios y la sagrada doctrina evangélica, para seducir y defraudar a los pobres ignorantes.
Por estas y otras razones te condenamos, M. Servet, a que te aten y lleven al lugar de Champel, que allí te sujeten a una estaca y te quemen vivo, junto a tu libro manuscrito e impreso, hasta que tu cuerpo quede reducido a cenizas, y así termines tus días para que quedes como ejemplo para otros que quieran cometer lo mismo”.
3. Los “errores” del joven Servet (1531-1535)
La “historia oficial” ha sido insistido en la heterodoxia de los planteamientos teológicos de Servet. Tal vez, desde la hermenéutica propuesta por Sartorelli y seguida por David Moreno, sea pertinente un reinterpretación de los textos juveniles del sabio de Sigena.
“Sobre los errores acerca de la Trinidad” (1531): estructura y contenido
En De erroribus (1531) sobre la Trinidad, dividida en siete libros o capítulos, Servet argumenta que el dogma cristiano de la Trinidad, tal como está formulado, carece de base bíblica, ya que no se halla en las Escrituras, sino que es fruto posterior de elucubraciones de «filósofos». Basándose en abundantes citas de la Biblia, Servet concluye que Jesús es hombre en tanto que nacido de mujer, por más que su nacimiento fuese milagroso. A su vez, Jesús es también hijo de Dios, en tanto que su nacimiento es el fruto de la fecundación por el Logos divino de la Virgen María.
Niega así Servet, por tanto, que el Hijo de Dios sea eterno, ya que fue engendrado como tal en la encarnación, aunque es divino por gracia de Dios, su Padre. Tampoco es, pues, una Persona de la Trinidad, cuya existencia niega vehementemente definiéndola como «tres fantasmas» o «Can Cerbero de tres cabezas».
Asimismo califica a los que creen en tal doctrina como “ateos”, es decir, sin Dios» y «triteístas». A su vez, el Espíritu Santo no sería una tercera Persona trinitaria, sino la fuerza o manifestación del espíritu de Dios tal como actúa en el mundo a través de los hombres.
Una lectura superficial de este libro, nos puede dar la impresión de ser una diatriba visceral y adolescente contra algunos de los dogmas radicales del cristianismo. Es sabido que la publicación en 1531 de su obra Sobre los errores acerca de la Trinidad había sido recibida con grandes reservas, que acabó siendo prohibida en Basilea y en Estrasburgo y que provocó tal revuelo que un ejemplar llegó a manos del nuncio papal en Alemania, Girolamo Aleandro, quien promovió que se declarase “hereje”• a Servet.
“Diálogos sobre la Trinidad” y “De la Justicia” (1532): estructura y contenido
Obra de tamaño y de ambición inferiores a Errores..., Diálogos (1532) está estructurada en dos libros como una conversación ficticia entre dos personajes: Miguel (el propio autor) y un tal Petrucho. Está acompañada de un anexo al que titula Sobre laJusticia.
Según Servet, la escribe para despejar las dudas e inquietudes sembradas por su obra anterior, que a su juicio se deben «a mi propia impericia y a la negligencia del tipógrafo». A diferencia de lo afirmado en Errores..., Servet dice que Jesús no es sólo divino por gracia, sino también por naturaleza, aunque aclara que sólo en tanto que participa de la sustancia divina de su Padre.
Es muy interesante para una relectura de Servet tener en cuenta el SALUDO AL LECTOR de esta obra:
“TODAS LAS COSAS (sic, con mayúscula) que escribí hace poco, en siete libros, contra las sentencias tradicionales acerca de la Trinidad, ahora, lector honesto, las reviso. No porque sean falsas, sino porque están incompletas y escritas como de un niño para niños. Te ruego, con todo, que de ellas te quedes con las que te pueden ayudar a entender lo que voy a decir. En cuando al hecho de que el libro anterior haya salido incorrecto, confuso y bárbaro, ha de ser atribuido a mi impericia y a la negligencia del tipógrafo. Y no querría yo que por ello llegara a ofenderse ningún cristiano, dado que Dios, de vez en cuando, suele mostrar su sabiduría a través de torpes instrumentos mundanos. Así pues, presta atención, te suplico, al asunto en sí, pues, si despiertas tu mente, no te confundirán mis confusas palabras. Vale”.
Una nueva hermenéutica
Aquí, de nuevo, Servet se dirige al lector hablando en primera persona: “yo escribí en siete libros”. Y cuida mucho las palabras: no escribe “contra la Trinidad”, sino “contra la sentencias tradicionales acerca de la Trinidad”. Esto es, Servet escribe contra Pedro Lombardo y su libro Cuatro libros de sentencias.
Parafraseando a Servet, podíamos decir: Pero ahora yo, me retracto/reviso lo anterior. Para ello, utiliza el verbo latino retractare (volver a tratar, sin el sentido castellano de corregirse), que deja en el aire lo que efectivamente va a hacer: no a corregirse al haber sido tratado de hereje, sino a reelaborar lo dicho y decirlo con otras palabras. Lo dicho no es falso, sino que en todo caso está incompleto. De alguna manera, manteniendo el núcleo de su pensamiento, intenta reformular el dogma trinitario de forma más comprensible. Toca aquí un tema de gran actualidad en todas las religiones: cómo reformular las creencias desde supuestos epistemológicos nuevos.
De modo que Servet advierte en el SALUDO AL LECTOR que la obra que ahora ve la luz forma un conjunto con la anterior y que no basta leerla deprisa y superficialmente. Se trata de entender y para ello hay que implicarse personalmente y no quedarse en la mera forma de lo escrito. Por eso insiste en que su intención no era formular verdades sino dar expresión nada menos que a la sabiduría de Dios. Servet suplica al lector que preste atención a la cosa misma, no al lenguaje, y sobre todo, que se produzca un cambio en su mente, en su forma de pensar y de sentir. Ahí está la clave, no en asentir a las formulaciones de meras doctrinas que pueden cambiar, sino en la transformación personal que implica la sabiduría divina.
Si su primer libro De erroribus comenzaba con el hombre particular llamado Jesús, al que todos veían y podían señalar diciendo éste de aquí, el de Diálogos comienza por lo más lejano, por lo que ocurrió al principio. La estrategia de Servet parece clara: los lectores de su primer libro no habían tenido en cuenta la filosofía celeste expuesta en él. Tal vez habían entendido que su libro hablaba del hombre Jesús adoptado por Dios como Hijo, olvidando que Jesús era Cristo y Dios. De modo que en su nuevo escrito coloca justo al inicio los arcanos sobre Cristo en tanto que es Palabra, Lógos y Elohim.
“Además, la fe en CRISTO ayuda maravillosamente a ello, porque por ella recibimos el espíritu, y, a no ser que en primer lugar creas que JESÚS CRISTO es hijo de Dios, nunca te entenderás a ti mismo. Esta es la estupidez, o mejor la filosofía celeste, que no se extrae de Aristóteles, sino muy plena y claramente de fuentes divinas, a condición de que sigamos el modo de hablar de la Escritura, pues en sus mismas palabras late espíritu y sabiduría y estilo de sabiduría” (De Erroribus, 108r, 358-359)
A su vez, en el opúsculo De la Justicia del Reino de Dios incluido al final, explica entre otras cosas la complementariedad entre fe y caridad, pues, aunque la justificación del creyente es sólo por la fe, la caridad y las buenas obras son encomiables y complacen a Dios, aspecto en el que se diferencia claramente de Lutero y otros reformadores protestantes.
Al final se encuentra uno de los textos por los que Servet es considerado como adalid de la tolerancia religiosa y la libertad de conciencia, ya que afirma que «ni con estos ni con aquellos estoy de acuerdo en todos los puntos, ni tampoco en desacuerdo. Me parece que todos tienen parte de verdad y parte de error y que cada uno ve el error del otro, mas nadie el suyo... Fácil sería decidir todas las cuestiones si a todos les estuviera permitido hablar pacíficamente en la iglesia contendiendo en deseo de profetizar»
Reformulación de la cristología o la lucha por un lenguaje propio
Es necesario imaginarse a Servet componiendo la reformulación de su teología, -escribe David Moreno - luchando con el lenguaje para conseguir ser entendido y ganando en confianza en sus propios planteamientos sin renunciar a su voluntad de ortodoxia.
Merecen citarse las palabras de Servet porque dan testimonio de su biografía intelectual y vital: “yo la [a la Palabra] llamé sombra forzado por la necesidad, no sintiéndome capaz de exponer ese misterio de otro modo” (Diálogos, A2v, 388); “nuestros modernos hacen mal en usar el término hipóstasis, porque no entienden que la substancia de la Palabra y la subsistencia de la carne son una única substancia” (Diálogos, B1r, 401); “te conviene meditar aquí sobre la antigua diferencia entre ser creado y ser engendrado, que los modernos nos han torcido en otra dirección” Diálogos, B4v, 409); “es deplorable que estemos tan imbuídos de hábitos filosóficos al hablar que nos quedemos ciegos para conocer los misterios de Dios” (Diálogos, B6v, 413).
Si en su primer libro, De erroribus (1531) se refería a las formulaciones trinitarias que surgieron en el concilio de Nicea y meditaba sobre los textos de San Juan, se puede decir que en Diálogos (1532) desplaza el centro de atención hasta la cristología del concilio de Calcedonia y los textos leídos con mayor fervor son ahora las cartas de San Pablo.
Así, en De erroribus, Servet denuncia la imposibilidad de que en lo Uno se encierre una tríada, e intenta desintoxicar el planteamiento tradicional de la influencia de Aristóteles. En Diálogos, Servet cuestiona la concepción tradicional de la persona de Cristo como un compuesto de dos elementos enteramente incompatibles, planteamiento que tiene su origen en la filosofía de Platón, aunque en este caso, Servet no nombra al filósofo.
4. Consecuencias de la ejecución de Servet
Independientemente de la importancia de sus descubrimientos fisiológicos o de su labor como polemista religioso, los sucesos que acarrearon el juicio y muerte de Miguel Servet se han considerado como punto de arranque de la discusión que condujo al reconocimiento de la libertad de pensamiento y de expresión de las ideas. Asimismo, las Iglesias Unitarias, surgidas de los movimientos antitrinitarios del siglo XVI y posteriores, consideran a Servet su pionero y primer mártir.
La ejecución de Servet escandalizó a muchos pensadores de toda Europa, principalmente en el ámbito protestante, que se oponían a que se matara a las personas por razones de fe. Destaca particularmente la defensa de Servet que realizó Sebastián Castellion: «Matar a un hombre no es defender una doctrina, es matar a un hombre. Cuando los ginebrinos ejecutaron a Servet, no defendieron una doctrina, mataron a un hombre.»
Por otro lado, desde mediados del siglo XIX y principios del XX, Servet comenzó a ser reivindicado por partidarios del librepensamiento, que veían en su ejecución una prueba de los peligros que conlleva el fanatismo religioso, aunque a menudo como resultado de un análisis superficial y sin tener en cuenta la obra y conceptos teológicos del propio Servet.
Marian Hillar, estudioso polaco-norteamericano de la obra de Servet, hizo la siguiente evaluación sobre el impacto perdurable que tuvo la ejecución del erudito español: «Fue el punto de inflexión en la ideología y mentalidad dominantes desde el siglo IV. [...] Históricamente hablando, Servet murió para que la libertad de conciencia se convirtiera en un derecho civil en la sociedad moderna»
(Tendencias21)
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