a) defiendan la vida, desde el vientre de sus madres, a toda persona humana, y el niño concebido en el seno de su madre lo es. Por lo tanto, abolir el aborto totalmente, es decir, en todos sus grados.
b) defender la libertad a educar sus hijos según sus criterios de verdad y de fe, y exigir del Gobierno las garantías necesarias para que esto sea una realidad.
c) el derecho a ser creyente católico y manifestar mi fe públicamente y en la Iglesia, tanto en público como en privado.
d) defender la familia natural, la constituida por un hombre y una mujer, tal y como fue constituida por DIOS y como célula fundamental de la sociedad.
e) defender las reformas que se imponen por renovación y por derechos democráticos, para que sea realmente el pueblo quien gobierne y elija a sus representantes.
Ahora, ¿dónde se encuentran estos partidos y hombres que defiendan estos principios? Debemos exigir y ofrecer nuestro voto a los partidos que declaren y lleven estos puntos en sus programas. Y lo debemos proclamar para que lo sepan, puesto que brillan por su ausencia. Y cuantos más fuerte sea la voz que lo proclame, más pronto la oirán y darán una respuesta. Hagamos que nuestro voto se haga oír.
Si detrás de estos principios hay algunos millones de votos, pronto los partidos cambiaran sus programas. ¿Dónde están los millones de católicos? Digamos sí a los que están dispuestos a defenderlos.
c) el derecho a ser creyente católico y manifestar mi fe públicamente y en la Iglesia, tanto en público como en privado.
d) defender la familia natural, la constituida por un hombre y una mujer, tal y como fue constituida por DIOS y como célula fundamental de la sociedad.
e) defender las reformas que se imponen por renovación y por derechos democráticos, para que sea realmente el pueblo quien gobierne y elija a sus representantes.
Ahora, ¿dónde se encuentran estos partidos y hombres que defiendan estos principios? Debemos exigir y ofrecer nuestro voto a los partidos que declaren y lleven estos puntos en sus programas. Y lo debemos proclamar para que lo sepan, puesto que brillan por su ausencia. Y cuantos más fuerte sea la voz que lo proclame, más pronto la oirán y darán una respuesta. Hagamos que nuestro voto se haga oír.
Si detrás de estos principios hay algunos millones de votos, pronto los partidos cambiaran sus programas. ¿Dónde están los millones de católicos? Digamos sí a los que están dispuestos a defenderlos.
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