viernes, 29 de enero de 2016

Tributo al Dr. Rafael Caldera

Tributo al Dr. Rafael Caldera

 

Hace escasos días culmine un escrito que cerré explicando como la pasión por las leyes definía la amistad entre mi padre y el Dr. Caldera, en los subsiguientes días he podido leer otros artículos que han sido publicados que permiten a los que lo conocieron en el plano personal, a los que lo conocimos por intermedio de familiares o amigos y a quienes no lo conocieron construir una imagen de la dimensión humana del Dr. Caldera.

 

Esa imagen choca con la imagen creada por críticos y detractores, cuyos argumentos pueden ser desarticulado muy fácilmente pues son posiciones personalistas hacia la actuación del hombre y carecen de base por ejemplo el documento de la UNESCO que desarma la argumentación sobre las escuelas técnicas o los argumentos sobre indultos a los golpistas, los cuales también caen tras una revisión de los hechos y actuaciones e incluso un breve análisis legal.

 

Lo que refuerza mi argumentación sobre la transformación del Dr. Caldera en el objeto sobre el cual el colectivo descarga sus culpas, por efecto de trasferencias de los errores, omisiones y errores de los individuos de ese conectivo, en esa línea el partido COPEI en fecha reciente ha efectuado un acto simbólico para restaurar la figura del Caldera el hombre como uno de sus pilares, es válido preguntar  ¿pero cómo resarcir el hecho de haber sido no solo borrado, sino eliminado de la memoria histórica?, ¿Cómo ir del gesto de un simbólico mea culpa a los hechos tangibles?

 

He llegado al punto de creer y tomando como base la situación de COPEI, e incluso bibliografía en la que se ha referido esta como una pérdida de propósito o una crisis interna de identidad, proponiendo una búsqueda de la unidad de la democracia cristiana y una revaluación frente a las bases de la doctrina social de la iglesia, que no puede hablarse de homenaje sin propósito de enmienda.

 

Ese es justamente el mejor tributo que COPEI como organización socialcristiana, puede ofrecer a la memoria del Dr. Caldera, volcar sus esfuerzos en fomentar la unidad entre las facciones internas, aceptar que quienes vemos como notables e incluso los otrora delfines son los grandes accionistas de esta crisis, debemos tender los brazos a los partidos hermanos, no para devorarlos a la usanza de la práctica política actual, sino para crear una confederación de demócrata-cristianos con una visión clara de país.

 

Debemos reconciliarnos para hallar el quiénes somos, que queremos, a donde vamos y como lo vamos hacer y como eso se enlaza con Venezuela, darle sentido otra vez a ese compromiso que tiene cada laico con la sociedad, volver retomar la política como el excelso acto de caridad que es, ser el ejemplo ético y moral en mitad de un océano de impiedad e inequidad.

 

Si no hacemos eso, todo acto, homenaje o tributo no es más que un fariseico gesto de mea culpa que hacemos para calmar nuestra culposa conciencia y lo hacemos expresamente para ser vistos y aceptados, pero en el fondo poco o nada contribuye a sanar esa alma que ha pecado onerosamente contra la sociedad.

 

El reto es que hagamos de Caldera ese modelo humano que podemos imitar en los hechos, que todas esas cosas bonitas que quienes lo conocieron, fueron sus amigos o admiradores de verdad salga del papel e impregne nuestras actuaciones, como cristianos tenemos un deber y obligación de ir al mundo y difundir la buena nueva de mensaje de nuestro señor.

 

Ese sagrado propósito no lo cumplimos si nos estamos matando o conspirando los unos contra los otros, no es solo un seguir un modelo, hay una pléyade de hombres que pavimentado una ruta de quienes podemos citar a Pedro del Corral, Lorenzo Fernández, Arístides Calvani, Luis Herrera Campins y Rafael Caldera entre otros que a lo largo y ancho del país hicieron del ejercicio político su apostolado, todos ellos entendieron lo que Cristo quiso decir cuando dijo amados los unos a los otros, ellos fueron quienes tomaron el testigo cono apóstoles y hoy que esperamos para dar continuidad a nuestra razón de ser.

 

No espero que este escrito sea popular, no espero alabanzas ni palabras corteses por él, es solo una reflexión que desde el seno de un COPEI tribulado hago, es un escrito producto de la reflexión tras ver los sacrificios de muchos humildes compañeros a lo largo de años, luego de ver como muchos de ellos se descorazonaron y colgaron los guantes o como otros partidos se los llevaron y allá son los caballitos de batalla, pero acá no estaban congraciados con el de turno.

 

Aun puedo leer las airadas expresiones de una facción contra la otra e incluso muchas de esas expresiones han sido emitidas por mí, pero hoy mi conciencia me cuestiona sobre el sentido de rendir homenajes y tributos si nuestra conciencia no está en paz con ese legado, mi interacción con el Dr. Caldera fue breve pero fue un factor omnipresente en mi familia, mi padre lo conocía desde los 13 años, mi madre desde los 17, toda sus vidas prácticamente, en mi caso cuando falleció esa relación abarcaba unos 34  años, más de las ¾ partes de mi vida, apenas poco menos de quinta parte de la suya.

 

Los wayuu tenemos ritos funerarios interesantes, que cubren múltiples entierros, que abarcan la muerte física, la liberación del espíritu y luego la entrada del alma al Jepira, la visionado cielo wayuu, pero hay un cuarto evento el olvido, eso ocurre cuando nadie puede recordar tu legado y tu alma vaga sin rumbo, por fortuna podemos estar tranquilos que el legado de Rafael Caldera es abundante y fértil, pero insisto hagamos de la unidad de la democracia cristiana nuestro mejor homenaje en este su centenario.

 

Ing. Francisco J González R MSc.

Ingeniero Consultor

Vocal COPEI Zulia.

 

 

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